Yo he vivido esta prueba de tener que entregarle un hijo a Dios. No del mismo modo que Abraham, pero similar.
Hubo un tiempo, que no había día en que no viniese a mi mente que uno de mis hijos, el primogénito, iba a morir. Llegó un momento que ya era a diario este pensamiento.
Cuando oraba, entendía que Dios quería que aprovechase esa situación para dar testimonio de la promesa de la resurrección, y mostrando a la gente mi confianza en la misma mostrando conformidad, paz, y ATENTOS: ALEGRÍA.
Yo esto no lo podía aceptar, iba más allá de mi capacidad. Pero un día y otro, y otro, y otro... me era mostrado que DIOS LO RECLAMABA ASÍ.
¿Saben cuando terminó Y POR SIEMPRE?... cuando en oración, en plena comunión, le dije: HÁGASE TU VOLUNTAD. TE LO ENTREGO, ES MI PRIMOGÉNITO Y TE LO CONSAGRO A TI, ES TUYO, HAZ LO QUE CONSIERES NECESARIO.
Y se acabó, nunca más he vuelto a tener esos pensamientos, ni para con mi primogénito, ni para ninguno.
