Hace ya muchos años, y en un tiempo donde yo nada sabia de la Palabra de Dios, tuve una peculiar experencia que, por causa, de lo " extraña " que a veces se nos muestra la vida tuve la oportunidad de vivirla y revivirla de dos maneras totalmente diferentes.
En mi juventud era muy tipico, al igual que tambien sucede hoy en dia, juntarnos los amigos en un bar los viernes por la tarde y despues de haber concluido la semana laboral. Y recuerdo que, en uno de esos mismos viernes, nos juntamos varios amigos a beber cerveza y a hablar de nuestras cosas.
Por aque entonces estaba muy de moda hablar de una nueva y mortifera epidemia que estaba haciendo extragos, sobre todo, entre la comunidad homosexual, y las personas drogadictas que se inyectaban la droga por via intravenosa. Epidemia, y enfermedad que, como ya habran podido suponer, se trata del S.I.D.A. y ,justamente, aquella tarde de viernes estabamos hablando sobre este mismo tema el cual, por cierto, tenia sumamente asustada a los pueblos y ciudades de todo el mundo; pues, por aquel entonces, hace ya mas de veinticinco años, era tan poca la informacion que se tenia sobre dicha enfermedad, como el mucho miedo que se le tenia.
Y, mientras estabamos hablando de forma tan coloquial, como animada, uno de los muchachos que estaba con nosotros vio, por la ventana del cristal del bar donde estabamos reunidos, a un conocido drogadicto del barrio el cual, por su enfermizo y consumido cuerpo, y aunque nadie lo sabia con certeza, se decia que estaba enfermo de sida. Este pobre chaval pues, tristemente, era aun muy joven, tenia muy mala fama entre los habitantes del barrio; y esta mala fama era debida, en muy grande manera, a la diaria y brutal dependencia que tenia de los narcoticos; y, dependencia que tenia, necesariamente, que aplacar robando, engañando o de cualquiera de las maneras que tuviera a "tiro".
El muchacho que nos dio el aviso de que dicha persona se disponia a entrar al bar, hizo un comentario muy parecido el este: venga vamonos corriendo de aqui que este asqueroso " sidoso " nos puede contagiar su enfermedad. Y, acabando de decir estas palabras, se levanto de su asiento y, junto con unos cuantos mas, se fueron apresuradamente del bar donde estabamos hablando, justamente, de la enfermedad del sida. No obstante, tanto yo, como unos cuantos mas amigos, decidimos quedarnos alli a terminar con nuestras cervezas. Y, ademas, la persona a la que tanto temor le tenian, ni siquiera entro en el bar pues, viendola furibunda mirada que le lanzo el dueño de barm ni tan siquiera se atrevio a entrar como, comunmente, hacia para pedir unas monedas y algun cigarrillo.
Pues, bien, esta es la anecdota que paso aquella tarde de viernes de hace ya muchos años. Sin embargo, al viernes siguiente, nos enteramos por el dueño del bar que aquel pobre chaval habia muerto por causa, nunca se supo muy bien, si de una sobredosis o de la enfermedad que todos suponiamos que tenia o, simplemente, de ambas cosas. Asi que, aquella tarde la conversacion giro sobre la persona fallecida y, alli quedo la cosa.
Con el paso de los años, aquellas reuniones del viernes por la tarde fueron, paulatinamente, desapareciendo. Pues, entre que unos se casaron, y otros emigraron a otras partes de mi pais, lo cierto es que el dueño de aquel bar lamento, y mucho, la disolucion de un grupo de amigos que, muy a menudo, contaba con mas de quince personas con el consiguiente gasto y ganancias que dejabamos al tabernero.
Entre los que emigraron me encontraba yo pues, por motivos que trae la propia existencia me tuve que ausentar por unos cuantos años de mi querido barrio. Mas, el dia que volvi sucedieron unos hechos que me trajeron, inmediatamente, a la memoria aquella tarde de viernes donde pudimos ver, por ultima vez, a aquella persona cuya joven vida fue truncada, prematuramente, por causa de las drogas y de la enfermedad.
Resulta que, para acceder al bar donde nos soliamos juntar todos los amigos, se tenian que subir unas escaleras. Y, yo, por ver si podia encontrame con alguna de mis viejas amistades me diriji al bar de siempre; mas cuando empece a subirla escaleras pude ver, en el relllano de un escalon, a una persona que estaba llorando amargamente, y cuya fisonomia me era muy familiar; pues, aunque,en un primer momento, no pude ver su rostro por tener este ultimo entre sus piernas y tapado con ambas manos, no tarde mucho en reconocer en aquella persona a un viejo amigo; el mismo amigo que, durante aquella pasada tarde de viernes de años atras, tomo la iniciativa de abandonar el bar, precipitadamente, por causa del moribundo chaval supuestamente enfermo de sida.
Me acerque a el y le dije; Javi, ¿ Eres tu ? Y, Javi, alzando su llorosa mirada, me dijo; cuanto tiempo sin verte. Entonces, sentandome a su lado le pregunte que era lo que le sucedia para estar llorando en las escaleras de un bar un hombre como el. Y su respuesta fue tan sincera como dolorosa; amigo mio, me he contagiado del virus del sida. Saludos.
