Claro.
La mujer, que es el Israel espiritual, o la iglesia, o la comunidad de creyentes, está asentada sobre la luna que es símbolo de la
sumisión a Dios (es decir, Islam).
Es símbolo de sumisión porque el Sol es Dios, y el ser humano un pobre mortal que solo refleja su luz, como la luna que no tiene luz propia.
La mujer no está humillando a la luna, sino asentándose sobre ella.
A los creyentes los reviste el Sol de la justicia y gracia de Dios, pero los pies se asientan en el reconocimiento de su infinita dependencia de esa gracia.
De hecho, explica la misma visión a la que te refieres que, para salvarla del dragón la mujer huye
al desierto y ahí es alimentada por
1260 días proféticos (años). Estos 1260 años (en años de calendario islámico) es
justamente lo que duró la dispensación islámica, desde la Hégira hasta la aparición del Báb que anunció su fin y la inminente llegada de Baháulláh. El Israel de Dios, después de la corrupción que sufrió el cristianismo, y habiéndose asentado un Papado persecutor, es llevado las desérticas tierras del Islam (Arabia, Norte de África, Irán) en donde es preservada la adoración de un solo Dios, sin imágenes ante las cuales postrarse, sin sacramentos, sin clero. Un Israel espiritual donde María es amada, pero no se interpone en la adoración a Dios. Un Israel donde florece la ciencia, el arte, y un grado de tolerancia que no se veía en Europa.
Presento abajo el texto de la visión, y también una ilustración sobre la mujer de esta visión.
Apareció en el cielo una señal maravillosa: una mujer revestida del sol, con la luna debajo de sus pies y con una corona de doce estrellas en la cabeza. Estaba encinta y gritaba por los dolores y angustias del parto. Y apareció en el cielo otra señal: un enorme dragón de color rojo encendido que tenía siete cabezas y diez cuernos, y una diadema en cada cabeza. Con la cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. Cuando la mujer estaba a punto de dar a luz, el dragón se plantó delante de ella para devorar a su hijo tan pronto como naciera. Ella dio a luz un hijo varón que «gobernará a todas las naciones con puño de hierro». Pero su hijo fue arrebatado y llevado hasta Dios, que está en su trono. Y la mujer huyó al desierto, a un lugar que Dios le había preparado para que allí la sustentaran durante mil doscientos sesenta días (Ap 12:1-6)
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