Re: Triteísmo Adventista
Estimado javierandrés. Saludos cordiales.
Tú dices:
¿Al hablar de naturaleza caida no se refiere a naturaleza pecaminosa?
Respondo: La diferencia entre Cristo y nosotros no consiste en ninguna exención por su parte de las inclinaciones naturales hacia el pecado, propias de la naturaleza caída. La diferencia consiste en que jamás consintió esas inclinaciones ni las incorporó a su carácter, tal como hacemos nosotros. Las tentaciones del corazón natural fueron tan fuertes para Cristo como lo son para nosotros.
Herencia parcial
El segundo aspecto en liza, en relación con la humanidad de Cristo, es el tipo de naturaleza humana que heredó a través de María. La única forma en que Jesús pudo heredar nuestra naturaleza humana sin heredar "la pecaminosidad de nuestra herencia humana pecaminosa", es quedando exento de algunos aspectos de la herencia humana. El Espíritu Santo habría bloqueado algunos genes, que no se transmitirían a Jesús de la forma habitual. Dicho de otro modo: las deficiencias genéticas de María habrían resultado manipuladas por el Espíritu Santo, de tal forma que pudiera pasar una herencia enteramente singular a Cristo, que sería esencialmente diferente de la que todos recibimos de nuestros padres.
Romanos 1:3 afirma que Cristo "era del linaje de David según la carne". Ahora bien, se nos pretende hacer creer que Jesús fue hecho parcialmente –pero no totalmente- del linaje de David. E. White es aún más específica: "Como cualquier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran ley de la herencia. Y la historia de sus antepasados terrenales demuestra cuáles eran aquellos efectos. Mas él vino con una herencia tal" (El Deseado de todas las gentes, p. 32).
Uno de los antecesores de Jesús fue Set, quien "así como Caín, heredó la naturaleza caída de sus padres" (Patriarcas y Profetas, p. 66). Jesús recibió por herencia lo mismo que Set. Esa es la única conclusión posible a la luz de los pasajes expuestos, y es solamente debido a la existencia de una suposición preconcebida a propósito de la naturaleza del pecado, por lo que no se acepta lisa y llanamente lo que dicen esos pasajes.
Harry Jonson, en su libro "The Humanity of the Saviour" lo expresa con precisión y claridad: "No existe la más mínima evidencia que sugiera una interrupción en la cadena de la herencia entre María y Jesús" (London, The Epworth Press, 1962, p. 44).
Los protestantes han rechazado históricamente la doctrina de la inmaculada concepción debido a que no se la encuentra en la Biblia. Pero muchos adventistas enseñan hoy que en la matriz de María se obró un milagro especial, de forma que ésta no pasó a Jesús ninguna tendencia o deseo pecaminoso. Como Iglesia profesamos repudiar la doctrina de la inmaculada concepción, pero en su punto más crítico y sensible estamos viniendo a concordar con ella para explicar el nacimiento de Jesús. Mientras rechazamos la impecabilidad de María, y rechazamos también que María no pasara nada a Jesús por herencia, aceptamos gustosos una especie de bloqueo parcial de la línea hereditaria en lo referente a los deseos y tendencias. Pero eso no es en realidad más que una versión modificada y más sutil de la inmaculada concepción. ¿Podemos estar seguros de no estar adheridos a la Iglesia de Roma? Nuestra enseñanza actual predominante es una descendiente directa en la línea teológica de la inmaculada concepción.
1 Pedro 2:21 y 22: "Para esto fuisteis llamados, porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo para que sigáis sus pisadas. Él no cometió pecado ni se halló engaño en su boca".
E. White urgió el mismo tema: "Si es que no tuvo la naturaleza del hombre, no pudo ser nuestro ejemplo. Si no hubiese sido participante de nuestra naturaleza, no habría podido ser tentado tal como lo ha sido el hombre. Si para él no hubiera sido posible ceder a la tentación, no habría podido ser nuestro ayudador... Su tentación y victoria nos dicen que la humanidad debe copiar el Modelo" (Review and Herald, 18 febrero 1890).
Aceptando la doctrina evangélica de que la expiación fue completada en la cruz y de que Jesús nació con la naturaleza impecable de Adán anterior a la caída, la mayor parte de los púlpitos de nuestras iglesias han dejado de predicar que Jesús es nuestro Ejemplo en vencer toda tentación y pecado. Por consiguiente, el mensaje del santuario ha dejado de ser relevante, y el mensaje de advertencia del mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14 ha dejado de ser una pieza clave en el plan divino de la salvación. De ese modo podríamos ser salvos en nuestros pecados, no siendo ya necesario el desarrollo del carácter; no sería posible obedecer perfectamente los mandamientos de Dios mediante el poder del Espíritu Santo; el Espíritu de Profecía queda así relegado a la categoría de reliquia irrelevante del siglo XIX, y el sábado del séptimo día deja de ser guardado de acuerdo con Isaías 58:13.
"Jesús aceptó la humanidad cuando la especie se hallaba debilitada por cuatro mil años de pecado. Como cualquier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran ley de la herencia. Y la historia de sus antepasados terrenales demuestra cuáles eran aquellos efectos. Mas él vino con una herencia tal para compartir nuestras penas y tentaciones, y dejarnos el ejemplo de una vida sin pecado" (El Deseado de todas las gentes, p. 32).
"Envió a su Hijo al mundo para que llevase la penalidad del pecado, y para mostrar al hombre cómo vivir una vida sin pecado" (Reflecting Christ, p. 37).
"Vino a este mundo y vivió una vida sin pecado, para que en su poder su pueblo pudiera también vivir vidas sin pecado" (Review and Herald, 1 abril 1902).
"Nos ha colocado en un terreno ventajoso, en el que podemos vivir vidas puras y sin pecado" (Signs of the Times, 17 junio 1903).
"Todo aquel que por la fe obedece los mandamientos de Dios alcanzará la condición de impecabilidad en la que vivió Adán antes de su transgresión" (Signs of the Times, 23 julio 1902).
"Cristo nos ha dejado un ejemplo perfecto, en el cual no encontramos pecado. Sus seguidores deben caminar en sus pisadas" (Hijos e hijas de Dios, p. 296).
"La vida de Cristo es una revelación de aquello en lo que pueden convertirse los caídos seres humanos, mediante la unión y compañerismo con la naturaleza divina" (Manuscript Releases, vol. 18, p. 331).
"El Salvador llevó sobre sí los achaques de la humanidad y vivió una vida sin pecado, para que los hombres no teman que la flaqueza de la naturaleza humana les impida vencer. Cristo vino para hacernos ‘participanters de la naturaleza divina’, y su vida es una afirmación de que la humanidad, en combinación con la divinidad, no peca. El Salvador venció para enseñar al hombre cómo puede él también vencer" (El Ministerio de curación, p. 136).
"Dios hizo por nosotros lo mejor que podía hacer, cuando envió del cielo a un Ser impecable para manifestar a este mundo de pecado lo que han de ser en carácter quienes han de ser salvos: puros, santos e incontaminados" (Manuscript Releases, vol. 9, p. 125).
"Cristo vino a la tierra... para mostrar en la controversia con Satanás que el hombre, tal como Dios lo creó, conectado con el Padre y con el Hijo, puede obedecer todo requerimiento divino" (Signs of the Times, 9 junio 1898).
"Al tomar nuestra naturaleza caída, mostró lo que ésta podría llegar a ser" (Mensajes selectos, vol. 3, p. 151).
"Hermanos y hermanas, necesitamos la reforma que han de tener todos cuantos hayan de ser redimidos, mediante la purificación de la mente y corazón de toda mancha de pecado" (Counsels on Health, p. 633).
"Somos limpiados de todo pecado, de todo defecto de carácter. No necesitamos retener ni una sola propensión pecaminosa" (Review and Herald, 24 abril 1900).
"Toda tendencia hereditaria y cultivada hacia el pecado debe ser reconocida, subyugada y limpiada" (Signs of the Times, 18 julio 1895).
"Aborrecerán el pecado y la iniquidad, así como Cristo aborreció el pecado" (Fe y obras, p. 119).
"Cuando conozcamos a Dios como es nuestro privilegio conocerle, nuestra vida será una vida de continua obediencia. Si apreciamos el carácter de Cristo y tenemos comunión con Dios, el pecado llegará a sernos odioso" (El Deseado de todas las gentes, p. 621).
"Odiarán al pecado con un odio perfecto" (Fundamentals of Christian Education, p. 291).
"Cristo enfrentó, venció y condenó al pecado en la esfera en la que previamente había ejercido su dominio y señorío. La carne, escenario de los triunfos del pecado hasta entonces, vino ahora a convertirse en el escenario de su derrota y expulsión" ( Seventh Day Bible Commentary. 6, p. 562, edición en inglés).
La gran cuestión a la que debía dar respuesta la encarnación es: ¿Puede Dios vencer realmente en el último refugio de Satanás –el corazón humano caído-? Si es posible que las debilidades y deseos humanos se sujeten a la ley de Dios, entonces Satanás ha perdido su última batalla y la gran controversia queda verdaderamente decidida. Pero si Dios tuvo que hacer exento a su Hijo de ciertas tendencias humanas, ¿está la gran controversia más cercana a su final que cuando Satanás fue expulsado del cielo?
Cuando Jesús prevaleció en la cruz, se oyó en el cielo una gran voz que proclamó: "Ahora ha venido la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque ha sido expulsado el acusador de nuestros hermanos" (Apoc. 12:10). ¿Nos permitiremos desposeer a Cristo de su gran victoria bajo el pretexto de hacer de él nuestro "sustituto impecable"? ¿Le negaremos la plena salvación que trajo, no sólo sobre los actos pecaminosos, sino también sobre la naturaleza humana debilitada, caída y pecaminosa en la Satanás había creído reinar de forma suprema desde la caída de Adán? Permitamos que Cristo sea verdaderamente nuestro Sustituto impecable, a la vez que nuestro santo Ejemplo. Sólo el auténtico Cristo, realizando una auténtica expiación, puede conducir a su iglesia hacia la victoria final.
(Aporte de Libros 1888)
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo.