Re: TODO LO TENÍAN EN COMÚN Y A NADA LLAMABAN PROPIO
En vista del regreso de temas que ya han sido tratados hace mucho tiempo en este foro, por parte de nuevos miembros, me permito la libertad de volver a publicar algunos articulos míos que fueron ya publicados aqui. En este caso uno que llevaba por título: La iglesia comunista.
La Iglesia Comunista
Por Pablo Blanco (Diciembre 2005)
Hace ya bastantes años que se levantaron algunas voces por nuestro mundo hispano–cristiano afirmando que basta leer los primeros capítulos del libro de los Hechos de los Apóstoles para entender que la iglesia que vivió en sus comienzos una etapa comunitaria representaba el modelo ideal de lo que Jesucristo quería que fuese su Iglesia. Por tanto añaden que salvando el contenido doctrinal, en materia social, el comunismo es lo más parecido al evangelio y que un modelo de ese tipo es el que debiera ser promovido por los cristianos. Debo decir que esta afirmación no es ni más ni menos que una bobada “pogre” que desconoce que es el comunismo real y que es el cristianismo, lo cual es bien grave para muchos que van de cristianos y llevan estas ideas. Así que en las siguientes páginas voy a referirme a ambos.
El comunismo nació como una propuesta filosófico/económica/social para la conquista violenta de la sociedad “capitalista” por parte de las masas proletarias, que dirigidas, obviamente, por los intelectuales del movimiento alcanzarían el objetivo de instalar una dictadura del proletariado, empleando para ello cualquier medio necesario para alcanzar ese fin: desde la subversión violenta, y el crimen hasta la eliminación física de capas sociales enteras como la burguesía y la aristocracia. Para sus promotores solo había que hacer colapsar los cimientos de un sistema capitalista moribundo y acabar con los principios morales establecidos de origen cristiano para que con un rápido movimiento revolucionario llegase el derrumbamiento total del sistema y propiciase la toma violenta del poder por la clase proletaria, acabando con los nacionalismos y las fronteras.
Por cierto a estos principios tan cristianos está todavía adherido el Partido Comunista de España. Por su parte, el Partido Socialista Obrero Español mantuvo su adhesión desde su fundación hasta el año 1979, en el que renunció al término marxista como concepción y objetivo político, en contra del pensamiento de más del 60% de su base, forzado por la amenaza de Felipe González de dimitir como Secretario General si tal renuncia no se producía. (Pero como vemos en nuestros días por los ramalazos anticristianos y el mensaje social de muchos de ellos, es más fácil cambiar un texto en el papel que lo que hay en el corazón de las personas. Tanto es así que el propio presidente de gobierno actual, el Sr. Zapatero se ha complacido de calificarse a si mismo como “un rojo”, es decir, un marxista). Tampoco debe perderse de vista que no tienen nada que ver partidos como el PSOE ó el PCI y el PS francés que nacieron en un contexto ideológico y social ateo y marxista, con un partido como el laborista británico ó las socialesdemocracias escandinavas, pues el origen del socialismo en Gran Bretaña y en los países escandinavos es anterior al de aquellos y la mayoría de sus creadores e impulsores, en el siglo XIX, fueron creyentes activos y comprometidos con el evangelio tanto en los aspectos doctrinales como sociales. Estos fueron, además, artífices de los primeros sindicatos así como de la implantación de empresas de autogestión en los medios de producción)
Pero como todo el mundo sabe, el impulsor de la parte teórica más radical del socialismo que a la postre acabó triunfando en prácticamente todo el mundo excepto en los reductos protestantes, aunque él no lo viera ni lo disfrutara, fue Carlos Marx, un individuo que cuando tenía 13 años escribía emotivos poemas a Jesucristo, y que a los 17 años había determinado ser Satanista (Leer el ensayo sobre Carlos Marx y Satanás escrito por Richard Wurmbrand) y dedicar su vida para acabar con todo lo que representase Dios en las sociedades cristianas: “La lucha contra la religión, pues, es indirectamente la lucha contra aquel mundo cuyo aroma es la religión” (Crítica de la Filosofía de Derecho de Heguel). “La existencia de la religión es la existencia de un defecto” (La cuestión judía).
El objetivo primordial que movía todo el desarrollo filosófico no era tanto económico como una luchar por la erradicación del Dios de los judeo-cristianos, castigando y eliminando las estructuras de la religión. Aunque en el fondo y en la fobia se englobaban todas las religiones, es claro que entre estas la diana principal era el conjunto judeo-cristianismo (no especialmente contra el catolicismo romano como algunos españoles de nuestros días ingenuamente piensan desde la perspectiva histórica de lo acontecido durante la República y la Guerra Civil Española 1930-39). Lo que sucedió fue que la estrategia de los marxistas trataría de sumar aquí para su causa, como mucho más tarde en América Latina, a las personas de otras confesiones contra la dominante, apelando a una injusticia histórica y a los agravios ocasionados por el catolicismo romano a los disidentes ateos ó de otras confesiones en aquellos lugares donde su hegemonía y poder se lo había permitido. Pero no hay que ser muy listo para pensar que una vez liquidada la mayor acabarían siendo liquidadas con mucha más facilidad las otras que carecían de un apoyo social semejante.
Como no es el objetivo del artículo comentar las repercusiones políticas del movimiento comunista/socialista en España ni en Europa (troskismo, revisionismo, fascismo, revolución rusa, guerra civil española, guerra mundial, etc.), voy a referirme a los aspectos que tienen que ver con el tema de nuestro título:
Poco después de la muerte del dictador soviético Stalin, los comunistas instalados poderosamente en las repúblicas que conformaban la URSS desarrollaron una ofensiva para minar desde adentro a los países occidentales de cultura cristiana, democráticas y capitalistas. Entre las muchas acciones de lo que se llamó la guerra fría, una de ellas fue poner en marcha lo que se llamó “el dialogo cristiano-marxista”. Aunque ya casi desde los inicios de la segunda década del siglo XX se había iniciado un cierto nivel de debate intelectual entre teóricos del comunismo y cristianos, pero el intercambio se había mantenido alejado de las clases populares y reducido prácticamente a ambientes estrictamente académicos. Eran momentos en que el Partido Comunista de Rusia con sus purgas sanguinarias estaba acabando de afianzar su tiranía sobre el pueblo ruso. Sin embargo, la década de los 50 presenta una URSS repuesta y fortalecida después de la victoria aliada en la segunda guerra mundial, y embarcada a un proyecto expansionista para exportar el modelo comunista a la conquista del mundo. Esta conquista pasaba necesariamente por debilitar a las potencias democráticas occidentales cuya base social estaba asentada sobre principios cristianos.
El diálogo cristiano-marxista tenía el objetivo de atraer a la opinión pública cristiana hacia los postulados comunistas y el planteamiento teórico se enfocaba a convencer a los cristianos de la necesidad de “una revolución para los pobres” como “la que representó Jesucristo”. Podemos afirmar que en la trampa de ese planteamiento tiene su origen el “progre cristiano” que ha llegado a nuestros días. Se trata de un individuo superficial e ignorante en cuanto a principios doctrinales y valores que responde emotivamente a tópicos hábilmente planteados desde la propaganda (Jesucristo es el primer comunista, la iglesia debiera ser comunista como en Jerusalén, los problemas del mundo son por culpa del capitalismo. El verdadero evangelio es una mezcla entre el comunismo y la Biblia. Hay que crear una sociedad sin clases en la que todos sean hermanos).
El clima del Vaticano II facilitó notablemente la difusión de estas tesis y amplió la base de las “conversaciones”. El sistema tradicionalmente monolítico de la iglesia romana abría cauces de relación y entendimiento con otras confesiones cristianas, y en los años que duró el Concilio los comunistas consiguieron introducir personas y establecer contactos para ser utilizados en los años siguientes al servicio de su estrategia. Desde entonces tanto la Iglesia Católica como la Anglicana y el Consejo Mundial de Iglesias Protestante quedaron definitivamente penetrados, si bien estos últimos estaban ya sembrados de “modernistas” que procedían de segmentos donde la llamada alta critica y la teología liberal tenían su influencia.
¿Pero representa el comunismo, aunque solo sea en términos de distribución económica, algún tipo doctrina cristiana? Desde luego que no. Pero con una base de soflamas demagógicas, la cooperación de elementos infiltrados, la ignorancia de la doctrina cristiana desde el pueblo llano y también desde el clero, junto con los complejos de la clase burguesa y liberal, consiguió que la llamada Teología de la Liberación, diseñada y desarrollada en los laboratorios del Kremlin con la ayuda de elementos ateos pero provistos de títulos en teología ó simpatizantes de la alta crítica tuviese una amplia acogida intelectual en el seno de organizaciones cristianas. Infiltrar a los promotores ó a los elementos “convertidos” a la nueva teología en las iglesias y conseguir tener eco de ambientes académicos en busca de novedades fue mucho más fácil. Todos estos iban formar parte del coro mediático que justificase las actividades revolucionarias violentas con un torrente de palabras sacadas del entorno cristiano como evangelio, amor, justicia, Jesucristo, cristiano, y convencer a los que se dejasen de que los pobres cometían algunos excesos en su desesperación por una lucha encaminada a alcanzar una justicia social cristiana que se les debía por los siglos del abuso de una explotación capitalista. En el fondo, como ya hemos dicho, se trataba de movimientos de carácter militar y objetivos expansionistas para la revolución comunista creados, financiados, instruidos, dirigidos y armados por la URSS directamente ó desde las bases que proporcionaban los países satélites ya asimilados al comunismo.
Ahora voy a tratar, por supuesto de pasada, como nada de lo que predica, es y representa el comunismo/socialismo marxista tiene nada que ver con las doctrinas cristianas asentadas en la historia, la tradición y la enseñanza bíblica.
El argumento principal de los “teólogos” se reduce a dos pasajes. La frase de Juan el Bautista, que muchos incluso atribuyen a Jesús, diciendo: El que tiene dos túnicas de una al que no tiene, (Luc. 3:11). Y el otro es Hch. 4:32-35. Desde luego no es mucho para tanto proyecto y tanta demagogia, pero eso nos da una idea de lo que es capaz de hacer el materialismo ateo empleando solo un poco de levadura para conseguir leudar a toda una masa de cristianos… Eso si, cristianos sociales ó nominales carentes de convicciones profundas, y de escaso conocimiento doctrinal. Pero no olvidemos que a pesar de tan escasa munición algunos incluso tomaron una metralleta y se lanzaron al monte, por supuesto en el nombre del evangelio de Jesucristo.
Bastaría pensar que si la teología que impregna la Biblia y la historia concerniente del Antiguo ó del Nuevo Testamento fuese de corte comunista/socialista, tendría que estar poblada de referencias, modelos y condenas para los modelos alternativos ú opuestos. Pero esa ausencia no le importa a cualquiera que lo que es realmente es un marxista convencido políticamente de la bondad de esa filosofía.
Que nacemos desnudos, morimos desnudos; que por el pecado estamos todos destituidos de la gloria de Dios y que todos podemos ser salvos gratuitamente por la gracia que mana del sacrificio de Jesucristo, es prácticamente toda la igualdad que los seres humanos compartimos desde una perspectiva cristiana u bíblica.
A partir de ahí todas las diferencias se aplican continuamente a los seres humanos en su existencia terrenal. Todo desde la cuna, más aún, desde su concepción hasta la sepultura resalta su individualidad a todos los niveles: espiritual, material, social, económico, intelectual, físico, etc. Podemos decir que esta es nuestra condición natural y no podemos elucubrar sobre como sería la sociedad humana si el hombre no hubiese pecado, porque esa hipótesis está complemente alejada de nuestra posibilidad de análisis. Pese a ello creo que si quiero dejar como conjetura que es más fácil mantener la existencia de un criterio diferencial e individualista porque el hombre y la mujer han sido creados con voluntad propia y es desde el ejercicio de la voluntad que se ocasionan las singularidades y las diferencias, y además del otro principio básico que interactúa y que es el de autoridad y soberanía de Dios, para disponer a su propia voluntad en la ejecución de sus planes establecidos de antemano.
Para centrarnos, por razones de extensión, en la desigualdad económica, desde luego tenemos que reconocer que Abraham tenía un status de vida superior al de los pastores que trabajaban para él. Jacob con sus tretas consiguió mejorar su condición económica y hacerse rico (Gen. 30:43). Cuando el pueblo de Israel, recibe la ley y comienza propiamente dicha su identidad como nación, Dios no estableció para ellos un sistema socialista de propiedad, sino un sistema claramente capitalista. La ley contiene todo un sistema de incentivos prosperidad económica y social para aquellos individuos ligados a la obediencia, y una serie de sanciones del mismo corte en retribución a la infidelidad y a la desobediencia, que los conducirían a la pobreza y al cautiverio (Deut. 7:13-26, con Deut. 28).
Es cierto que ese “capitalismo” contenía en su regulación legal todo un sistema de protección social para los más desfavorecidos (viudas, huérfanos, extranjeros y pobres), y medidas para la corrección de desequilibrios por medio de sistemas como el jubileo, normas para evitar la usura, derechos de rescate y sucesión, etc. (Deut. 15:1-3; 14:29; 28;Ex. 22:25; Lev. 25:13-17, 37, etc.). Pero analizando esta cuestión y contexto como cristianos tendremos que admitir, que si el sistema que agrada a Dios fuese el socialismo todas las leyes estarían encaminadas en esa dirección, aunque fuese la desobediencia del pueblo la que hiciese fracasar el modelo. Pero no hay ni un atisbo escritural que se muestre a favor de esa pretensión.
Ahora vamos al Nuevo Testamento y nos encontramos con la figura de Jesús. Aunque sea de forma profética Jesús declara algo que hasta hoy se ha cumplido ininterrumpidamente: siempre habrá pobres (Mr. 14:7). Esto implica por lo mismo que también siempre habrá ricos y diversas categorías de personas en la escala social. Jesús conocía en propia carne la pobreza (2Cor. 8:9; Mt. 8:20) y paso su ministerio rodeado de pobres de solemnidad, a los que en ocasiones socorría en sus necesidades a causa de su misericordiosa personalidad, paralelamente dejó claro que ese tipo de misión no era el objetivo de su existencia humana. Jesús podría haber aceptado ser nombrado rey de los pobres y solucionar sus problemas más elementales: salud y alimentación (Jn. 6:15), algo que, como demostró por los milagros realizados, estaba a su alcance. Sin embargo desestimó esto a favor de lo que realmente importaba: una misión salvífica, que traería al mundo no solo la salvación eterna para los creyentes, sino que junto con ella llegaría una increíble serie de beneficios de carácter social para la humanidad.
Tanto el evangelio como la consecuencia social de este tendrían unos resultados benéficos para los pobres, los humildes, los esclavos, las mujeres y todas las clases desfavorecidas que no solo eran impensables desde la visión absolutamente egoísta del mundo y de la praxis de las sociedades paganas establecidas, sino que la realidad fue mucho más allá de lo que jamás pensaron los más humanitarios pensadores paganos hasta aquel momento.
Como el evangelio tenía a los pobres por destinatarios preferentes (Mt. 11:5), estos recursos de socorro misericordioso no llegaron desde las esferas pudientes y acaparadoras de la sociedad, sino desde la base social mas humilde. Jesús no intentó resolver las desigualdades sociales por la vía económica, ni revolucionaria, sino que fueran socorridas desde la acción y el efecto del amor. Es decir, promovió algo que no aceptan comunistas/socialistas que es la caridad. Estos reclaman un derecho exigible de justicia social aunque sea precisa la violencia para conquistarlo, pero Jesucristo promueve la solidaridad que procede de un corazón generoso y misericordioso que no actúa por la imposición de la ley, ni de la fuerza, sino desde la gratitud propia y por buena voluntad. Jesús reproduce en el auxilio social su propio auxilio espiritual para con nosotros. Fue el amor el motor de su entrega para la salvación. Nadie podía reclamar el derecho y nadie le obligó (Jn. 10:18). Así es también el valor del amor como motor de que sus discípulos sean solidarios (Luc. 18:22). Porque en él, lo que vale es la fe que obra por la caridad (Gal. 5:6). En la practica las sociedades donde el marxismo ejerció el poder no solo representaron un retroceso en las condiciones de vida de toda la sociedad, sino que los que ejercían el poder constituyeron una clase que vivía a lo grande a costa de los pobres y además con más corrupción y despotismo que los que aquellos aristócratas a los que ellos denigraban, ya no digamos que a los capitalistas de las democracias occidentales.
Veamos ahora el caso de la comunidad cristiana de Jerusalén, que se inicia en Pentecostés y permanece durante una etapa de tres a cinco años, porque ese es el modelo que los “progres cristianos” dicen que las iglesias deben tratar de reproducir. Cuenta el libro de los Hechos de los Apóstoles que tras la predicación de Pedro en Pentecostés se produjo una verdadera avalancha de conversiones. Miles de judíos se arrepienten de su rechazo al Mesías y deciden seguirle. Dice el autor que aquella masa de nuevos cristianos, recién convertidos se amaba tan intensamente que era de un corazón y de un alma. De modo que los que tenían propiedades vendían y compartían con los pobres en un reparto que realizaban los apóstoles hasta conseguir que no hubiese ningún necesitado entre ellos. Fue un período fue muy bendecido con el crecimiento de conversiones y por lo tanto de la comunidad.
Una vez expuesto el hecho, debemos completar el panorama, reconociendo que el sistema padeció desde el principio los efectos de la condición humana, que si son frecuentes en todo tipo de sociedad, son típicos en las sociedades socialistas/comunistas: ausencia de productividad, corrupción y mala gestión. ¿Qué es el caso de Ananías y Safira sino un ejemplo de corrupción? Ellos querían guardar para si y a la vez aparentar ser honestos y generosos. Dejarse corromper por la avaricia y a la vez presentar una apariencia de honradez, generosidad y altruismo. Para evitar la proliferación de este tipo de conductas corruptas, Dios ejerció de forma radical, pero excepcional en su relación con la Iglesia, una disciplina ejemplar descubriendo delante de todos su conducta y cortándolos de raíz. ¿Por qué lo hizo? Porque esta una medida excepcional era necesaria para el nuevo grupo de creyentes tuviese “temor” de seguir tales ejemplos que destruirían ya desde los cimientos “el nuevo edificio” que estaba comenzando a contruirse (Hch. 5:11). Visto desde la distancia, aquella forma de iglesia fue como un seminario. Una etapa temporal preparatoria en doctrina y vida eclesial que debía formar y confirmar en la fe a los creyentes para proseguir en ella cuando se produjese la prueba de la persecución, sin duda prevista por Dios, que acarrearía la dispersión de ellos por todas las partes para extender el evangelio, como así fue (Hch. 8:4).
Era como un retiro en el que regocijarse, fortalecerse y crecer en la fe. Los judíos en el Antiguo Testamento debían dejar sus trabajos durante cierto tiempo para asistir a las fiestas solemnes para recordar las promesas de Dios, enseñarlas a sus hijos y regocijarse. A semejanza de ello, durante estos nuevos creyentes vivían en una fiesta de comunión permanente. Nos dice el relato que todos los días comían juntos, iban al templo, celebraban la mesa del Señor, testificaban y estaban felices. Nadie trabajaba ni producía recursos estables, así que visto en términos económicos la comunidad solo podría mantenerse mientras los recursos procedentes de las donaciones cubriesen los gastos de la comunidad. Pero a ellos no les preocupaba la generación de recursos porque pensaban que de forma inminente se produciría el regreso del Señor Jesucristo. Esa era la base que sustentaba el proceder comunitario. En breve no iban a necesitar sus propiedades ni tampoco pensaban dejarlas a sus herederos. Pero, de no ser así, si el Señor se retrasaba, la comunidad en antes ó después entraría en un colapso económico de envergadura y todos resultarían empobrecidos. Pero Dios permitió esta situación, porque sería una etapa de tiempo reducida, en la que el amor y la comunión fraternal experimentada les consolase cuando tuviesen que dejar todo y salir huyendo por causa de la persecución, en la consecución del objetivo del mandato de Jesus (Mr. 16:15; Hch. 8:1), para llevar el evangelio por todas partes, sabiendo que Jesucristo no había venido al mundo, ni murió, para acabar con los pobres, ni para establecer una sociedad comunista, sino para salvar a los perdidos.
Pero durante ese tiempo, no solo la corrupción y la improductividad estuvieron presentes en la joven comunidad, sino que surgieron quejas sobre la gestión de los bienes comunes (Hechos 6:1). Y con razón ó sin ella incluso sus más asentados líderes fueron acusados de mala gestión al cometer agravios comparativos. La solución que tomaron fue nombrar a siete administradores de honradez y testimonio acreditado para que relevasen de la responsabilidad económica a los que debían ser fundamento incuestionable de la comunidad, y les permitiese dedicarse a la misión proselitista. No nos narra el historiador si con aquello acabó el problema ó no. Pero sabemos que desde ese momento ya duró poco la comunidad y que ese modelo no aparece más ni como añoranza, ni como objetivo, sino que todas las epístolas nos presentan un enfoque para los cristianos y para las iglesias locales basadas en la doble faceta de la laboriosidad, la evangelización y la compasión. ¿Por qué? Obviamente porque aquel no era el proyecto de Dios, ni existe instrucción alguna para que se reproduzca y se siga.
Por el contrario los criterios sociales y económicos de las nuevas iglesias constituidas a partir de la etapa de dispersión ya no son comunitarios, reuniéndose periódicamente para la edificación mutua y para alegrarse y mantener la comunión mediante ágapes y comidas de fraternidad en las que además se participa de la mesa del Señor. Las doctrinas tienen contenidos inequívocos e inspiradores para que los creyentes vivan vidas laboriosas con la que sostenerse y a la vez generar los recursos para desplegar una labor de justicia social por la vía de hechos amorosos ó compasivos. La frase de Pablo: el que no quiera trabajar que tampoco coma (2Tes. 3:10), se convirtió en un lema para animar a la laboriosidad de los cristianos, que promovía, sobre la base del ejemplo personal del apóstol y de sus colaboradores, un modelo que compatibilizaba la actividad misionera y evangelizadora (trabajando de noche y de día para no ser gravosos os predicamos el evangelio de Dios, 1Tes. 3:9), con el trabajo manual. Al hecho de no trabajar se le califica como vida desordenada (2Tes. 3:11), y se insiste en la necesidad de trabajar, aunque sosegadamente, sin avaricia, para comer cada el pan ganado con su propio esfuerzo (2Tes. 3:12). La paradosis eclesial que siguen las iglesias que encontramos en las epístolas insisten en que los cristianos deben conseguir los recursos a través del trabajo para debe desplegar una obra asistencial (Hch. 20:35), y no conformarse con recibir subsidios porque es mucho mas bienaventurado dar que recibir.
Por su parte se insta a los ricos, no a que dejen de serlo, sino a que sean humildes y generosos y que no pongan su confianza en las riquezas (1 Tim. 6:17,18), advirtiéndoles que los que se consuelan en sus riquezas y se olvidan de actuar conforme a los principios del reino (amor y la misericordia) lo lamentarán (Luc. 6:24, 25). También se les advierte que los que afrenten ó exploten a los pobres son denunciados como pecadores (St. 2:8-13) y aquellos que no sean misericordiosos con los demás serán tratados por Dios sin misericordia.
Las enseñanzas alcanzan también a los cristianos que estaban en la condición de esclavos y se les estimula para que si tienen la posibilidad de emanciparse, es decir, progresar en la escala social, lo hagan con ansia (1Cor. 7:21). El fruto de estas enseñanzas llevadas fielmente a la practica por los primeros cristianos fue que miles de esclavos fueron rescatados durante los tres primeros siglos de nuestra era. La misericordia cristiana también estableció decenas de puntos de asistencia para los necesitados. Daba de comer diariamente a miles de pobres, atendía a los condenados a las galeras y a los trabajos en las minas, a los enfermos, etc.
Pero ni siquiera en el plano espiritual la economía de Dios es igualitaria, y esta afirmación la encontramos repetidamente en el Nuevo Testamento. Así Dios no da a todos el mismo don. El Espíritu Santo pone en la Iglesia a cada uno donde quiere. En el reino de los cielos, unos reciben diez talentos, otros cinco y otros uno. Y cuando Jesús empleó una parábola para expresar la soberanía de Dios en cuanto a la administración de un recurso espiritual como es la salvación, habla de dar un mismo salario independiente de las horas de trabajo, no como un derecho del que trabaja, sino como el de la soberanía del que lo otorga para poner las condiciones. Pero en la dimensión del reino de los cielos también hay mayores y menores (Mt. 18:1, 4); también habrá distinta retribución en función del trabajo (1Cor. 3:8), y habrá quien apenas se salvará por los pelos.
La visión cristiana de la laboriosidad como fuente de asistencia social, pero también de progreso, de creación de bienestar y riqueza, de contribución al desarrollo, de fuente de realización individual y de cómo se puede servir a Dios desde la esfera económica es lo que ha hecho progresar al mundo, por el efecto directo en los países en los que esta visión cristiana se desarrolló y el efecto de arrastre sobre el resto del mundo. Los cristianos desarrollaron la perspectiva de que es perfectamente compatible mantener valores espirituales y morales a la par que económicos, y que el dinero y los recursos pueden ser una fuente de buenas obras por la acción directa de la donación y la caridad, pero también desde la reinversión para proporcionar rentas y medios de vida para las personas a través del trabajo que mejoran las condiciones de existencia de las personas.
El hecho de que el fracaso del socialismo real pusiese en evidencia sus horrendos crímenes contra la libertad y contra los seres humanos, la corrupción, el atraso y la miseria, acabase colapsando a la URSS y que los países esclavizados por esta durante décadas encontrasen su liberación antes que acallar los sentimientos anticapitalistas anidados en el interior de personas resentidas los ha estimulado. Muchas personas viven ideológicamente entregadas a la fe marxista en la misma clave patológica que la de cualquier adepto a una secta religiosa y, como aquellas, desean establecer su visión escatológica y vengar a la vez la amargura acumulada. Cualquier cosa vale para oponerse al sistema que los ha derrotado: el capitalismo, la democracia pero sobre todo a su generador histórico: el cristianismo. Por eso no es extraño que sean capaces de aliarse a cualquier personaje, movimiento, sistema ó grupo que pueda agredir y debilitar la fortaleza del sistema occidental. No quieren entender por su esencia atea que mientras Jesús de Nazaret cambió este mundo y simplemente por efecto de la vida cotidiana de los creyentes se ha generado progreso, esperanza, caridad y bendición, lo que ha traído el materialismo ha sido todo lo opuesto. Por eso yo no me avergüenzo de quien he creído, ni reniego de la revelación de Dios, pero es una pena ver como el Herodes marxista ha contaminado a algunos que se dicen cristianos y en lugar de promover el evangelio y los valores cristianos de la responsabilidad individual, viviendo laboriosamente en la tierra con los ojos puestos en el cielo y siendo generosos con los demás y honrados, andan a la deriva proponiendo las mismas recetas ya fracasadas y emanadas desde las mentes ateas y materialistas. ¿Soy yo un defensor del capitalismo? Yo solo soy defensor de que los cristianos vivan de su trabajo, sean misericordiosos y compasivos y a la vez que anuncien a todos los que viven en tinieblas que Jesucristo nació y vino para dar testimonio de la verdad. Verdad que dice que si no se arrepienten todos perecerán de la misma manera. Que de nada le vale al hombre conseguir el mundo si pierde su alma.