Re: ¿Transustanciación? Adoradores de hostias!
La realidad del cuerpo y la sangre de Cristo en la Cena del Señor es "sacramental" o dicho de otra forma, es un un sagrado misterio como se hace presente Cristo en el pan y el vino.
Pero desde luego podemos descartar algunas cosas:
1.El pan y el vino no cambian.
A la vista es patente. Hablar de cambios sustanciales y visibles accidentales es aristotelismo mal (muy mal) aplicado a este misterio, que pasó en la Edad Media, pero que ya no sirve para el 99% de las metafísicas no escolásticas. Es una explicación absolutamente viciada de categorías racionales de tipo aristotélico, pero en la cual se añade un fenómeno que es la transusbtancición, algo absolutamente contrario al aristotelismo.
2. Que el pan y el vino no cambien, no implica que Cristo no esté presente en la comunión:
Cabría pregutarse aquí dos cuestiones: ¿Está presente desde la consagración? ¿O en la comunión estrictamente? Parece que la respuesta más avalada por los padres de la Iglesia es presencia desde la epíclesis y anamnesis durante la oración litúrgica del canon eucarístico.
3. La presencia de Cristo está ligada a la celebración del sacramento.
Después de la celebración eucarística, que finaliza siempre con la comunión del pan y el vino, aquella presencia de Cristo que es real, absolutamente real, para quienes reciben el pan y el vino; que representan y por ellos se vincula la presencia de Cristo; dan por esta conducta "uso" al sacramento. Fuera del cual no tiene sentido hablar de presencia de Cristo sacramental, pues ha perdido una de sus cualidades fundamentales: ser comunión.
En el caso de comuniones de ancianos y enfermos, se exceptua.
Pero no tiene sentido sagrarios, bendiciones, adoraciones...
4. Debe ser pan y vino, realmente estas cosas. Debe estar presidida por quien esté ordenado, conforme a la ley de la Iglesia y debe seguir unos mínimos litúrgicos establecidos por la Iglesia. Y aún algo más importante, debe ser hecha con la intención que la Iglesia tiene cuando la celebra.
No vale ni coca-cola ni panchitos, igual que no valen bautismos en vino, ni unciones con pegamento. Las ordenanzas que son cualidad inherente al sacramento deben ser cumplidas. Tampoco vale una mera bendición sin anamnesis o epíclesis (inplícita o explícita) como si fuese para comer cosas santas. No vale. Tampoco vale que cualquiera celebre este sacramento al margen de lo ordenado en su Iglesia (aunque este es un tema muy conflictivo en virtud del sacerdocio común de los fieles y tampoco quiero dejarlo cerrado del todo).
5. Comunión bajo las dos especies. Es lo bíblico y así fue instituído. Lo demás son explicaciones escolásticas para licenciar y validar un grave abuso litúrgico.
6. Vale cualquier tipo de pan.
7. Vale cualquier tipo de vino, si es vino realmente.
8. La presencia de Cristo es real, pero no natural ¿Luego qué és? Podríamos decir espiritual, pero olvidaríamos su realidad carnal "que se espiritualiza o sacramentaliza y de la que somos partícipes también, como bien enseña la Biblia.
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La realidad del cuerpo y la sangre de Cristo en la Cena del Señor es "sacramental" o dicho de otra forma, es un un sagrado misterio como se hace presente Cristo en el pan y el vino.
Pero desde luego podemos descartar algunas cosas:
1.El pan y el vino no cambian.
A la vista es patente. Hablar de cambios sustanciales y visibles accidentales es aristotelismo mal (muy mal) aplicado a este misterio, que pasó en la Edad Media, pero que ya no sirve para el 99% de las metafísicas no escolásticas. Es una explicación absolutamente viciada de categorías racionales de tipo aristotélico, pero en la cual se añade un fenómeno que es la transusbtancición, algo absolutamente contrario al aristotelismo.
2. Que el pan y el vino no cambien, no implica que Cristo no esté presente en la comunión:
Cabría pregutarse aquí dos cuestiones: ¿Está presente desde la consagración? ¿O en la comunión estrictamente? Parece que la respuesta más avalada por los padres de la Iglesia es presencia desde la epíclesis y anamnesis durante la oración litúrgica del canon eucarístico.
3. La presencia de Cristo está ligada a la celebración del sacramento.
Después de la celebración eucarística, que finaliza siempre con la comunión del pan y el vino, aquella presencia de Cristo que es real, absolutamente real, para quienes reciben el pan y el vino; que representan y por ellos se vincula la presencia de Cristo; dan por esta conducta "uso" al sacramento. Fuera del cual no tiene sentido hablar de presencia de Cristo sacramental, pues ha perdido una de sus cualidades fundamentales: ser comunión.
En el caso de comuniones de ancianos y enfermos, se exceptua.
Pero no tiene sentido sagrarios, bendiciones, adoraciones...
4. Debe ser pan y vino, realmente estas cosas. Debe estar presidida por quien esté ordenado, conforme a la ley de la Iglesia y debe seguir unos mínimos litúrgicos establecidos por la Iglesia. Y aún algo más importante, debe ser hecha con la intención que la Iglesia tiene cuando la celebra.
No vale ni coca-cola ni panchitos, igual que no valen bautismos en vino, ni unciones con pegamento. Las ordenanzas que son cualidad inherente al sacramento deben ser cumplidas. Tampoco vale una mera bendición sin anamnesis o epíclesis (inplícita o explícita) como si fuese para comer cosas santas. No vale. Tampoco vale que cualquiera celebre este sacramento al margen de lo ordenado en su Iglesia (aunque este es un tema muy conflictivo en virtud del sacerdocio común de los fieles y tampoco quiero dejarlo cerrado del todo).
5. Comunión bajo las dos especies. Es lo bíblico y así fue instituído. Lo demás son explicaciones escolásticas para licenciar y validar un grave abuso litúrgico.
6. Vale cualquier tipo de pan.
7. Vale cualquier tipo de vino, si es vino realmente.
8. La presencia de Cristo es real, pero no natural ¿Luego qué és? Podríamos decir espiritual, pero olvidaríamos su realidad carnal "que se espiritualiza o sacramentaliza y de la que somos partícipes también, como bien enseña la Biblia.
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