El pasado jueves 22 de este mes, pesqué un resfriado que me tuvo en cama el fin de semana. No, no era covid porque no perdí el sentido del gusto ni del olfato, pero sí la pasé mal, con dolor de garganta, congestión nasal, dolor de cabeza, etc., y el tratamiento médico me puso a dormir. Permanecí encerrado en mi cuarto por tres días como medida de precacuión, por si lo mío podía contagiar e mi familia.
En uno de los momentos raro de sueño, me pareció ver la silueta de alguien entre las sombras que me dijo con voz clara: Te asesinaré. Primero te atormentaré y luego te asesinaré. En este sueño, respondí del mismo modo: Tu padre tiene que pedirle permiso a mi padre para que hagas eso. No hubo más palabras del agresor, y poco a poco se fue desvaneciendo ese alguien hasta que desapareció.
Les conté hoy este sueño a mi mamá y mi hermana a la hora de la comida. Precisamente mi hermana me dijo que se había parado frente a mi puerta, mientras estuve en cama, para orar por mí, porque Dios puso esta necesidad en su corazón. ¡Y vaya si Dios respondió a ello! De momento, estoy casi recuperado, con algunas molestias leves, pero agradecido porque el lío pudo ser influenza o covid-19... y resultó que el ángel asesino sigue por ahí, tratando de tomar mi vida.