Lo que me lleva a pensar que hay solo dos dioses.
El de nuestra fantasía (al que le ponemos el disfraz que deseemos), y el real.
Y toda la lucha cosmogónica se finca en la lealtad hacia uno de ellos.
En el versículo subsecuente, substituyamos "ídolos de madera y piedra" por "ídolos surgidos de su vana imaginación" y tendremos el cuadro que se nos presenta la idolatría moderna.
Allí servirán a dioses hechos por el hombre, ídolos de madera y de piedra, que no ven, ni oyen, ni comen, ni respiran. (Dt 4:28)