Re: ¿Porque se guardan los mandamientos y el sabado?
Estimado Goder Tamin. Saludos cordiales.
Estimado Goder Tamin. Saludos cordiales.
En el libro de Génesis leemos: "Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche." Génesis 8: 22
Entonces, ¿Por que crees que el jugo de uva fermentó y se transformó en vino?
"y (Noé) bebió del vino, y se embriagó, y estaba descubierto en medio de su tienda" Génesis 9: 21
¿Por qué crees que el período promedio de vida humana, y por ende la animal disminuyó en los habitantes nacidos después del diluvio?
"Y fueron los días de Taré doscientos cinco años; y murió Taré en Harán." Gén. 11: 32
Como dato de interés te regalo esta cita escrita por Manuel Lacunza, destacadísimo autor del tratado: “La venida del Mesías en gloria y majestad”, observaciones de Juan Josafat Ben-Ezra; el que interpreta a diferencia tuya, que las 4 estaciones del año se originaron luego del Diluvio y no antes.
LACUNZA Y SU MAGISTRAL VISIÓN DE LA CAUSA DEL DILUVIO Y LO QUE SUCEDERÁ
"Con la venida en gloria y majestad del Señor Jesús, destruidos enteramente los cielos y la tierra, que ahora son, comenzarán otros nuevos cielos y otra nueva tierra, donde habitará en adelante la justicia dice S. Pedro en su segunda Epístola, cap III); ¿Qué quiere decir esto? ¿Acaso quiere decir que los cielos y la tierra, o el mundo universo que ahora es, dejará entonces de ser, o sea aniquilado, para dar lugar a la creación de otros cielos y de otra tierra? Más en medio de esta concisión y aparente oscuridad, descubre fácilmente a quien quisiere mirarle todo entero y con la necesaria atención, su propio y natural sentido.
Hasta el diluvio universal parece más que verosímil, que nuestro globo, con toda su atmósfera y todo lo que llamamos naturaleza, había perseverado en el mismo estado físico en que había salido de las manos del Criador.
Más, habiendo llegado esta época terrible, parece igualmente cierto que todo se alteró, tierra, mar y atmósfera, y todo quedó en esta alteración y desconcierto hasta el día de hoy. Se alteró la superficie de la tierra, ocupando las aguas desde entonces hasta la presente una gran parte de lo que antes era un continente unido. Se alteró también, y por la misma causa general toda la atmósfera de la tierra, pasando generalmente todos los climas o cielos diferentes, de la benignidad al rigor; de la templanza a la intemperie; de la uniformidad quieta y pacífica, a la inquietud y mudanza casi continua.
* Podemos creer y asegurar prudentísimamente, que las aguas inferiores se conservaron hasta el diluvio de Noé, sin mudanza alguna notable.
* El aspecto actual de esta superficie, y todos los descubrimientos de sus curiosos observadores, nos obligan a creer, sin poder racionalmente dudarlo, que las aguas del mar ocuparon esta que ahora es árida, o a lo menos una gran parte de ella, en otros tiempos muy anteriores; y éste no de paso sino establemente por muchos siglos. ¿Por qué? Porque en todo, o casi todo lo que ahora se llama árida o tierra habitable se hallan a cada paso despojos claros y palpables de los vivientes del mar, no solamente en la superficie de la tierra, o a poca distancia, sino hasta 60 y 80 pies, y tal vez más de profundidad; y esto no solamente en valles o tierras llanas, sino también en las colinas y montes secundarios, a los cuales se les da este nombre, porque parecen hechos después accidentalmente, por el movimiento y concurso violento y confuso de diversas materias.
* De este principio cierto e innegable, combinado con la historia sagrada, se sigue legítimamente, y se concluye evidentemente, que nuestro globo terráqueo no está ahora como estuvo en los primeros tiempos de su juventud. Por consiguiente, que ha sucedido en él en tiempos remotísimos, respecto de nosotros, algún accidente grande y extraordinario, o algún trastorno universal de todas sus cosas, que lo hizo mudar enteramente de semblante: que obligó a las aguas inferiores a mudar de sitio; que convirtió el mar en seca, y también la seca en mar: que hizo formarse nuevos mares, nuevos ríos, nuevos valles, nuevas colinas, nuevos montes: en suma, una nueva tierra. Este accidente no puede ser otro, por más que se fatiguen los filósofos, que el diluvio universal de Noé.
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La misma causa general que produjo en todo nuestro globo un nuevo mar y una nueva árida, mudó también necesariamente todo el aspecto del cielo: quiero decir, no solamente el antiguo orden y temperamento de nuestra atmósfera, sino el antiguo orden y disposición del sol, de la luna, y de todos los cuerpos celestes, respecto del globo terráqueo. ¿Qué causa fue ésta? A mí me parece que no fue algún encuentro casual de nuestro globo con algún cometa...
la hizo mover repentinamente de un polo a otro: quiero decir, inclinó el eje de la tierra 23 grados y medio, haciéndolo mirar por una de sus extremidades hacia la estrella que ahora llamamos Polar, o hacia la extremidad de la cola de la "Ursa" (osa) menor.
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Con esta repentina inclinación del eje de la tierra se debieron seguir al punto dos consecuencias necesarias. Primera: que todo cuanto había en la superficie del globo, así líquido como sólido, perdiese su equilibrio: el cual perdido, todo quedase en sumo desorden y confusión, no menos horrible que universal: que todo se desordenase, todo se trastornase, todo se confundiese, cayendo todas las cosas unas sobre otras, y mezclándose todas entre sí.
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La segunda consecuencia que debió seguirse necesariamente de la inclinación del eje de la tierra fue, que el círculo o línea equinoccial, que hasta entonces había sido una misma con la elíptica, se dividiese en dos, y que esta última cortase a la primera en dos puntos diametralmente opuestos, que llamamos nodos: esto es, en el primer grado de Aries, y en el primero de Libra. De lo cual resultó que nuestro globo no mirase ya directamente al sol por su Ecuador, sino solamente dos días cada año, el 21 de marzo y el 22 de septiembre; presentando siempre en todos los demás días del año, nuevos puntos de su superficie al rayo directo del sol. ¿Y de aquí qué resultó? Resultaron necesariamente las cuatro estaciones, que llamamos primavera, verano, otoño, e invierno: las cuales, desde los días de Noé, hasta los del Señor, han sido, son y serán la ruina de la salud del hombre, y como un castigo, o pestilencia universal, que ha acortado nuestros días, y los han hecho penosísimos, y aun casi insufribles.
* ¿
Pues no había antes del diluvio estas cuatro estaciones? No, amigo, no las había, según yo pienso y según han pensado antes de mi algunos otros autores graves, religiosos y píos. Yo soy de parecer que antes del diluvio universal de Noé, no había estas cuatro estaciones del año, que en el presente son nuestra turbación y nuestra ruina; sino que nuestro globo gozaba siempre de un perpetuo equinoccio. En esta hipótesis, digo, todo me es fácil, y me parece que lo entiendo todo; así las observaciones de los naturalistas, como todo lo que leo en las Santas Escrituras.
* En esta hipótesis, lo primero: todos los climas, y aun todos los círculos paralelos al Ecuador, aunque diversos entre sí, debía cada uno ser siempre uniforme consigo mismos: lo mismo el mes de marzo, que en el de junio; y lo mismo en éste, que en septiembre y diciembre. Lo segundo: la atmósfera de la tierra, siendo en todas partes uniforme, debía en todas partes estar quieta, no cierto con aquella quietud que tiene el nombre inercia, o de inmovilidad, como está quieto un peñasco o un monte, sino con aquella especie de quietud natural y respectiva, que compete a un fluido cuando no es agitado violentamente por alguna causa externa que le obligue a perder su paz, su quietud, o lo que es lo mismo, su equilibrio; el cual equilibrio no impide, antes fomenta en todos los fluidos un movimiento interno, suave, pacífico y benéfico de todas sus partes. Lo tercero: en aquellos tiempos no había, ni podía haber huracanes o vientos violentísimos, no había ni podía haber naturalmente nubes horribles, densas, oscuras por el concurso y mezcla de diversos vapores y exhalaciones de toda especie: no había frotamiento violento de unas con otras por la contrariedad de los vientos: no se encendía con este frotamiento el fuego eléctrico: por consiguiente, no había aquellas lluvias gruesas y violentas, ni aquellas tempestades, ni aquellos truenos, ni aquellos rayos que ahora nos causan tanto pavor, y no solo pavor, sino daños y ruinas reales y verdaderas: así en los habitadores de la tierra, como en todas las obras de sus manos.
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De aquí resulta, y debía resultar naturalmente, sin milagro alguno que las constipaciones, las pestilencias, las enfermedades de toda especie, que ahora son sin número, eran entonces o pocas o ningunas: y que los hombres, y aun las bestias, vivían naturalmente diez o doce veces más de lo que ahora viven, muriendo de pura vejez, después de haber vivido sanos y robustos, unos 700, otros 800, y algunos más de 900 años, como consta de la historia sagrada.
* Conque los nuevos cielos y nueva tierra, o del mundo nuevo que esperamos después del presente, debe ser sin comparación mejor que el presente, y esto no solamente en lo moral, sino también en lo físico y material. En lo moral, porque en él habitará la justicia. También en lo físico y material, porque el mundo nuevo que esperamos, lo esperamos según las promesas de Dios.
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Esta gran mudanza que esperamos de nuestro mundo presente del mal en bien, me parece a mí, según mi sistema, que debe comenzar por donde comenzó en tiempo de Noé, de bien en mal. Quiero decir, por la restitución del eje de la tierra a aquel mismo sitio donde estaba antes del diluvio, o lo que es lo mismo, por la unión de la eclíptica con el Ecuador.
* Lo primero que se comprende al punto, en esta hipótesis, es los anuncios terribles, que para el día grande del Señor se hallan a cada paso en los profetas, en los Salmos, en los Evangelios, en los escritos de los Apóstoles y en el Apocalipsis. Para ver con los ojos esta concordancia, imaginemos por un momento, que ahora en nuestros días sucede esta inclinación del eje de la tierra, necesaria para que la eclíptica y la equinoccial se unan entre sí y formen una misma línea individual: imaginemos también, que somos dueños de nuestra imaginación, que desde cierta altura competente y segura observemos con buenos telescopios todas las cosas particulares que suceden aquí abajo, de resulta natural y forzosa de la unión de estas dos líneas o círculos máximos, que ahora se cortan mutuamente, y producen en este corte oblicuo las cuatro estaciones enemigas.
* En este caso que suponemos repentino y violento, en este caso, digo, deben seguirse naturalmente todas estas consecuencias anunciadas en la Escritura de la verdad. Primera: que nuestra tierra o nuestro globo, moviéndose de polo a polo, se mueva realmente de su lugar.
* Segunda consecuencia: que moviéndose la tierra violentamente de un polo a otro, piensen todos sus habitantes, que los cielos o todos los cuerpos celestes, sol, luna, planetas y estrellas, se muevan con la misma violencia o ligereza, en sentido contrario. Esta apariencia o ilusión es tan frecuente como natural.
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Tercera consecuencia: que moviéndose la tierra violentamente de un polo a otro, se turbe y oscurezca horriblemente toda nuestra atmósfera, y que esta turbación y mezcla de tantas partículas heterogéneas, que nadan en ella, nos impida entonces el aspecto libre de los cuerpos celestes; no como lo hacen ahora las nubes, las cuales aunque sean densísimas, siempre dejan pasar muchos rayos de luz, suficientes para distinguir el día de la noche; sino de otro modo insólito e infinitamente más horrible, que sin ocultarnos del todo estos cuerpos celestes, no lo hagan aparecer, ya negros, ya pálidos, ya sanguíneos; produciendo en nuestra superficie otra especie de oscuridad muy semejante a las tinieblas de Egipto: ni las llamas puras de las estrellas podían alumbrar aquella noche horrorosa.
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Cuarta consecuencia: que moviéndose la tierra violentamente de un polo a otro, todas cuantas cosas se hallan en su superficie, pierdan su equilibrio; el cual perdido, todas caigan unas sobre otras confusa e irremediablemente, así como sucedió en los días de Noé.
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Quinta consecuencia: que moviéndose la tierra de un polo a otro, pierdan también su equilibrio, por la misma causa general, las aguas del mar; el cual perdido, se alboroten, se conturben, se derramen sobre muchos lugares, de lo que ahora es árida, y espanten con sus bramidos horribles aun a los que se hallan distantes de sus playas. No hay que temer por esto que suceda en nuestra tierra otro diluvio.
* Sexta consecuencia: que moviéndose la tierra violentamente de un polo a otro, no solamente se conturbe toda la atmósfera, se enturbie, se oscurezca por la multitud de vapores y exhalaciones de toda especie, como vimos en la tercera consecuencia; sino que mezclándose éstas entre sí, y chocando violenta y confusamente las unas con las otras, exciten con este frotamiento el fuego eléctrico, y produzcan por consiguiente una prodigiosa multitud de rayos, los cuales consuman y conviertan en ceniza la mayor y máxima parte de los hombres, y de las obras de sus manos; pues esto es lo que se anuncia frecuentísimamente en las Escrituras. Esto es lo que se lee en el Evangelio, cuando se dice: las estrellas caerán del cielo: las cuales palabras, según yo pienso con otros muchísimos, no pueden tener otro verdadero sentido.
* Todas estas cosas son buenas, y pueden ser utilísimas, si se busca sinceramente la verdad,
y si esta verdad sea dulce o amarga,
se recibe y abraza después de conocida. Dije que es incierto cuánto tiempo durará el día grande y horrible de la venida del Señor. Ahora me parece cierto que no puede durar menos que el espacio de 45 días naturales."
(Dr. Iván Seperiza Pasquali)
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo.