Una periodista australiana de 27 años llamada Georgia Clark, reportera de Sydney The Daily Telegraph, ha publicado un vídeo en sus redes sociales desde un hospital, cuanto menos sorprendente.
Se ha vacunado y, tras esa vacunación, ha tenido que ser ingresada en un hospital porque tenía fiebre, dolores en el pecho y pericarditis. Pero eso no es lo sorprendente porque sucede muy a menudo, lo que sorprende es que Clark ha hecho una publicación en sus redes sociales animando a la gente a vacunarse, a pesar de lo que ella está sufriendo en sus propias carnes. Y lo justifica diciendo que “debemos hacer sacrificios por el bien común”.
“Así que estoy en el hospital después de desarrollar una inflamación cardíaca poco común relacionada con Pfizer. E incluso con este efecto secundario, volvería a recibir la vacuna. Los efectos secundarios se pueden tratar, morir por Covid-19 no. Los beneficios superan con creces los riesgos”.
Nos cuenta, además, que los problemas comenzaron “aproximadamente una semana después de recibir mi segunda dosis de Pfizer. El dolor se está controlando con medicamentos “. Y añadía, “les suplico a todos que se vacunen. Algunos de nosotros podríamos tener que tomarlo en el mentón, tomar algunos de los efectos secundarios en el mentón, la mayoría de los cuales pueden tratarse. Pero palidecen en comparación con Covid “.
Si se dan cuenta la abducción que está sufriendo mucha gente con esto de la vacuna es tan grande, que se está llegando a extremos como estos. Esto es de locos.
Eso de pedir un sacrificio por “el bien común” es muy emotivo y queda muy bonito, pero es absolutamente ridículo. Decir que es mejor sufrir una enfermedad por algo que alguien se inocula voluntariamente, en lugar de hacerlo por algo que se puede sufrir, o no, es absolutamente surrealista.
Veintisiete añitos tiene y se encuentra en un hospital con esos problemas al inyectarse un fármaco experimental. Evidentemente, el efecto secundario de la vacuna debería ser la menor de las preocupaciones de Clark, debería preocuparle más ese raciocinio absurdo con el que va por la vida.