Apreciado Rafael:
Apreciado Rafael:
Agradezco la prolijidad de tu respuesta y discúlpame ahora mi tardanza por no haber entrado al Foro por unos cuantos días.
Dado que tú mismo me invitas a corregirte uso de la libertad que me confieres, no pretendiendo ser dogmático en este punto ni implacable contigo; pero ocurre también que el paso del tiempo a veces nos cambia las opiniones por convicciones, y es así que nos sentimos responsables de compartirlas.
Por supuesto que a través de medio siglo no estuve asistiendo siempre a una misma congregación, y por el contrario he recabado información de misioneros y predicadores en cuanto a si alguno sabía de cierto que un hermano que de inconverso fue alcoholista hubiera reincidido en su vicio al beber de la copa en la Cena del Señor. Si en cincuenta años no recogí un solo ejemplo, este mismo Foro puede servir para que algún hermano aporte por lo menos un solo testimonio que le conste verdaderamente.
Cuentas el caso de un visitante, inseguro y previsor, que muy probablemente estaba más motivado por lo que era costumbre en su propia iglesia, que a la eventualidad del riesgo que corría haciendo las cosas como Dios manda pero contradiciendo las “mejoras” con que el hombre le enmienda la plana.
Dices bien que: “la opinión mas autorizada es la de los propios ex-alcohólicos o la de expertos en tratarlos”, pero claro, tratándose de opiniones; pues lo que tenga que ver con nuestras convicciones, la “opinión mayor” es la de nuestro Dios que nos ha dejado en su Palabra, no para que le busquemos la vuelta, sino para que la acatemos. Es así que en 1Co. 5:11 Pablo exhorta a no juntarse (ni comer siquiera) con quien llamándose de “hermano” fuere ahora lo que antes pudo haber sido, entre otros casos, borracho. En el 6:10 vuelve a incluir en la lista de los que no heredarán el reino de Dios a los borrachos, pero en el v. 11 les recuerda que algunos de ellos fueron así, pero ya habían sido lavados, santificados y justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios. En el cap. 11 desde el v.17 los reprende severamente diciéndoles que no se congregan para lo mejor sino para lo peor. Les reprocha que hagan durante el ágape lo que deberían hacer en sus casas, como el beber, permitiendo así que algunos hasta se embriaguen. Esta anomalía por cierto no se daría si lo usual fuera entonces participar de la copa de la Cena del Señor - que seguía a aquella comida – con otro líquido que no fuese el vino.
No existe siquiera el más ligero rastro de que a los ex – borrachos se les hiciera participar de otra copa con algún jugo u otro líquido. En aquella época se participaba de una copa (siempre aparece en singular, nunca en plural) tal como el Señor lo instituyó y Pablo lo explicó (1Co.10:16, 21), pues todavía no se había inventado el sistema de múltiples copitas, en boga en muchas denominaciones.
Si entonces los corintios convertidos que en su vida pasada habían caído en diversos vicios debían ser preservados de reincidir en ellos, y ateniéndonos a la lista ya citada del cap. 6:9,10, entonces sería mejor no recoger ofrendas para no ofender a los que habían sido avaros, ni tentar a los ex ladrones y estafadores. Igualmente habría que cuidar que los ex – afeminados y homosexuales, no se sentaran demasiado próximos a hermanos varones para evitar se despertasen antiguas perversiones.
Tales prevenciones pueden tomarse en instituciones como Alcohólicos Anónimos y similares, pero no en la iglesia de Cristo si es que los congregados en su nombre fueron regenerados por el Espíritu Santo como nuevas criaturas en Cristo.
Con lo que no puedo estar de acuerdo es cuando dices:
“Es cierto que Cristo libera, pero no siempre en el mismo grado”.
¿Es que acaso Cristo libera a unos totalmente, a otros mayormente, a otros medianamente y a otros apenas parcialmente? ¿Qué liberación es ésta?
No dudo que así sean las cosas en los nuevos ministerios que han surgido con hombres investidos de unciones especiales que hacen muchas cosas raras, pero no son así las cosas en un genuino obrar del Espíritu Santo.
Yo no me animo a convidar con un vaso de vino a un comensal a mi mesa que me consta que de inconverso fue un bebedor. Pero es muy distinto el mínimo sorbo que se bebe en la Cena del Señor. En el peor de los casos, de ser muy fuerte la inhibición del hermano de mojar apenas sus labios en el vino de la copa, y tal la sensibilidad de su conciencia y la flaqueza de su fe (teme arriesgar recaer por obedecer un mandato explícito del Señor en memoria de Él), mejor le fuera tomar la copa con su mano y pasarla al hermano a su lado sin participar de ella, obviando así exponer a toda la congregación a salirse de la norma neotestamentaria. Recordemos que en la Cena, el Señor Jesucristo debe ser siempre el motivo preferente de nuestra atención, la que no conviene que sea desviada a la consideración especial que deba prestarse a un hermano con particulares aprehensiones. Fíjate que ocurriría si llegara a tu iglesia un hermano diabético con un pan especial bajo el brazo para ser cambiado por el pan común que ya se encuentra sobre la mesa, pues aduce que tiene prohibido por el médico comer pan. ¿Cómo es que el Señor Jesús no previno ya de entrada estos casos cuando tomó primero el pan y luego la copa diciendo: Esto es mi cuerpo – esto es mi sangre?
En cuanto al cuarto punto, no creo que los que se embriagaban en Corinto fuesen los ex – borrachos, sino los que llevaban demasiado para comer y beber sin compartir con los que nada tenían (11:21,22).
No pretendo llegar al fondo del asunto (ni de la botella), pero ojalá estas reflexiones puedan servir a clarificarlo, aunque no sea todo lo concluyente que sería de desear.
En todo caso me quedará el consuelo que menos convincente todavía es la postura contraria: que la gracia que transformó al borracho en un santo lo desampare aunque sea durante el par de segundos que le lleve el trago de vino de la copa de bendición que bendecimos en comunión con la sangre de Cristo.
Ricardo.