Hermano HAAZ: Con las disculpas del caso por mi demora, pasamos a ver el símil que precede a la parábola de las diez vírgenes.
La unidad temática de los símiles del capítulo 24 y las parábolas del 25
se advierte cuando notamos que en sólo estos dos capítulos, la palabra
"venida" con el verbo "venir" aparecen un total de 23 veces. El que
viene es el Hijo del Hombre, el Señor, el Esposo. En todos los casos la
venida acontece de forma sorpresiva. La enseñanza común en todas esas
alegorías, es que debemos velar, aguardando su venida, pero ocupándonos diligentemente para que nos halle tal como El quiere, y
haciendo fielmente su voluntad, cumpliendo con el encargo que nos ha
enconmendado. Debemos advertir que en estos discursos el Señor no está instruyendo a sus discípulos (ni a nosotros) en cómo obtener la
salvación y la vida eterna. Estamos ya en posesión de ella, ahora y por
la eternidad. El tema se relaciona a nuestra participación en los eventos
que seguirán a Su venida: el arrebatamiento, el Tribunal de Cristo, las
Bodas del Cordero, el juicio de las naciones y el reino de mil años.
Mateo 24:48-51: "Pero si aquel siervo dijere en su corazón: Mi señor
tarda en venir; y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer
y a beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en día que
éste no espera, y a la hora que no sabe, y lo castigará duramente, y
pondrá su parte con los hipócratas; allí será el lloro y el crujir de dientes".
No es difícil que al contextualizar este símil a nuestra época y ámbito
cristiano en que nos movemos, identifiquemos a este siervo del Señor
con un misionero, anciano-pastor, diácono, evangelista, maestro, etc.
Pero que algunos de estos puedan estar bien caracterizados en el
personaje de este ejemplo, no excluye a ninguno de nosotros, pues todos somos siervos del mismo Señor y compartimos juntos deberes y
expectativas ante su pronto regreso.
Así debemos descartar la idea de que éste pueda ser un siervo "trucho", es decir, alguien que se hace pasar por un obrero cristiano,
cuando ni siquiera sea convertido. No se pone en duda la autenticidad
del ministro, sino que simplemente se lo califica de "malo", con las
evidencias que seguidamente se detallan. Véase el v.50: "vendrá el
señor de aquel siervo", con lo que está clara la legítima condición de
siervo en relación al mismo Señor Jesús como "señor" en este ejemplo.
De todos modos, ya es una vergüenza que la inconducta de un genuino
siervo del Señor lleve a dudar de la realidad de su profesión cristiana.
Esta confusión es muy común para los miembros de iglesias.
No podemos saber cuándo este siervo comenzó a ser malo, pero sí que no supo aprovechar bien lo que él consideró una tardanza de su
señor: "El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por
tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento" (2P.3:9).
El hecho de que el Señor aún no haya venido, debiera mantenernos espiritualmente despiertos y expectantes, a la vez que movilizados,
para aprovechar sabiamente el tiempo de servicio terrenal que aún
nos reste. No hacerlo así es darle lugar al diablo para que nos presente otras sugerencias y logre embaucarnos, desvirtuando nuestro ministerio.
Una reacción muy natural de quienes emprenden este camino de maldad, es el de agarrárselas con sus compañeros en la obra que
continúan cumpliendo con fidelidad su cometido.
El comer y beber con los borrachos, puesto aquí como ejemplo de
extrema decadencia, equivaldría a contemporizar con el mundo y la
apostasía circundante.
Este "siervo malo" parece encontrar sus ancestros en el Antiguo Testamento, en los pastores de Israel del capítulo 34 de Ezequiel.
En el Nuevo Testamento está también representado en Diótrefes.
(3Juan 9,10).
Continuará, si el Señor no vuelve antes.
Ricardo.