Capítulo LVII
Vosotros, pues, los que fuisteis origen de esta sedición, estad sometidos a los Presbíteros, y recibid esta corrección como penitencia, doblegando vuestros corazones. Aprended a obedecer, deponiendo la jactancia arrogante y la soberbia de vuestra lengua; porque mejor es para vosotros aparecer pequeños y justos en el redil de Cristo, que ostentaros como muy sabios y ser arrojados de su esperanza. Porque dice así la Sabiduría, comprendiendo toda virtud: Volveos a mi corrección; ved aquí que os declararé mi espíritu y os mostraré mis palabras. Por cuanto os llamé y dijisteis que no, extendí mi mano y no hubo quien mirase; despreciásteis todos mis consejos y de mis reprensiones no hicisteis caso. Yo también me reiré en vuestra muerte, y os escarneceré cuando os viniere aquello que temíais. Cuando se dejare caer de repente la calamidad y se echase encima la destrucción como una tempestad; cuando viniere sobre vosotros la tribulación y la angustia. Entonces me llamaréis y no os oiré, me buscarán los malos, y no me hallarán. Porque aborrecieron la sabiduría y no recibieron el temor del Señor, ni condescendieron a mi consejo y desacreditaron toda reprensión mía. Comerán, pues, los frutos de su camino y se hartarán de sus consejos (Prov., I, 23-32).A toda alma que invocare su magnífico y santo nombre, conceda Él la fe, el temor, la paz, la paciencia, la tranquilidad, la continencia, la pureza y temperancia, para que sea agradable a su Santo nombre con el Sumo Sacerdote y Señor Nuestro, Jesucristo, por el cual le sean dadas la gloria, la majestad, el imperio y el honor, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.