¿Enseñaron los apostoles a operar armas y salir a hacer guerra contra las otras creencias? No
Bueno, a los líderes religiosos del Sanedrín, que posaban de santurrones y celosos de la ley, el Señor, con toda franqueza, les dijo la verdad en su propia cara, leemos:
Jua 8:43 ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra.
Jua 8:44
Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.
Jua 8:45 Y a mí, porque digo la verdad, no me creéis.
Jua 8:46
¿Quién de vosotros me redarguye de pecado? Pues si digo la verdad, ¿por qué vosotros no me creéis?
Jua 8:47 El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.
En el monte santo, Pedro, Jacobo y Juan, fueron testigos de la transfiguración del Señor, conversando con Moisés, y con Elías.
Algo asombroso estaba ocurriendo allí.
Pero no fue sino que Pedro, apresurado y falto de discernimiento, hablara de tres enramadas, para Dios Padre, desvanecer de inmediato la escena de la gloria de su Hijo, con estas palabras:
Mat 17:5 Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía:
Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.
Y es que Jesús es incomparable.
A través de los ojos del James Webb, veo el infinito cosmos creado por él, a su voz, a su mandato (Col.1:16-18), y me entristece como el catolicismo romano lo degrada y lo reduce a un crucifijo, y fabrica enramadas donde se encuentra la virgen María, san Pedro, y muchos otros santos....
No lo respetan, no lo conocen, y lo degradan.
Y es que Jesús es incomparable.
Lo contemplamos lavando los pies de sus discípulos y cuando una mujer agradecida, hizo esto:
Luc 7:37 Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume;
Luc 7:38 y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.
El fariseo hipócrita de Simón, construyó una enramada y los metió a ambos en la misma, diciendo:
Luc 7:39 Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.
Y es que Jesús es incomparable.
Esteban, antes de ser asesinado lo vio de pie, dándole ánimo desde el mismo cielo:
Hch 7:55 Pero Esteban,
lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios,
Hch 7:56 y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios.
Hch 6:15 Entonces todos los que estaban sentados en el concilio, al fijar los ojos en él,
vieron su rostro como el rostro de un ángel.
¿Y cómo era el rostro de sus asesinos?
Hch 7:54 Oyendo estas cosas, se enfurecían en sus corazones, y crujían los dientes contra él.
Y así ha ocurrido a través de la historia de la Iglesia.
Desde los antiguos días de la Roma pagana, pasando a través de los siglos por las llamadas persecuciones «cristianas», incontables millones de mártires, los mejores, los más puros y los más nobles de nuestra raza, han sido entregados a la violencia, al ultraje y a la muerte en formas horrorosas.
Despedazados por bestias salvajes en la arena, atormentados por hombres tan inmisericordes como bestias salvajes, y, lo que es más odioso aún, desgarrados en las cámaras de tortura de la Inquisición, Su pueblo ha muerto, con los rostros dirigidos al cielo, y con sus corazones entregados en oración a Dios; y sin embargo, usted puede contemplar a los encarnizados defensores del catolicismo romano, en este foro, posando de ser la "auténtica iglesia", la fundada por Pedro, como si la criatura tuviese el derecho de hacer enramadas para Dios, para Emanuel.
Aman más el cristo que les confecciona el magisterio católico, que al Cristo de las Escrituras.
Son responsables de su propio desvarío.