La Oficina de Prensa del Vaticano, así como la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos, están reaccionando a este día histórico con una sospechosa moderación, como si fuera un deber vergonzoso para ellos. Bergoglio guarda silencio, pero fue muy locuaz a la hora de atacar a Donald Trump o apoyar a Hillary Clinton, Joe Biden y candidatos demócratas. Su silencio ante la victoria del Bien sobre la ideología de la muerte del mundo sin Dios aún resuena en la propaganda de la Iglesia bergogliana en apoyo de las llamadas vacunas y la Agenda 2030 de la ONU, que es una de las principales defensores de la “salud reproductiva” que se ha impuesto a las naciones precisamente desde 1973 con Roe v. Wade. Tampoco debemos olvidar cómo la Academia Pontificia para la Vida, fundada por Juan Pablo II, ha sido desfigurada en los últimos diez años al incluir miembros notoriamente a favor del aborto y la anticoncepción.
El odio del presidente Trump y la red de conexiones e intereses de la Iglesia Profunda con el Estado Profundo han sacado a la luz, entre otras cosas, la gran contradicción de la Iglesia bergogliana, que está comprometida a hacer negocios con las altas finanzas globales y las compañías farmacéuticas. , aun cuando siguen surgiendo escándalos económicos y sexuales que involucran tanto a políticos como a prelados.
En el día en que la Iglesia celebra la Fiesta del Sacratísimo Corazón de Jesús, y también el Nacimiento de San Juan Bautista, que “saltó en el vientre” de su madre Isabel (Lc 1,41), el Señor ha querido conceder a los Estados Unidos de América la posibilidad de redimirse, haciendo que sus leyes de hechura humana sean coherentes con la ley natural impresa por el Creador en el corazón de cada persona. Y esta es la base esencial que se necesita para que una Nación sea bendecida por el Cielo. Una nación bajo Dios.