Re: ¿QUIÉN ES EL ÁNGEL DEL ABISMO?
Aquí les pego un comentario de J.S.Russell de su obra "la Parusia" 1878 de quien han tenido a bien plagiar, digo,... tomar prestadas algunas ideas; pero por supuesto no todas, je je
LA QUINTA TROMPETA
Cap. 9:1-12. "El quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que cayó del cielo a la tierra; y se le dio la llave del pozo del abismo. Y abrió el pozo del abismo, y subió humo del pozo como humo de un gran horno; y se oscureció el sol y el aire por el humo del pozo ... Y se les dio poder, como tienen poder los escorpiones de la tierra ... Y tienen por rey sobre ellos al ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego, Apolión. El primer ay pasó; he aquí, vienen aún dos ayes después de esto".
Sobre esta representación simbólica, Alford observa: "Hay una Babel interminable de interpretaciones alegóricas e históricas de estas langostas que salen del abismo"; pero, aunque limpia el suelo del montón de especulaciones románticas con las cuales ha sido sobrecargado, se abstiene de poner nada mejor en su lugar.
Sin asumir que tenemos más penetración que otros expositores, no podemos sino pensar que el principio de interpretación sobre el cual procedemos, y que tan obviamente establece el Apocalipsis mismo, proporciona una gran ventaja en la búsqueda y el descubrimiento del verdadero significado. Con nuestra atención fija en un solo punto de la tierra, y absolutamente limitados a un espacio de tiempo muy breve, es comparativamente fácil leer los símbolos, y todavía más satisfactorio marcar su perfecta correspondencia con los hechos.
Cualquiera que sea la oscuridad que haya en esta extraordinaria representación, parece es bastante claro que ella no puede referirse a ningún ejército humano. Por el contrario, todo apunta a lo infernal y demoníaco. Considerando el origen, la naturaleza, y el líder de esta misteriosa hueste, es imposible considerarlo a cualquier otra luz que no sea como símbolo de la irrupción de un siniestro poder demoníaco. Es exactamente así como está representado, las huestes del infierno que salen y hormiguean sobre la maldecida tierra de Israel. Tenemos delante nuestro un monstruoso cuadro de una realidad histórica, la condición completamente demoralizada y, por decirlo así, poseída por demonios, de la nación judía hacia el trágico final de su memorable historia. ¿Tenemos algún fundamento para creer que la última generación del pueblo judío era realmente peor que cualquiera de sus predecesoras? ¿Es razonable suponer que esta degeneración tenía alguna relación con una influencia satánica? A ambas preguntas tenemos que contestar: Sí. Tenemos una declaración muy notable de nuestro Señor sobre estos dos puntos, la cual, nos aventuramos a afirmar, da la clave para la correcta interpretación de los símbolos que tenemos delante. En el capítulo doce de Mateo, Jesús compara a la nación, o más bien, a la generación que entonces existía, con un endemoniado del que había sido expulsado un espíritu inmundo. La predicación del segundo Elías y los propios esfuerzos de nuestro Señor habían producido una reforma moral temporal en la nación. Pero la antigua e inveterada incredulidad e impenitencia pronto volvió, y en una forma siete veces peor.
"Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero. Así también acontecerá a esta mala generación". (Mat. 12:43-45).
La frase final está llena de significado. La nación culpable y rebelde, que había rechazado y crucificado a su Rey, debía ser entregada, en su última etapa de impenitencia y obstinación, al dominio irrestricto del mal. El demonio exorcizado habría de regresar finalmente reforzado por una legión.
Tenemos abundante evidencia en las páginas de Josefo sobre la verdad de esta representación. Una y otra vez, declara que la nación se había vuelto completamente corrupta y degradada. "Ninguna generación", dice, "existió jamás tan prolífica en el crimen".
"Opino", dice nuevamente, "que si los romanos hubiesen diferido el castigo de estos miserables, la tierra se habría abierto y tragado la ciudad, o habría sido barrida por un diluvio, o habría compartido el fuego y el azufre de Sodoma. Porque produjo una raza mucho más impía que aquéllos que fueron así visitados". --- Josefo, lib. 5, cap. 13.
Ahora examinemos los símbolos de la quinta trompeta a la luz de estas observaciones. No puede haber dudas en cuanto a la identidad de la "estrella que cayó del cielo, a quien se le dio la llave del abismo". Sólo puede referirse a Satanás, a quien nuetro Señor contempló "cayendo del cielo como un rayo" (Lucas 10:18). "¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana!" (Isa. 14:12). La nube de langostas que sale del pozo del abismo - langostas encargadas, no de destruir la vegetación, sino de atormentar a los hombres - apunta, no de una manera oscura, a espíritus malignos, emisarios de Satanás. Del lugar de donde proceden, el abismo, se habla claramente en los evangelios como la morada de los demonios. La legión expulsada del endemoniado de Gadara rogó a nuestro Señor "que no los mandase al abismo" (Luc. 8:31). Las langostas de la visión están representadas como infligiendo graves tormentos a los cuerpos de los hombres; y esto concuerda con las afirmaciones del Nuevo Testamento relativas al efecto físico de la posesión demoníaca - "gravemente atormentada por un demonio" (Mat. 15:22). No debe causar ninguna dificultad el hecho de que espíritus inmundos sean simbolizados por langostas, al ver que también se les compara con ranas, Apoc. 16:13. En cuanto a la extraordinaria apariencia de las langostas, y su poder limitado a una duración de cinco meses, los mejores críticos parecen concordar en que estas características han sido tomadas prestadas de los hábitos y el aspecto de las langosta naturales, de cuyos estragos se dice que están limitados a cinco meses del año, y cuya apariencia se parece hasta cierto punto a la de los caballos. (Véase a Alford, Stuart, De Wette, Ewald, etc.). Es suficiente, sin embargo, considerar tales minucias más bien como imágenes poéticas que rasgos simbólicos. Finalmente, su rey, "el ángel del abismo", cuyo nombre es Abadón, y Apolión, el Destructor, no puede ser otro que "el gobernador de las tinieblas de este mundo"; "el príncipe de las potencias del aire"; "el espíritu que actúa en los hijos de desobediencia". El dominio maligno e infernal de Satanás sobre la nación condenada a muerte queda ahora establecido. Pero su tiempo fue corto, porque "el príncipe de este mundo" pronto habría de ser "echado fuera". Mientras tanto, sus emisarios no tenían poder para hacer daño a los verdaderos siervos de Dios, "sino sólo a los que no tenían el sello de Dios en sus frentes".
Tal es la invasión de esta hueste infernal; por decirlo así, todo el infierno desatado sobre la tierra dedicada, convirtiendo a Jerusalén en un pandemonio, habitación de demonios, guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible. (Apoc. 18:2).