LAS PROFECÍAS BÍBLICAS PREDICEN LA GRAN APOSTASÍA
Consideremos en seguida las predicciones de las Escrituras que anuncian, la época y condiciones que acabamos de considerar:
También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos.
Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos,
sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno,
UNA OBRA MARAVILLOSA Y UN PRODIGIO
traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios,
que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita. (2 Timoteo 3:1-5, énfasis agregado.)
Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca.
Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición,
el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios. (2 Tesalonicenses 2:1-4, énfasis agregado.)
Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias,
y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. (2 Timoteo 4:3-4.)
Considerando lo anterior, es evidente que el apóstol Pablo tuvo el privilegio de ver nuestros días y describir de antemano las condiciones mismas a que se refirió el Salvador cuando denuncié a las iglesias en su respuesta a José Smith, situación que es admitida por los ministros prominentes de la época. El apóstol de referencia indicó que estas condiciones iban a existir “en los postreros días”; que los hombres tendrían “comezón de oír” y se buscarían maestros según su voluntad y así “apartarán de la verdad el oído”.
Dice además que los hombres no pueden esperar el segundo advenimiento prometido del Cristo, sin que primero venga una “apostasía”; de modo que todo lo que hemos dicho no es sino una afirmación de que se han cumplido los acontecimientos predichos.
Cuando el apóstol Juan fue desterrado a la isla de Patmos, vio en su revelación el poder que Satanás iba a recibir:
“Y se le permitió hacer guerra contra los santos, y vencerlos. También se le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nación.” (Apocalipsis 13:7.)
De lo anterior se desprende que todas las tribus, lenguas y naciones sucumbirían a este poder inicuo, cosa que con mayor claridad corrobora la revelación de Juan, en la que vio que el evangelio iba a ser traído de nuevo a la tierra para ser predicado a toda nación, tribu, lengua y pueblo. (Véase Apocalipsis 14:6-7.)
Para entender este pasaje debidamente, debe tenerse presente que los discípulos de Cristo eran conocidos como santos. (Véanse Efesios 2:19; 2 Corintios 8:4; 1 Corintios 14:33.)
Cuando se entiende lo universal que iba a ser esta desviación de la verdad, uno puede comprender mejor las varias profecías de los videntes de la antigüedad que se hallan en el Antiguo Testamento:
He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová.
E irán errantes de mar a mar; desde el norte hasta el oriente discurrirán buscando palabra de Jehová, y no la hallarán. (Amós 8:11-12.)
En vista de estas palabras de Jesucristo: “Buscad y hallaréis” (Mateo 7:7), no puede haber sino una explicación del porqué no podrían hallar la palabra del Señor, aun cuando la buscasen “de mar a mar”, y “desde el norte hasta el oriente”. La respuesta es, como lo indica Amós, que el Señor enviaría “hambre a la tierra”, hambre de oír la palabra del Señor.
El profeta Miqueas vio el día en que no habría “respuesta de Dios”. Describió la condición apóstata de Israel en estos términos:
Así ha dicho Jehová acerca de los profetas que hacen errar a mi pueblo, y claman: Paz, cuando tienen algo que comer, y al que no les da de comer, proclaman guerra contra él:
Por tanto, de la profecía se os hará noche, y oscuridad del adivinar; y sobre los profetas se pondrá el sol, y el día se entenebrecerá sobre ellos.
Y serán avergonzados los profetas, y se confundirán los adivinos; y ellos todos cerrarán sus labios, porque no hay respuesta de Dios.
Sus jefes juzgan por cohecho, y sus sacerdotes enseñan por precio, y sus profetas adivinan por dinero; y se apoyan en Jehová, diciendo: ¿No está Jehová entre nosotros? No vendrá mal sobre nosotros. (Miqueas 3:5-7, 11.)
Isaías vio una visión parecida de lo que iba a acontecer a Israel:
He aquí que Jehová vacía la tierra y la desnuda, y trastorna su faz, y hace esparcir a sus moradores.
Y sucederá así como al pueblo, también al sacerdote; como al siervo, así a su amo; como a la criada, a su ama; como al que compra, al que vende; como al que presta, al que toma prestado; como al que da a logro, así al que lo recibe.
La tierra será enteramente vaciada, y completamente saqueada; porque Jehová ha pronunciado esta palabra.
Se destruyó, cayó la tierra; enfermó, cayó el mundo; enfermaron ¿os altos pueblos de la tierra.
Y la tierra se contaminó bajo sus moradores; porque traspasaron las leyes, falsearon el derecho, quebrantaron el pacto sempiterno.
Por esta causa la maldición consumió la tierra, y sus moradores fueron asolados; por esta causa fueron consumidos los habitantes de la tierra, y se disminuyeron los hombres. (Isaías 24:1-6.)
Este vidente comprendió que el desagrado del Señor caería sobre los habitantes de la tierra porque “traspasaron las leyes, falsearon el derecho, quebrantaron el pacto sempiterno”; y al pensar en la potencia destructora de la bomba atómica y otros recientes desarrollos científicos de esta índole, no es difícil entender que la destrucción predicha puede resultar en que sean “consumidos los habitantes de la tierra” y disminuyan los hombres.
Así como estos profetas, el apóstol Pablo también entendió claramente que el Señor se disgustaría con aquellos que intentaran cambiar las verdades del evangelio:
“Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.” (Gálatas 1:8.)
Cuando el Salvador explicó la condición del mundo cristiano en respuesta a la pregunta de José Smith concerniente a la iglesia que deberla seguir, repitió las palabras reveladas a Isaías. (Véase Isaías 29:13-14.) De esta condición iba a seguir un “prodigio grande y espantoso” que el Señor efectuaría entre los hijos de los hombres:
Dice, pues, el Señor: Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado;
por tanto, he aquí que nuevamente excitaré yo la admiración de este pueblo con un prodigio grande y espantoso; porque perecerá la sabiduría de sus sabios, y se desvanecerá la inteligencia de sus entendidos. (Isaías 29:13-14.)
En vista de que la desviación del verdadero evangelio de Cristo iba a ser universal, según lo anunciaron los profetas, y por haberse confirmado esta apostasía universal en la declaración de Jesucristo a José Smith, se deduce que habría de haber una restauración. Esta restauración constituye el mensaje de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días.