Re: LA TRINIDAD ES UNA DOCTRINA PAGANA
Para la fortaleza de la juventud
ÉLDER EARL C. TINGEY
de la Presidencia de los Setenta
Las normas de la Iglesia son firmes y verídicas; tienen por objeto la seguridad eterna de ustedes.
Mis queridos hermanos del sacerdocio, ¡qué honor es para mí estar con ustedes esta noche! Cuatro de mis nietos se encuentran en el Centro de Conferencias: Craig, Brent, Kendall y Michael; quiero dirigirme a ellos y a todos los poseedores del Sacerdocio Aarónico e invitar a los demás a que escuchen.
En un mensaje de la Primera Presidencia que se halla en el folleto ’’Para la fortaleza de la juventud, leemos lo siguiente:
“Nuestros amados jóvenes… tenemos plena confianza en ustedes. Ustedes son espíritus escogidos que han nacido en esta época en que las responsabilidades y las oportunidades, al igual que las tentaciones, son sumamente intensas. Están iniciando su jornada por esta vida terrenal; su Padre Celestial desea que vivan felices y desea llevarlos de nuevo a Su presencia. Las decisiones que tomen hoy determinarán mucho de lo que habrá de venir durante su vida y la eternidad”1.
Ustedes viven en un mundo de gran incertidumbre; hay muchas voces a su alrededor, muchos senderos; y no todos conducen a nuestro Padre Celestial. ¿Cómo sabrán a quién deben escuchar y a dónde deben ir?
El profeta Jacob responde a esas preguntas en este versículo: “…el Espíritu habla la verdad, y no miente. Por tanto, habla de las cosas como realmente son, y de las cosas como realmente serán…”2.
Pero ¿cuáles son “las cosas como realmente son” a las que se refiere Jacob? Al hablar de ese tema, el élder Neal A. Maxwell dijo:
“Si no se responde obedientemente a ‘las cosas como realmente son’, surgen los interminables desvíos y las búsquedas infructuosas de otro curso de vida… Un curso de vida que está equivocado ahora no puede ser ni será correcto más adelante…
“El Evangelio del Señor Jesucristo nos ofrece muchas verdades… que realmente hay un Dios viviente; que en verdad hay una Iglesia viviente; que en realidad hay profetas vivientes; que efectivamente hay Escrituras vivientes; y que verdaderamente habrá una resurrección con un juicio”3.
Existen ciertas verdades, ciertas “cosas como realmente son”, que están reforzadas por normas, muchas de las cuales pueden medirse. Veamos varios ejemplos de esto en atletismo.
En la revista Liahona de marzo de 2004, hay una fotografía de Moroni Rubio, de México. Hace dos años, a los dieciséis años, ganó el primer lugar en los Campeonatos Junior Centroamericanos, en los 100 metros planos. Su tiempo récord actual es de 10,46 segundos4. Se le toma el tiempo con un cronómetro que mide su rendimiento.
Un atleta cubano que saltó aproximadamente 2,4 metros tiene el récord mundial de salto alto para los hombres. ¿Pueden imaginar un salto de esa altura? Los que compiten en salto alto brincan por encima de una barra horizontal que descansa en dos postes verticales; esa barra representa una norma, una medida que se debe alcanzar o superar.
Imagínense lo que sería un evento de atletismo en el que no hubiera un cronómetro para tomar el tiempo a los corredores o una barra horizontal para medir la altura de los saltos.
Al igual que en el atletismo, en la vida hay normas, o sea, cierta medida de comportamiento. Existe lo que es correcto y lo que no lo es. Los poseedores del sacerdocio no ejecutamos el salto alto sin una barra horizontal que lo mida.
Lamentablemente, en el mundo de hoy vemos que se quitan las normas tradicionales de moralidad y de conducta. La frase coloquial de actualidad es: “haz lo que quieras”; el mundo contempla las normas morales tradicionales como algo antiguo o pasado de moda.
Nosotros pertenecemos a una Iglesia en la que se espera que obedezcamos las normas. Lo que ha sido malo en el pasado sigue siendo malo actualmente; la Iglesia no modifica las normas de moralidad para adaptarse a las costumbres cambiantes ni a los caprichos de la sociedad en que vivimos.
El presidente Gordon B. Hinckley nos habló de una experiencia que tuvo de muchacho, cuando él y su hermano Sherman se acostaban de noche en la cama de una vieja carreta y contemplaban las estrellas en el cielo; “se turnaban para señalar las más conocidas y seguían la forma de la constelación de la Osa Menor para encontrar la Estrella Polar”. El presidente Hinckley dice que esa estrella lo fascinaba, pues fuera cual fuera la rotación de la tierra su posición en el cielo nunca variaba. Él comentó: “La reconocía como una constante en medio de los cambios; era algo con lo que siempre se podía contar, algo de lo que se podía depender, como un ancla en lo que parecía ser un firmamento inestable y de continuo movimiento”5.
Después de mencionar la posición firme y constante de la Estrella Polar, un escritor relató, como contraste, lo que le pasó a un niño que se perdió mientras estaba en un campamento. Cuando su padre por fin lo encontró, le preguntó si se había acordado de fijarse en algo del paisaje que estuviera siempre a la vista, puesto que eso le habría ayudado a mantenerse en la misma dirección. El niño le dijo: “Sí, me fijé.
“¿Y en qué te fijaste”, le preguntó el padre.
“En aquel conejo que está allá”, respondió el niño6.
Jóvenes del Sacerdocio Aarónico, fijen la mirada en las inalterables normas del Evangelio y no en un movedizo conejo.
En el folleto Para la fortaleza de la juventud, las normas siguientes son, entre otras, como una Estrella Polar para ustedes: elijan amigos que sigan normas elevadas; no desfiguren su cuerpo con tatuajes ni perforaciones (body piercing); eviten la pornografía; no escuchen música que contenga lenguaje grosero; no usen expresiones obscenas ni profanas; salgan sólo con miembros del sexo opuesto que tengan normas elevadas; manténganse sexualmente puros; arrepiéntanse cuando sea necesario; sean honrados; guarden el día de reposo; paguen el diezmo y obedezcan la Palabra de Sabiduría7.
Hace doce años, en uno de los países de África, teníamos miembros fieles de la Iglesia que habían pasado varios años reuniéndose en sus propias casas. Yo viajé a ese país con el propósito de solicitar permiso del gobierno para llevar misioneros y establecer la Iglesia. Me reuní con un alto ministro religioso del gobierno, que me concedió veinte minutos para explicar nuestros puntos de vista.
Cuando terminé, me dijo: “En lo que me ha dicho no veo nada que sea diferente de lo que actualmente tenemos a disposición en nuestra nación. No veo ninguna razón para aprobar su solicitud de traer misioneros a nuestro país”.
Y con eso, se puso de pie para acompañarme hasta la salida. Me dio pánico. Había fracasado y al cabo de un minuto se daría por terminada la audiencia. ¿Qué podía hacer? Ofrecí una oración silenciosa.
Entonces tuve una idea inspirada y le dije al ministro: “Señor, si me concede cinco minutos más, me gustaría exponerle otra idea. Después me marcharé”. Él accedió cortésmente.
Saqué la billetera y extraje este pequeño folleto Para la fortaleza de la juventud, que siempre he llevado conmigo.
Luego le dije: “Este es un pequeño folleto de normas que damos a todos los jóvenes de nuestra Iglesia”.
A continuación le leí algunas de las normas que he mencionado esta noche. Cuando terminé, me preguntó: “¿Quiere usted decir que esperan que la juventud de su Iglesia cumpla esas normas?”.
“Sí”, le respondí. “Y lo hacen”.
“Eso es extraordinario”, me dijo. “¿Podría enviarme algunos de esos folletos para distribuirlos entre los jóvenes de mi iglesia?”
Le contesté que sí. Y lo hice.
Varios meses después recibimos la aprobación oficial del gobierno de aquel país para ir a establecer la Iglesia.
Jóvenes, esas normas que tienen el privilegio de seguir son en verdad una perla de gran precio. El mundo no las comprende; pero muchas personas buenas las buscan. Y ustedes las poseen.
El profeta José Smith recibió una revelación que señala la forma en que podemos saber hoy qué voces debemos escuchar, qué normas debemos seguir. En esa revelación se menciona que en nuestra época, o sea, en esta generación, serían tiempos en que los hombres verían “una plaga arrasadora” y “una enfermedad desoladora [que cubriría] la tierra”8.
A continuación, el Señor dio la norma de seguridad que protegerá a los seguidores fieles, diciendo: “Pero mis discípulos estarán en lugares santos y no serán movidos”9.
Los hermanos de la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce Apóstoles son discípulos que están en lugares santos; a ellos, los tiempos cambiantes no los mueven ni los desvían de aquello que se ha establecido como verdad en todas las generaciones anteriores. Las normas de la Iglesia son firmes y verídicas; tienen por objeto la seguridad eterna de ustedes. Cuando se comprometen a cumplirlas, se les evalúa de acuerdo con normas cuyo valor ha puesto a prueba el tiempo y que han sido aprobadas por Dios.
Mis nietos y mis queridos hermanos del Sacerdocio Aarónico, ustedes están en una carrera que dura toda la vida. No es una breve carrera de velocidad; es más bien como una maratón.
Se les examinará y se les pondrá a prueba según las normas establecidas por Dios. El Espíritu los guiará para ayudarles a saber qué hacer.
Somos casi la única organización que tiene normas establecidas y probadas por el tiempo; casi todas las demás han sucumbido a las costumbres mundanas. ¡Cuán bendecidos somos de tener profetas vivientes!
Que sean bendecidos al guardar las normas de la Iglesia.
En el nombre de Jesucristo. Amén.
Y hablas de poligamia. tu tas loco.
Las 33 mujeres secretas de José Smith
por Joel B. Groat
Todd Compton, In Sacred Loneliness: The Plural Wives of Joseph Smith [En soledad sagrada: Las esposas plurales de José Smith], Signature Books, 1997, 788 páginas, ISBN, 1-56085-085-X.
El asunto de la poligamia de José Smith, fundador del mormonismo (conocido oficialmente como La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días) tiende polarizar a los que se meten con él. Y en verdad, es difícil quedarse neutral cuando se enfrenta uno con los hechos. Un estudio histórico revela lo siguiente:
* José Smith tomó por lo menos a treinta mujeres como esposas
* Tuvo relaciones físicas con muchas de ellas
* Hizo todo lo posible para ocultar esto de su primera esposa Emma
El libro de Todd Compton, titulado, In Sacred Loneliness: The Plural Wives of Joseph Smith [En soledad sagrada: Las esposas plurales de José Smith], es un trabajo que carece del sensacionalismo que tanto caracteriza muchas obras acerca de este tópico. El propósito de la obra es de iluminar con la verdad y la razón este infame segmento de la historia mormona.
Para poder entender la poligamia de José Smith, hay que ponerlo dentro de su contexto histórico. Esto lo hace Compton, un mormón dedicado quien afirma que José Smith fue profeta verdadero. Él trata con respeto el gran tesoro de fuentes históricos que utiliza y ha producido una obra bien documentada. Como resultado ya no hay excusa para los que querrán defender o acusar a Smith a base de evidencia incompleta.
Poniendo a la poligamia en su contexto
El libro, En soledad sagrado, ubica la poligamia mormona en su lugar debido, y donde mejor se entiende — dentro del contexto de las vidas de los hombres y mujeres que la vivieron en el siglo 19. Para lograr esto, Compton provee un vistazo a la práctica de la poligamia del punto de vista de cada uno de las mujeres que llegaron a ser esposas de José Smith. También incluye las reacciones de las familiares de estas mujeres. Él devota un capítulo entero a cada mujer, y comienza el relato antes de su nacimiento, incluyendo en la narrativa su niñez, sus familiares, y las reacciones de la mujer y su familia cuando José le convide ser su esposa y vivir "el principio" — un termino para la poligamia usado por los mormones fieles.
Dado que la mayoría de los mormones y sus vecinos no-mormones consideraban a la poligamia algo inmoral, el hecho de que José Smith lo practicaba en secreto produjo unas reacciones muy fuertes. Por ejemplo, el autor provee la siguiente respuesta de Benjamin Johnson cuando Smith le pidió su hermana, Almera. Smith dijo que Dios le estaba mandando que tomara aun más esposas.
Benjamin expresó su reacción:
Sus palabras me asombraron, y por poco me quitan el aliento — me senté por un rato y quede estupefacto, y casi listo de reventarme de emoción … En casi un agonía de sentimiento … le mire directamente a la cara, y dije: ‘Hermano José, esto es algo que nunca anticipé y que no comprendo ? tu sabes si esto es correcto. Yo no. Yo quiero hacer tal como me dices, y bien trataré. Pero, si en cualquier tiempo llego a saber que has hecho esto para deshonrar y seducir a mi hermana, te mataré tan seguro como viva el Señor’" (pág., 296).
Convencidos de que José era profeta, Benjamin y Almera se consintieron al matrimonio, y en abril del 1843 Almera se hizo esposa numero 21 de José Smith. José tenía 38 años y Almera los 30 en ese entonces. Benjamin provee detalles de la ceremonia que muy pocas veces fueron grabadas, y el escribe, que después de la ceremonia, "el profeta me pidió que llevara mi hermana a que ocupara el Cuarto no. 10 en la Casa mansión de José durante su tiempo en la ciudad." Más tarde en su narrativa Benjamin escribió, que tres semanas después de que él [Benjamin] y Almera regresaron a casa, "El profeta otra vez vino y estando en mi casa, ocupó el mismo dormitorio y la misma cama con mi hermana, que él había ocupado un mes anterior con la hija del ya difunto Obispo Partridge como esposa" (págs. 297-298).2 No se sabe si esto se refiere a Emily Dow Partridge quien tenía 19 años, o a su hermana Eliza Marie Partridge de 22 años, pues José había tomado a ambas como esposas plurales los días 4 y 8 de marzo, respectivamente. Inicialmente, ninguna de las dos sabían que José se había casado con su hermana, pues todo esto lo hacía José Smith secretamente. Daremos una mirada más detallada a los matrimonios plurales de Smith con estas dos muchachas más tarde en este artículo, ya que estos tienen muchas características en común con muchos de los otros matrimonios clandestinos de José Smith.
La obra de Compton demuestra imparcialidad, precisión y sobre todo balance. No se deja llevar por los aspectos sensacionales de la poligamia de José — como, por ejemplo, el hecho de que once de sus esposas tenían menos de 20 años. Pero Compton también rehúsa ignorar o ocultar los hechos, tan inquietantes que sean. Sus observaciones e interpretaciones del material asumen que José Smith era profeta, pero no procura evitar el material histórico que pone en duda el carácter de Smith. En su comentario, el autor provee entendimiento y perspectiva que ayuda a que sus lectores hagan sus propias conclusiones.
Compton emplea citas extensas tomadas de cartas, revistas, diarios, recuerdo familiares, y documentos legales, todas para cumplir con su meta de hacer vivir a cada mujer, "dando al lector una muestra de la manera en que ella hablaba, pensaba, sentía y creía, evocando humor y la humanidad de cada uno, algo que muchas veces es ignorado por una historia académico o sobre-idealizado" (pág. xii). Estas fuentes de información permitan que el lector sigue la vida de cada mujer hasta el punto de y al pasar por medio del trauma del asesinato de Smith, y también los cambios en su vida por ser viuda, y la difícil migración a la valle de Salt Lake que muchas hicieron. Para la mayoría de estas mujeres, la poligamia sería un constante modo de vivir, ya que muchas de ellas se hicieron esposas plurales de otros líderes mormones como Brigham Young y Heber C. Kimball.
La historia rodeada por lo secreto
Mientras Compton nos lleva tras las vidas de cada mujer, su tesis emerge con notable claridad. Por un lado, estas mujeres reverenciaron la poligamia como una obligación sagrada, pero por otro lado lucharon con el desanimo y la soledad que tanto resultaba. El autor admite que difícil es su tarea de presentar un retrato completo y correcto, diciendo, "Como la poligamia inicial fue secreta y no oficialmente documentada, hay muchas inseguridades en aun una descripción conservadora y cuidadosamente documentada de la familia extendida de Smith" (pág. ix). El caso del matrimonio de José con Sarah Ann Whitley que tenia apenas 17 años, es buen ejemplo del secreto en extremo que rodeaba la poligamia de Smith. Pero también muestra la maestría de Compton en usar el record histórico para reconstruir los eventos en cuestión.
En la primavera del 1842 José Smith fue en privado a su buen amigo Newell K. Whitney, un hombre quien Smith había puesto como Obispo Presidente. A este hombre y su esposa, Smith presentó su doctrina de matrimonio plural. Después de esto, Smith, ya de 36 años, les explicó que Dios le había mandado a que casase con su hija mayor, Sara, la cual tenia 17 años. José produjo una revelación que prometía salvación eterna para Newell y su esposa si obedecen este nuevo mandamiento. La revelación decía:
De cierto, así dice el Señor a mi siervo N. K. Whitney, la cosa que mi siervo José les ha hecho saber a ti y a tu familia, y del que se han puesto de acuerdo está correcto en mis ojos y os será galardonados sobre vuestras cabezas con honor, inmortalidad y vida eterna para toda su casa" (pág. 348).
La revelación continuó con las palabras para la ceremonia, incluyendo la siguiente proclamación, "Ahora pues, doy a ti, Sarah A. Whitney, mi hija, a José Smith, para ser su esposa, para observar todos los derechos entre ambos que pertenecen a esa condición."
Compton comenta:
Esto fue un matrimonio para el tiempo y la eternidad. Las referencias a un "posterioridad" y los "derechos" de matrimonio sugieren que el matrimonio tendría una dimensión física, consistente con la evidencia para los otros matrimonios de José.
Curiosamente, aunque el padre de Sarah había autorizado su matrimonio con el profeta, José percibió que Horacio (el hermano mayor de Sarah) estaría opuesto a ello, así que [José] lo mandó al este para cumplir una misión: ‘Pero José temió revelar lo (su matrimonio a Sarah Ann), creyendo que los hermanos Higbee amargarían a Horacio en contra suya, pues ya habían causado problemas serios, y por está razón el [José] favorecía la idea de que fuera al Este.’ Esta es una referencia importante, ya que demuestra que Smith podría usar los llamamientos a una misión para los varones de la familia para así quitar la posibilidad de oposición a sus matrimonios plurales (p. 349).
Como un mes más tarde, Smith escribió una carta a los Whitneys pidiendo que les viniera a visitar en secreto y traer a su hija, pero también precaucionó:
la única cosa en que hay que tener cuidado es el de saber cuando viene Emma (la primera esposa de Smith) pues entonces no puedes estar seguro, pero cuando no está ella, entonces hay perfecta seguridad …
Solamente cuídense de escapar observación, tanto sea posible, yo se que es un esfuerzo heroico; pero tanto la mayor amistad, y la mayor alegría, cuando os veo, les diré todas mis planes, pero no puedo escribirlas en papel, queman esta carta tan pronto la lean; mantengan a todo trancado dentro de sus pechos, en esto mi vida depende .… Concluyo a mi carta, pienso que Emma (su esposa) no vendrá esta noche si no viene ella, no fallen en venir esta noche, les os subscribo su obediente, cariñoso compañero y amigo, José Smith (p. 350).
Observa Compton, "La atmósfera clandestina de esta carta es típica de la poligamia de Nauvoo" (Nauvoo, Illinois, era la ciudad donde vivía José Smith y sus seguidores).
Unos nueve meses después José arregló una boda fingida, en el cual él ofició para casar a Sarah Ann y José Kingsbury para ocultar su propia relación polígama con ella (p. 351). Compton escribe:
Historiadores de poligamia bien recordarán a Sarah Ann Whitney Smith, Kingbury Kimball como un participante en la única bien documentada boda "fingida" que orquestó José Smith para ocultar su propio matrimonio polígamo — un interesante ejemplo de lo extremo a que iría Smith para preservar lo clandestino del matrimonio plural. Su sellamiento [el de Sarah] a Smith tiene significado también en que demuestra un matrimonio dinástico clásico entre Smith y una familia importante de la iglesia, un matrimonio que aseguraba para los Whitneys bendiciones eternas y una conexión importante al profeta mormón en esta vida (p. 362).
Motivos mixtos
Si hay algún aspecto del trabajo de Compton que no satisface, sería la facilidad con que atribuye principalmente una motivación social a los matrimonios plurales de Smith y la manera en que evite el asunto de indecencia sexual. En los casos de Sarah Ann Whitney (17 anos) y Helen Mar Kimball (14 años), donde Smith buscó las hijas de los primeros líderes de la iglesia mormona, Compton rápidamente identifica un interés dinástica por parte de José. En otras palabras, José busca establecer una relación profunda y perdurable con los parientes y unirlos a si mismo. Casarse con su hija joven, es el medio de conseguir ese fin (pp. 497, 500). Mientras Compton presenta algo de evidencia que los padres entendieron este aspecto dinástico y hasta apreciaron una relación más personal con el profeta como resultado, existe poca evidencia que sugiere que los padres entendieron esto como el fin de José en vez de un resultado natural del matrimonio entre José y su hija. Además, hay otra evidencia que indica en contra de una motivación dinástica, pues Compton afirma que "no hay evidencia en otro lugar que Smith se casó solamente por eternidad, sin incluir el tiempo presente (p. 500)3 En su favor, Compton no elimina como motivo de José Smith el deseo sexual. Después de revisar los datos respeto a las edades de sus esposas plurales de Smith, Compton reconoce que:
Estos datos sugieren que una atracción sexual formó parte importante de la motivación para la poligamia de Smith. De hecho, el mandato de multiplicar y llenar la tierra fue parte de la teología de la poligamia, así que un matrimonio no-sexual por lo general no fue parte del programa poligamista tal como lo enseño Smith (pp 11-12).
Todo esto revela un imagen de José Smith, muy distinto a lo que es presentado a los adeptos de la iglesia mormona. Y en algunas partes hasta se ha comenzado negar que José Smith practicó la poligamia. Esto ocurre especialmente en países donde no hablan inglés y donde no tienen acceso a la documentación histórica. Pero la evidencia es abundante y es clara — José Smith utilizó su posición e influencia como profeta para casarse clandestinamente con mujeres jovenes y disfrutar de relaciones sexuales con ellas, haciendo todo lo posible para ocultarlo de su primera esposa. ¿Acción de un verdadero profeta de Dios?