Secta Adventista
Secta Adventista
Capítulo 1: Historia
Fecha del fin del mundo
El movimiento empezó a principios del siglo XIX. Un campesino del estado de Pennsylvania aunque domiciliado en el de Nueva York adscrito a la iglesia bautista, sintió un reavivamiento religioso cuando tenía ya treinta y cuatro años, y se aplicó al estudio de la Biblia, y en especial al libro del Apocalipsis – Ayudado, además, por un libro de “concordancia Bíblica”, llegó a conclusiones radicales sobre la segunda venida de Cristo. Los libros de “concordancias bíblicas” están muy extendidos entre todas las iglesias protestantes; en ellos se recogen por materias aquellos textos de la Biblia que las apoyan.
William Miller, muy ingenuamente creyó haber hecho el gran hallazgo al suponer que el equivalente de los días que se enumeran en las profecías de Daniel eran años solares. Con estas y otras cuentas que realizó ,llegó a la conclusión de que en 1843 tendría lugar la segunda venida de Jesucristo y con ella el fin del mundo. Miller pertenecía por entonces a la iglesia bautista y siguió en ella todavía, aunque con permiso para predicar estas cosas que él había “encontrado” en las Sagradas Escrituras.
De aquí a veinticinco años - decía en 1818 - todas las cosas de este mundo tendrán su fin. Su soberbia y su poder, su pompa y su vanidad, su malicia y su opresión se reducirán a la nada, estableciendo en todas partes, en lugar de estos reinos terrenos, el ansiado reino del Mesías.
Alentado por el éxito de su predicación, unos años después se decidió a editar una revista “El Grito de medianoche”, en la cual se decían estas cosas: fue un éxito de venta. Sus ideas se expandieron a ciudades tan importantes como Boston y Nueva York, tenía que dar sus conferencias en locales muy grandes para que cupiesen todos los que querían oírle.
Primer Fracaso
Tan lejos llegó Miller en su predicación profética, que se atrevió a puntualizar la fecha de la segunda venida para un día concreto del año 1843: el 21 de marzo. Creció la expectación a medida que el día se acercaba y Miller predicaba penitencia para que nadie se encontrara desprevenido ante el colosal acontecimiento. De otro lado las “señales proféticas” parecían cumplirse: lluvia de estrellas, conflictos, confusión de religiones, caos... El mundo, según Miller, estaba dando sus últimas boqueadas.
Sin embargo el 21 de marzo de 1843 fue un día de tantos aunque no así para los adventistas que sufrieron la mayor desilusión de su vida. Muchos desertaron, y los más firmes en las creencias fueron puestos en ridículo por los feligreses de otras iglesias. No hay que olvidar, sin embargo que el adventismo, contenido oficialmente en el seno de la Iglesia bautista, no estaba independizado todavía. Aunque algunas iglesias expulsaban de si a aquellos miembros que creían en las profecías de Miller.
Segundo Fracaso
Los fieles seguidores de éste le aconsejaron que reconociera públicamente que se había equivocado en sus cálculos, pero que la inminencia del Fin seguía siendo cierta. Miller lo hizo así, pero ingenuamente repasó sus cuentas y volvió a poner fecha fija oráculo: esta vez seria en otoño del año 1844. Todo iba tan en serio que hubo quien liquidó su negocio, quien vendió su tierra, quien dio todo lo que tenía. Y por segunda vez no ocurrió nada absolutamente.
Aquel segundo fracaso significó la dispersión de los Adventistas. Algunos emigraron a otras tierras, bien porque se habían quedado sin nada, bien porque no podían soportar el bochorno. Sin embargo en el seno de la sociedad adventista ya estaba sucediendo algo que no sólo impediría el fin del grupo, sino que seria el comienzo de una nueva era para él.
Elena White, la restauradora
Este hecho importante había sido el nacimiento de Elena White, de soltera Elena Harmon. Los Harmon eran una familia metodista que, sin embargo, había oída predicar a Miller y leído su revista “El grito de medianoche”;en el fondo de su corazón eran partidarios del adventismo y serian expulsados de su Iglesia por ello.
Elena Harmon había nacido en 1827 de modo que en los años profetizados como últimos por Miller, era una adolescente. Elena no había venido al mundo sola, era melliza de su hermana Isabel.
Cuando Elena tenía nueve años yendo a la escuela, recibió fortuitamente una pedrada en la cabeza que la tuvo inconsciente varias semanas. De aquel accidente se derivaría su futuro: no pudo seguir yendo al colegio y su físico se resintió grandemente. En adelante seria una personilla físicamente débil, de salud quebrantada.
He aquí sus propias declaraciones: “Me convertí a la edad de once años y cuando tuve doce fui bautizada y me uní a la iglesia metodista. A la edad de trece años oí a Guillermo Miller pronunciar su segunda serie de conferencias en Pórtland, Maine. Sentía entonces que no había santidad en mí y que yo no estaba lista para ver al Señor Jesús”
En uno de sus libros, “Joyas de los Testimonios”, habla Elena White de lo que le ocurrió en diciembre de 1844, casi inmediata*mente después del segundo fracaso de Miller y cuando el adventismo estaba pasando por una aguda crisis:
“En aquel tiempo visité a una de nuestras hermanas adventistas, y por la mañana nos arrodillamos para el culto de familia. No había excitación y sólo nosotras, cinco mujeres, estábamos allí. Mientras yo oraba, Dios descendió sobre mí como nunca lo había sentido. Quedé arrobada en una visión de lo que sucedería a los creyentes adventistas, la venida de Cristo y la recompensa que habría de ser dada a los fieles”.
Esta no fue la única “visión” de Elena Harmon. Tuvo otras y además recibió a indicación de escribir lo que se decía. De esta manera empezó el resurgir del adventismo. En las “visiones” le había sido encargado dar testimonio de las mismas y predicar. La joven venciendo su natural timidez y su precaria condición física, hizo lo ordenado; y una corriente de fe y esperanza levantó el ánimo de los abatidos adventistas.
Aunque los adventistas, hoy, insisten en que su único instrumento de fe es la Biblia, saben y no olvidan que sin la oportuna aparición en escena de la señora White quizá no habrían llegado hasta donde se encuentran. Si Miller fue el precursor, ella es la fundadora.
Secta Adventista
Capítulo 1: Historia
Fecha del fin del mundo
El movimiento empezó a principios del siglo XIX. Un campesino del estado de Pennsylvania aunque domiciliado en el de Nueva York adscrito a la iglesia bautista, sintió un reavivamiento religioso cuando tenía ya treinta y cuatro años, y se aplicó al estudio de la Biblia, y en especial al libro del Apocalipsis – Ayudado, además, por un libro de “concordancia Bíblica”, llegó a conclusiones radicales sobre la segunda venida de Cristo. Los libros de “concordancias bíblicas” están muy extendidos entre todas las iglesias protestantes; en ellos se recogen por materias aquellos textos de la Biblia que las apoyan.
William Miller, muy ingenuamente creyó haber hecho el gran hallazgo al suponer que el equivalente de los días que se enumeran en las profecías de Daniel eran años solares. Con estas y otras cuentas que realizó ,llegó a la conclusión de que en 1843 tendría lugar la segunda venida de Jesucristo y con ella el fin del mundo. Miller pertenecía por entonces a la iglesia bautista y siguió en ella todavía, aunque con permiso para predicar estas cosas que él había “encontrado” en las Sagradas Escrituras.
De aquí a veinticinco años - decía en 1818 - todas las cosas de este mundo tendrán su fin. Su soberbia y su poder, su pompa y su vanidad, su malicia y su opresión se reducirán a la nada, estableciendo en todas partes, en lugar de estos reinos terrenos, el ansiado reino del Mesías.
Alentado por el éxito de su predicación, unos años después se decidió a editar una revista “El Grito de medianoche”, en la cual se decían estas cosas: fue un éxito de venta. Sus ideas se expandieron a ciudades tan importantes como Boston y Nueva York, tenía que dar sus conferencias en locales muy grandes para que cupiesen todos los que querían oírle.
Primer Fracaso
Tan lejos llegó Miller en su predicación profética, que se atrevió a puntualizar la fecha de la segunda venida para un día concreto del año 1843: el 21 de marzo. Creció la expectación a medida que el día se acercaba y Miller predicaba penitencia para que nadie se encontrara desprevenido ante el colosal acontecimiento. De otro lado las “señales proféticas” parecían cumplirse: lluvia de estrellas, conflictos, confusión de religiones, caos... El mundo, según Miller, estaba dando sus últimas boqueadas.
Sin embargo el 21 de marzo de 1843 fue un día de tantos aunque no así para los adventistas que sufrieron la mayor desilusión de su vida. Muchos desertaron, y los más firmes en las creencias fueron puestos en ridículo por los feligreses de otras iglesias. No hay que olvidar, sin embargo que el adventismo, contenido oficialmente en el seno de la Iglesia bautista, no estaba independizado todavía. Aunque algunas iglesias expulsaban de si a aquellos miembros que creían en las profecías de Miller.
Segundo Fracaso
Los fieles seguidores de éste le aconsejaron que reconociera públicamente que se había equivocado en sus cálculos, pero que la inminencia del Fin seguía siendo cierta. Miller lo hizo así, pero ingenuamente repasó sus cuentas y volvió a poner fecha fija oráculo: esta vez seria en otoño del año 1844. Todo iba tan en serio que hubo quien liquidó su negocio, quien vendió su tierra, quien dio todo lo que tenía. Y por segunda vez no ocurrió nada absolutamente.
Aquel segundo fracaso significó la dispersión de los Adventistas. Algunos emigraron a otras tierras, bien porque se habían quedado sin nada, bien porque no podían soportar el bochorno. Sin embargo en el seno de la sociedad adventista ya estaba sucediendo algo que no sólo impediría el fin del grupo, sino que seria el comienzo de una nueva era para él.
Elena White, la restauradora
Este hecho importante había sido el nacimiento de Elena White, de soltera Elena Harmon. Los Harmon eran una familia metodista que, sin embargo, había oída predicar a Miller y leído su revista “El grito de medianoche”;en el fondo de su corazón eran partidarios del adventismo y serian expulsados de su Iglesia por ello.
Elena Harmon había nacido en 1827 de modo que en los años profetizados como últimos por Miller, era una adolescente. Elena no había venido al mundo sola, era melliza de su hermana Isabel.
Cuando Elena tenía nueve años yendo a la escuela, recibió fortuitamente una pedrada en la cabeza que la tuvo inconsciente varias semanas. De aquel accidente se derivaría su futuro: no pudo seguir yendo al colegio y su físico se resintió grandemente. En adelante seria una personilla físicamente débil, de salud quebrantada.
He aquí sus propias declaraciones: “Me convertí a la edad de once años y cuando tuve doce fui bautizada y me uní a la iglesia metodista. A la edad de trece años oí a Guillermo Miller pronunciar su segunda serie de conferencias en Pórtland, Maine. Sentía entonces que no había santidad en mí y que yo no estaba lista para ver al Señor Jesús”
En uno de sus libros, “Joyas de los Testimonios”, habla Elena White de lo que le ocurrió en diciembre de 1844, casi inmediata*mente después del segundo fracaso de Miller y cuando el adventismo estaba pasando por una aguda crisis:
“En aquel tiempo visité a una de nuestras hermanas adventistas, y por la mañana nos arrodillamos para el culto de familia. No había excitación y sólo nosotras, cinco mujeres, estábamos allí. Mientras yo oraba, Dios descendió sobre mí como nunca lo había sentido. Quedé arrobada en una visión de lo que sucedería a los creyentes adventistas, la venida de Cristo y la recompensa que habría de ser dada a los fieles”.
Esta no fue la única “visión” de Elena Harmon. Tuvo otras y además recibió a indicación de escribir lo que se decía. De esta manera empezó el resurgir del adventismo. En las “visiones” le había sido encargado dar testimonio de las mismas y predicar. La joven venciendo su natural timidez y su precaria condición física, hizo lo ordenado; y una corriente de fe y esperanza levantó el ánimo de los abatidos adventistas.
Aunque los adventistas, hoy, insisten en que su único instrumento de fe es la Biblia, saben y no olvidan que sin la oportuna aparición en escena de la señora White quizá no habrían llegado hasta donde se encuentran. Si Miller fue el precursor, ella es la fundadora.