Juan Calvino, el influyente reformador protestante, defendía fervientemente el bautismo de infantes (pedobautismo) y lo consideraba un mandamiento de Dios, no una simple tradición humana.
Sus principales argumentos y creencias sobre el bautismo de niños, expuestos en su obra Institución de la Religión Cristiana, se centran en:

La Conexión con el Pacto y la Circuncisión
Sustitución de la Circuncisión: Calvino veía el bautismo de infantes como el equivalente neotestamentario de la circuncisión en el Antiguo Testamento. Así como la circuncisión era el signo del pacto de Dios con Abraham y su descendencia (incluyendo a los infantes varones), el bautismo es la señal del Nuevo Pacto para los hijos de los creyentes.
Entrada a la Iglesia: Sostenía que el bautismo de infantes es un signo de entrada a la Iglesia de Dios y una marca por la cual los niños son recibidos en la sociedad de la Iglesia y contados entre los hijos de Dios.

Fundamento Bíblico y la Promesa
Promesa a los Hijos: Argumentaba que la promesa de Dios no solo es para los creyentes, sino también para sus hijos,
basándose
en pasajes como Hechos 2:39 ("Porque la promesa es para vosotros, y para vuestros hijos...").
Regeneración y Fe: Aunque el niño no puede ejercer fe consciente en el momento del bautismo, Calvino enseñaba que el sacramento ofrece un germen o inicio de fe y regeneración. Al crecer, los bautizados deben reflexionar sobre la señal que llevan desde la niñez, entendiendo la regeneración.
Injerto en Cristo: El bautismo es el medio por el cual los niños son injertados en el cuerpo de Cristo.

Contra los Anabaptistas
Calvino se oponía firmemente a los anabaptistas de su época, quienes sostenían que solo debían ser bautizados aquellos que hacían una profesión de fe consciente (bautismo de creyentes o credobautismo). Calvino consideraba que esta postura era una violación del pacto de Dios y la exclusión de los niños de la promesa divina.
En resumen, para Calvino, el bautismo de infantes era un acto de obediencia a Dios, un signo del pacto que incluye a la descendencia del creyente, y una puerta de entrada a la comunidad de la Iglesia.