Que brillantes que tenía Casiodoro Reina y el conocimiento que adquirió escondido desde la biblioteca de los Católicos Romanos , de idiomas, Concilios y de la Palabra de Dios, que descubre la hipocresía de cambiar el nombre de Jehová por Señor y en segunda línea el conocimiento de la verdad y que esconden con la falsedad de su Magisterio.
Fragmento de Reina en la Biblia del Oso 1569.
Así que en lo que hasta ahora se ha usado acerca de este nombre, es expresamente quitar y añadir, ambas cosas en el hecho de quitar el nombre (Iehová), y poner (Señor, o Dios) en su lugar, que aunque en la sustancia de la cosa que significan no haya variación, la hay en las circunstancias, en la manera y razón de significar, lo que no importa poco. Asimismo nos pareció, que esta mutación no se puede hacer sin contravenir el consejo de Dios, y en cierta manera, quererlo enmendar, como si El hubiese hecho mal todas las veces que su Espíritu en la Escritura declaró este nombre, y hubiera de ser este otro. Y pues es cierto, que no sin particular y gravísimo consejo, Dios lo manifestó al mundo, y quiso que sus siervos lo conociesen e invocasen por él; temeraria cosa es dejarlo; y superstición temeraria dejarlo, con pretexto de reverencia. Y para que mejor se vea esto así, no será fuera de propósito mostrar, de donde ha venido esta superstición acerca de este santo nombre. Está contado en el Levítico, que estando el pueblo de Israel en el desierto, recién sacado de Egipto, un mestizo, hijo de un Egipcio y de una Israelita, riñendo con otro del pueblo, pronunció, (o declaró, como dicen otros), el santo nombre: "y dijo mal a Dios",quiere decir, "blasfemó de Dios por este sacro nombre", de la manera que también ahora los impíos, Cristianos, reniegan de él, y lo botan y pisotean en sus cuestiones, por mostrarse valientes. Por ser esta palabra blasfema tan nueva en el pueblo de Dios, el blasfemo fue puesto en prisión, y desde a poco apedreado de todo el pueblo: Y a esta ocasión, fue puesta Ley entonces por mandato de Dios, que el queen el pueblo de Israel dijese mal a Dios, fuese castigado; y el que PRONUNCIASE (o declarase) el santo nombre, muriese por ello. Quiere decir: blasfemase con el santo nombre, como blasfemó aquel por cuya ocasión se puso la Ley. Los rabinos modernos, de la palabra "pronunciar", (no entendiendo el intento de la Ley), sacaron esta superstición en el pueblo, ser ilícito pronunciar, o declarar, el santo nombre, no mirando que, además de que el intento de la Ley era claro, por la ocasión del blasfemo, después de aquella Ley, lo pronunciaron Moisés, Aarón, Josué, Caleb, Débora, Gedeón, Samuel, David, y todos los profetas y píos Reyes; y finalmente fue dulcísimo en la boca de todo el pueblo, que lo cantó en Salmos y alabanzas, como aparece por todo el discurso de la Santa historia. Así que de la superstición de los modernos Rabinos, salió esta ley encaminada del diablo para con pretexto de reverencia, sepultar, y poner en olvido del pueblo de Dios, su santo nombre, con el cual solo El quiso ser diferenciado de todos los otros dioses. Ni esta es arte nueva suya. Decimos Rabinos modernos, no porque sean los de nuestro tiempo, sino los que vinieron después de los profetas, ignorantes de la Ley divina, y establecedores de nuevas tradiciones, por haber ignorado las virtudes de las que Dios les dio, y aun no poco, ya ignorantes de la pura y antigua lengua Hebrea, por el frecuente comercio de las otras naciones, aunque fueron antes del advenimiento glorioso del Señor, de los cuales parece bien, haber sido los Setenta intérpretes, que tradujeron primero en Griego la Escritura al Rey Ptolomeo de Egipto, los cuales parecen haber dado fuerza a esta ley supersticiosa, con haber ellos falseado primero que nadie el sacro texto, traduciendo siempre "Señor", en lugar de "Jehová", y suprimiendo del todo el santo nombre con pretexto, a la verdad, supersticioso, y envidioso del bien de las gentes, de que no eran dignas de que se les comunicasen los misterios divinos. Véase ahora, si está bien que esta superstición continúe, o que cese, habiendo Dios dado mejor entendimiento; y que el pueblo Cristiano lo conozca y adore en Cristo por el mismo nombre, conque el se dio a conocer a los padres, y ellos le conocieron e invocaron, y por el cual, El prometió por sus profetas, que se daría a conocer a las gentes, para que le invocasen por él. Este dirá (dice Isaías) yo soy de Jehová; el otro se llamará del nombre de Jacob; el otro escribirá con su mano, A Jehová, etc. Alguno nos podría alegar aquí, que ni Cristo ni los Apóstoles en sus escritos enmendaron este error, etc. A esto respondemos, que ellos nunca se encargaron de hacer versiones, ni de corregir las hechas, sino que atentos a mayor y más principal asunto, que era la anunciación del advenimiento del Mesías, y de su Reino glorioso, se servían de la versión común, que entonces estaba en uso, que parece haber sido la de los Setenta, porque en ella tenían de sobra para su principal intento.