Re: ¿Se debe perdonar a quien NO pide perdón?
Eclesiástico 23
1 Oh Señor, padre y dueño de mi vida, no me abandones al capricho de mis labios, no permitas
que por ellos caiga.
2 ¿Quién aplicará el látigo a mis pensamientos, y a mi corazón la disciplina de la sabiduría, para
que no se perdonen mis errores, ni pasen por alto mis pecados?
3 No sea que mis yerros aumenten, y que abunden mis pecados, que caiga yo ante mis
adversarios, y de mí se ría mi enemigo.
4 Señor, padre y Dios de mi vida, no me des altanería de ojos,
5 aparta de mí la pasión.
6 Que el apetito sensual y la lujuria no se apoderen de mí, no me entregues al deseo impúdico.
7 La instrucción de mi boca escuchad, hijos, el que la guarda no caerá en el lazo.
8 Por sus labios es atrapado el pecador, el maldiciente, el altanero, caen por ellos.
9 Al juramento no acostumbres tu boca, no te habitúes a nombrar al Santo.
10 Porque, igual que un criado vigilado de continuo no quedará libre de golpes, así el que jura y
toma el Nombre a todas horas no se verá limpio de pecado.
11 Hombre muy jurador, lleno está de iniquidad, y no se apartará de su casa el látigo. Si se
descuida, su pecado cae sobre él, si pasa por alto el juramento, doble es su pecado; y si jura en
falso, no será justificado, que su casa se llenará de adversidades.
12 Hay un lenguaje que equivale a la muerte, ¡que no se halle en la heredad de Jacob! Pues los
piadosos rechazan todo esto, y en los pecados no se revuelcan.
13 A la baja grosería no habitúes tu boca, porque hay en ella palabra de pecado.
14 Acuérdate de tu padre y de tu madre, cuanto te sientes en medio de los grandes, no sea que te
olvides ante ellos, como un necio te conduzcas, y llegues a desear no haber nacido y a maldecir
el día de tu nacimiento.
15 El hombre habituado a palabras ultrajantes no se corregirá en toda su existencia.
16 Dos clases de gente multiplican los pecados, y la tercera atrae la ira:
17 El alma ardiente como fuego encendido, no se apagará hasta consumirse; el hombre impúdico
en su cuerpo carnal: no cejará hasta que el fuego le abrase; para el hombre impúdico todo pan
es dulce, no descansará hasta haber muerto.
18 El hombre que su propio lecho viola y que dice para sí: «¿Quién me ve?; la oscuridad me
envuelve, las paredes me encubren, nadie me ve, ¿qué he de temer?; el Altísimo no se acordará
de mis pecados»,
19 lo que teme son los ojos de los hombres; no sabe que los ojos del Señor son diez mil veces más
brillantes que el sol, que observan todos los caminos de los hombres y penetran los rincones
más ocultos.
20 Antes de ser creadas, todas las cosas le eran conocidas, y todavía lo son después de acabadas.
21 En las plazas de la ciudad será éste castigado, será apresado donde menos lo esperaba.
22 Así también la mujer que ha sido infiel a su marido y le ha dado de otro un heredero.
23 Primero, ha desobedecido a la ley del Altísimo, segundo, ha faltado a su marido, tercero, ha
cometido adulterio y de otro hombre le ha dado hijos.
24 Esta será llevada a la asamblea, y sobre sus hijos se hará investigación.
25 Sus hijos no echarán raíces, sus ramas no darán frutos.
26 Dejará un recuerdo que será maldito, y su oprobio no se borrará.
27 Y reconocerán los que queden que nada vale más que el temor del Señor, nada más dulce que
atender a los mandatos del Señor