Cito el siguiente artículo desde: https://semperreformandaperu.org/2017/06/07/la-teologia-del-dia-de-reposo-por-joel-beeke/
La Teologia del Dia de Reposo, por Joel Beeke
Isaías concluye con el anuncio de la promesa de cielos nuevos y tierra nueva para el pueblo de Dios:
En esta nueva creación, el trabajo del pueblo de Dios será completamente redimido de maldición:
Este nuevo orden de creación permanecerá como la consumación de la promesa de redención. No sólo el trabajo del pueblo de Dios ha de ser totalmente redimido de maldición; el sabbat también llegará a ser día universal para la adoración de Jehová. Tal es la promesa de Dios: “Porque como los cielos nuevos y la nueva tierra que yo hago permanecerán delante de mí, dice Jehová, así permanecerá vuestra descendencia y vuestro nombre. Y de mes en mes, y de día de reposo en día de reposo, vendrán todos a adorar delante de mí, dijo Jehová” (Is. 66:22–23).
En resumen, el sabbat permanece como una institución tan antigua como la propia creación. Pertenece al orden de las cosas como eran al principio, antes de la caída del hombre en el pecado. Es tan universal como cualquier otra ordenanza de la creación, teniendo promesa de bendición para toda la humanidad. La promesa de redención y su cumplimiento sólo añaden a la significación del sabbat como día para ser observado por los redimidos del Señor. El día de reposo es un signo de la promesa de redención, tanto en su cumplimiento presente como en la consumación que aún está por llegar. Es el día de Dios, un día santo –un día para que santifiquen los cristianos–.
Cristo y el sabbat
El sabbat es tan característico del paisaje del Nuevo Testamento como del Antiguo. La cuestión del día de reposo y cómo había de ser guardado era un campo de batalla visitado con frecuencia en la guerra de Cristo contra los fariseos. Tan intensa era su oposición a las ideas de los fariseos de la observancia del día de reposo, que muchos han concluido que Cristo se opuso al propio sabbat y, por tanto, se opondría a cualquier continuación de la observancia del sabbat entre sus seguidores.
Tal conclusión ignora o entra en conflicto con tres hechos clave de los escritos evangélicos. En primer lugar, el propio Cristo guardó el sabbat fielmente (véase Lucas 4:16). En segundo lugar, Cristo declaró que no había venido a abrogar o abolir el sabbat (véase Mt. 5:17). En tercer lugar, Cristo reclamó el sabbat como suyo, como ya hemos visto: “El Hijo del hombre es Señor del día de reposo”.
El conflicto de Cristo con los fariseos debe ser visto, por tanto, como una campaña no para abrogar, sino más bien para reclamar y restaurar la institución bíblica del día de reposo. En consecuencia, Cristo acogió el día de reposo y lo reclamó como suyo. Además, declaró que Él personalmente cumpliría la promesa del sabbat en las vidas de sus discípulos: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mt. 11:28–29). Incluso aquí Cristo hace sonar una nota de oposición a los fariseos y a su “yugo” de prescripciones y prohibiciones tradicionales respecto al día de reposo. Pedro se refirió a este yugo declarando que era uno que “ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar” (Hechos 15:10). Cristo ofrece un yugo muy diferente y dice: “Mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mt. 11:30). Tomar el yugo de Cristo es hacerse su discípulo, al igual que tomar el de los fariseos era hacerse el suyo. A quienes abrazan a Cristo con verdadera fe, Él promete descanso en cumplimiento de la redención, en agudo contraste con la negación del mismo a los israelitas incrédulos y desobedientes (Sal. 95:10–11).
Este descanso consiste en poner fin al trabajo infructífero de buscar ser justificado por las obras de la ley. Cristo también levanta de nuestras espaldas la carga de todos nuestros pecados. Pero esto no es todo, pues está la promesa de que ha de venir más cuando nos hayamos librado de “este cuerpo de muerte” (Ro. 7:24): “Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos porque sus obras con ellos siguen” (Ap. 14:13). Con esto en mente, el apóstol recuerda a los creyentes “la promesa de entrar en su reposo” y añade esta exhortación, que envuelve un profundo juego de palabras: “Procuremos, pues, entrar en aquel reposo” (Heb. 4:1, 11).
El cristiano y el sabbat
¿Cómo deberían los seguidores de Cristo santificar el día de reposo en nuestros días? Muchos escritores han ofrecido respuestas a esta pregunta. Para el propósito presente, sin embargo, preferimos señalar tres ricas fuentes que sirvan como guía: el propio cuarto mandamiento, el profeta Isaías y las enseñanzas y ejemplo de Jesucristo nuestro Señor.
El cuarto mandamiento en sus dos formas canónicas (Ex. 20:8–11 y Dt. 5:12–15) proporciona mucha instrucción. En primer lugar, debemos dejar a un lado nuestras tareas y ocupaciones diarias. Debemos hacerlo individualmente, como familias, como congregaciones y como comunidades. En segundo lugar, debemos dirigir nuestras mentes y corazones a los grandes temas de la Sagrada Escritura: las maravillosas obras de Dios como Creador, Redentor y Santificador. En tercer lugar, debemos involucrarnos en aquellas actividades que obtienen, aumentan y expresan conocimiento de la santidad de Dios y nuestra propia santidad en Cristo. “Acuérdate del día de reposo para
santificarlo”.
El profeta Isaías vivió en una época muy similar a la nuestra, un tiempo de prosperidad y abundancia general. Tiene una palabra clara que decir sobre los peligros de tal abundancia, en la forma de la “cultura del ocio” que la prosperidad hace posible:
Aquí el profeta extiende la prohibición de involucrarnos en labores, incluyendo la búsqueda de nuestras propias recreaciones personales y actividades de ocio. Incluso las palabras que hablamos han de ser reguladas por el mandamiento. A cambio, el profeta promete una maravillosa clase de libertad espiritual y disfrute de Dios: “Entonces te deleitarás en Jehová”.
Finalmente, debemos considerar las enseñanzas y ejemplo del Señor Jesucristo. Él selló el día con un indeleble carácter cristiano cuando dijo: “El Hijo del hombre es Señor del día de reposo”. De aquí en adelante, sólo era correcto hablar del sabbat
cristiano. Reclamó el día como una institución ideada para el bien y bendición de la humanidad cuando recordó a los fariseos que “el día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo” (Mr. 2:27). Nos enseñó, de este modo, a no entorpecer el día con normas que van en contra de las necesidades humanas básicas. Además, insistió en que “es lícito hacer el bien” (Mt. 12:12 y Lc. 6:9) en el día de reposo. Aquí ordena obras de misericordia y compasión hechas en su nombre y por amor a Él.
Del ejemplo de Cristo, aprendemos a asistir con diligencia a la Iglesia de Dios, reuniéndonos el día de reposo para oír la Palabra de Dios (Lucas 4:16). Es, asimismo, un día en que los ministros de la Palabra han de dedicarse a enseñar y predicar (Lucas 4:31). Es un día para hacer bien a los demás miembros de la familia de la fe (Lucas 4:38, 39), y ofrecer y recibir la gracia de la hospitalidad cristiana (Lucas 14:1) como parte de la comunión de los santos apropiada para el día (véase también Lucas 24:29, 42).
Conclusión.
Los días de reposo han de ser los grandes días para la manifestación y disfrute de la gracia de Dios revelada en el evangelio –gracia que abre nuestros ojos ciegos, reprende en nosotros la fiebre del pecado, nos libera de nuestra penosa servidumbre, triunfa sobre el diablo y sus huestes, restaura lo que el pecado ha estropeado, y sana toda enfermedad de nuestros corazones y mentes–. Puede decirse con justicia que todo lo que Cristo hizo en el sabbat estaba destinado a esta única cosa: revelar y proclamar la gracia de Dios a los pecadores.
Concluimos, por tanto, que omitir o descuidar la santificación del día de reposo cristiano es desobedecer a Dios, romper la fe con el Señor Jesús y privarnos de gran bendición. Asimismo, guardar el sabbat como debiera guardarse, conforme a la enseñanza y ejemplo de nuestro Señor, es buena parte del vivir para la gloria de Dios, y es nada menos que “empezar en esta vida el sabbat eterno” (Catecismo de Heidelberg, Pregunta 103).