Los judíos después de Moisés, habían cambiado la ley en mentira, como dicen los profetas Jeremías, Isaías y otros profetas. Entonces, muchos de esos preceptos sólo eran preceptos de hombres. Entonces, no eran mandamientos del Señor, pues Jesucristo los dejó anulados. Y esos mandamientos de muerte y de esclavitud que Jesucristo anuló son los que no generaron vida eterna a nadie.
Pero los mandamientos de Jesucristo vinieron a restablecer los verdaderos mandamientos que había recibido el pueblo en tiempos de Moisés. Y eso verdaderos mandamientos que había recibido el pueblo en tiempos de Moisés, eran mandamientos vida, y cuando Jesucristo los restableció así dijo:
"si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos"
Entonces, los mandamientos de vida que Jesucristo nos enseña en el Evangelio, son los verdaderos mandamientos de vida que recibió el pueblo en tiempos de Moisés.
Entonces, los mandamientos de muerte son los preceptos de los hombres escritos en el Antiguo Testamento que mandaban penas de muerte, guerras y esclavitud y que Jesucristo anuló Entonces, los cristianos nos encontramos ahora con dos leyes muy diferentes:
Una son todos los preceptos de los hombres escritos en el Antiguo Testamento que Jesucristo anuló cuando predicó el Evangelio.
Y la otra Ley son los verdaderos mandamientos de Dios que fueron dados al pueblo en tiempos de Moisés y que Jesucristo volvió a enseñarlos perfectamente cuando predicó el Evangelio. Por eso, Jesucristo cuando predicó el Evangelio dijo:
Mateo
"No penséis que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolir, sino a dar a conocer plenamente".
Tengo la esperanza de que algún día puedas salir de tu confusión judaizante y dejes de llamar leyes de Dios a las leyes del Antiguo Testamento que Jesucristo anuló.
La sangre de Jesucristo y su dolor cuando fue crucificado y su enseñanza del Evangelio nos limpió de toda confusión de las leyes del Antiguo Testamento que estaban cargadas de preceptos de hombres y que Jesucristo anuló. Y esto es lo que nos limpió de toda confusión (pecado), pues Jesucristo vino a enseñarnos los verdaderos mandamientos de Dios, y esta purificación salvó a sus hijos del infierno que vivían los hombres antes de Jesucristo.
Jesucristo nos perdonó de nuestros pecados, pero también nos libró de todas las leyes judías que sólo eran preceptos de hombres y mantenían al pueblo en el infierno de la confusión. Jesucristo anuló las penas de muerte, las guerras, los genocidios y los sacrificios porque aquellas leyes escritas en el Antiguo Testamento sólo eran peceptos de hombres que mantenían a los pueblos en el infierno de las leyes de muerte. Leyes de muerte que Jesucristo anuló porque sólo eran preceptos de hombres.
El verdadero código mosaico es el verdadero código de Dios, y esto es lo que Jesucristo vino a enseñar cuando predicó el Evangelio. Pero el código del Antiguo Testamento judío no es el verdadero código mosaico, pues los escribas después de Moisés lo habían cambiado en mentira (Jeremías 8) y por eso Jesucristo lo anuló, pues Jesucristo no vino a anular la Ley de Dios dada Moisés, pues lo que Jesucristo anuló del Antiguo Testamento sólo eran preceptos de hombres que se habían escrito en el Antiguo Testamento por los escribas que después de Moisés cambiaron la Ley:
Jeremías
"...mi pueblo no conoce el juicio de Yavé. ¿Cómo decís: Nosotros somos sabios, y la ley de Yavé está con nosotros? Ciertamente la ha cambiado en mentira la pluma mentirosa de los escribas"
Ezequiel
"Así ha dicho Yavé el Señor: Esta es Jerusalén; la puse en medio de las naciones y de las tierras alrededor de ella. Y ella cambió mis decretos y mis ordenanzas en impiedad más que las naciones, y más que las tierras que están alrededor de ella; porque desecharon mis decretos y mis mandamientos, y no anduvieron en ellos".
Isaías
"Y la tierra se contaminó bajo sus moradores; porque traspasaron las leyes, cambiaron los mandamientos, quebrantaron el pacto sempiterno"
Jesucristo
"Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo:
Este pueblo de labios me honra;
Mas su corazón está lejos de mí.
Pues en vano me honran,
Enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres".
No creo que tu orgullo acepte lo que te estoy diciendo, pero ésta es la verdad y es mi obligación enseñártela.