Re: REFLEXIONES .....
En primer lugar vemos cuanta semejanza hay entre aquel hombre caído en el camino y nosotros los hombres de hoy.
Si consideramos al hombre en su estado espiritual, lo vemos caído y despojado.
Los “ladrones” lo han despojado...
Uno dirá.
- A mí, el vicio me despojó de mi familia y de mi salud.
- La avaricia hizo estragos en mi vida -dirá otro.
Quizás fue una pasión, un pecado, el temor o el mal genio que robaron la paz y la felicidad de otros.
El más grande ladrón que despojó y sigue despojando a los hombres, es la incredulidad.
El viejo diablo, ladrón y mentiroso empezó en el Edén y sigue hoy sembrando la duda y la incredulidad en los corazones humanos y nos sigue despojando y algunos podrán decir hoy en el infierno.
- A mí me robó la vida eterna.
Dice también este pasaje, que aquel hombre quedó medio muerto. (Lucas 10:30)
¡Qué asombrosa descripción es esta, del estado de la mayoría de las personas hoy en día!
Nos enseña la Biblia que la muerte física es la separación del alma y el cuerpo.
Pero hay también una muerte mucho peor que la física, que es la muerte espiritual.
Esta es la separación del alma, de la presencia de Dios.
El hombre o la mujer están a causa de su pecado ausentes y separados de Dios y por consiguiente, según la palabra de Dios, muertos espiritualmente.
Por eso el hombre está medio muerto, porque aunque físicamente vive, espiritualmente está muerto.
¿Quién podrá ayudarle?
¿Quién podrá vendar sus heridas, calmar su dolor y darle vida espiritual?
Nos dice la parábola, que un sacerdote se acercó pero pasó de largo.
Así es la… religión.
Se acerca un poco al hombre y a su problemática pero no le da solución.
Hay más de 3000 religiones en el mundo muchas de ellas con la intención de ayudar al ser humano, pero no pueden hacerlo.
¡Ahhhh!
Las religiones, son solo pobres escaleras que los hombres construyen con el afán de llegar al cielo, pero no pueden hacerlo.
También un levita, se acercó pero viéndole pasó de largo. (Lucas 10:32)
Símbolo de la clase erudita de aquella época.
Ellos conocían la ley y la enseñaban al pueblo.
Así es la “ciencia” hoy.
Da cátedras de muchas materias, pronuncia grandes teorías y opina sobre todos los temas.
Pero frente al problema espiritual del hombre caído, nada puede hacer.
A pesar de los avances científicos, vemos que cada vez hay más violencia, más inmoralidad, más corrupción y más maldad.
Pero he aquí que un samaritano, se acercó… (Lucas 10:33)
¡Y no pasó de largo!
¡Que gran figura es esta de Jesús!
Aquel que nos vio de lejos, que estando en su trono de gloria, se acercó a nosotros.
Aquel que vio a Simón el pescador y pudo discernir en él el material para hacer al gran apóstol Pedro.
Aquel que miró a Saulo el perseguidor y pudo ver en él, al apóstol de los gentiles, Pablo.
Aquel que vio en Juan, aquel muchachito, al que sería capaz de relatar cual ninguno la grandeza de su amor.
Aquel que…
“… no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Filipenses 2:6-8.
Pero no solo esto.
Dice que fue movido a misericordia.
¡Que hermoso saber que el corazón de Jesús se conmueve al ver nuestra necesidad, debilidad e impotencia!
(Continua)
¿Quién es mi prójimo?
Lucas 10:25-37
Aquí la Biblia no solo nos enseña quién es nuestro prójimo y cómo actuar con él, sino quién es y cómo actúa aquel gran prójimo que tanto nos amó, y hasta dónde son los alcances de su obra y hasta dónde llegan los lazos de su amor. En primer lugar vemos cuanta semejanza hay entre aquel hombre caído en el camino y nosotros los hombres de hoy.
Si consideramos al hombre en su estado espiritual, lo vemos caído y despojado.
Los “ladrones” lo han despojado...
Uno dirá.
- A mí, el vicio me despojó de mi familia y de mi salud.
- La avaricia hizo estragos en mi vida -dirá otro.
Quizás fue una pasión, un pecado, el temor o el mal genio que robaron la paz y la felicidad de otros.
El más grande ladrón que despojó y sigue despojando a los hombres, es la incredulidad.
El viejo diablo, ladrón y mentiroso empezó en el Edén y sigue hoy sembrando la duda y la incredulidad en los corazones humanos y nos sigue despojando y algunos podrán decir hoy en el infierno.
- A mí me robó la vida eterna.
Dice también este pasaje, que aquel hombre quedó medio muerto. (Lucas 10:30)
¡Qué asombrosa descripción es esta, del estado de la mayoría de las personas hoy en día!
Nos enseña la Biblia que la muerte física es la separación del alma y el cuerpo.
Pero hay también una muerte mucho peor que la física, que es la muerte espiritual.
Esta es la separación del alma, de la presencia de Dios.
El hombre o la mujer están a causa de su pecado ausentes y separados de Dios y por consiguiente, según la palabra de Dios, muertos espiritualmente.
Por eso el hombre está medio muerto, porque aunque físicamente vive, espiritualmente está muerto.
¿Quién podrá ayudarle?
¿Quién podrá vendar sus heridas, calmar su dolor y darle vida espiritual?
Nos dice la parábola, que un sacerdote se acercó pero pasó de largo.
Así es la… religión.
Se acerca un poco al hombre y a su problemática pero no le da solución.
Hay más de 3000 religiones en el mundo muchas de ellas con la intención de ayudar al ser humano, pero no pueden hacerlo.
¡Ahhhh!
Las religiones, son solo pobres escaleras que los hombres construyen con el afán de llegar al cielo, pero no pueden hacerlo.
También un levita, se acercó pero viéndole pasó de largo. (Lucas 10:32)
Símbolo de la clase erudita de aquella época.
Ellos conocían la ley y la enseñaban al pueblo.
Así es la “ciencia” hoy.
Da cátedras de muchas materias, pronuncia grandes teorías y opina sobre todos los temas.
Pero frente al problema espiritual del hombre caído, nada puede hacer.
A pesar de los avances científicos, vemos que cada vez hay más violencia, más inmoralidad, más corrupción y más maldad.
Pero he aquí que un samaritano, se acercó… (Lucas 10:33)
¡Y no pasó de largo!
¡Que gran figura es esta de Jesús!
Aquel que nos vio de lejos, que estando en su trono de gloria, se acercó a nosotros.
Aquel que vio a Simón el pescador y pudo discernir en él el material para hacer al gran apóstol Pedro.
Aquel que miró a Saulo el perseguidor y pudo ver en él, al apóstol de los gentiles, Pablo.
Aquel que vio en Juan, aquel muchachito, al que sería capaz de relatar cual ninguno la grandeza de su amor.
Aquel que…
“… no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Filipenses 2:6-8.
Pero no solo esto.
Dice que fue movido a misericordia.
¡Que hermoso saber que el corazón de Jesús se conmueve al ver nuestra necesidad, debilidad e impotencia!
(Continua)