No Natanel, nunca fue competencia. Solo quería probar un punto. Y es que la tesis de "Dios me habla y yo escucho" es muy propia de los años 80's y 90's pero son reliquias del pasado. Hoy en día es vista con sospecha y cada vez tiene menos peso en el mundo evangélico.
Me enseñaste algo que no esperaba entender del evangelismo y ahora puedo analizarlo con calma.
Pax.
Te lo explico:
Hch 13:1-3: "Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo. Ministrando éstos al Señor, y ayunando, dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado. Entonces, habiendo ayunado y orado, les impusieron las manos y los despidieron."
"DIJO EL ESPÍRITU SANTO"
No se trata de escuchar una voz en el aire para preguntar:
¿Escuchaste lo mismo que yo?
Se trata de consenso unánime en respuesta a las oraciones del pueblo del Señor.
En casos particulares y circunstanciales como por ejemplo:
Hch 16:7: "y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió."
1Ts 2:18: "«por lo cual» quisimos ir a vosotros, yo Pablo ciertamente una y otra vez; pero Satanás nos estorbó."
El período apostólico está marcado por este tipo de señales tanto del cielo como del infierno.
Pero con la muerte de los apóstoles finaliza la revelacion bíblica y el cielo pasa a ser de bronce.
El redimido es consciente en su comunión continua con el Señor de su dependencia absoluta de la gracia de Cristo en uno.
No se trata de la fidelidad a grupos o sistemas religiosos ninguno.
Se trata de lograr que el Señor dirija, controle, todas las áreas de nuestra vida, por encima de los deseos carnales que batallan contra nuestra alma.
Nada de misticismo o rituales, es una comunión real y su voz se escucha a través de la Escritura, de manera que no tenemos excusa de su ausencia.
Somos nosotros los que nos alejamos de su Presencia al poner los ojos en otras cosas que no son Cristo.
Este es el cristianismo genuino, sin engaños ni distracciones.