OPINEN, acerca de la Unam Sanctam de Bonifacio VIII

Originalmente enviado por Juan 8:32:
Juan Manuel, realmente eres original. Por lo menos esta "salida" es nueva.
Ahora condicionas tus respuestas...

De repepente te escondés, y de repente exigís... Deberías ser un poco mas coherente en tu comportamiento (si querés ser creíble...)

La respuesta de "Macabeos" la he dejado antes de leer tu "condicionamiento". En el otro epígrafe no he ingresado, aún.

Por ende, ya "pagué" la mitad de la deuda.
¿Tengo derecho a conocer la mitad de tu aporte?

No Daniel, esta "salida" no es nueva.
 
haaz tiene mucha razón,
pues es como dice la Biblia:

Eclesiatés cap. 1

1 Palabras de Cohélet, hijo de David, rey en Jerusalén.

2 ¡Vanidad de vanidades! - dice Cohélet -, ¡vanidad de vanidades, todo vanidad!

3 ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol?

4 Una generación va, otra generación viene; pero la tierra para siempre permanece.
5 Sale el sol y el sol se pone;
corre hacia su lugar y allí vuelve a salir.
6 Sopla hacia el sur el viento y gira hacia el norte; gira que te gira sigue el viento y vuelve el viento a girar.

7 Todos los ríos van al mar y el mar nunca se llena; al lugar donde los ríos van, allá vuelven a fluir.

8 Todas las cosas dan fastidio.
Nadie puede decir que no se cansa el ojo de ver ni el oído de oír.

9 Lo que fue, eso será;
lo que se hizo, ese se hará.
Nada nuevo hay bajo el sol.


10 Si algo hay de que se diga:
«Mira, eso sí que es nuevo», aun eso ya sucedía en los siglos que nos precedieron.

Nadie puede escapar de esta Eterna Verdad de la Vida.

Y este foro también cumple con esta Ley.
 
Estimados foristas:

Aunque esta discusión parece languidecer, tal vez no sea tarde para presentar el texto de la bula tal como aparece en
http://www.newadvent.org/docs/bo08us.htm

Hay varios aspectos muy interesantes que pueden tratarse de esta bula.

UNAM SANCTAM


Su Santidad el Papa Bonifacio VIII

18 de noviembre de 1302

Apremiados por la fe, estamos obligados a creer y mantener que la Iglesia es una, católica y también apostólica. Creemos en ella firmemente y confesamos con simplicidad que fuera de ella no hay ni salvación ni remisión de pecados, como el Esposo en el Cantar de los Cantares (6:8) proclama: “Una es mi paloma, mi perfecta. Ella es la única, la elegida de aquella que la engendró”, y ella representa un solo cuerpo místico cuya cabeza es Cristo y la cabeza de Cristo es Dios [1 Cor 11:3]. En ella entonces es un Señor, una fe, un bautismo [Efe 4:5]. Habiendo habido en el tiempo del diluvio solamente un arca de Noé, prefigurando a la única Iglesia, la cual arca, habiendo sido terminada hasta un único cúbito, tuvo un solo piloto y guía, es decir, Noé, y leemos que, fuera de esta arca, todo lo que permaneció en la tierra fue destruido.

Veneramos esta Iglesia como una, habiendo dicho el Señor por boca del profeta: “Libra, oh Dios, mi alma de la espada y mi única de las garras del perro” (Salmo 21:20). Él oró por su alma, esto es, por él mismo, corazón y cuerpo; y este cuerpo, o sea la Iglesia, Él lo ha llamado uno por causa de la unidad de la Esposa, de la fe,
de los sacramentos, y de la caridad de la Iglesia. Esta es la túnica del Señor, la túnica talar, la cual no fue rasgada sino echada a suertes [Jn 19:23-24]. Por tanto, de la una y única Iglesia hay un cuerpo y una cabeza, no dos cabezas como un monstruo; esto es, Cristo y el Vicario de Cristo, Pedro y el sucesor de Pedro, ya que el Señor mismo hablándole a Pedro dijo: “Alimenta mis ovejas” [Jn 21:17], significando mis ovejas en general, no aquéllas en particular, de lo cual entendemos que se las confió todas a él [Pedro]. Por tanto, si los griegos u otros dijesen que ellos no están confiados a Pedro y sus sucesores, deben confesar no ser las ovejas de Cristo, ya que nuestro Señor dice en Juan “hay un solo rebaño y un solo pastor”. Aprendemos de los textos de los Evangelios que en esta Iglesia y en su poder hay dos espadas, a saber, la espiritual y la temporal. Pues cuando los Apóstoles dicen: “Mira, he aquí dos espadas” [Luc 22:38] esto es decir, en la Iglesia, ya que eran los Apóstoles quienes hablaban, el Señor no respondió que eran demasiadas, sino que bastaban. Ciertamente quien niega que la espada temporal está en poder de Pedro no ha escuchado la palabra del Señor mandando “Pon tu espada en tu funda” [Mt 26:52]. Ambas, por tanto, están en el poder de la Iglesia, es decir, la espada espiritual y la material, pero la primera ha de ser administrada para la Iglesia pero la última por la Iglesia; ésta en las manos del sacerdote, aquélla en las manos de reyes y soldados, pero bajo la voluntad y consentimiento del sacerdote.
Sin embargo, una espada debe ser subordinada a la otra , y la autoridad temporal sujeta al poder espiritual. Pues como dijo el Apóstol: “No hay poder excepto proveniente de Dios y las cosas que son, son ordenadas por Dios” [Rom 13:1-2], pero ellas no serían ordenadas si una espada no estuviese subordinada a la otra y si la inferior, como si fuera, no fuese elevada por la otra.
Pues, según el bendito Dionisio, es una ley de la divinidad que las cosas más bajas alcanzan su lugar más alto por intermediarios. Entonces, conforme al orden del universo, no todas las cosas son llevadas al orden igual e inmediatamente, sino la más baja por el intermediario, y la inferior por la superior. De aquí que debemos reconocer más claramente que el poder espiritual sobrepasa en dignidad y en nobleza a cualquier poder temporal en absoluto, ya que las cosas espirituales superan a las temporales. Esto lo vemos claramente también no sólo por el pago, la bendición y la consagración de los diezmos, sino la aceptación del poder mismo y por el gobierno aún de las cosas. Pues con la verdad como nuestro testigo, pertenece al poder espiritual establecer el poder temporal y juzgarlo si no ha sido bueno. Así se cumple la profecía de Jeremías concerniente a la Iglesia y el poder eclesiástico: “He aquí que te puesto sobre naciones, y sobre reinos” y el resto. Por tanto, si el poder terrestre errase, ha de ser juzgado por un poder espiritual superior; pero si un poder espiritual menos errase, será juzgado por un poder espiritual superior; pero si el poder espiritual supremo errase, puede ser juzgado solamente por Dios, y no por el hombre, según el testimonio del Apóstol: “El hombre espiritual juzga todas las cosas y él mismo no es juzgado por nadie” [1 Cor 2:15]. Esta autoridad, sin embargo (aunque ha sido dada al hombre y es ejercida por el hombre) no es humana sino divina, otorgada a Pedro por una palabra divina y reafirmada a él (Pedro) y a sus sucesores por Aquel a quien Pedro confesó, diciéndole el Señor a Pedro mismo, “Lo que atases en la tierra, será atado también en el cielo”, etc [Mt 16:19]. Por tanto quienquiera que resiste este poder así ordenado por Dios, resiste el mandamiento de Dios [Rom 13:2], a menos que él invente como Maniqueo dos principios, lo cual es falso y juzgado herético por nosotros, ya que según el testimonio de Moisés no fue en los principios, sino en el principio que Dios creó los cielos y la tierra [Gén 1:1]. Además declaramos, proclamamos y definimos que es absolutamente necesario para la salvación de toda criatura humana estar sujeta al Romano Pontífice.


Transcribed by Bob Van Cleef, from a doctoral dissertation written in the Department of Philosophy at the Catholic University of America, and published by CUA Press in 1927.

Bendiciones en Cristo,

Jetonius

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Originalmente enviado por Juan_Manuel:
Dado que Jetonius ya copió el texto completo de la Bula, mi aporte será remitir a los interesados a una página donde se puede encontrar un comentario sobre la misma:

http://www.advance.com.ar/usuarios/pfernando/

Comentario de un comentario :D :D :D


Claro, se tienen que autoconvencer a fuerza de explicarselo y darle varias vueltas ;)


¡¡tipico en el catolicismo: ambigüedad y falta de concisión, un par de citas bíblicas en medio sacadas de contexto y listo!!


¡¡Y lo mejor de todo es que convencen a quienes se lo creen y lo defienden!! :(


Maripaz


:rolleyes: :rolleyes:
 
Bueno católicos (por ejemplo LFP), ¿cómo se relaciona el primer párrafo con lo que ahora el otro "infalible" dice?
 
¿ Hablas de Jetonius ?
 
COMENTARIO SOBRE LA ENSEÑANZA DE LA BULA UNAM SANCTAM

Este documento establece una serie de puntos, basados mayormente en un florilegio de citas patrísticas y de teólogos medievales, con textos bíblicos sacados de contexto e interpretados alegóricamente, de una manera en que ningún exegeta católico que valorase su reputación lo haría hoy.

La bula establece:

1. Que existe una única Iglesia fuera de la cual no hay salvación.
2. Que esa Iglesia tiene una única cabeza visible, la cual es el obispo de Roma (“Vicario de Cristo, sucesor de Pedro”)
3. Que hay dos poderes, representados por dos espadas, una espiritual, confiada a la iglesia, y otra material, confiada a los reyes seculares.
4. Ambas espadas están bajo el poder de la Iglesia, aunque la segunda sea administrada para ella por los príncipes.
5. El papa tiene potestad para juzgar tanto poderes espirituales inferiores a él como los poderes temporales.
6. Sin embargo, él a su vez no puede ser juzgado por hombre alguno, sino por Dios.
7. Por tanto, es absolutamente necesario para la salvación que todo ser humano esté sometido al papa.

Desde la definición dogmática de la doctrina de la infalibilidad papal en el Concilio Vaticano I (1870) , los teólogos católicos han establecido que el papa solamente ejerce esta infalibilidad como carisma negativo (es decir, que le preserva del error pero no le revela nuevas doctrinas) cuando se cumplen ciertas condiciones:

1. El papa debe hablar en su calidad de pastor universal, es decir. ex cathedra. Esto parece cumplirse en la Bula Unam Sanctam:

La bula es universal en carácter. Como muestra su contenido, se traza una cuidadosa distinción entre los principios fundamentales concernientes al primado romano y las declaraciones en cuanto a la aplicación de éstos al poder secular y sus representantes.”

J.P. Kirsch, Unam Sanctam, en The Catholic Encyclopedia (1912), vol. 15; negritas añadidas.

2. Debe tratarse de un asunto de fe o costumbres.

En este caso, se trata de un asunto concerniente a la salvación, y por tanto a la fe.

3. Debe definir una doctrina y expresar su intención de que sea firmemente creída por los fieles.

Aquí Bonifacio no dejó lugar a dudas:

someterse al Romano Pontífice,
lo declaramos,
lo decimos,
definimos
y pronunciamos
como de toda necesidad de salvación para toda humana criatura



J.P. Kirsch (l.c.) observa:

“Esta definición, cuyos significado e importancia son claramente evidentes de la conexión con la primera parte sobre la necesidad de la única Iglesia para salvación, y del papa como la única cabeza suprema de la Iglesia, expresa la necesidad para todo el que desea alcanzar salvación de pertenecer a la Iglesia , y por tanto de estar sujeto a la autoridad del papa en todos los asuntos religiosos. Esta ha sido la enseñanza constante de la Iglesia, y fue declarada en el mismo sentido por el Quinto Concilio Ecuménico de Letrán, en 1516: "De necessitate esse salutis omnes Christi fideles Romano Pontifici subesse" (Es necesario para la salvación de todos los fieles de Cristo estar sujetos al pontífice romano).”

Este autor católico comprensible pero arbitrariamente restringe, en contra de las motivaciones históricas de la bula, el pensamiento de Bonifacio y el texto mismo, que la autoridad que el documento reclama para el papa se restringe sólo a “todos los asuntos religiosos”. La refutación más palmaria de semejante limitación está dada por el propio texto, en el desarrollo de la teoría de las dos espadas y la potestad suprema del papa tanto sobre asuntos temporales como espirituales.

Es natural que los católicos de hoy, especialmente aquellos interesados en el diálogo ecuménico, se sientan particularmente incómodos con este documento. Se trata de una declaración papal que cumple con todos los requisitos para ser considerada una declaración infalible, y que hecha por tierra las dulces palabras hacia los “hermanos separados” que fluyeron a partir del decreto Unitatis Redintegratio en el Concilio Vaticano II.

La Iglesia de Roma demostraría un espíritu de diálogo si derogase, con las disculpas del caso, esta infame bula nacida de la ambición de poder del jurista que llegó a papa.

(ver el siguiente mensaje)

Bendiciones en Cristo,

Jetonius

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EL TRASFONDO DE LA BULA UNAM SANCTAM


La famosa Bula, fechada el 18 de noviembre de 1302, establece en términos inequívocos que someterse al Papa es absolutamente necesario para la salvación. Su autor fue Benedicto Gaetani, más conocido como Bonifacio VIII, papa entre 1294 y 1303.

Durante el siglo XIII, el papado devino la presa más codiciada por las familias nobles romanas. Tras la muerte del papa Nicolás IV en 1292, siguió un intervalo de dos años durante los cuales los cardenales, en cuyas manos caía con exclusividad la elección desde 1179 (III Concilio de Letrán, Canon I), no lograban ponerse de acuerdo. La razón es que dos familias, los Colonna y los Orsini, se disputaban el codiciado trono, pero las fuerzas estaban muy equilibradas y ninguna lograba prevalecer. Gaetani, un prominente jurista que había sido hecho cardenal por Nicolás IV, persistía en una actitud neutral no por convicción, sino porque alentaba la esperanza de que al no poder prevalecer ni los Colonna ni los Orsini, optasen por un candidato de compromiso, que no podía ser otro que él.

En teoría, los cardenales debían proceder a la elección de un nuevo papa con premura. Algunas décadas antes, el intervalo de acefalía de tres años (1268-1271), que siguió a la muerte de Clemente IV y precedió a la elección de Gregorio X, tuvo un final violento cuando los ciudadanos de Viterbo arrancaron el techo del palacio episcopal donde estaban reunidos los cardenales y forzaron la decisión. Para evitar futuras dilaciones, Gregorio X (1271-1276) había establecido normas según las cuales los cardenales debían reunirse en cónclave en un intervalo no mayor de diez días luego de la muerte del Papa, y ser sometidos a progresivas restricciones alimentarias hasta tanto llegasen a una decisión. Sin embargo, tales normas por cierto no se cumplían un par de décadas después. Ni siquiera la ofuscada visita del rey francés de Nápoles conmovió a los cardenales.
El escándalo que representaba la acefalía de la Iglesia de Roma se reflejaba en protestas de toda índole, e incluso en profecías y anuncios de juicio. El decano de los cardenales, Latino Malabranca, declaró haber recibido una de esas profecías, que anunciaba el castigo divino sobre los cardenales si no elegían pronto un papa. Benedicto Gaetani dijo con sarcasmo “Supongo que es una de las visiones de vuestro Pedro de Morone”.

Pedro de Morone o Murrone era un octogenario muy admirado por su ascetismo y santidad, fundador de una orden monástica, que vivía recluido en las montañas. Malabranca respondió a la burla del cardenal Gaetani : “En efecto, es una verdadera revelación que Dios ha hecho a este santo. Es un hombre a quien los dones del Espíritu Santo han hecho el más digno de gobernar a los creyentes”. La evocación de los hechos de la vida del ermitaño encendió al indolente cónclave, hasta un clímax cuando Malabranca exclamó: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, elijo al hermano Pedro de Morone”. Algunos cardenales añadieron de inmediato su voto, dando los dos tercios necesarios, y los demás, incluso Gaetani, se unieron poco después para una elección unánime el 5 de julio de 1294.

Correspondía que los cardenales comunicasen la decisión al elegido, que habitualmente estaba muy cerca, si no en la misma habitación . Pero Pedro de Morone habitaba en una gruta en las montañas de Nápoles, y allí debieron marchar primero los enviados de la Curia y luego los propios cardenales ya que, si bien Pedro había aceptado ser papa luego de considerable resistencia, se rehusaba salir de su propio territorio con rumbo a Roma. Gaetani se resistió al principio; exclamó: “Id con vuestro santo, pues yo no iré con vosotros, ¡ni permitiré que el Espíritu Santo me engañe más sobre él!”

A pesar del estallido inicial de cólera, el cardenal Gaetani terminó, como los demás, compareciendo ante el flamante papa. Pedro, quien tomó el nombre de Celestino, constituía para muchos una esperanza de reforma de una Iglesia mucho más interesada en el poder político y la riqueza que en la cura de almas. Sin embargo, su pontificado fue tan breve como desastroso. Ignorante de la compleja maquinaria de poder, Celestino otorgó beneficios de manera indiscriminada, se le hicieron firmar bulas en blanco, creó nuevos cardenales sobre todo franceses y napolitanos y en poco tiempo originó un caos administrativo. Consciente de su propia incapacidad, concibió la idea de abdicar. Para ello buscó consejo en el experto jurista que era el Cardenal Gaetani. Transcurridos cinco meses de su elección y tres meses de su coronación, el 13 de diciembre de 1294, día de Santa Lucía, Celestino abdicó al trono papal. Pocos días después, tras una breve deliberación, Benedicto Gaetani fue proclamado su sucesor el 24 de diciembre, adoptando el nombre de Bonifacio VIII.

El nuevo papa no tenía la menor intención de permanecer en el territorio hostil de Nápoles, y emprendió en cuanto pudo el viaje hacia Roma, llevándose consigo a Celestino, el cual sin embargo pudo huir hacia las montañas. El disgusto que tal fuga le causó no impidió que Bonifacio continuase los planes de su coronación en Roma, la cual se realizó el 23 de enero de 1295 con una pompa digna de un emperador, mayor que la de cualquiera de sus predecesores. Su corona tenía 48 rubíes, 72 zafiros, 45 esmeraldas y 66 perlas; un gran rubí coronaba el vértice piramidal. Más tarde Bonifacio añadió a la tiara un segundo aro a su corona, como expresión de su pretensión de ostentar a la vez la suma del poder espiritual y temporal. Bonifacio, de elevada estatura e imponente figura, vestía esta pesada corona como parte de su atuendo habitual.

Poco después Celestino fue capturado por los enviados del papa mientras intentaba huir a Grecia. Obligado a comparecer ante Carlos de Nápoles y Bonifacio, el anciano monje pronunció una profecía famosa: “Has entrado como un zorro, reinarás como un león y morirás como un perro”. Bonifacio relegó a Celestino a la fortaleza de Fumone, donde el anciano murió menos de un año después. Entre tanto, Bonifacio anuló las decisiones de Celestino, retirando los privilegios que éste había otorgado.

El nuevo papa se concentró de inmediato en su objetivo fundamental, que era el de consolidar su propio poder y el de su familia. Para ello apeló sin vacilación a la simonía (venta de cargos eclesiásticos) y el nepotismo, u otorgamiento de cargos y prebendas a sus parientes. Con dinero de la Iglesia, el papa emprendió un plan sistemático de compra de tierras para los Gaetani, ocupando para ello la cuarta parte de todos los ingresos habidos durante su reinado. El papa se consideraba a sí mismo como el nuevo César, el nuevo emperador.

“Un contemporáneo y testigo ocular, Giovanni Villani, ha dejado en su Crónica Florentina (Muratori, XIII, 348 ss) un retrato de Bonifacio que el juicioso von Reumont parece considerar muy confiable. Según él, Bonifacio, el más grande canonista de su tiempo, era un hombre de gran corazón y generoso y un amante de la magnificencia, pero también arrogante, orgulloso y severo en sus maneras, más temido que amado, demasiado mundano para su alto oficio y demasiado ávido de dinero tanto para la Iglesia como para su familia. Su nepotismo era abierto. Fundó la casa romana de los Gaetani, y en el proceso de exaltar a su familia trajo sobre sí el efectivo odio de los Colonna y los fuertes hombres de su clan.”

Thomas Oestrich, Pope Boniface VIII, en The Catholic Encyclopedia (1907), vol. 2.

Precisamente fue el robo de un cargamento de oro de la Santa Sede destinado a nuevas compras de tierra para los Gaetani, ocurrido el 3 de mayo de 1297, lo que provocó el inicio del resquebrajamiento del poder de Bonifacio. El perpetrador había sido Esteban, joven e imprudente miembro de la poderosa familia Colonna cuyo poder se había visto menguado por las transacciones papales. Al enterarse Bonifacio convocó de inmediato a los dos cardenales Colonna, Jacobo y Pedro, para que compareciesen ante él.

Jacobo y Pedro se demoraron hasta asegurarse de que el oro sería restituido. Pero Bonifacio, furioso, exigió además que Esteban le fuese entregado y que los Colonna se aviniesen a tener guarniciones papales en sus propias ciudades. Tal pretensión era inaceptable, y los Colonna contraatacaron una semana después del incidente, el 10 de mayo, con un manifiesto en el cual se impugnaba la legitimidad de la elección de Bonifacio y se apelaba a un concilio general.

La respuesta del Papa adoptó la forma de una bula, titulada pomposamente In excelso throno. Además de deponer y excomulgar a los dos cardenales Colonna, exigía su inmediata presencia. Los Colonna publicaron aún otro manifiesto ampliando sus acusaciones contra Bonifacio, y éste replicó con otra bula en la que excomulgaba a toda la familia, a la que declaraba hereje y presa legítima de quien la capturase. Como los Colonna continuaban en abierta resistencia, Bonifacio fulminó la excomunión contra ellos, y pocos meses después convocó una cruzada contra la familia rebelde.

Durante los siguientes meses, los Colonna fueron combatidos con notable ferocidad hasta que, unos meses más tarde, se vieron empujados hacia su último reducto, la ciudad de Palestrina, donde la defensa quedó al mando del veterano Giovanni “Sciarra” Colonna, quien no en vano llevaba su apodo (Sciarra = Pendenciero). Ante un sitio que amenazaba prolongarse por tiempo indefinido, Bonifacio siguió el conejo de “promete mucho, cumple poco” y la ciudad capituló.

Bonifacio envió al joven Esteban a peregrinar. Devolvió la libertad, aunque no los cargos, a los cardenales Colonna. Poco después, ordenó la destrucción sistemática de la ciudad de Palestrina. La ciudad, que había sido la sede de un obispado desde antiguo, era tenida por uno de los siete pilares de la Iglesia de Roma. En ella había un palacio cuya construcción se atribuía a Julio César, y los Colonna habían reunido allí un tesoro incalculable de obras de arte que tornaba la ciudad en un extraordinario museo. La orden papal era inaudita, pero se cumplió. Palestrina fue arrasada, con la sola excepción de la iglesia. Para completar la obra, Bonifacio la hizo arar y llenar los surcos con sal, al mejor estilo de los generales romanos.

Ante esta afrenta, los Colonna se rebelaron nuevamente, ante lo cual Bonifacio los excomulgó y se vieron obligados a exiliarse. Varios de ellos hallaron protección en la corte del rey de Francia, Felipe IV el Hermoso, quien tenía sus propios pleitos con Bonifacio. Entre tanto, el poder de Bonifacio se veía fortalecido por la derrota de los Colonna y además porque, aprovechando las diferencias internas de los florentinos, había logrado que la poderosa ciudad de Florencia quedase en manos de sus aliados.

Por lo pronto, adoptando una costumbre imperial romana, decidió recibir el comienzo del nuevo siglo con un Jubileo (costumbre que continúa hasta hoy), proclamado en una bula del 22 de febrero de 1300. La multitud de peregrinos que se agolpaba en Roma trajo consigo una buena cantidad de dinero y proveyó a Bonifacio la oportunidad de gloriarse de su poder. Según los cronistas de la época, “el Vicario de Cristo, el dueño del mundo, apareció varias veces ante los peregrinos con vestiduras imperiales y había exclamado: «¡Soy César, soy emperador!».”

Aunque en la política exterior el papa no había tenido grandes sobresaltos, e incluso había mediado exitosamente entre Francia e Inglaterra, existía una tensión manifiesta entre él y Felipe IV el Hermoso, rey de Francia desde 1285. Y, como en el caso de la lucha iniciada contra los Colonna, en esta pugna de poder había un problema de dinero.

Felipe el Hermoso necesitaba dinero para sus luchas contra los grandes señores feudales y, sobre todo, contra Inglaterra. Dado que los nobles estaban exentos y el pueblo ya estaba exprimido al máximo, el rey dirigió su mirada a los grandes monasterios cistercienses, a los cuales comenzó a exprimir. Dado que las abadías dependían directamente del papa, ante éste protestaron. En la Bula Clericis laicos Bonifacio prohibió pagar y recibir impuestos sobre beneficios eclesiásticos sin su autorización. Sin responder la Bula, Felipe contraatacó prohibiendo la exportación de divisas y declaró ilegal la permanencia de extranjeros en Francia. Con esto cortaba el suministro de metálico a Roma y tornaba técnicamente ilegal la permanencia de los legados papales en su territorio. Dado que la medida regia era en extremo perjudicial para Bonifacio, éste moderó las medidas salvando las formas (permitía que el rey “invitase” a los clérigos” a colaborar según las necesidades del reino, y a los monjes “ofrecer” al soberano donaciones monetarias). A su vez Felipe el Hermoso dejó en la práctica sin efecto la prohibición de exportar divisas y de la permanencia de los legados pontificios en Francia.

Aunque la escaramuza pasó, permanecía el problema de fondo de las dos concepciones diferentes de las relaciones entre la iglesia y el estado que Felipe y Bonifacio sustentaban. Un historiador católico resume así la situación:

“El conflicto entre Bonifacio VIII y el rey de Francia, Felipe el Hermoso, nació esencialmente de la mentalidad antitética de los dos protagonistas. El Papa, penetrando por temperamento y por formación de espíritu jurídico, era tremendamente firme e inflexible en sus decisiones y prestaba muy poca atención a las circunstancias históricas concretas que tan mal encajaban en los principios teóricos en los que él se inspiraba. Remedando a Inocencio III y a otros pontífices medievales a los que varios soberanos europeos habían enfeudado sus propios reinos, pretendía Bonifacio ejercer sobre todos los reinos católicos una alta y soberana autoridad, sin caer en cuenta que lo que había sido posible en tiempos de Inocencio III, a principios del siglo XIII, ya no lo era un siglo después. Por su parte, Felipe el Hermoso, muy superior a su rival en el terreno de lo práctico y dispuesto a servirse sin escrúpulos de cualquier medio que le resultase útil, apoyaba su concepción de la autoridad del rey en los principios del derecho romano que desde hacía varios decenios venían siendo estudiados con renovado vigor en las Universidades medievales: quod principi placuit, legit habet vigorem; rex in suo regno est imperator. El soberano en su territorio es independiente de cualquier autoridad sea imperial o pontificia.”

G. Martina: La Iglesia de Lutero a nuestros días. Trad. J.L. Ortega. Madrid: Cristiandad, 1974, 1:43-44.

Si bien Felipe no quiso entrometerse abiertamente cuando la persecución de los Colonna (1297-1298) , pues tenía asuntos más urgentes, esto no significa que hubiera cedido en su posición. Sin embargo, Bonifacio cometió la imprudencia de nombrar legado suyo en París nada menos que al obispo de Pamiers, Bernard de Saisset, quien era hostil al rey. El prelado fue conducido al Consejo de Estado y luego puesto en prisión por orden del rey, bajo la acusación de hablar contra la seguridad del estado e incitar a la insurrección.

El papa restableció la vigencia de la bula Clericis laicos mediante la bula Salvator mundi, y el 10 de noviembre de 1301 publicó otra con el paternal y condescendiente título Ausculta fili, en la cual denunciaba los abusos de la corona contra la Iglesia y convocaba a los obispos franceses y a los juristas de la Universidad de París a un concilio a realizarse en Roma. El tono de la bula era enérgico pero no ofensivo: “No te dejes engañar por nadie que quiera convencerte de que no tienes ningún superior y de que no estás sometido al más alto en la jerarquía eclesiástica. Quien así piensa es loco; quien lo sostiene obstinadamente, un infiel...”

Sin embargo, el canciller francés Pierre Flotte distribuyó en París una versión espuria que, si bien en el fondo era por entero fiel al pensamiento de Bonifacio, estaba calculada para enardecer a los franceses: “Bonifacio, obispo y siervo de los siervos de Dios, a Felipe, rey de los franceses. ¡Teme a Dios y obedece sus mandamientos! Sabe que en lo temporal y en lo espiritual nos estás sometido ( Scire te volumnus quod in spiritualibus et temporalibus nobis subes ); tú no tienes la facultad de conceder beneficios y prebendas ... Nos declaramos que las concesiones hechas por tu mano son inválidas ... Consideramos hereje a quien crea lo contrario”. La respuesta de Felipe “a Bonifacio, que se presenta como Papa” decía entre otras cosas “Tu suma necedad debe saber que nos no estamos sometidos a nadie en lo temporal ; quien crea lo contrario, lo tenemos por necio y por loco”. De inmediato puso en vigor la prohibición de exportar dinero y prohibió a los clérigos franceses que fuesen a Roma al concilio convocado por el Papa.

El 10 de abril de 1302 Felipe reunió los Estados Generales (compuestos por la nobleza, el clero y los ciudadanos) en la catedral de Notre Dame y, con la ayuda de sus propios juristas y de miembros de la familia Colonna que formaban ahora parte de su corte, levantó gravísimas acusaciones contra Bonifacio, que incluían simonía, nepotismo, sodomía y otras cosas por el estilo. Los obispos presentes no se atrevieron a replicar, y acabaron aceptando escribirle al papa en los términos que el rey quería, con gran disgusto de Bonifacio que los fustigó acerbamente, “haciendo uso al mismo tiempo, según su costumbre, de no pocas expresiones ofensivas para el orgullo de los eclesiásticos franceses”. .

De todos modos, el Papa, aunque firme en sus pretensiones, adoptó en plan de jurista un tono más conciliador: “Cuarenta años nos hemos ocupado del derecho, y aún no hemos hallado nunca que Dios estableciera dos poderes. No pretendemos tocar la jurisdicción del rey, pero el rey, como cualquier otro cristiano, no puede tampoco negar que nos está sometido en lo que respecta a los pecados”. Pero ya era tarde.

Cuando 4 arzobispos, 35 obispos, 6 abades y varios doctores franceses concurrieron a Roma al concilio convocado para el 30 de octubre, el rey procedió a confiscar sus propiedades. Es en estas circunstancias que el papa Bonifacio publicó la famosa bula Unam Sanctam el 18 de noviembre de 1302.

Este documento produjo aún mayor enojo en el rey, quien sostuvo que “aquel ladrón y asesino, ese hereje y el peor de todos los simoníacos, a quien el mundo acusa de los más horrendos crímenes” no podía constituirse a sí mismo como soberano y juez de la humanidad. El 12 de marzo de 1303 el jurista y reciente canciller Guillermo de Nogaret reiteró las acusaciones contra Bonifacio ante el Consejo de Estado, las que fueron reiteradas con renovada ferocidad por Guillermo de Plasián el 13 de junio: “Bonifacio no cree en la inmortalidad del alma; ha declarado públicamente que preferiría ser un perro, un asno u otro irracional antes que un francés; que no cree en la transubstanciación sacramental y durante la misa vuelve la espalda al altar; tiene un diablo a su servicio que lo aconseja en todas las cosas; trata con hechiceros; hace colocar en las iglesias estatuas de plata con su efigie e induce así a la idolatría a los feligreses; comete simonía; hace asesinar clérigos en su presencia; come carne en los días de vigilia; asesinó a su predecesor Celestino; tiene la culpa de que se haya perdido la Tierra Santa; por todas estas razones es enemigo del rey de Francia, modelo para todos los creyentes, sostén de la cristiandad...”

Friedrich Gontard, Historia de los Papas. Regentes entre el cielo y el infierno. Trad. J. Rovira Armengol. Buenos Aires: Compañía General Fabril Editora, 1961; 1:474).

Por supuesto, había patente exageración tanto en la exaltación de Felipe como en la degradación de Bonifacio. Sin embargo, muchas de las acusaciones no eran infundadas. La simonía y el nepotismo del papa eran bien conocidos, así como su refinada crueldad contra sus enemigos. Y Bonifacio era muy poco prudente en sus comentarios, que eran cuidadosamente registrados por los cronistas; en una ocasión dijo que tenía tantas esperanzas en la vida de ultratumba como el pollo que estaba servido en la mesa; en otra que ir a la cama con una muchacha o un joven era tan inocuo como lavarse las manos.

Mientras Guillermo de Plasián encendía el Consejo de Estado, Guillermo de Nogaret, “Sciarra” Colonna y otros aliados italianos se hallaban en Italia conspirando contra el Papa, quien a la sazón se hallaba en su ciudad natal de Anagni. En agosto, Bonifacio negó bajo solemne juramento las acusaciones publicadas contra él en París, al tiempo que tomaba una serie de medidas disciplinarias contra los franceses, como la exclusión de las elecciones de cuerpos eclesiásticos, la reserva para la sede de Roma todos los beneficios vacantes en Francia y el rechazo de la apelación a un concilio general que no fuese convocado por él mismo. Además amenazó a Felipe con los máximos castigos eclesiásticos a menos que se arrepintiese. En realidad, tenía ya redactada la bula Super Petri solio en la cual excomulgaba al rey francés y liberaba a sus súbditos de toda obediencia al monarca. La bula llevaba la fecha 8 de setiembre de 1303, pero jamás llegó a promulgarse.

El 7 de setiembre de 1303 , al grito de “¡Abajo Bonifacio! ¡Viva el rey de Francia!”, los conspiradores entraron en la ciudad y, sin hallar resistencia más resistencia que la opuesta por los sobrinos de Bonifacio, penetraron en el palacio papal. Hallaron a Bonifacio de pie ante el altar, con su espléndido atuendo y su doble corona, con una cruz y las llaves en sus manos. Poco antes había dicho: “Ya que soy traicionado como el Salvador, y mi fin se aproximal, al menos moriré como Papa.” Evidentemente, entre los muchos defectos del octogenario papa, no se hallaba la cobardía. Nogaret impidió que Colonna matase allí mismo a Bonifacio, ya que tenía órdenes de llevarlo vivo a Lyon.

Sin embargo, tal orden nunca se cumplió, porque los ciudadanos de Anagni, aunque tarde, reaccionaron y expulsaron a los conspiradores, quienes debieron retirarse además por la cercanía de las tropas de los Orsini, fieles a Bonifacio. El papa fue conducido a Roma, pero el episodio había minado las pocas energías que le restaban, y salvo una procesión hacia san Pedro al día siguiente a su retorno, ya no salió de su palacio de Letrán. Murió menos de dos meses después, el 11 de octubre de 1303.

Así acabó sus días el hombre que proclamó como de absoluta necesidad para la salvación que todo se humano le estuviese sujeto. Se había cumplido la profecía de Pedro de Morone: Entró como un zorro, reinó como un león, y murió como un perro.

Como dice la Catholic Encyclopedia:
“Aunque ciertamente uno de los más notables pontífices que jamás ocuparan el trono papal, Bonifacio VIII fue también uno de los más desafortunados. Su pontificado marca en la historia la decadencia de la gloria y poder medievales del papado.”

“La memoria de Bonifacio, curiosamente, ha sufrido mayorente por dos grandes poetas, voceros de un catolicismo ultraespiritual e imposible, Fray Jacopone da Todi y Dante [Alighieri]. El primero fue el «tonto sublime» del amor espiritual, autor del Stabat Mater y principal cantor de los «Espirituales» o franciscanos extremos, puestro en prisión por Bonifacio [por haberse aliado con los Colonna] a quien por tanto satirizó en el vernáculo popular y musical de la península. El segundo era un guibelino, es decir, un antagonista político del papa guelfo a quien, además, atribuía todos sus infortunios personales y a quien por tanto arrastró al tribunal de su propia justicia, pero en conmovedoras líneas de inmortal invectiva cuya maligna belleza siempre turbarán el juicio del lector.”

Thomas Oestrich, Pope Boniface VIII, en The Catholic Encyclopedia (1907), vol. 2.

Bendiciones en Cristo,

Jetonius

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¡Sola Gracia,
Sola Fe,
Solo Cristo,
Sola Biblia,
Sólo a Dios la Gloria!
 
Hola amigos: La Bula 'Unam sanctam' del 18/Nov/1302 sigue teniendo penosamente tanta actualidad como la tuvo en aquel tiempo. Me refiero al aspecto de la relación de estado-iglesia. ¿Me dejan que cite un pasaje? "Hay dos espadas: la espiritual y la temporal. Una y otra espada, pues, está en la potestad de la Iglesia, la espiritual y la material. Ésta ha de esgrimirse en favor de la Iglesia; aquélla por la Iglesia misma... Pero es menester que la espada (segunda) esté bajo la espada (primera) y que la autoridad temporal se someta a la espiritual" (Dz 469). Este es un asunto del que deberíamos discutir más abundantemente. Hemos vuelto al oscurantismo medieval de creer que el poder político puede servirse de la religión para sanear los males de la sociedad, cuando en verdad los hechos históricos prueban que los resultados han sido lo contrario. Se pisotean los derechos de conciencia, y las minorías sufren los abusos de aquellos que creen tener la verdad. La religión oficial es impuesta a la fuerza en contra de quienes defienden los derechos de adorar según su albedrío. ¡Y HOY ESTAMOS CORRIENDO ESE RIESGO! ¡EL ESPÍRITU DE LA BULA AUN SUBSISTE! En las naciones fundamentalistas (islámicas) esto es un pensamiento natural (imponer la religión por la fuerza), pero en los estados más democratizados no se ha decidido en favor de la separación de la iglesia-estado. Pensemos en EE. UU. donde George Bush parece más el 'pastor' que 'presidente' de esa nación. ¿A dónde conducirá esto? Pues creo que se cumplirán las profecías de Apocalipsis acerca de la crisis a que llegarán los hombres en los últimos días. No me acusen de 'fundamentalista', sino apenas de lector e intérprete de los libros de Daniel y Apocalipsis. Nuestro 'Foro' intenta reflejar estos pensamientos. Están invitados a discutir estas mis ideas. Su servidor, Gustavo
'Foro de estudio de Daniel y Apocalipsis'
 
Hola Gustavo.


Me gustó tu aportación.


Bienvenido al foro y que Dios haga resplandecer Su rostro sobre tí.


Maripaz
 
Originalmente enviado por gus42mnes:
Hola amigos: La Bula 'Unam sanctam' del 18/Nov/1302 sigue teniendo penosamente tanta actualidad como la tuvo en aquel tiempo. Me refiero al aspecto de la relación de estado-iglesia. ¿Me dejan que cite un pasaje? "Hay dos espadas: la espiritual y la temporal. Una y otra espada, pues, está en la potestad de la Iglesia, la espiritual y la material. Ésta ha de esgrimirse en favor de la Iglesia; aquélla por la Iglesia misma... Pero es menester que la espada (segunda) esté bajo la espada (primera) y que la autoridad temporal se someta a la espiritual" (Dz 469). Este es un asunto del que deberíamos discutir más abundantemente. Hemos vuelto al oscurantismo medieval de creer que el poder político puede servirse de la religión para sanear los males de la sociedad, cuando en verdad los hechos históricos prueban que los resultados han sido lo contrario. Se pisotean los derechos de conciencia, y las minorías sufren los abusos de aquellos que creen tener la verdad. La religión oficial es impuesta a la fuerza en contra de quienes defienden los derechos de adorar según su albedrío. ¡Y HOY ESTAMOS CORRIENDO ESE RIESGO! ¡EL ESPÍRITU DE LA BULA AUN SUBSISTE! En las naciones fundamentalistas (islámicas) esto es un pensamiento natural (imponer la religión por la fuerza), pero en los estados más democratizados no se ha decidido en favor de la separación de la iglesia-estado. Pensemos en EE. UU. donde George Bush parece más el 'pastor' que 'presidente' de esa nación. ¿A dónde conducirá esto? Pues creo que se cumplirán las profecías de Apocalipsis acerca de la crisis a que llegarán los hombres en los últimos días. No me acusen de 'fundamentalista', sino apenas de lector e intérprete de los libros de Daniel y Apocalipsis. Nuestro 'Foro' intenta reflejar estos pensamientos. Están invitados a discutir estas mis ideas. Su servidor, Gustavo
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Estimado Gus:

Concuerdo contigo en que las ideas que se expresan en la bula Unam Sanctam subsisten hasta hoy. En realidad en ciertas naciones islámicas la autoridad política es a la vez la autoridad religiosa.

Sin embargo, disiento contigo en el ejemplo de George Bush. En los EE.UU. no hay una religión del estado, y la secularización de la cultura ha llegado al extremo de que se prohíbe la oración en las escuelas, o llevar una Biblia.

Es cierto que el presidente Bush no oculta su profesión cristiana, pero creo que ello es consistente con la libertad de religión.

Bendiciones en Cristo,

Jetonius

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Teniendo en cuenta los relatos históricos aportados por Jetonius, cuya exactitud no puedo garantizar,
parecería ser que la motivación de la Bula fué únicamente política, con la finalidad de obtener el sometimiento de los príncipes al poder temporal del Papa.

Pues bien, en este caso, la declaración papal carecería de infalibilidad,

¡¡¡ pues la política no es una cuestión de fé ni de moral, como es bien conocido por todos !!!
 
Originalmente enviado por Juan_Manuel:
Teniendo en cuenta los relatos históricos aportados por Jetonius, cuya exactitud no puedo garantizar,
parecería ser que la motivación de la Bula fué únicamente política, con la finalidad de obtener el sometimiento de los príncipes al poder temporal del Papa.

Pues bien, en este caso, la declaración papal carecería de infalibilidad,

¡¡¡ pues la política no es una cuestión de fé ni de moral, como es bien conocido por todos !!!


JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA
Qué manera Juan Manuel Houdini!!!! El gran escapista!!!!
Ya lo saben, Juan Manuel ha decretado, al mejor estilo del papa, que la bula carecía de infalibilidad!!!! (claro, porque ahora le conviene).
Por cierto, Juan Manuel, qué tiene que ver la "motivación" con la infalibilidad???
JEJEJEJEJEJEJEJEJEJE

Por cierto que es evidente que la bula no es política (la salvación no es asunto político), aunque claro, las motivaciones de estas cosas son políticas, como siempre en el Vaticano, usan la religión para obtener poder, como las idulgencias, etc. Pero que la bula es un asunto de fe, CLARO QUE LO ES!!!

Jetonius:
Excelente aporte, como siempre. Gracias. DTB
 
Originalmente enviado por Juan_Manuel:
Teniendo en cuenta los relatos históricos aportados por Jetonius, cuya exactitud no puedo garantizar,

Nadie le ha pedido que los garantice. Puede leer las referencias bibliográficas que se citan, a las cuales agregaría la obra de E.R. Chamberlin, Los malos papas.
Trad. Justo G. Beramendi. Barcelona: Aymá, 1972, pp. 87-134.

parecería ser que la motivación de la Bula fué únicamente política, con la finalidad de obtener el sometimiento de los príncipes al poder temporal del Papa.

Por cierto que la motivación fue, hasta donde puede saberse, política y económica. Sin embargo, Bonifacio no hacía sino llevar a su lógica conclusión la doctrina del papado en las líneas trazadas por Inocencio III.

Pues bien, en este caso, la declaración papal carecería de infalibilidad,

¡¡¡ pues la política no es una cuestión de fé ni de moral, como es bien conocido por todos !!!

Buen intento...

He aquí la definición dogmática de la Iglesia de Roma


Concilio Vaticano I
Sesión IV del 18 de julio de 1870
Constitución Dogmática sobre la Iglesia de Cristo
Cap. 4 Del magisterio infalible del Romano Pontífice
(Denzinger # 1838-1840; negritas añadidas)

"[Definición de la infalibilidad] Mas como quiera que en esta misma edad en que más que nunca se requiere la eficacia saludable del cargo apostólico, se hallan no pocos que se oponen a su autoridad, creemos ser absolutamente necesario afirmar solemnemente la prerrogativa que el Unigénito Hijo de Dios se dignó juntar con el supremo deber pastoral.

Así, pues, nos, siguiendo la tradición recogida fielmente desde el principio de la fe cristiana, para gloria de Dios Salvador nuestro, para exaltación de la fe católica y salvación de lso pueblos cristianos, con aprobación del sagrado Concilio, enseñamos y definimos ser dogma divinamente revelado:

Que el Romano Pontífice cuando habla ex cathedra -esto es, cuando cumpliendo con su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, define por su suprema autoridad apostólica que una doctrina sobre la fe y costumbres debe ser sostenida por la Iglesia universal- , por la asistencia divina que le fue prometida en la persona del bienaventurado Pedro, goza de aquella infalibilidad de que el Redentor divino quiso que estuviera provista su Iglesia en al definición de la doctrina sobre la fe y las costumbres; y por tanto, que las definiciones del Romano Pontífice son irreformables por sí mismas y no por el consentimiento de la Iglesia.

Y si alguno tuviere la osadía, lo que Dios no permita, de contradecir a esta nuestra definición, sea anatema."


Como verá, en la definición no se dice nada en lo más mínimo sobre las motivaciones que pueda tener el papa, ni tampoco sobre la validez de su fundamentación.

Lo que se tiene por infalible es la definición en sí.

Dado que la Bula Unam Sanctam fue dirigida a la Iglesia universal, que el papa se expresó como maestro supremo poniendo en juego toda su presunta autoridad apostólica, y taxativamente definió lo que había de ser creído y obedecido como absolutamente necesario para la salvación (por tanto acerca de fe y costumbres), su motivación no afecta para nada, en ningún sentido, su carácter infalible según los mismos criterios romanos.

La realidad a veces es dura, pero...

Bendiciones en Cristo,

Jetonius

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Jetonius:

La materia de la Bula es lo que cuestiono,
y la materia depende de la motivación,
por supuesto.

El "sometimiento al poder temporal del Papa",
NO ES MATERIA DE FE NI DE COSTUMBRES.

ES UNA MATERIA POLITICA, JUSTAMENTE PORQUE SU MOTIVACION FUE POLITICA y ECONOMICA.

Y por esto mismo, no entró en juego en la Bula el carisma de Infalibilidad papal.

Porque como dice el Vaticano I, el Papa goza de la infalibilidad que le fué dada a la Iglesia por Cristo, y el mismo Cristo dijo:

"Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.

Y la Iglesia, como ud. bien sabe, no recibió de Cristo NINGUNA POTESTAD POLITICA.

Bendiciones.
 
Nuevamente Jetonius dando clases de catolicismo a los católicos, :D :D :D


Juan Manuel dice:
"El "sometimiento al poder temporal del Papa",
NO ES MATERIA DE FE NI DE COSTUMBRES."

Yo le pregunto, ¿do you speak spanish?
La bula dice "Además declaramos, proclamamos y definimos que es absolutamente necesario para la salvación de toda criatura humana estar sujeta al Romano Pontífice."
Si algo "absolutamente necesario para la salvación" no es un asunto de fe ni de costumbres, no sé que lo podrá ser!
O ya está tan mezclado el poder político con el religioso en el Vaticano que no se pueden diferenciar?
 
Una parte del lo citado por Jetonius dice así:

La refutación más palmaria de semejante limitación (que sea sólo asunto religioso)está dada por el propio texto,
en el desarrollo de la teoría de las dos espadas y la potestad suprema del papa tanto sobre asuntos temporales como espirituales.

O sea, este autor citado por Jetonius está diciendo lo que yo digo:

La Bula pretende definir un poder a la vez espiritual y temporal del Papa.

Entonces, me dá la razón cuando digo que en el terreno temporal o político, en el cual la Iglesia no tiene poder dado por Cristo, el Papa NO PUEDE SER INFALIBLE.

De manera que la Bula es infalible SOLO EN TERRENO RELIGIOSO.

Pero aún así, TAMPOCO lo es en un sentido absoluto, como tampoco lo es la conocida frase "fuera de la Iglesia no hay salvación", (que se debe entender en sentido positivo, como que toda la Gracia y la Salvación proviene de Cristo por su Cuerpo, la Iglesia)
porque el Magisterio del Concilio Vaticano II ,
que DEROGÓ TODA DOCTRINA ANTERIOR CONTRARIA,

ADMITE LA SALVACIÓN DE LOS NO CATÓLICOS, E INCLUSO DE TODOS LOS HOMBRES, SEGÚN CAMINOS QUE SÓLO DIOS CONOCE.
 
Originalmente enviado por haaz:
Nuevamente Jetonius dando clases de catolicismo a los católicos, :D :D :D


Juan Manuel dice:
"El "sometimiento al poder temporal del Papa",
NO ES MATERIA DE FE NI DE COSTUMBRES."

Yo le pregunto, ¿do you speak spanish?
La bula dice "Además declaramos, proclamamos y definimos que es absolutamente necesario para la salvación de toda criatura humana estar sujeta al Romano Pontífice."
Si algo "absolutamente necesario para la salvación" no es un asunto de fe ni de costumbres, no sé que lo podrá ser!
O ya está tan mezclado el poder político con el religioso en el Vaticano que no se pueden diferenciar?


Hola Haaz...

Me sacaste las palabras de la boca. La definición dogmática impone la sumisión al papa como una condición indispensable para la salvación.

Hay que estar muy desesperado para obstinarse en reconocer algo tan transparentemente obvio.

Aprovecho para insistir que lo que la Iglesia católica considera infalible es la definición ex cathedra misma, que es irreformable en sí y no por el consentimiento de la Iglesia. Las motivaciones y fundamentos no se consideran dotadas de infalibilidad, aunque estos últimos se invoquen para justificar la definición.

Cualquier católico honesto tiene dos opciones válidas:

1. Aceptar lo que Bonifacio enseñó ex cathedra.

2. Rechazar lo que Bonifacio enseñó ex cathedra

Si hace lo primero, entonces estará forzado a rechazar lo enseñado por el Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica. Como estos documentos no contienen definiciones ex cathedra, según la misma doctrina católica del Magisterio, es lo que corresponde hacer. En este caso, por supuesto, los "hermanos separados" no pueden salvarse y el diálogo ecuménico propuesto por Roma es superfluo, pues a los perdidos hay que evangelizarlos, no recibirlos como hermanos.

Si se rechaza la definición, en favor del Vaticano II y el Catecismo, se puede hablar de "hermanos separados" y promover el diálogo, pero quien tal cosa haga incurre ipso facto en el anatema del Concilio Vaticano I contra quienes rechazan el dogma de la infalibilidad pontficia.

Por supuesto, hay una tercera opción, la del avestruz:

Ignorar la Bula, y seguir como si nunca se hubiese escrito.

Bendiciones en Cristo,

Jetonius

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