Para la dignificación del mundo y de los hombres, habría que romper esa dinámica de opuestos en lucha como es la riqueza y la pobreza. Eso rompe y elimina la dignidad del ochenta por ciento de la humanidad. El pecado del enriquecimiento que deja en la exclusión y muerte a tantas personas, debe ser un pecado que se ponga de una forma clara en relevancia. Como lo hicieron los profetas que clamaron contra la opresión y el abuso de los débiles.
Hay que volverse a Dios clamando por justicia. Cuando hablamos de la pobreza o trabajamos en la dignificación de los pobres y en su humanización, debemos clamar también por su contrapartida, por las causas de ese empobrecimiento: la acumulación y enriquecimiento de los que empobrecen, excluyen y marginan. Esto es bíblico y esto hicieron los profetas y Jesús mismo. Los cristianos no han sido lo suficientemente valientes para recoger este reto de la Biblia y de Jesús mismo.
Debemos dar prioridad al ser que al poseer. La Biblia ya nos advierte que “la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”. La vida humana es otra cosa. Yo creo que Jesús vino para proclamar su deseo de que el hombre tuviera vida y vida abundante, tanto para el más allá, como en la realidad del Reino en su aquí y su ahora, ese Reino que ya está entre nosotros.
Si los cristianos tomáramos en serio estas palabras de Jesús, nos esforzaríamos por buscar nuevas de forma de vida más justa, más plena para todos. Nos esforzaríamos por ver nuevas formas de cultura y civilización en donde hubiera un anclaje de los valores del Reino. ¿Qué hemos hecho con esos valores? ¿Por qué los hemos exculturado? ¿Cómo han colaborado los llamados cristianos a marginar estos valores sabiendo que, a su vez, esta exculturación de los valores bíblicos han llevado a la exclusión de millones y millones de seres humanos.
Hay que buscar que la relación con Dios y la aceptación de sus valores, nos relaciones horizontalmente con dos líneas humanizadoras y dignificadoras: La relación humana con los hombres buscando la dignidad de todos y la relación, también humana, con la creación de Dios. Esas líneas humanizadoras exigen que se rompa para siempre esa relación de opuestos como es la riqueza y la pobreza. Si todos tenemos que ser un poco más pobres, será una pobreza positiva: pobreza positiva que se convierte en la mayor riqueza humana y humanizadora. Porque la pobreza es un escándalo y una vergüenza humana.
Juan Simarro.