LA INFALIBILIDAD PAPAL

Tobi:
Ahora solo nos falta que nos pongas tu foto junto a Ratzinguer.

Luis:
No, yo soy muy feo y si pongo a Ratzinger en el foro lo mismo le da un pasmo a Ermitaño, :D


Tobi:
He aqui el perfil que muestras Luis:
"Casi siempre la agresividad y la violencia nacen de la debilidad y de la impotencia, la violencia no procede tanto de un duro temperamento, fuerte y seguro, como de la debilidad, la inseguridad y la frustración".

Luis:
Madre mía que día llevo de pañuelo.
Ya sólo queda que venga una gitanilla a leerme la mano y Rappel a echarme las cartas del Tarot
:burla:


Tobi:
Cada cual es como es, ¿no Luis?

Luis:
Yooooooooooooooo
soy rebelde porque el mundo me ha hecho asíiiiiiiiiiiiiiiiii
porque nadie me ha querido con amooooooooooooooor

:angel:
 
Re: Impresionante documento

Re: Impresionante documento

Originalmente enviado por: ermitaño
Necesito tiempo para "metabolizarlo" en toda su extensión, pero me parece muy, muy interesante. Entonces, Tobi, ¿fue aquí donde se produjo lo que después se llamó "católicos viejos"? Creí por un momento que el obispo Strossmayer, pero por la nota biográfica que transcribes, veo que acabó volviendo al "redil". Si tienes más información sobre los católicos viejos, te agradecería lo aportaras al foro. Muchas gracias, Tobi.



Paz y bien.

Por el momento, eso es lo que he podido averiguar respecto a los Viejos católicos:

La declaración de Utrecht,
1889
de los viejos obispos católicos
de los Países Bajos, de la Alemania y de Suiza
Adherimos fielmente a la regla de la fe colocada por St. Vincent de Lerins en estos términos: " teneamus de la identificación, ubique del quod, semper del quod, creditum omnibus est del ab del quod; catholicum hoc del proprieque del vere del etenim del est." Por esta razón preservamos en profesar la fe de la iglesia primitiva, según lo formulada en los símbolos ecuménicos y especificada exacto por las decisiones unánimemente validadas de los consejos ecuménicos sostenidos en la iglesia sin repartir de los primeros mil años.
Por lo tanto rechazamos los decretos del consejo supuesto del Vatican, que fueron promulgados 18 de julio de 1870, referente el infallibility y al Episcopate universal del obispo de Roma, los decretos que están en la contradicción con la fe de la iglesia antigua, y que destruyen su constitución canónica antigua atribuyendo al papa el plentitude de potencias eclesiásticas sobre todas las diócesis y excedente todo el fiel. Por la negación de esta jurisdicción primatial no deseamos negar el primacy histórico que varios consejos y padres ecuménicos de la iglesia antigua han atribuido al obispo de Roma reconociéndolo mientras que el Primus inter pela.
También rechazamos el dogma del concepto inmaculado promulgado por Pius IX de 1854 en el desafío del Scriptures santo y en la contradicción a la tradición de los siglos.
En cuanto al otro Encyclicals publicó por los obispos de Roma en épocas recientes por ejemplo, el fidei de los toros Unigenitus y de Auctorem, y el programa de 1864, los rechazamos en todas las puntas tales como están en la contradicción con la doctrina de la iglesia primitiva, y no las reconocemos como atando en las conciencias del fiel. También renovamos las protestas antiguas de la iglesia católica de Holanda contra los errores del Curia romano, y contra sus ataques sobre las derechas de iglesias nacionales.
Rechazamos validar los decretos del consejo de Trent en materias de la disciplina, y en cuanto a las decisiones dogmáticas de ese consejo las validamos solamente en cuanto están en armonía con la enseñanza de la iglesia primitiva.
Considerando que el Eucharist santo ha sido siempre la punta central verdadera de la adoración católica, la consideramos la nuestra derecha de declarar que mantenemos con fidelidad perfecta la doctrina católica antigua referente al sacramento del altar, creyendo que recibimos el cuerpo y la sangre de nuestro salvador Jesús Cristo bajo especie del pan y del vino. La celebración de Eucharistic en la iglesia es ni una repetición continua ni una renovación del sacrificio expiatorio que Jesús ofreció de una vez por todas sobre la cruz: pero es un sacrificio porque es el commemoration perpetuo del sacrificio ofrecido sobre la cruz, y es el acto por el cual representamos sobre la tierra y se apropia a nosotros mismos de el que está que ofrece que Jesús Cristo hace en cielo, según el Epistle a los hebreos 9:11-12, para la salvación de la humanidad redimida, apareciendo para nosotros en la presencia del dios (Heb. 9:24). El carácter del Eucharist santo que es entendido así, es, en el mismo tiempo, un banquete sacrificatorio, por medio de el cual el fieles en la recepción del cuerpo y de la sangre de nuestro salvador, entran en el communion el uno con el otro (corazón de I. 10:17).
Esperamos que los teólogos católicos, en mantener la fe de la iglesia sin repartir, tengan éxito en establecer un acuerdo sobre las preguntas que han sido controverted desde entonces las divisiones que se presentaron entre las iglesias. Suplicamos a sacerdotes bajo nuestra jurisdicción que enseñen, predicando y por la instrucción de los jóvenes, especialmente las verdades cristianas esenciales profesadas por todos los confessions cristianos, para evitar, en discutir controverted doctrinas, cualquier violación de la verdad o de la caridad, y en palabra y hecho para fijar un ejemplo a los miembros.
Manteniendo y profesando fielmente la doctrina de Jesús Cristo, rechazando admitir esos errores que por el incidente de hombres se han arrastrado en la iglesia católica, poniendo a un lado los abusos en materias eclesiásticas, junto con worldly las tendencias de la jerarquía, creemos que podremos combatir eficaz los grandes males de nuestro día, que son unbelief e indiferencia en materias de la religión. (sic)


Utrecht, el 24 de septiembre de 1889
Heykamp
Rinkel
Diependaal
Reinkens
Herzog

Por otra parte también ignoro que ha sido de estas iglesias y si aun perduran. Por lo visto en Polonía habian tambien iglesias de Viejos Catolicos que tampoco tenían comunión con la Vaticana, y lo mismo en los EEUU de América del N. Ahora bien, los primeros es dudoso que lo fueran a causa del C. Vaticano I. Los segundos es más probable, pero no poseo datos al respecto.

Un abrazo en Cristo, ermitaño.
 
Uy, rechazan el concepto inmaculado
:D

Impresionante
 
MUCHAS GRACIAS

MUCHAS GRACIAS

¡MUCHAS GRACIAS!

GRACIAS A LA COMPAÑIA CATOLICA ROMANA POR SU INFORMACION TAN COMPLETA AQUI EXPUESTA, HACE QUE MI ENTENDIMIENTO ACERCA DE SU INSTITUCION, SE COMPLEMENTE CADA VEZ MAS Y DÉ POR TERMINADO MI CONCLUSION ACERCA DE LO ERRADA QUE SON SUS "ENSEÑANZAS", AUNQUE SÉ QUE HAY ALGUNO QUE OTRO MIEMBRO SINCERO DENTRO DE DICHA INSTITUCION, ESO ME ANIMA AUN MAS PARA SEGUIR ORANDO AL SEÑOR PARA QUE SALGAN DE ELLA Y RESCATARLES DE LAS LLAMAS.

"4 Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas; 5 porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades." (APOCALIPSIS 18)

DIOS LES BENDIGA
:angel:
Siervo Fiel
 
Originalmente enviado por: Luis Fernando
Uy, rechazan el concepto inmaculado
:D

Impresionante

¡A si! ¿Por qué?
¿No será `por falta de tragaderas?

Para todos:
Observese la última frase de esta aportación:

Manteniendo y profesando fielmente la doctrina de Jesús Cristo, rechazando admitir esos errores que por el incidente de hombres se han arrastrado en la iglesia católica, poniendo a un lado los abusos en materias eclesiásticas, junto con worldly las tendencias de la jerarquía, creemos que podremos combatir eficaz los grandes males de nuestro día, que son unbelief e indiferencia en materias de la religión. (sic)

Han puesto el dedo en la nafra. Los abusos, innegables, han producido lo que se vive actualmente. España es un ejemplo vivo de esta realidad.
Pero, cuidado, tampoco nosotros los cristianos, estamos libres de este peligro.
¡No otra cabeza en las iglesias que la de Cristo! ¡No otra autoridad que la suya!
Bendiciones.
 
A mi lo que me extraña…

A mi lo que me extraña…

Me extraña mucho que tardasen tanto en darse cuenta de la infalibilidad papal.

Supongo que un anilisis detallado de la ICR, les hizo ver que, si tenían tantas cosas de que autorreformarse, tantas cosas por las que pedir perdón, tantas novedades que añadir en los últimos 15 años, fue a causa de no haber hecho caso a los papas que habían tenido, así que supongo yo se dijeron:

– "oye tú Pachi, si hacemos caso a nuestro infalible papa se acabó esto de ir rectificando cual veleta, nuestra dirección"

– "Cierto es ¿como hemos tardado tantos siglos en darnos cuenta!?

– No si saber se sabía, lo que ahora en perspectiva, lo interpretamos mejor, eso de que el tronco no nos dejaba ver el bosque…


A lo cual surge una pregunta:

¿Cuando la ICR tenía 3 (tres) papas, tenía una infabilidad trinitaria?

¿Era una unión de hecho de de cohecho?

Una iglesia con 4 (Cuatro) cabezas es un monstruo de la época de Hercules?

¿Come mucho?
 
De nuevo la consabida falacia. El lloron con falta de pañuelos (siempre los anda buscando) nos endilga comentarios de autores romanistas sobre el discurso de Strossmeyer. (No me merecen confianza) ¿Pero, donde esta el discurso?
Si el aportado por mi es falso, ¿donde estará el auténtico?

Lo que sigue tampoco es para llorones. Es para personas que hayan aprendido a pensar por cuenta propia. "Personas libres y de buenas costumbres".
Demos por hecho que el discurso que transcribi no fués escrito por Strossmeyer. Ante eso hay dos posibilidades:

La primera que sea una invención del que lo divulgo.

La segunda es que quien lo divulgo fuese fiel a las palabras y pensar de Strossmeyer. (¿Por qué no?)

Ahora voy a añadir una cuarta cuestión.
Repasen lo escrito y díganme si hay algo que sea contrario a la historia de la doctrina emanada por los tres primeros Concilios de las Iglesias cristianas, incluyendo al de Jerusalen.
Sea o no de Strosmayer, no hay duda de que quien lo escribió sabia tanto de teología como de historia cristiana.
¿No será por ello que aparecieron los berridos de protesta de aquellos que se ven denunciados por añadir una doctrina no apostólica en una Institución que se autocualifica de cristiana?
(Perdón, berridos y lloros)

Por último, sería mas edificante que nuestro plañidero de dedicase a aportarnos cuestiones de edificación cristiana que no condenas y mas condenas contra aquellos que viven al margen de su Institución. Para lo primero solo usa el cub paste ese, (perfectamente amañado) para lo segundo opiniones condenatorias como portavoz (y mas alta que las de ellos) de aquellos que en vez de convencer siempre han deseado imponer.
Vade retro......
 
Pobre Papa

Pobre Papa

Como al Papa se le estan yendo todas las ovejas no tiene mas remedio que volverse manso, en actitud contraria a la historica y despiada posicion de casi todos los Papas. Si los Papas son los vicarios de Cristo en la tierra y son infalible ¿Porque Juan Pablo II esta pidiendo perdon por los errores del pasado? ¿Acaso sus antecesores los tuvieron?

Quisiera preguntar algo mas. Segun se, ademas los papas, tambien sus cardenales o como se les llamen a sus achichincles mas cercanos son infalibles, segun se le en el articulo Iglesia Catolica de la enciclopedia hispanica. Ahora bien, la historia refuta esta teoria. ¿Algun catolico a oido hablar de Octaviano, conde de Tusculum o mejor conocido como Juan XII? Vaya que si el conclave "rego la sopa". Y mas aun, vaya que ese Papa tuvo sus "pequeños" deslices.
 
DOCTRINAS CATÓLICAS Y SU CORRESPONDENCIA BÍBLICA

Infalibilidad Papal. Quién, Cuándo y Porqué se promulgó

¿ El apóstol Pedro era infalible... ?

por Daniel Sapia



¿Qué humano no desea tener poder ilimitado? ¿Qué humano no desea que sus disposiciones no sean discutidas, sino aprobadas sin posibilidad de cuestionamiento? Cuando deseamos cambiar la realidad, esto es imprescindible para darle credibilidad a nuestros intereses.
Alguien" infalible" es necesario para fundamentar la divinidad de las "Tradiciones".


De acuerdo a la doctrina Católica, el Papa es infalible en materia de doctrina y fe.

"Para mantener a la Iglesia en la pureza de la fe transmitida por los apóstoles, Cristo, que es la Verdad, quiso conferir a su Iglesia una participación en su propia infalibilidad. Por medio del "sentido sobrenatural de la fe", el Pueblo de Dios "se une indefectiblemente a la fe", bajo la guía del Magisterio vivo de la Iglesia" # 889

"El oficio pastoral del Magisterio está dirigido, así, a velar para que el Pueblo de Dios permanezca en la verdad que libera. Para cumplir este servicio, Cristo ha dotado a los pastores con el carisma de infalibilidad en materia de fe y de costumbres..." # 890

"El Romano Pontífice, Cabeza del Colegio episcopal, goza de esta infalibilidad en virtud de su ministerio cuando, como Pastor y Maestro supremo de todos los fieles que confirma en la fe a sus hermanos, proclama por un acto definitivo la doctrina en cuestiones de fe y moral... Esta infalibilidad abarca todo el depósito de la Revelación divina" # 891



Quién, cuándo y cómo se promulgó


El sucesor del Papa Gregorio XVI (1831-1846) fue Pío IX (1846-1878), quien convocó al Concilio Vaticano I en 1870, donde se aprobó la Doctrina de Infalibilidad.

La doctrina de la "infalibilidad papal" era el sostén final y desesperado que Pío IX esperaba que apoyaría la estructura decrépita del dominio católico romano sobre los gobiernos del mundo y sus ciudadanos. Para establecer este dogma de una vez por todas, el Papa convocó al Concilio Vaticano I, el 8 de diciembre de 1869.

Conociendo la historia de los papas, varios obispos católicos se opusieron a declarar dicha doctrina como dogma en el concilio de 1870. En sus discursos, un gran número de ellos mencionó la aparente contradicción entre semejante doctrina y la conocida inmoralidad de algunos papas o el hecho de que se hayan puesto unos contra otros, en especial el caso del Papa Esteban VII (896-897) que llevó al Papa Formoso (891-896) a juicio en el año 896.

La famosa historia de un Papa llevado a juicio por otro Papa es algo horrendo, mas considerando que ¡el Papa Formoso había muerto hacía ocho meses! Sin embargo, su cadáver fue desenterrado y llevado a juicio por el Papa Esteban VII. El cadáver putrefacto fue situado en un trono. Allí, frente a un grupo de cardenales y obispos lo ataviaron con ricas vestimentas del papado, se puso una corona sobre su calavera y el cetro del Santo Oficio colocado en los cadavéricos dedos de su mano. Mientras se celebraba el juicio, el hedor del muerto inundaba la sala. El Papa Esteban, adelantándose hacia el cadáver, lo interrogó. Claro está que no obtuvo respuesta, y el Papa difunto fue sentenciado como culpable. Entonces, le fueron quitadas las vestimentas papales, le arrebataron la corona y le mutilaron los tres dedos que había utilizado para dar la bendición papal. Luego, ataron el cadáver a una carroza y lo arrastraron por por las calles de la ciudad, lanzando mas tarde el cuerpo al río Tíber. ("La ascensión y la caída de la Iglesia Católico-Romana", pag. 179 - "Italia Medieval", pag. 395)

Antes de que Pio IX abriera el Concilio Vaticano I, el 8 de diciembre de 1869, la oposición a la infalibilidad papal (que ahora todos sabían que el Papa trataba de impulsar a través del Concilio) había aumentado hasta alcanzar proporciones enormes entre los obispos y miembros laicos en general.

Ya no era mas la Edad Media, con documentos falsificados para apuntalar la autoridad papal. Los obispos sabían bien que la infalibilidad papal nunca había sido aceptada por la Iglesia sino que había sido negada frecuentemente. Aceptarla ahora sería ir contra siglos de tradición de la Iglesia así como también de las Escrituras.

Los que estaban a favor de la infalibilidad, cuando comenzó el Concilio, eran una minoría. Sin embargo, tenían un plan concreto de acción para tomar el control de las posiciones claves en la burocracia del Concilio y de los medios noticiosos de la Iglesia. En esto fueron ayudados por el Papa, la mayoría de la curia y los Jesuitas. Para ganar votos, este grupo de presión "no se acobardó de las intrigas, las promesas y las amenazas" (August Bernhard Hasler, How the Pope Became Infallible (Doubleday & Co. Inc., 1981 - Pag. 64).

"Todo está preparado aquí para la proclamación de la infalibilidad", escribió Lord Acton a William E. Gladstone, Primer Ministro de Gran Bretaña, el 24 de noviembre de 1869, dos semanas antes de que el Concilio se convocara formalmente.

El chargé d'affaires inglés a la Santa Sede comentó que las preparaciones para hacer pasar a la fuerza la infalibilidad se habían organizado tan bien que : "...los obispos extranjeros hallaron que era perfectamente imposible expresar libremente sus opiniones. Van a recibir una sorpresa desagradable cuando se vean obligados a sancionar algo que ellos en realidad quieren condenar." (Ibid., pp. 66-67)

Gran parte de lo que sabemos de la siniestra intriga detrás de los bastidores y de la conclusión deshonesta del Concilio Vaticano I es debido a la obra del historiador y erudito suizo August Bernhard Hasler. Durante sus cinco años en el Secretariado para Unidad Cristiana del Vaticano, Hasler tenía acceso a los archivos secretos del Vaticano. De las cosas que se enteró acerca del Concilio Vaticano I fueron tan perturbantes ("Todo el asunto resultó en una clara manipulación del Concilio") que se sintió impulsado a escribir la obra "Cómo el Papa se volvió infalible". Hasler sufrió una "muerte prematura" inmediatamente después que terminara el manuscrito. Por haber escrito la introducción del libro, el teólogo católico Hans Küng fue "despojado de sus privilegios de enseñanza eclesiástica". (August Bernhard Hasler, How the Pope Became Infallible (Doubleday & Co. Inc., 1981 - Pag. 29 y solapa posterior de sobrecubierta).

Los católicos devotos de hoy han creído sinceramente la engañosa impresión de que la declaración de infalibilidad del Concilio Vaticano I representaba la mente y voluntad de los obispos que asistieron. Por el contrario, muchos obispos se opusieron firmemente a afirmar la infalibilidad, tanto debido a fundamentos bíblicos como tradicionales. Algunos salieron en protesta antes de que se llevara a cabo el voto final y solo lo afirmaron mas tarde debido a las amenazas del Vaticano.

El obispo Lecourtier se sintió tan deprimido por el fraude que "arrojó sus documentos conciliares al río Tiber y se fue de Roma...". Por ese acto lo despojaron de su obispado. (Ibid de la introducción, por Hans Küng, pp. 14)

Los obispos asistentes eran virtuales prisioneros. Las visas de salida fueron deliberadamente negadas. Entre los que huyeron de Roma fueron dos obispos armenios, uno de los cuales era Plácido Casangian. Del otro lado de la frontera romana, fuera de la jurisdicción papal, él le escribió al Papa y al Concilio que "bajo la constante amenaza de encarcelamiento y debido a su seria enfermedad, había temido por su vida y pensó que su única seguridad estaba en huir". (Ibid, pp. 97-98)

"No debía haber discusión en pequeños grupos... Los discursos del Concilio no podían imprimirse... A los obispos se les prohibió, bajo pena de pecado mortal, decir cualquier cosa acerca de lo que sucedía en el gran salón del Concilio..." (Ibid., pp. 68-69, 78)

Los católicos sinceros creen que la infalibilidad papal fue pasada desde Pedro a sus sucesores. Pero en realidad, se la impusieron a la Iglesia a la fuerza, porque un grupo de jefes dentro del Vaticano conspiró para impedir la discusión, manipuló fraudulentamente las elecciones, y literalmente intimó a los obispos a votar, de miedo, por una propuesta a la que estos se oponían.

"Las elecciones son deshonestas", fue lo que el arzobispo Georges Darboy anotó en su diario del 20 de diciembre de 1869. Otro obispo se quejó de "la total invalidez de estas elecciones". (Ibid.,71-72)

J. H. Ignaz von Dollinger, historiador y teólogo católico, maestro durante 47 años de teología e historia católica romana, fue excomulgado por haber escrito y publicado, justo antes del Concilio Vaticano I, su obra monumental "El Papa y el Concilio". Su crimen había sido señalar que la pretensión del Papa a la infalibilidad carecía de apoyo tanto en la Escritura como en la Tradición de la Iglesia. Esta obra fue inmediatamente colocada en el índice de lecturas prohibidas.

El obispo Joseph Hefele de Rottenberg, un ex profesor de historia eclesial, dijo al Concilio Vaticano I: "Perdónenme si hablo llanamente. Estoy familiarizado con las antiguas fuentes documentales de la historia y enseñanza de la Iglesia, con los escritos de los Padres, y las actas de los Concilios, de forma que puedo decir... los he tenido en mis manos noche y día. Pero en todos estos documentos jamás he visto la doctrina [de infalibilidad papal de una fuente fidedigna]

El Papa Pío IX fue quien usó el poder de su despótico cargo a fin de forzar a los obispos para que aprobaran un dogma al que la mayoría de ellos se oponía. El obispo Dupanloup anotó el 15 de Abril de 1870, que varios obispos le habían dicho "...preferiría morir antes de ver esto". Algunos obispos "se amargaron de disgusto y aflicción, o cayeron enfermos". Para muchos el Concilio lucía como un juego degradante.

Como hemos notado, muchos miembros abandonaron con disgusto el Concilio antes que finalizara. El 17 de Julio de 1870, el día antes que se votara, 55 obispos que se oponían declararon que "por reverencia al Santo Padre no deseaban tomar parte [en la votación]. Luego se fueron de Roma en señal de protesta". (Ibid., pp. 189)

El obispo Dupanloup escribió en su diario el 28 de Junio de 1870: "No voy a ir mas al Concilio. La violencia, la desvergüenza, además de la falsedad, la vanidad y el continuo mentir, me obligan a mantenerme distanciado".

El 18 de Julio de 1870, el último día del Concilio, solo había 535 votos afirmativos, MENOS DE LA MITAD DE LOS 1.084 miembros originales con derecho a votar. Sin embargo, los periódicos del Vaticano engañosamente lo publicaron como si la aprobación hubiera sido unánime. Mediante amenazas de democión, pérdidas de trabajo y otras presiones, el Papa finalmente se las arregló para obtener la sumisión de la mayoría de los que se oponían.

El 26 de Agosto de 1879, 14 teólogos alemanes declararon: "La libertad de toda suerte de coerción moral y de influencias mediante fuerzas superiores es un sine qua non para todos los Concilios ecuménicos. Dicha libertad estaba ausente en esta reunión..." (Ibid., pp. 136, 143-144)

Esa fue la manera anti-bíblica y escandalosamente deshonesta en que la infalibilidad se convirtió en dogma de la Iglesia Católica Romana. Lamentablemente, muy pocos católicos conocen los hechos.



Algunos ejemplos de "Infalibilidad Papal"

El hecho es que ni en doctrina ni en práctica, han sido los Papas infalibles. Notemos unas cuantas de las cientos de contradicciones que desmienten esta doctrina:

Un ex oficial romano inescrupuloso, Virgilio, como Papa (537-555) se volvió una figura trágica. Cambiaba su criterio sobre doctrina cada vez que el emperador se lo exigía. Finalmente Virgilio fue declarado hereje y fue excomulgado por el Quinto Concilio General (553), convocado en Constantinopla por el emperador Justiniano.

Después de su muerte, el Papa Honorio I (625-687) fue acusado como hereje por el Sexto Concilio Ecuménico (678-687), en el año 680. El Papa León confirmó su condenación. Si los Papas fueran infalibles, ¿cómo puede uno condenar a otro?

El Papa Formoso (891-896) llevado a juicio en el año 896 por el Papa Esteban VII (896-897), ocho meses luego de su muerte (como vimos en detalle anteriormente). Luego, el Papa Esteban VII declaró que todas las ordenaciones de Formoso quedaban sin validez. Formoso había ordenado a muchos sacerdotes y obispos quienes, a su vez, ordenaron a multitudes de otros, quienes también hicieron lo mismo. Por lo tanto, una cuestión insoluble continúa actualmente, respecto a cuáles sacerdotes, obispos, etc., hasta la fecha actual pueden estar en la línea de los que ordenó Formoso y por lo tanto, carecen de la genuina autoridad apostólica.

El duelo fue autorizado por el Papa Eugenio III (1145-1153). Pero mas tarde el Papa Julio II (1509) y Pío IV (1506) lo prohibieron.

En el siglo XI, había tres Papas rivales al mismo tiempo. Todos estos fueron depuestos por el Concilio convocado por el emperador Enrique III. Más tarde, durante el mismo siglo, Clemente III se opuso a Víctor III e incluso a Urbano II ¿Cómo podían ser los Papas infalibles cuando se oponían el uno al otro?

Vino luego el gran caos, en 1378, que duró 50 años, cuando los italianos eligieron a Urbano IV y los cardenales franceses a Clemente VII. Estros Papas se maldijeron año tras año hasta que un concilio depuso a ambos y escogieron a otro.

El Papa Sixto V hizo preparar una versión de La Biblia, la cuál declaró como auténtica y muy fiel; pero dos años mas tarde, Clemente VIII declaró que estaba llena de errores y ordenó hacer otra.

Gregorio I rechazó el título de "Obispo Universal" por considerarlo pagano, profano, supersticioso, orgulloso e inventado por el primer apóstata (Epístola, 5:20-7:33). Aún así, a través de los siglos, otros Papas han reclamado este título. (F. Lacueva, Catolicismo Romano, pp. 36-40)

El Papa Adriano II (867-872) declaró el matrimonio civil como válido, pero el Papa Pío VII (1800-1823) lo condenó como no válido.

Nicolás V (1447-1455) anuló todos los "documentos, procesos, decretos y censuras" originados por Eugenio IV (1431-1447) contra el Concilio de Basilea, para que se considerara como si nunca hubiera existido.

La doctrina favorita de Juan XXII (1316-1334) era que "Cristo y sus apóstoles habían sido hombres de gran riqueza", y así lo declaró en una bula papal, Cum inter nonnulos (1323). El negar ese dogma era herejía castigable con la pena de muerte. Juan XXII demandó a las autoridades que quemaran en la hoguera a los franciscanos (sus rivales) que habían hecho votos de pobreza. Los que rehusaron hacerlo fueron excomulgados. En total, 114 franciscanos fueron entregados a las hogueras de la inquisición. Este dogma, posteriormente, fue repudiado por otros papas.

Este Papa juró que la "Virgen María" se le apareció para presentarle la Gran Promesa: que ella entraría personalmente en el purgatorio el sábado después de sus muertes y llevaría al cielo a todos aquellos que, tras habiendo satisfecho ciertas condiciones, murieron llevando puesto su escapulario marrón. Confiados en este Privilegio Sabatino (sábado), que fue confirmado por otros Papas, incontables millones de católicos romanos desde entonces han usado (y usan) el escapulario marrón de "Nuestra Señora del Monte Carmelo" como su boleto de pasaje al cielo.

Juan XXII fue finalmente denunciado como hereje por el emperador Luis de Bavaria, quien lo depuso y designó a otro Papa en su lugar.



El Concilio de Constanza (1414-1418) depuso a tres papas, cada uno de los cuales reclamaba ser el único verdadero vicario de Cristo, y cada uno había "excomulgado" a los otros dos.

El Papa Eugenio IV (1412-1432) condenó a Juana de Arco a ser quemada por bruja y hereje. Mas tarde, en 1909, Pio X (1903-1914) la declaró santa. ¿Puede esto ser infalibilidad papal?

¿Cómo puede ser un Papa infalible, cuando un gran número de ellos ha negado tal doctrina?
Virgilio Inocencio III (537-555), Clemente IV (1265-1268), Gregorio XI (1370-1378), Adriano VI (1522-1523), Paulo IV (1555-1559) e Inocencio III (1198-1216), todos rechazaron la doctrina de Infalibilidad Papal. (S. Vila, A las fuentes del Cristianismo, pp. 173-180)
¿Podría ser un Papa infalible, y no saberlo? ¡qué inconsistencia!

El Papa Adriano VI afirmó, en 1523: "Queda por encima de toda duda que un Papa puede errar aun en asuntos tocantes a la fe. Él hace esto cuando enseña herejía por juicio o decreto propio. En verdad, muchos pontífices romanos fueron herejes." (Peter de Rosa, Vicars of Christ: The Dark Side of the Papacy, (Crown Publishers, 1988), p. 204.

El Papa Pablo IV, en la Cum ex Apostolatus officio, declaró "por la plenitud del poder papal, que todos los actos de papas herejes quedaban nulos y sin valor". Esta declaración infalible deja en ruinas a la "sucesión apostólica".

El propio Papa Juan Pablo II, ha desautorizado explícitamente a los anteriores "Vicarios de Cristo infalibles", al declarar lo siguiente en la "Constitución Apostólica UNIVERSI DOMINICI GREGIS sobre la vacante de la Sede Apostólica y la Elección del Romano Pontífice" Promulgada el 22 de febrero de 1996:


"PROMULGACIÓN: Por tanto, después de madura reflexión y movido por el ejemplo de mis Predecesores, establezco y prescribo estas normas, determinando que nadie ose impugnar por cualquier causa la presente Constitución y lo que en ella está contenido. Esta debe ser inviolablemente observada por todos, no obstante cualquier disposición al contrario, incluso si es digna de especialísima mención. Que esta surta y alcance sus plenos e íntegros efectos, y sea guía para todos aquellos a quienes se refiere.


Igualmente declaro derogadas, como ha sido establecido mas arriba, todas las Constituciones y los Ordenamientos emanados a este respecto por los Romanos Pontífices, y al mismo tiempo declaro carente de todo valor cuanto se intentara hacer en sentido contrario a esta Constitución por cualquiera, con cualquier autoridad, consciente o inconscientemente.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 22 de febrero, fiesta de la cátedra de San Pedro Apóstol del año 1996, decimoctavo de mi Pontificado."


Juan Pablo II
Siervo del los siervos de Dios para perpetua memoria



¿ Fue infalible el Apóstol Pedro ?

Si las palabras de Cristo en Mateo 16:18 hicieron a Pedro el primer Papa infalible, entonces existe un gran problema.

Las siguientes palabras, de los labios de Pedro, negaron el corazón mismo del evangelio cristiano, declarando que Cristo no necesitaba ir a la cruz:
"Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto [la muerte en la cruz] te acontezca" (v. 22)
El Señor respondió: "¡Quítate de delante de mí, Satanás!" (v. 23)
Aquí estaba la declaración ex cátedra inicial de Pedro a toda la iglesia (que está registrada en La Biblia) sobre fe y moral (trata del medio de salvación), y esto no era infalibilidad, sino herejía.

En el capítulo siguiente, Pedro comete otro grave error, con otro pronunciamiento hereje. Coloca a Cristo en el mismo nivel con Moisés y Elías:
"Señor... si quieres hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías" (Mateo 17:4). Esta vez es Dios mismo que desde el cielo reprende al "nuevo Papa": "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a Él oíd" (v. 5)

Más tarde, temiendo por su vida, Pedro niega con juramento y maldiciones que conocía a Cristo. De nuevo una declaración sobre "fe y moral", a toda la iglesia, al negar a Cristo mismo.


Aun si los papas fuesen sus sucesores, Pedro difícilmente podría pasar a ellos una infalibilidad que él mismo obviamente no poseía.

Hans Küng, un destacado teólogo católico actual, recientemente destacó que: "El principal texto de prueba citado en el Concilio Vaticano I a favor de la infalibilidad papal, Lucas 22:32 ("pero yo he rogado por ti, para que tu fe no falte") jamás fue usado siquiera por los canonistas medievales para documentar este dogma, incorrectamente hecho. En este pasaje, Jesús no promete a Pedro libertad de error sino gracia para perseverar en la fe hasta el fin." (August Bernhard Hasler, How the Pope became infallible, 1981, p.8 en la introducción)



La naturaleza anti-bíblica del cargo papal le da al hombre que lo ocupa un poder aun mayor que el de un tirano político. Y tanto la oportunidad como la tentación de abusarlo se aumenta inmensurablemente cuando el hombre se considera infalible, algo que ningún gobernante civil se atrevería a reclamar hoy.

Para poder ver el efecto devastador de atribuir semejante autoridad suprema a un mero hombre, solo se necesita observar la reacción servil de los que tienen la fortuna suficiente de conocer al Papa en persona, de estrecharle la mano o de tocarlo. Puede observarse el desbordante entusiasmo de las decenas de miles de personas que se reúnen cuando el Papa hace acto de presencia personal. En el servil reconocimiento de la infalibilidad hay una identificación indeseable de los fieles católicos romanos con el poder papal. Es una identificación que engendra, aún entre los miembros comunes de la Iglesia, un orgullo enceguecedor y destructor de pertenecer a "la Iglesia mas antigua y mas grande... la única verdadera, fuera de la cual no hay salvación". Dicho engreimiento hace a los católicos, devotos insensibles a lo que de otra forma serían los evidente fracasos en su Iglesia, y los mantiene en su poder.


(Extractos de "A Woman Rides the Beast" - Dave Hunt - Harvest House Publisher - 1994)


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Los apologistas católicos se jactan en marcar la diferencia que existe entre "infalibilidad" e "impecabilidad". Alguna vez, algún sacerdote católico me ha hecho una observación casi "histérica", afirmando que "evidentemente poco conoce del tema aquella persona que no distingue la diferencia entre ser infalible y ser impecable". Es obvio, aceptan que un Papa puede ser pecador (¿cómo borrar 1500 años de historias truculentas, de homicidios, adulterios, asesinatos en masa?).

"Lo inconcebible es que acepten que estos mismos pecadores hayan sido infalibles cuando hablaban ex cátedra -es decir, cuando hicieron pronunciamientos dogmáticos sobre fe y moral a toda la Iglesia. Estos apologistas católicos arguyen que hay una diferencia entre "impecabilidad en carácter y conducta", algo que los papas ciertamente no tuvieron, e "infalibilidad en fe y moral", que todo católico debe creer que tuvieron. "
(Karl Keating, Catholicism and Fundamentalism: The Attack on "Romanism" by "Bible Christians" (Ignatius Press, 1988), pp. 215-218.


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"Entonces [Jesús] les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación." (Lucas 16:15)



"¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?

(Los dos cimientos - Lucas 6:46-49)



Que Dios te bendiga

Daniel Sapia




Daniel Sapia - "Conoceréis la Verdad"

Apologética Cristiana - ® 2000-2002


www.conocereislaverdad.org
 
Originalmente enviado por: Luis Fernando
Primer discurso: 30 de diciembre 1869.[1]

En una breve introducción, Strossmayer destacó su manera sincera de hablar y de presentarse abiertamente, solicitando a los presentes que lo escuchasen con aquel espíritu de amor, que predicaban San Pablo y San Agustín. Al mismo tiempo anunció que iba a referirse al esquema propuesto sobre la constitución dogmática relativa a la doctrina católica y, luego, entraría en el contenido y la forma de la proposición[2]. Strossmayer conocía bien el Reglamento conciliar y resultaba para él claro que el Papa había determinado que las decisiones y los cánones del Concilio habrían de ser publicados en la siguiente forma: “Pius episcopus…, sacro approbante Concilio” (Pío obispo. . . con aprobación del Concilio), pero no obstante se atrevió a demostrar que le habría correspondido mejor otra forma más conforme con la tradición eclesiástica. La doctrina sobre las relaciones entre el Papa y la totalidad de los obispos, así como las necesidades de la Iglesia y el cristianismo contemporáneo, habría resultado más visible y más clara como el papel esencial desempeñado por los obispos al lado del Papa. Es especialmente digno de mención que Strossmayer expresamente puntualizara “collegium episcoporum” y los derechos de este “colegio de obispos” en la administración y la doctrina de la Iglesia. La insistencia de Strossmayer en esta mención de “colegio de obispos” parecía, hace cien años, a la mayoría de los padres conciliares y a los especialistas en teología como algo no muy claro, superfluo, incluso rebelde, porque la primacía y la infalibilidad del Papa protegían suficientemente a la Iglesia, a sus sacerdotes y a los fieles en su totalidad. Pero en tiempos del Concilio Vaticano II, el colegio episcopal y, después del Concilio, el sínodo de obispos católicos que se reúna de vez en cuando bajo la guía del Pontífice son ya instituciones que denotan significativos dentro de la Iglesia y en el mundo. Esta es ya por sí sola una justificación suficiente de la idea y los anhelos de Strossmayer así como de su entusiasmo, manifestado al defender la idea del colegio episcopal.

Al destacar la unidad y el necesario consenso del Papa y de la totalidad de los obispos en las decisiones conciliares y en toda la labor del Concilio, Strossmayer corroboraba no sólo la plegaria de Cristo en la última cena por la unidad de los apóstoles y sus sucesores hasta el fin del mundo en beneficio de la Iglesia, sino que proponía la modificación de términos en el espíritu del primer Concilio de Jerusalén, cuando las decisiones fueron tomadas bajo la siguiente rúbrica: “Visum est Spiritui Sancto et nobis…” (“Nos ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros…”) -Hechos 15, 28‑. Strossmayer afirmó que San Pedro ostentaba la primacía sobre los obispos, pero que la resolución fue llevada a cabo en nombre de todos los apóstoles, que tenían el deber y el derecho de predicar el Evangelio y fortificar a la naciente Iglesia en su propio nombre de otra autoridad, incluso de la más alta.

En favor de su propuesta, invocaba el moderno espíritu laico que trata de buscar soluciones a problemas generales en una forma de colaboración común. Cierto que la Iglesia no es una institución civil y democrática, que debería guiarse por votación de sacerdotes y feligreses como lo hacen los ciudadanos en los Estados constitucionales, pero Strossmayer menciona solamente el caso para ilustrar mejor su idea, acerca la concordancia y la unidad existentes entre el Papa y el episcopado. Invocaba también el Concilio tridentino que formuló sus resoluciones en nombre del Concilio entero y no sólo en nombre del Papa con la aprobación del Concilio, como se había previsto en el Reglamento del Vaticano I. Strossmayer subrayaba que el Concilio tridentino, su doctrina y la terminología han pasado ya a su sangre, y a la de toda la Iglesia, adentrándose igualmente en las escuelas teológicas, en los libros y en la vida práctica de la Iglesia. Por eso no alcanzaba a ver por qué debería abandonarse esa forma tridentina e introducir una nueva. Su propuesta era la de atenerse a aquélla.

Cuando, después de una breve polémica con los partidarios del Reglamento, expresó su deseo de que el Papa asistiese no sólo a las sesiones solemnes del Concilio sino también a las ordinarias y de trabajo, Strossmayer empezó por exponer su tercer argumento para el cambio de tal proposición, pero los presidentes del Concilio, cardenales De Luca y Capalti, cortaron abruptamente su intervención sin mucha consideración a sus palabras. Capalti aclaró que el Papa personalmente había determinado aquel artículo y que, en consecuencia, no había lugar para la discusión sobre un eventual cambio, ya que ello constituiría una ofensa a los restos de San Pedro en cuya basílica se celebraba el Concilio. La segunda razón que mencionó el presidente era la de que según la tradición de los Concilios, cuando los preside el Papa, son aquéllos los que formulan sus conclusiones en su nombre. Al pronunciar estas palabras. Capalti hizo un signo para que continuase su discurso y en el salón del Concilio se oyeron voces de aprobación para los presidentes[3].

Strossmayer se excusó luego cortésmente declarando que nada había dicho que pudiera ofender los derechos de la Sede apostólica y del Papa. Repitió también las palabras de Bossuet: que antes permitiría que su lengua se paralizase que decir algo contra la Santa Sede. Advirtió en seguida que las Actas del Concilio quedarían para la posterioridad, la cual fácilmente podría ver que Strossmayer nada dijo o hizo contra el Papa o la Santa Sede. Aclaró su ideal sobre el Concilio estableciendo que las decisiones debían ser formuladas unánimemente y con el consenso de todos los padres conciliares, para que la Iglesia aparezca así ante el mundo como una firme falange de guerra, como un castillo en la altura, firme en el amor y la obediencia para el bien de todos los pueblos cuando el mundo no encuentra paz ni concordia y sigue siendo la víctima de guerras, conflictos y litigios.

Al referirse al contenido del proyecto, Strossmayer le reconoce más cultura escolar que sentido para la vida práctica y las necesidades de las generaciones contemporáneas. Propone Juego modificarlo en el sentido de que el estilo debería ser más vivo y más adaptado a la concepción moderna; deberían omitirse los nombres de los grandes heresiarcas, por carecer de relevancia y ser ya desconocidos para muchos. Acentúa que el hombre moderno necesita que se le presenten las doctrinas eclesiásticas siempre renovadas y en forma breve y clara. Tanto más cuanto que el enemigo no trata de atacar una u otra institución o la verdad eclesiástica, sino que su objetivo es erradicar del alma humana toda la creencia religiosa. Esta campaña antirreligiosa se lleva a cabo especialmente en los diarios y los libros. Por eso propone concretamente que se modifique la agenda de acuerdo con la experiencia y las indicaciones de los obispos de las grandes ciudades, donde se desarrolla la lucha enfurecida contra la religión.

Como Strossmayer miraba proféticamente lejos en el futuro, se puede desprender especialmente que su propuesta tendía a que se eliminasen del texto los términos y expresiones groseros e injustos como: anticristo, vergüenza, lástima, maldito, odio, ateísmo monstruo de errores, peste, cáncer y otras palabras semejantes, descorteses y ofensivas.

En lugar de ellas y por ser inconvenientes propone usar las de Cristo crucificado, el Galileo piadoso, buen pastor, padre misericordioso, que aceptaba siempre en su seno al hijo pródigo y arrepentido. Cristo había tratado piadosamente a la samaritana cerca de la fuente de Jacobo. Así la Iglesia, al condenar los errores, debe permanecer como madre de los pueblos y de las generaciones, debe sentir el amor y la comprensión hasta con los extraviados. Aunque la Iglesia condena los errores, ama a los extraviados y, con el amor los vence y reconquista para la unidad.

A pesar de que los presidentes conciliares tenían motivos de procedimiento para oponerse a Strossmayer, su aprecio personal, gracias a su serena y consecuente conducta en el Concilio, creció no sólo en la oposición, que era una minoría, sino también en las filas de la mayoría, sin mencionar el aplauso en su honor y su renombre en la prensa mundial y entre los opositores de todo el mundo más adelante[4]. Después de este discurso de Strossmayer, el obispo de Orleans, Mons. Dupanloup, declaró: “Le Concile a trouvé son homme” (El Concilio ha encontrado a su hombre). Durante la tarde de aquel mismo día se presentaron los obispos de América y de Francia para felicitar a Strossmayer, de quien ‑dijeron‑ se enorgullecía su patria, Croacia. En los días siguientes hubo críticas a los presidentes que le cortaron la palabra durante su discurso.

Ya antes de terminarlo, los padres conciliares estaban divididos en una mayoría y una minoría a causa de si era ésta, o no, la oportunidad para una definición dogmática de la infalibilidad. El dilema había sido ya discutido vivamente antes del Concilio entre los católicos y los cristianos separados. Strossmayer figuraba entre los que se oponían a la infalibilidad dogmática, pero la oposición quedó en minoría.

Segundo discurso: 7 de febrero de 1870.

Strossmayer pronunció un discurso el 7 de febrero de 1870, refiriéndose, según el orden del día, a la vida y dignidad de los sacerdotes[5]. En él hallaron expresión su experiencia pastoral y su convicción democrática en lo referente a las relaciones del obispo con los sacerdotes. Empezó acentuando la necesidad de destacar en el orden del día conciliar la dignidad elevada y divina del sacerdocio, lo que permitiría con más facilidad deducir de ellas los derechos y deberes de los sacerdotes. Así como los obispos ‑destacó Strossmayer‑ defienden con decisión sus derechos, los sacerdotes merecen la protección paternal y la comprensión por parte de los obispos, puesto que son sus hermanos, cosacerdotes, colaboradores en la viña de Dios. Los sacerdotes ejecutan la mayor parte de la labor de la Iglesia; sin su amor, sin su confianza y adhesión, serían vanos el oficio y los esfuerzos de los obispos. Strossmayer sabía bien por experiencia que los maliciosos tratan de provocar riñas y litigios entre los sacerdotes y sus pastores. Por eso propuso eliminar del proyecto los párrafos sobre los vicios y los fenómenos negativos generales de los sacerdotes del clero francés. Alabó luego a la iglesia francesa por su actividad misionera en todos los rincones del mundo, por su excelente comportamiento en tiempos de persecución, por sus esfuerzos científico-teológicos y por la defensa de la fe en general. No es conveniente tocar las llagas de la Iglesia, si, a la vez no aportamos la medicina, agregó. Posteriormente, agradeció a Dios que la Iglesia en la actualidad no tuviera los vicios que sí en la época del Concilio Tridentino. Si entre un tan gran número de sacerdotes hay también algunos débiles, éstos constituyen excepción, afirmó Strossmayer. A fin de cuentas, hasta el propio San Jerónimo reconoció que también los sacerdotes tenían su debilidades y sus vicios, debiendo hacer penitencia por sus pecados. En el colegio de los apóstoles hubo un traidor, Judas, y Pedro mismo había negado a Jesús.

En los procesos contra los sacerdotes, Strossmayer pedía procedimientos justos y correctos a fin de que el sacerdote se convenciese de que las medidas legales que se le aplicaban eran justificadas. Los maliciosos, por ejemplo, en Austria, destacan que el Concordato disminuye los derechos del emperador, dando a la Iglesia demasiada libertad, mientras por otro lado afirman que el Concordato otorga derechos solamente a los obispos, olvidándose casi por completo de los sacerdotes subalternos. Así procuran crear el descontento en la Iglesia y en el Estado y causar una escisión entre los más altos y los más bajos oficios. Recordó seguidamente su experiencia pastoral: sus sacerdotes le transmitían esa clase de acusaciones, pero él se esforzaba en explicarles con mayor exactitud la utilidad del Concordato tanto para la Iglesia como para el Estado, e incluso para los obispos y los sacerdotes.

En la misma oportunidad Strossmayer recomendó la necesidad del progreso de los sacerdotes en las ciencias profanas y eclesiásticas. Los primeros siglos del cristianismo se reconocía a los cristianos por su amor reciproco, por su hermandad y abnegación hacia el prójimo. En los tiempos modernos la vida del sacerdote debe ser una pagina abierta del Evangelio, para que en ella puedan leer los cultos y les incultos qué son el cristianismo y la Iglesia. Los enemigos contemporáneos de la Iglesia, señalan con el dedo el “oscurantismo” y el “atraso” de los sacerdotes. Por eso Strossmayer, teniendo presente el ejemplo de San Jerónimo. recomienda el estudio de la Biblia, expresa su admiración por los hombres doctos de Francia, especialmente por Ravignan, Lacordaire, Félix, etc., que desean que por todas partes surjan nuevos Ambrosios para convertir a nuevos Agustines y hacerlos protagonistas de las generaciones cristianas. Un reconocimiento especial formula para los obispos alemanes por su empeño en obtener las universidades católicas.

Contra la inundación de la prensa corrompida Strossmayer propone crear la prensa católica, que no sólo debería defender a la Iglesia sino también imbuir a la sociedad contemporánea en los principios cristianos y alentar a la juventud. Los obispos deben dar ejemplo en la propagación de las ciencias católicas. Sin pecar contra la modestia, Strossmayer pudo mencionar todo cuanto hizo por su pueblo croata al fundar la Academia de Ciencias y de Arte en Zagreb e iniciar labor para la organización de la Universidad.

Condenó en la misma ocasión toda actividad comercial de los sacerdotes, que otros conciliares miraban con más tolerancia. El ejemplo del traidor Judas ilumina con clara luz las consecuencias del comercio de los servidores de la Iglesia; por ello está prohibido en América, Francia, Alemania, Hungría y Croacia. Pero al mismo tiempo, Strossmayer condenaba la negligencia de los obispos y de otros dignatarios eclesiásticos en llenar las necesidades materiales de los sacerdotes. Concretamente citó el ejemplo italiano, donde las condiciones en este sentido no son ciertamente dignas de elogio. Pero simultáneamente destacó le preocupación de Benedicto XIII por los sacerdotes de Roma, que debería constituir un ejemplo para el clero de todo el mundo.

Terminó Strossmayer su discurso expresando su descontento por las insuficiencias técnicas del salón del Concilio y por la falta de confianza entre los padres conciliares, pero depositándola en el Espíritu Santo, quien sabe convertir las debilidades humanas en bienes para alcanzar objetivos más altos.

Esta intervención no encontró un eco negativo en el Concilio, ya que fue enteramente dedicada al progreso de los sacerdotes y al mejoramiento de las relaciones entre el clero y el episcopado.

Tercer discurso: 24 de febrero de 1870.

Con su franqueza habitual y ya desde el comienzo de su discurso, expresó su descontento por haberse insertado en el programa del Concilio muchas cesas que no deberían figurar en él y omitido otras que, por su importancia, tendrían que ser debatidas. Idéntica crítica formuló por el hecho de haber antepuesto el tratamiento de los deberes de los obispos al de sus derechos y dignidades, ya que éstos son como la moneda otorgada por el Señor y que deben devolver con los más altos intereses a Dios, Eterno Juez. Hizo también la observación de que no se hubiera planteado en primer término el problema de la suprema autoridad de la Iglesia o, mejor, de la autoridad de los cardenales, como lo había propuesto el purpurado Schwarzenberg. Strossmayer advirtió que ya en el Concilio Tridentino se discutió la necesidad de la reforma del colegio cardenalicio. Aquel Concilio ‑dijo el orador‑ intentó internacionalizarlo a fin de que pudieran participar en la elección del Papa todos los pueblos y que aquél se convirtiese de esa manera en centro y foco de toda la Iglesia, atrayendo así a todos por igual. Además, los cardenales, en su calidad de colaboradores más íntimos del Papa, deben discutir y ocuparse de los problemas de la Iglesia universal, por lo cual sólo reunidos en un colegio compuesto por los representantes de varios pueblos éstos podrían tener en ellos a sus abogados y protectores. Únicamente les cardenales elegidos de esta manera conocerían a fondo las condiciones específicas de la Iglesia en las diferentes partes del mundo. Los cardenales cumplirían una función de enlace y serían el eslabón de la unidad cristiana con la Santa Sede, hacia la cual dirigen sus miradas. Lo harían empero con más confianza y fervor si vieran a sus cardenales al lado del Papa. Strossmayer exigió también la internacionalización de los más altos puestos de la administración eclesiástica y de las congregaciones romanas, porque al modificárselas así, adquirirían un mejor conocimiento del mundo y se desempeñarían también con más eficacia en sus tareas.

Estas propuestas de Strossmayer, sólo hallarían un eco favorable en el Concilio Vaticano II. Sólo ahora se está realizando el proceso de internacionalización de la Curia Romana. Así, por ejemplo, un connacional de Strossmayer, nacido el año de la muerte de éste, el cardenal croata Francisco Seper, encabeza la Congregación para la doctrina de la fe, mientras el cardenal Villot, francés, es el Secretario de Estado de Paulo VI. Son dos puestos de los más importantes, ocupados por no italianos.

Strossmayer se quejó también, en el discurso que exponemos, de que no se hubiera incluido en la agenda el tema de la nominación y ocupación de las sedes vacantes de obispos, aún cuando su libertad y su progreso dependen de los méritos de los obispos. La propuesta, redaccional en el sentido de que la Iglesia, para defender su libertad, debería buscar el apoyo de los Estados y sus jefes, le pareció a Strossmayer ineficaz, y además peligrosa, porque los tiempos han cambiado y los gobernantes, en lugar de su ayuda, pueden imponer la sumisión de la Iglesia; ineficaz, porque los soberanos, de acuerdo a las Constituciones, no pueden dar ya su protección a la Iglesia. Strossmayer era de opinión que la mejor y más eficaz protección a la Iglesia debería basarse en el derecho público y las libertades públicas de los países. De acuerdo a la admonición del Señor, la Iglesia debe poner su espada en vaina. En lugar de los antiguos y piadosos gobernantes, gobiernan hoy hombres sin un legítimo mandato, sin autoridad; y son los ministros quienes deciden por ellos. Tienen sus objetivos propios sin interesarse por la Iglesia e incluso tratando de hacerle daño. El obispo de Djakovo recalcó que la mayor defensa de la Iglesia y de su progreso está en les hombres viriles de Dios, en les obispos decididos y de gran virtud, quienes, a la manera de Crisóstomo, Atanasio, Ambrosio y Anselmo, saben luchar por la libertad de Iglesia.

Por eso Strossmayer propuso dar una vuelta a la antigua costumbre de la Iglesia de convocar a los sínodos provinciales, que desempeñaron un considerable papel en la nominación de los obispos. En efecto, en el momento de la convocatoria del Concilio Vaticano I, algunos soberanos tenían ‑como, por ejemplo, el emperador de Austria‑Hungría‑ un antigua derecho de ingerencia en la nominación de los obispos. El Concilio debía tratar de convencerles de la conveniencia de que renunciasen a tal derecho. Consideraba además, que los soberanos, usando una forma adecuada, accederían a tal demanda si el Concilio realizase una reforma decisiva del colegio cardenalicio y de otras instituciones eclesiásticas. En su opinión, los medios de comunicación modernos se hallan lo suficientemente desarrollados para facilitar la convocatoria de sínodos y concilios generales. El orden estatal y social empieza a sentirse inseguro y, por lo tanto, la Iglesia no debe apoyarse sobre los Estados. Por el contrario, es ella la que puede rendir grandes servicios a la sociedad mediante sus principios y la vida sana de sus feligreses.

El anhelo de les pueblos de solventar siempre y cada vez más sus problemas en los parlamentos comunes, dice Strossmayer, lo han aprendido de la Iglesia Madre y Maestra universal (he aquí el título de la importante encíclica de Juan XXIII), cuando ella misma a menudo convocaba a sus sínodos y concilios.

Por eso Strossmayer invoca el Concilio Tridentino y el de Costanza, cuando se proponían convocatorias más frecuentes. Mientras el Concilio Tridentino había recibido una instrucción de Pío IV en el sentido de convocarlos cada veinte años, el de Costanza había decidido, bajo la guía de Martín V y Eugenio IV, hacer la convocatoria cada diez años. Al invocar este hecho histórico, Strossmayer afirmó que si se hubieran convocado concilios en el siglo XVI con más frecuencia, no se habría producido la Reforma. Por eso propuso que, de no ser posible atenerse a las decisiones del Concilio Tridentino, por lo menos se convocasen concilios cada 20 años de acuerdo a la fórmula establecida por el de Costanza.

Strossmayer proclama la unidad de la Iglesia, pero se pronuncia contra quienes querrían reducirlo todo a un tipo de actividad, debido a que no ven la belleza en la diversidad de las cosas que no son esenciales para la Iglesia. Acentúa, por eso, que él entiende perfectamente las condiciones y las necesidades de la Iglesia de Francia, defendiéndola contra las acusaciones de estar infestada por el galicanismo.

Haciendo referencia a su experiencia con los obispos ortodoxos, declaró que éstos temían perder su tradición, sus costumbres, ceremonias Y privilegios al unirse con Roma; pero él había tratado de convencerlos de que el objetivo de la Santa Sede era proteger y vigorizar los derechos especiales de cada una de las Iglesias as¡ como la idea de que, para los cristianos separados, la unión con Roma era de importancia vital. “Hasta ahora he hablado a sordos”, decía textualmente, y expresó luego su temor de que las cosas empeorasen si se realizaran las tendencias centralizadoras de algunos padres conciliadores. Reiteró más tarde estar pronto para sacrificar su vida por los derechos de la Santa Sede y la unidad de la Iglesia, pero recomendó prudencia en el respeto de las peculiaridades de cada jurisdicción eclesiástica.

En calidad de parlamentario y de ex Gran Zupan (gobernador), impugnó la opinión de algunos prelados de que un obispo no podría, por momentos, abandonar su diócesis por razones de Estado o por razones patrióticas. Los sacerdotes y los obispos son también partes integrantes de su pueblo, dijo, empeñados en el bien común. Como lo destacaba Bossuet, Cristo lloraba por la suerte de su pueblo y de Jerusalén; y San Pablo quiso incluso ser maldecido por su pueblo. Citó luego el ejemplo de Hungría y Croacia, donde nadie reprocha a un honesto sacerdote su participación en la vida pública. En consecuencia, es su opinión que la Iglesia no debe prohibir tal actividad. Sus palabras en este sentido tenían una inspiración profética: “Non quaerat concilium Vaticanum, ut iura civilia sacerdotum et episcoporum minuantur; id praestantissimus praesul hoc tempore ne immutet. Nam tempus illud est, ut post parvum tempus nos omnibus iuribus civilibus simus privandi”. De estas palabras del obispo croata es fácil desprender como preveía la época en que los obispos y los sacerdotes quedarían privados de todos sus derechos civiles. Esto sucedió, en forma abrupta, en 1945 en la patria de Strossmayer, Croacia, así como en muchas otras partes de Europa y del mundo.

Strossmayer habló de las relaciones entre nuncios y metropolitanos como si hubiera tenido presentes las condiciones generales de la segunda mitad de nuestro siglo: destacó la imperiosa necesidad de una confianza recíproca en el amor fraterno entre obispos, metropolitanos y nuncios, aborreciendo las denuncias entre dignatarios eclesiásticos.

Al pedir las convocatorias sinodales provinciales, Strossmayer abordó la cuestión de los vicarios capitulares y abogó para que se concediesen a los vicarios apostólicos, sin son obispos, los mismos derechos de los prelados residenciales. Al finalizar su discurso, recomendó que las leyes eclesiásticas se acomodasen a las condiciones y necesidades de los tiempos modernos, expresando su esperanza de que el Concilio formaría una comisión especial de expertos para este fin[6].

Analizando este discurso, era fácil deducir, como la han hecho Granderath y otros historiadores que no simpatizaban con él ni con la oposición, que Strossmayer dio un rodeo a las disposiciones del orden del día conciliar y propuso con habilidad muchas de sus ideas y concepciones siempre en forma inoficial y casi inadvertida. Granderath como si quisiera, incluso, alabar “la elocuencia del obispo de Djakovo”, destaca con reconocimiento su preceder y el de sus simpatizantes al expresar francamente cuanto llevaban en el corazón y comunicarlo al Concilio. El reproche de los historiadores formulado a Strossmayer y otros oradores de la oposición en el sentido de haber hablado en forma bastante vaga e indeterminada, es comprensible, puesto que Strossmayer y los demás opositores lo hicieron así de propósito; querían hablar de los problemas que consideraban de importancia, pero que no figuraban en el reglamento y el orden del día del Concilio[7]. Strossmayer recalcaba continuamente el deber de su “conciencia”“ y, cuando se trataba de su deberes de obispo, de sacerdote, de hombre y de patriota, habló con decisión y claridad en la medida en que pudo hacerlo; y donde cabía esperar una fuerte reacción, supo también aprovechar la tribuna para atraer la atención de un auditorio adverso. Así procedió durante aquella labor acelerada del Concilio y, si se hubiera dispuesto de más tiempo para las sesiones, es muy probable que hoy contaríamos con más intervenciones importantes de Strossmayer en las que habría hecho propuestas, sugestiones, etc. que nos revelarían su preocupación por la Iglesia y por la unión de los cristianos separados con Roma.

Cuarto discurso: 22 de marzo de 1870.

Strossmayer fue interrumpido bruscamente durante su primer discurso en el Concilio por su propuesta de modificar el artículo del proyecto. El 22 de marzo, habló en una discusión especial acerca del texto ya modificado, referente a la fe católica. Ambas cosas son sumamente significativas para comprender el clima general que reinaba en el Concilio Vaticano I, inimaginable ya en el II.

Comenzó advirtiendo en su disertación que iba a ser parco en palabras por hallarse indispuesto y por las adversas condiciones del salón de conferencias, donde muchos de los presentes no podían oír al orador. No tocó el estilo del proyecto, aun cuando no lo aceptaba. Pasando al meollo de la cuestión manifestó su satisfacción por haberse aceptado, al menos algo de sus propuestas para que se destacase mejor el papel de los obispos en las definiciones conciliares. La aceptación fue la siguiente fórmula: Sedentibus vobiscum et iudicantibus universi orbis episcopis (Hallándose y opinando con nosotros los obispos de todo el mundo). Strossmayer propuso, además, agregar después de la palabra iudicantibus el vocablo definientibus, porque iudicare (opinar) carece de aquella fuerza que tenía antes, mientras el término definire concuerda con la tradición conciliar, cuando los obispos firmaban: Judicans et definiens subscripsi (Opinando y determinando firmé) o definiens subscripsi (firmé determinando), como se usaba en el Concilio Tridentino.

Dirigiéndose a los presentes, advirtió, al modo de San Cipriano en su libro De Unitate Ecelesiae, que siempre quedasen obedientes al primado eclesiástico y listos para morir por él. Pero en seguida agregó que los derechos de los obispos son también de origen divino, y no propiedad de cada uno, no pudiendo renunciar a ellos, sino más bien usarlos en beneficio de la Iglesia y del pueblo.

Otra observación que formuló entonces Strossmayer, se refería a las expresiones severísimas contra los protestantes, a pesar de que el Concilio había atacado directamente al panteísmo como la fuente de tantos errores. Recalcó que con anterioridad al protestantismo hubo focos de racionalismo en el siglo XVII dentro del humanismo y el laicismo. Así, por ejemplo, en Francia, Voltaire y los enciclopedistas, sin relación alguna con el protestantismo, formularon doctrinas muy perniciosas y errores no sólo contra la religión sino también contra el orden social. Aportando argumentos como justificación del protestantismo, Strossmayer se remontó idealmente a los primeros siglos del cristianismo en los que se vieron errores similares a los del protestantismo. Para demostrar que era injusto achacar todo el mal a los protestantes, citó el caso de Leibnitz y de Guizot, ambos protestantes. Guizot se opuso al libro de Renán contra la divinidad de Jesús. Por eso recomendó a los sacerdotes leer la obra de este autor, en la que deberían hacerse algunas pequeñas enmiendas. Al oír murmullos de protesta, el orador dijo textualmente: “Considero que hay todavía muchos entre los protestantes que siguen el ejemplo de aquellos varones ‑en Alemania, Inglaterra y América‑, que todavía siguen amando a nuestro Señor Jesús por lo que son merecedores de que se les aplicaran las palabras de San Agustín: «Están en el error, en el error, pero deambulando creen estar en la verdadera fe» (los murmullos continuaban, pero Strossmayer continuó) : “Son heréticos, verdaderamente heréticos, pero nadie los considera tales”. El cardenal De Angelis, presidente, advirtió brevemente al orador que evitara “las palabras que en algunos presentes provocaban el escándalo”. Mientras Strossmayer intentaba proseguir su discurso, el cardenal Capalti desde la presidencia del Concilio, explicó que no se trataba de protestantes sino del protestantismo como sistema, de donde provinieron tantos errores y que, en consecuencia, en el texto del proyecto no hubo ofensa para los protestantes. Agradeciendo a la presidencia por su advertencia, agregó que esas razones no le podían convencer de que todos aquellos errores surgían del protestantismo: “Yo considero con toda seriedad, que entre los protestantes hay no uno u otro que ama a Jesucristo, sino que hay una multitud de ellos”. Al pronunciar estas últimas palabras, muchos de los presentes protestaron en voz alta. El presidente hubo de advertir a Strossmayer que el Concilio Tridentino había considerado ya al protestantismo y que él debía referirse al artículo propuesto y no a asuntos que escandalizan a los obispos.

Fiel a su fibra temperamental Strossmayer declaró que daba por terminada su intervención, pero al mismo tiempo afirmó que muchísimos protestantes deseaban de todo corazón que nada se dijera o decidiera en el Concilio que pudiese poner nuevos obstáculos a la gracia que está operando entre ellos. Recordó que en el Concilio Tridentino se debatió sobre el protestantismo con consideración y que los protestantes habrían sido bien recibidos en aquel Concilio si se hubieran presentado. Se entabló entonces una rara conversación entre el presidente Capalti y Strossmayer: Capalti afirmaba que el Papa, al convocar el Concilio, había invitado paternalmente también a los protestantes; que la Iglesia trataba a todos maternalmente, que han incurrido en el error, mientras el error condena, advirtiendo a Strossmayer que se atuviera al tema en su discurso. En una atmósfera de excitación y clamor generales, Strossmayer trató de terminar su discurso, quejándose contra estas condiciones bastante tristes que se imponían en el Concilio. También formuló su advertencia de que no aprobaba la idea ‑ya aceptada‑ de votar las conclusiones conciliares por mayoría de sufragios, puesto que desde tiempos muy remotos estas decisiones se adoptaban por unanimidad. Capalti le contestó que esa cuestión podía ser discutida cuando se estaba tratando el proyecto. Todo eso había causado un tremendo barullo en el Concilio, donde protestaban por un lado los presidentes de aquél, y Strossmayer por el otro. De todos lados pudieron oírse las ofensas más indignas contra Strossmayer: para quienes censuraban su discurso, Strossmayer era Lucifer, Lutero, un condenado, indicándole otros que abandonase la tribuna, mientras él insistía en la idea de la antigua unanimidad necesaria para las conclusiones eclesiásticas, recalcando su fe en la inmutabilidad de la Iglesia y la necesidad de continuar en esa unidad; finalmente, pidió disculpas por sus palabras si no habían sido en todo momento adecuadamente usadas, y decidió abandonar la tribuna. Los obispos presentes se apretujaban por salir de la sala de conferencias, mientras la presidencia anunciaba la próxima sesión y su programa. Resulta un tanto extraño, que Granderath acuse a Strossmayer por este desorden, justificando el procedimiento de la presidencia, pero que al mismo tiempo agregue que los obispos “pudieron haberse comportado más serena y dignamente”[8]. Un fenómeno semejante en este nuestro momento histórico ecuménico parece casi imposible en tiempos de Pío IX.

Los adversarios de la infalibilidad que escribieron la crónica y la historia del Concilio Vaticano I, Lord Acton y Friedrich especialmente, atribuyeron a Strossmayer palabras e ideas que no se mencionan en las actas del Concilio, lo que nos autoriza a decir que Strossmayer no las pronunció porque, en caso contrario, aquéllas se hallarían anotadas por los estenógrafos. La prensa mundial escribió sobre esta sesión tan agitada de acuerdo a la orientación de cada diario (o periódico): mientras algunos destacaban a Strossmayer como al protagonista de la libertad y el progreso, otros lo vituperaban como a un herético.

Es un hecho que también dentro del círculo de sus adherentes Strossmayer encontró reproches. Así, por ejemplo, el cardenal Schwarzenberg, el 23 de marzo de 1870 le hizo una visita y durante ella le reprochó “haber hablado demasiado, haber ido demasiado lejos y comprometido también a los demás” y cosas por el estilo. Strossmayer se sintió molesto por esta actitud del cardenal y habría decidido abandonar el grupo de los obispos alemanes que se había formado por su propia iniciativa. El mérito de que no se produjera la ruptura en la oposición se debe a los obispos franceses, especialmente a Dupanloup, que expresaron su plena conformidad con el discurso de Strossmayer[9].

Quinto discurso: 2 de junio de 1870.

Una importancia esencial en este sentido tiene el discurso de Strossmayer, pronunciado el 2 de junio de 1870. En él se halla contenida la esencia misma de su actitud ante la inminente definición de la infalibilidad. Fue su última alocución en el Concilio.

Strossmayer acerca de la inoportunidad de la definición de la infalibilidad

Dentro del cuadro de nuestro modesto trabajo resulta casi imposible analizar (estudiar) todas las facetas de la compleja y tan peculiar personalidad de Strossmayer. Su sola documentación exigiría una amplitud tal que eclipsaría el papel desempeñado por él en el Concilio. No tenemos intención alguna de escribir su apología ni indagar tampoco sobre los orígenes inspiradores de sus ideas acerca de la infalibilidad pontificia, ni siquiera acerca de la similitud o diferencias entre sus opiniones y las de los demás padres conciliares de su grupo.

Strossmayer, en efecto, creyó durante toda su vida en la infalibilidad de la Iglesia y en el papel del supremo maestro y jefe de la Iglesia que pertenece al Papa. Antes de concluir su discurso contra la definición el 2 de junio de 1870 dijo textualmente: Ideo mihi videtur factum esse, quod Ecclesia catholica octodecim saeculorum decursu divinam infallibilitatis suae praerogativam maluerit exercere potius quam definire (Me parece en efecto, que la Iglesia ha preferido ejercitar su divina prerrogativa de la infalibilidad en el curso de 18 siglos, antes que definirla)[10].

En el tercer fragmento de su discurso después de la precedente formulación, adujo su argumento más importante contra la oportunidad de la definición de infalibilidad: Schisma orientale, iam, non amplius graecum dici debet, sed proh dolor schisma slavicum, quorum octoginta milliones ab Ecclesia catholica extorres vivunt, qui suae autonomiae, suis particularibus ¡uribus addictissimi sunt, et nihil aliud tantopere aversantur, quam illud quod vel suspicionem ingerere istis possit, quod autonomiae et iurium suorum periculo sit. Ego inter Slavos meridionales moror, ex quibus octo milliones schismatici, tres autem milliones catholici sunt. Ego non possum satis divinae misericordiae gratias agere, quod gens Croatorum, quam tantopere diligo, sit catholica, et possum dicere in tota cordis mei sinceritate, Sedi apostolicae addictissima (El cisma oriental no debe llamarse ya cisma griego sino, desgraciadamente, cisma eslavo, porque 80 millones de eslavos viven fuera de la Iglesia católica. Estos son adictísimos a su propia autonomía, a sus derechos especiales, y en nada se muestran tan suspicaces como en aquello que podría poner en cuestión esta su autonomía y sus derechos. Yo estoy trabajando entre los eslavos meridionales, de los cuales 8 millones son cismáticos, mientras sólo 3 millones son católicos. Nunca puedo agradecer lo suficiente a la misericordia divina que el pueblo croata, al que tanto amo, sea católico, y puedo decir con toda la sinceridad de mi corazón, que es muy adicto a la Santa Sede)[11].

Esta declaración de Strossmayer es necesario completarla con un párrafo de una carta del día 11 de diciembre de 1875 dirigida por él a Pío IX, refiriéndose al papel esencial de los croatas entre los eslavos meridionales: “Los croatas son el único pueblo católico entre los eslavos meridionales que han permanecido hasta ahora, aún en las condiciones más difíciles, fieles a la fe católica ... Es de suma importancia que los croatas permanezcan adictos, con toda su alma y todo su corazón, a la fe católica, porque así están en cierto sentido predestinados a convertirse en levadura que penetrará, con la ayuda divina, en toda la multitud de los eslavos meridionales, y devolviéndolos al seno de la Iglesia católica”[12].

Por haberse mencionado así en el plan de Strossmayer al pueblo croata como levadura de la unidad cristiana entre los eslavos meridionales, hemos de prestar atención a un fragmento de su discurso del 2 de de junio de 1870. Después de haber expuesto en él la situación religiosa de los croatas y los eslavos meridionales en general, explicó la razón principal de su temor ante la definición de la infalibilidad del Papa: Verum si haec definitio effectum habeat, vereor, ne, quantum nos scimus, illud fermentum bonum a Deo praedestinatum reliquam Slavorum massam penetret et ad unitatem reducat; vereor ne nova nobis pericula impendant, et ex nostris quidam misere ab unitate Ecclesiae rescindantur, summo certe ‑ quicumque novit historiam nostri temporis ‑ summo et gravissimo humanitatis et omnis futurae culturae detrimento (Pero si esta definición se lleva a cabo, tengo miedo de que aquella buena levadura, predestinada por Dios, por cuanto alcanzo a saber, no pueda penetrar en la restante multitud de eslavos ni tampoco devolverlos a la unidad eclesiástica; temo que nos amenace nuevo peligro y que ‑como puede temerlo quien conoce la historia de nuestro tiempo‑ alguno de entre los nuestros no rescinda tristemente esa unidad eclesiástica, lo que redundaría por cierto en gravísimo detrimento de la humanidad y de toda la cultura futura)[13].

Ha quedado atrás el Concilio Vaticano I, pero las palabras transcriptas de Strossmayer no han perdido actualidad y en ellas brilla la perspicacia de este hombre de Dios: el principal obstáculo para la reconciliación y unión tanto de los ortodoxos como de los protestante con Roma sigue siendo el dogma de la infalibilidad del Papa.

Después de haber destacado, brevemente, estas grandes preocupaciones e ideas de Strossmayer, proyectaremos un vistazo sobre su discurso, que fue proclamado por Granderath “sehr elegante und sehr schöne Rede” (muy hermoso y elegante)[14]. Granderath no oculta su admiración por el estilo y la magnificencia de la forma de sus disertaciones, pero le reprocha no ser más profundo en la explicación de sus ideas.

Las dificultades en la concepción de Strossmayer acerca de la relación del Papa y el episcopado

Al iniciar su intervención, Strossmayer subrayó la conexión del episcopado con el Papa, “dignísimo jefe de la Iglesia y del episcopado”, pero consideraba que era lógico debatir conjuntamente ambos derechos y no por separado, porque de esta manera se asegurarían la primacía del Pontífice y los derechos del episcopado. “Cristo envió a todos los apóstoles y les dio autorización para que enseñasen a todos los pueblos, prometiéndoles permanecer con ellos hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 19-20). Explicando la constitución y el papel del magisterio eclesiástico, citaba a San Ignacio de Antioquia, quien varias veces comparó al obispo con Cristo entre el pueblo afirmando, que quien obedece a Cristo, obedece al obispo. De ahí surge para Strossmayer la dificultad de que, simultáneamente y en la misma diócesis, puedan tener idéntico poder el Papa y los obispos. Para justificar esta incompatibilidad invocaba la protesta de Gregorio el Grande contra Juan el Ayunador (Ioannes Ieiunator) y su título de “patriarca ecuménico”, llamándose Gregorio a sí mismo servus servorum De¡ (el siervo de los siervos de Dios).

En esta intervención Strossmayer se atuvo con insistencia a San Cipriano y a su libro De Unitate Ecclesiae. Hay que tener presente que Strossmayer presentó una tesis para doctorarse justamente sobre la doctrina de San Cipriano expuesta en el libro mencionado[15]. Y según Strossmayer, aquel santo rinde homenaje al divino primado, recalca la necesidad de una conexión permanente del obispo con la Santa Sede, y habla de la sede de Pedro como de la cátedra de unidad, pero al propio tiempo establece también los derechos de los otros apóstoles y obispos: para que guíen a la Iglesia entera en el espíritu de unanimidad de todos los apóstoles. A Strossmayer no le placía la interpretación de las palabras de Jesús dirigida a Pedro y anotadas por Mateo y Juan: de que en Mt. 16 y Juan 21 se trataría de la “infalibilidad personal y absoluta del Papa” (personalem et absolutam pontificis infallibilitatem). Cipriano, en opinión de Strossmayer, enseñaba que también los demás apóstoles son lo mismo que Pedro en cuanto al honor y el poder y que todos en conjunto conducción a la Iglesia y pastoreaban la grey de Dios con plena unanimidad y consonancia y que, en consecuencia, los obispos, como sucesores de los apóstoles, tienen “algún derecho virtual sobre el resto de la Iglesia ‑ virtuale quoddam in reliquam Ecclesiam ius. Este “derecho” virtual” Strossmayer lo encuentra en escritos de Gregorio de Niza, Basilio, Gregorio Nancianceno, Juan Crisóstomo y en la epístola que el papa Celestino, dirigió al Concilio de Efeso.

Describiendo la controversia de Cipriano con el Papa sobre el valor del bautismo de los heréticos, Strossmayer reprocha al primero su pronunciada resistencia al Papa Esteban, pero afirma, que, de acuerdo con las palabras de San Agustín, podemos excusarle, puesto que hasta su tiempo nada se supo de personali et absoluta romanorum pontificum infallibilitate (de la personal y absoluta infalibilidad de los pontífices romanos)[16].

Resulta de evidente necesidad prestar atención a este “derecho virtual de los obispos sobre el resto de la Iglesia” y a la expresión “personal y absoluta infalibilidad del papa”, de acuerdo aI parecer de Strossmayer.

Hasta el Concilio Vaticano II no resultó siempre claro para los teólogos y los historiadores eclesiásticos qué era lo que pensaba Strossmayer y cuál era el sentido que tenía su mención, en el Concilio Vaticano I, del “derecho virtual de los obispos a la administración en toda la Iglesia”. Como si hubiera dado la contestación a estas preguntas el Concilio Vaticano II, redujo la doctrina a una “colegialidad de obispos”, que se está actualmente traduciendo en realidad mediante los periódicos “sínodos episcopales” en Roma.

En cuanto a la “infalibilidad personal y absoluta” del Papa, que resultó tan antipática para Strossmayer, nunca se habló de ella en la Iglesia y tampoco se la trató en el Concilio Vaticano I. La infalibilidad del Papa es, en efecto, personal, pero no “absoluta”: se refiere solamente a las definiciones oficiales de las verdades de la fe y de la moral revelada por Dios y que obligan a la Iglesia en su totalidad. Strossmayer se pronunciaba contra la infalibilidad “absoluta”, pero él no la inventó y, mientras algunos luchaban contra ella, él quiso estratégicamente impedir aquella definición en el sentido del Concilio Vaticano I. Y es que Strossmayer, en primer término, llevaba en su pecho el problema de la unión de los cristianos separados orientales con Roma, a quienes resultaban muy antipáticas la primacía y la infalibilidad del Papa.

Durante toda su vida, Strossmayer fue un devoto de la cultura y la literatura francesas y por eso no hay que extrañarse de que también en este discurso rindiese homenaje a los jefes católicos de aquel país como, por ejemplo, a Bossuet, rechazando el ataque de quienes calumniaban a la Iglesia francesa por su galicanismo[17]. Pero es menester reconocer que sus discursos no son sin pequeñas intrusiones del galicanismo, cuando habla de la relación entre el papado y episcopado.

Strossmayer reconocía “la plenitud del poder” de San Pedro y de sus sucesores así como a los papas el derecho a convocar Concilios generales, presidirlos, aprobar y definir sus conclusiones, pero justamente por la gran estima que tenía del papel de esos concilios, se oponía a la definición de “la personal y absoluta infalibilidad”. Para reforzar su tesis cita la asamblea de los apóstoles en Jerusalén, cuando se reconciliaron Pedro y Pablo, menciona cómo Gregorio el Magno comparaba los cuatro concilios generales con los cuatro Evangelios, y, junto con el teólogo medieval Durand, consideraba que aquéllos son el mejor medio para contrarrestar los errores y el mal en la sociedad cristiana.

La segunda razón que movió a Strossmayer a oponerse a la definición de la infalibilidad, fue su elevada opinión sobre el papel de los concilios generales. A su parecer, la definición de la infalibilidad rendiría superfluos esos concilios en el futuro. Que su temor no era infundado es fácil colegirlo justamente por la labor del Concilio Vaticano II, después de cuya finalización surgen nuevos problemas que exigirán dentro un tiempo previsible la convocatoria de otro nuevo concilio general.

A continuación Strossmayer desarrolló sus ideas acerca de la armonía que debe reinar entre el primado y los derechos de los obispos. Estos pueden no sólo confirmar, interpretar y aprobar, sino también derogar y eliminar según el caso. Si esto no se acepta y reconoce, Strossmayer no entiende de qué manera se puede conservar el significado y el vigor de las palabras de Cristo, dirigida a todos los apóstoles: “Todo lo que atares en la tierra, será también atado en los cielos y todo lo que desatares sobre la tierra, será también desatado en el cielo”. Si no se reconoce a estas palabras de Cristo su natural significado, entonces pierden igualmente su valor las ideas de Cipriano referente al episcopado indivisible en todo el mundo, del cual cada uno de los obispos recibe una parte común con los demás obispes ‑in solidum‑. Strossmayer alega que los obispos nunca deberían renunciar a este su derecho divino porque de lo contrario, expondrían a un peligro la autoridad y libertad de les concilios generales. En su exposición histórica, Strossmayer subrayó que se atenía al historiador de los Concilios, el obispo Hefele, quien también pertenecía a la oposición conciliaria.

La epístola que el Papa León I, dirigió al Concilio de Calcedonia y saludada por los padres allí congregados: “Pedro nos habla por la boca de León, así lo creemos todos, todos damos nuestra adhesión a su epístola”, Strossmayer intentó explicarla en el sentido de que aquellos obispos procedieron como jueces y críticos; examinaron la misiva y, encontrándola ortodoxa, la aceptaron. En efecto, la carta de León es una de las pruebas más elocuente en cuanto a la fe en la infalibilidad del Papa dentro de la Iglesia del siglo V.

Strossmayer trató de demostrar, con envidiable dialéctica, que el escrito de León no era un acto del poder soberano del Papa sino un adoctrinamiento a los obispos, que estaban autorizados para estudiarla, examinarla y aceptarla luego o rechazarla. Para corroborar su opinión, Strossmayer invocó también el parecer del cardenal Bellarmino, pero no pudo probar que los mitrados dudaran en Calcedonia sobre la verdad de la doctrina de León. Simplemente se impusieron del contenido de la misma y comprobaron su concordancia con lo que ellos mismos habían hallado en la revelación divina y que se aprestaban a definir.

“Los inalienables derechos de los obispos” atraen constantemente la atención de Strossmayer, y su “origen divino”, afirma, no puede ser derogado ni siguiera disminuido por el concilio general. Lo prueba también mediante la actitud de Pío IV en el curso del Concilio Tridentino. A pedido de los obispos fueron suprimidas dos palabras del mensaje del Papa, porque las consideraban en perjuicio de la libertad de los conciliares. Strossmayer rinde homenaje a aquel Concilio, que no definió la infalibilidad del Papa; reconoce el valor y coraje de la Iglesia francesa que supo superar las dificultades propias sin pronunciarse por aquélla, alaba a Pío IV, quien, aconsejado por San Carlos de Borromeo, estableció la regla para que no se llegara a conclusión alguna sin el consenso general o casi general de los participantes[18].

“El consenso general de los obispos” en el Concilio constituye el tercer tema de este discurso de Strossmayer. La idea no era original suya pero él, en su calidad de brillante orador y decidido defensor de sus ideas, se presentó como el más sincero y abierto paladín de este principio en el que la oposición conciliar vio el medio más eficaz para impedir la definición de la infalibilidad. Por eso Strossmayer habló extensamente sobre el particular. Quería poner obstáculos al pronunciamiento del concilio y asegurar así más libertad a la Iglesia, posibilitando la promoción de la unidad de los cristianos separados del oriente y el occidente. Era una manera de interpretar no sólo la historia del cristianismo sino también los escritos de Ireneo, Tertuliano y Cipriano que versan sobre aquel tema. Strossmayer entiende en forma bastante artificial dichas opiniones para respaldar la propia, a pesar de que justamente Ireneo, apoyándose en la infalibilidad de la Iglesia Romana y del Papa, prueba con mayor facilidad la ortodoxia doctrinaria de todas las demás partes de la Iglesia. Reconocía la infalibilidad antes y en el mismo acto del Concilio, pero no dejó de destacar la necesidad de que concordaran todas las iglesias apostólicas con la sede romana y con los obispos.

Resulta curioso que todos los obispos presentes escucharan con calma la intervención de Strossmayer, incluso cuando alegaba la inoportunidad de la definición de la infalibilidad, apoyándose en la obra de Vincencio Lirinensis: Commonitorium, y su famoso principio de que el signo mas seguro de la ortodoxia doctrinaria era el que “siempre, en todas partes y por todos” (quod semper, quod ubique, quod ab omnibus) fue creído. Atribuyó a esta regla demasiada y exclusiva importancia, aun cuando no es única para averiguar la verdad de la fe en la Iglesia y en el pueblo cristiano. Lirinensis no conocía la infalibilidad del Papa bajo la forma: “infalibilidad personal y absoluta”, pero enseñaba la necesidad de que hubiese unanimidad de los obispos cuando se trataba de la definición de una verdad de fe[19]. Además invocaba a San Agustín y la advertencia que dirigió a la Iglesia: hay que cuidar la autoridad eclesiástica con serenidad y moderación para que la Iglesia no se exponga a la burla de les enemigos, quienes podrían decir que en ella todo se rige por la voluntad de un sólo hombre y por la superstición, como en el tiempo de San Agustín argüían los maniqueos. Para probar que se procede en la época del Concilio Vaticano I como en la de San Agustín, Strossmayer mencionó la aparición de un escrito titulado “las necesidades de nuestros tiempos”, en el que algunos enemigos de la Iglesia ofrecían pruebas sobre la necesidad de la definición de la infalibilidad, seguros de que así la Iglesia y su magisterio perderían completamente su autoridad. Al condenar esta obra, agregaba: Credite mihi, non sunt vani nostri timores, non sunt vana pericula quae nos praevidemus. Ego saltem dicere possum coram Deo, qui me iudicaturus est, quod definitione hac de qua agimus, in effectum deducta, gregi meo, cui praesum, multa pericula sunt creanda (Creedme, no son vanos nuestros temores, no son vanos los peligros, que prevemos. Yo puedo decir ante el Dios que me ha de juzgar, que la definición que estamos tratando, si llegare a proclamarse, creará muchos peligros a la grey cuyo pastor soy)[20].

Hemos mencionado ya las ideas y los ideales de Strossmayer referentes al retorno de los cristianos separados eslavos al seno de la Iglesia por conducto de los católicos croatas. Imbuido de estas ideas y deseos, Strossmayer al finalizar su disertación dirigió su llamamiento al Papa y al Concilio para que se agrandara el ámbito de la Iglesia en vez de restringirlo; abogó por que la paz, la concordia y la unidad cristianas se difundiesen cada vez más por el mundo, por que la humanidad se convirtiese “en una grey bajo un pastor (grex unus sub uno pastore). Expresó su esperanza de que el Papa, que excede a todos los demás obispos en autoridad y virtud, teniendo presente el ejemplo de San Pedro, quien por humildad pidió que lo crucificaran cabeza abajo, sacaría a la Iglesia del peligro, mediante su humildad y sacrificio, en que caería con la definición de la infalibilidad. Por la misma razón mencionó al apóstol Pablo, quien alaba la grandeza del Salvador precisamente por su humildad y autosacrificio (Epístola a los filipenses, 2, 5‑11). Dirigiéndose por fin a todos los obispos presentes formuló su esperanza de que imitaran a Cristo Jesús, buen Pastor, quien por una oveja perdida dejó noventa y nueve, la encontró, la cargó sobre sus hombros y la llevó a su redil.[21]

Sería innecesario subrayar que los enemigos de la Iglesia y del Papado dieron también una amplia publicidad a este discurso de Strossmayer, donde resaltan la amplitud y las características de su cultura teológica. El Concilio mismo le prestó atención en calma. Resultaría muy interesante confrontar esta disertación suya con las de la oposición, entre los cuales figuraban Dupanloup, Hefele, Haynald, Ketteler, Schwarzenberg y otros. Podemos decir que Strossmayer, en sus intervenciones, era más moderado que, por ejemplo, Dupanloup, y en cuanto a su forma, siempre trató de llevarla a la altura necesaria. Tan sólo en el fervor de las discusiones, en cartas privadas o en momentos sentimentales y de dialéctica se mostraba, según afirman sus conocedores personales: “de una naturaleza muy impulsiva y como un fanático casi de su fe y su convicción... Momentáneamente pudo exacerbarse y estampar conceptos que no podrían escapar a los reproches ... Por lo cual hay que tomar sus ideas desde el punto de vista científico, sin aprovecharlas con fines políticos u otros de carácter transitorio[22].

Discursos apócrifos de Strossmayer

Los enemigos de la Iglesia quedaron descontentos por haber dejado pasar el discurso de Strossmayer del 2 de junio de 1870 sin inconvenientes e intromisiones; y ello dio motivo a que inmediatamente confeccionaran un panfleto, plagado de ataques contra la Iglesia y el Papa, y lo divulgaran por todas partes como si fuera el texto auténtico del obispo. Los que conocieron la labor conciliar y las disertaciones de éste, bien pronto se percataron de que se trataba de una maliciosa falsificación inventada con el fin de hacer daño a la Iglesia y al Papa, y causar confusión y discordia entre el clero y los feligreses de todo el universo. Obispos de varias partes de la tierra escribieron a Strossmayer para que les confesara la verdad sobre el panfleto. Strossmayer, en efecto, negó en varias oportunidades su veracidad y ofreció pruebas de que se trataba de una manifiesta invención de los enemigos de la unidad católica. Por fin pudo comprobarse, en el año 1876, que un ex sacerdote mexicano, el Dr. José Agustín Escudero, en un principio religioso agustino, pero más tarde apóstata de la Orden y de la Iglesia, masón y rebelde contra la autoridad eclesiástica y civil, acosado por el arrepentimiento de su propia conciencia reconoció ser el autor del escrito. Más tarde hizo una declaración penitenciaria en el periódico América del Sud. El misionero lazarista, padre Pedro Stollenwerk, envió el 18 de agosto de 1876, dicho periódico, junto con una carta personal, a Strossmayer. Stollenwerk había agregado la dirección de su casa: Calle Libertad. Hospital Francés, Buenos Aires. El secretario de Strossmayer, José Wallinger, confirmó la autenticidad de esta carta y de este modo todo el mundo se enteró de la verdad definitiva sobre el panfleto[23].

Las invenciones procedentes de los círculos liberales en el sentido de que se le ofrecían a Strossmayer las ofertas “más brillantes” para que encabeza a los católicos rebeldes, han sido desmentidas en forma categórica por un canónigo de Strossmayer ‑el padre Vorsak- quien en aquella época vivía en el Capitolio croata de San Jerónimo en Roma[24].

Granderath y Kirch mencionan también la pastoral de Strossmayer, relativa a los Santos Cirilo y Metodio del 4 de febrero de 1881, donde igualmente fue desmascarado dicho panfleto. Reproducimos el fragmento que nos interesa: “Hace unos años, circuló bajo mi nombre un horrendo discurso, que está tan lejos de mí por su forma y contenido, como el lugar de Sud América en que un sacerdote reconoció, arrepentido, que lo había confeccionado y divulgado, bajo mi nombre, ofreciéndome, por intermedio de su confesor, cualquier satisfacción que le pidiera. A pesar de que este escrito ostentaba por sí mismo características evidentes e indubitables de su origen apócrifo, causó muchas confusiones entre quienes no sabían que mis discursos fueron guardados en los Archivos del Vaticano y que no son accesibles a cualquiera. A pesar de que las cosas sucedieron así, me resulta grato poder confesar también en esta oportunidad, ante todo el mundo, que preferiría que mi mano derecha se secase o mi lengua quedase paralizada antes que decir o escribir una sola de las proposiciones de ese horrendo discurso que fue divulgado bajo mi nombre”[25].

Un año más tarde, o sea, el 4 de febrero de 1882, Strossmayer repitió casi literalmente dicha declaración en una contestación por escrito dirigida a los obispos ortodoxos que le habían atacado por dicha pastoral sobre los santos hermanos Cirilo y Metodio[26].

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NOTAS

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[1] Todos los discursos, estenográficamente registrados, están en la obra de I.D.M. MANSI: Sacrorum conciliorum nova et amplissima collectio, tomos 50, 51 y 52, a cura de I.B. Martin y L. Petit, Paris 1911-1927. El resumen de cada discurso es tomado de la obrita de Ivan Tomas, que se puede leer completa aquí.

[2] Janko Oberski Govori djakovaskog biskupa na Vatikanskom Saboru 1869-1870 (Los discursos del obispo de Djalkovo en el Concilio Vaticano de 1869‑1870, Zagreb 1929, pág. 8.

[3] Janko Oberski, Op. Cit., pág. 16.

[4] Lord Acton, Zur Geschichte des Vatikanischen Konzils, pág. 75.

[5] J. Oberski, Op. cit., pág. 58 72.

[6] J. Oberski, Op. cit., pág. 28‑54.

[7] Granderath ‑ Kirch, Op. cit., Vol. II, pág. 175 y 400.

[8] Granderath ‑ Kirch, Op. cit., pág. 400.

[9] Granderath ‑ Kirch, Op. cit., Vol II, pág. 402‑403.

[10] J. Oberski, Op. cit., pág. 112.

[11] J. Oberski, Op. cit., pág. 114.

[12] F. Sisic, Op. cit., pág. 390‑392. Aquí está reproducida la carta‑petición en su texto latino íntegro.

[13] J. Oberski, Op. cit., pág. 114.

[14] Granderath‑Kirch, Op. cit., Vol. II, pág. 189.

[15] Ver F. Sisic, Op. Cit., Libro A, pág. 504.

[16] J. Oberski, Op. cit., pág. 96.

[17] J. Oberski, Op. cit., pág. 98.

[18] Oberjski, Op. cit., pág,. 102‑108.

[19] J. Oberski, Op. cit., pág 110.

[20] J. Oberski, Op. cit., pág. 114.

[21] J. Oberski, Op. cit., pág. 114-116.

[22] F. Sisic, Op. cit., Vol I en prefacio, pág. VII-VIII.

[23] Granderath ‑ Kirch, Op. cit., Vol. III, pág. 189‑190.

[24] Granderath ‑ Kirch, Op. cit., Vol. III, nota 6, pág. 584-585.

[25] T. Smiciklas, Esbozo de vida y obra del Obispo J. J. Strossmayer, Zagreb 1906, pág. 430-431.

[26] F. Sisic, Op. cit. Vol. III, libro IV, Zagreb 1931, pág. 505


Eso son comentarios sobre sus discursos. ¿Donde estan los discursos?
Es evidente que con mucha palabreria se esconden. ¿Por que será?
¿No será que se acercan demasiado a la "falsificación?
La incognita no se va a desvelar con lo que han escrito los interesados
Cada vez lo veo mas claro.
 
Todo igual

Todo igual

Veo que todo sigue igual.

Tobi "acepta" que el discurso pueda ser falso, pero "sabe" que el original debe ser aún peor.

Luis Fernando, no le escondas los discursos a este pobre hombre, debe estar hecho un nudo buscándolo (algunos irían directamente a las actas del Concilio, ya que allí figuran todos los discursos, pero esto es muy fácil y tal vez no se encuentre lo que yo busco, lo cual me dejaría sin argumento y sin poder criticar por la falta de información).

Todo igual, si LFP dice blanco, pues no importa, el es católico y deberé oponerme (si no encuentro argumentos, pues lo inventaré o tomaré algunos ya inventados y solicitaré que se me pruebe la falsedad, por supuesto, yo no tendré que probar que son verídicos).

Pasa el tiempo y nada cambia (tal vez, algunos más gordos, entre los que me incluyo, todos más viejos, los personajes nuevos toman la bandera de los antiguos para mantener el status, y así).

Un gusto el volver a saludarlos, un fraternal abrazo a todos.

Fraternalmente en Cristo.
Fegna

PD: Mis felicitaciones al Webmaster, ahora es más bonito escribir (aunque sea más de lo mismo), tenemos más posibilidades de hacer atractivo el mensaje y que se vea mejor, por lo que, nunca está de más, felicitar a quien nos permite participar y se preocupa de mejorar (si, más aún) el excelente sitio que nos ofrece.
 
Re: Todo igual

Re: Todo igual

Originalmente enviado por: Fegna
Veo que todo sigue igual.

Tobi "acepta" que el discurso pueda ser falso, pero "sabe" que el original debe ser aún peor.

Luis Fernando, no le escondas los discursos a este pobre hombre, debe estar hecho un nudo buscándolo (algunos irían directamente a las actas del Concilio, ya que allí figuran todos los discursos, pero esto es muy fácil y tal vez no se encuentre lo que yo busco, lo cual me dejaría sin argumento y sin poder criticar por la falta de información).

Todo igual, si LFP dice blanco, pues no importa, el es católico y deberé oponerme (si no encuentro argumentos, pues lo inventaré o tomaré algunos ya inventados y solicitaré que se me pruebe la falsedad, por supuesto, yo no tendré que probar que son verídicos).

Pasa el tiempo y nada cambia (tal vez, algunos más gordos, entre los que me incluyo, todos más viejos, los personajes nuevos toman la bandera de los antiguos para mantener el status, y así).

Un gusto el volver a saludarlos, un fraternal abrazo a todos.

Fraternalmente en Cristo.
Fegna

PD: Mis felicitaciones al Webmaster, ahora es más bonito escribir (aunque sea más de lo mismo), tenemos más posibilidades de hacer atractivo el mensaje y que se vea mejor, por lo que, nunca está de más, felicitar a quien nos permite participar y se preocupa de mejorar (si, más aún) el excelente sitio que nos ofrece.



Hola Fegna, rebienvenido :D


No se trata de llevar la contra por que LF es católico, sino porque lo que defiende son leyes de hombres....................con el agravante de que no soleis reconocer publicamente los errores de vuestra iglesia, y vuestra capacidad de autocrítica es nula (al menos en foros al "descubierto") ;).


Si LF hace un papel de cara a la galería y luego en su interior piensa de otra manera, en realidad es un buen católico, como la mayoría de los que conozco............exceptuando casos como ermitaño, que ha sido una grata sorpresa para mí...........
 
Re: Todo igual

Re: Todo igual

Originalmente enviado por: Fegna
Veo que todo sigue igual.

Tobi "acepta" que el discurso pueda ser falso, pero "sabe" que el original debe ser aún peor.

Luis Fernando, no le escondas los discursos a este pobre hombre, debe estar hecho un nudo buscándolo (algunos irían directamente a las actas del Concilio, ya que allí figuran todos los discursos, pero esto es muy fácil y tal vez no se encuentre lo que yo busco, lo cual me dejaría sin argumento y sin poder criticar por la falta de información).

Todo igual, si LFP dice blanco, pues no importa, el es católico y deberé oponerme (si no encuentro argumentos, pues lo inventaré o tomaré algunos ya inventados y solicitaré que se me pruebe la falsedad, por supuesto, yo no tendré que probar que son verídicos).

Pasa el tiempo y nada cambia (tal vez, algunos más gordos, entre los que me incluyo, todos más viejos, los personajes nuevos toman la bandera de los antiguos para mantener el status, y así).

Un gusto el volver a saludarlos, un fraternal abrazo a todos.

Fraternalmente en Cristo.
Fegna

PD: Mis felicitaciones al Webmaster, ahora es más bonito escribir (aunque sea más de lo mismo), tenemos más posibilidades de hacer atractivo el mensaje y que se vea mejor, por lo que, nunca está de más, felicitar a quien nos permite participar y se preocupa de mejorar (si, más aún) el excelente sitio que nos ofrece.

Amigo Fegna:
Sea cual fuese el dircurso de Strossmayer no hará que varie mi opinión respecto a la Institución Vaticana. Al fin y al cabo la validez del dogma de la infalibilidad papal respecto a su aprobación o no, fué un problema de aquella Institución.
Con respecto a nosotros, protestantes, la historia nos demuestra que este dogma no tiene el más mínimo fundamento cristiano.

L. F. Ha buscado y trascrito lo que dicen al respecto diversos católicos sobre el famoso discurso y que interpretan a su gusto. Pero la pregunta clave es: ¿Por que no transcriben las Actas de dicho Concilio al respecto? ¿Es que prefieren no hacerlo y ahorrarse el falsificarlas? ¿Acaso no dan pie a sospechar esto último?

Lo que si nos ha demostrado L. F. es que en todo lo transcrito se muestra una absoluta falta de rigurosidad puesto que eluden la cuestión clave. El discurso original de Strossmayer.
Bendiciones-
 
Hombre, tocayo, ¡¡qué grata sorpresa volverte a ver por estos lares!! Efectivamente, nihil novum sub sole.
Oye, ¿te vas a quedar?
Es que yo voy a estar atareadísimo durante al menos semana y media y acá sólo podré poner mensajes cortos o usar el cut&paste en situaciones puntuales.
Además, como a ti todavía no te han llamado esquizofrénico neurótico :)burla:) pues quizás hasta puedas debatir con cierta tranquilidad durante un tiempo, :cool:



Tobi:
Lo que si nos ha demostrado L. F. es que en todo lo transcrito se muestra una absoluta falta de rigurosidad puesto que eluden la cuestión clave.

Luis:
Je, je je je
O sea que nos pones un discurso que se ha demostrado que es falso y encima nos acusas de falta de rigurosidad.
Pero bueno hombre, ¿no te da un poquito de verguenza decir esas cosas? ¿ni tan siquiera un poquito?

¿vas a ser TÚ el que dudes de los católicos cuando resulta que llevas copiando en el foro cosas falsas desde la semana pasada? :rolleyes:
¿o es que ya se te ha olvidado tu gloriosa actuación en el tema de la cláusula bautismal del credo niceno-constantinopolitano?
:sfuego:
 
Si yo he transcrito el falso no veo que nuestro sarcastico amigo nos de el auténtico.

En cuanto a mis pretendidos errores, me congratulo de ellos.

Jamás he pretendido ni pretendo ser infalible. Además, tampoco tengo la más mínima seguridad de que la cita que nos da Jose Grau sea equivocada y las del sarcástico Luis sean posteriores añadiduras.

Lo mismo que yo transcribi la de Grau, los citados por Luis se pueden haber nutrido de una falsa añadidura.

Claro que mediante eso se le olvida decirnos el porque no se da en las famosas Webs donde se nutre, el porque no transcriben al famoso discurso de Strossmayer.

¿Donde está, Luis? ¿Tan inasequible es? ¿O es que no conviene sacarlo a la luz?

Y, en tu favor, deja los sarcasmos. A mi no me importan.
Mis saludos.
 
Otra vez

Otra vez

Espero no disgustar a alguno, pero espero permanecer algún tiempo (siempre que me lo permita mi trabajo y mi señora :D ya que uno no siempre puede hacer lo que desea ni lo que le gusta :llorando: , pero la vida es así).

Aunque algunos hermanos no los conozco (creo que con Tobi nunca me había encontrado), a ellos y a los que me conocen (sobre todo a Maripaz que gentilmente me dió la bienvenida) un fuerte abrazo y una sincera oración por cada uno de los que aquí participan (también por aquellos que sólo nos leen).

Para Tobi, yo le expresé donde buscar cualquier discurso (las actas de cada Concilio están, en especial las del Concilio Vaticano I, donde estuvo el obispo Strossmayer), si él cree que puede encontrar allí lo que busca, pues que lo haga (al menos de esta manera leerá de primera fuente y nos traerá verdades y no mentiras, que bien conocemos quien es el padre de ellas).

(Creo tocayo que me estoy cocinando, pero todo sea por el Señor que es la Verdad).

Vivamos la alegría de conocer al Señor (para ello utilicemos la Verdad y el Amor).

Fraternalmente en Cristo
Fegna
 
La solución más "simple"

La solución más "simple"

Yo también tengo entendido que el discurso de Strossmayer que circula por ahí es espurio.

Dado que el Concilio Vaticano I se realizó hace menos de un siglo y medio, toda esta discusión podría zanjarse muy fácilmente mediante la confrontación con las actas del citado Concilio.

Lamentablemente al menos yo nunca he encontrado una edición de ellas. ¿alguno sabe cómo hallarla?

Bendiciones en Cristo,

Jetonius

<{{{><
 
Re: La solución más "simple"

Re: La solución más "simple"

Originalmente enviado por: Jetonius
Yo también tengo entendido que el discurso de Strossmayer que circula por ahí es espurio.

Dado que el Concilio Vaticano I se realizó hace menos de un siglo y medio, toda esta discusión podría zanjarse muy fácilmente mediante la confrontación con las actas del citado Concilio.

Lamentablemente al menos yo nunca he encontrado una edición de ellas. ¿alguno sabe cómo hallarla?

Bendiciones en Cristo,

Jetonius

<{{{><

¡Hola Jetonius!
La he buscado en varias webs católicas y no la he encontrado. Comentarios e interpretaciones de su discurso tanto como apetezcan, pero el escrito original brilla por su ausencia.
Como ya he insinuado anteriormente se encuentra a faltar la lógica, puesto que, si circula un discurso espúreo ¿por que no demostrarlo mediante el auténtico? Si eso no se hace, de nuevo surge la lógica pregunta: ¿No será que no es tan espúreo como se pretende?
Un brazo en Cristo, Jetonius.
 
Lo lógico

Lo lógico

Tobi:

Yo he buscado varias obras de Martín Lutero en castellano en la red y no las he encontrado, ¿será porque en ellas Martín Lutero afirmaba que la Iglesia Católica es la verdadera?:D :D :D

Si muchos evangélicos dicen que es espúrea, y los católicos no ponemos los discursos verdaderos, tienes las posibilidades abiertas (por cierto, si quieres llegar a encontrarla) de buscar el original y salir de tu duda, o mantenerte en la ignorancia y levantando falso testimonio si resulta ser falsa.:terco:

:burla:

Ahora en serio, para buscar las actas del Concilio Vaticano I puedes hacerlo en la mayoría de las bibliotecas de los seminarios (no son obras fácilmente vendibles, por lo que las editoriales no las imprimen y distribuyen :llorando: ).

Fraternalmente en Cristo
Fegna
 
Re: Re: La solución más "simple"

Re: Re: La solución más "simple"

Originalmente enviado por: Tobi


¡Hola Jetonius!
La he buscado en varias webs católicas y no la he encontrado. Comentarios e interpretaciones de su discurso tanto como apetezcan, pero el escrito original brilla por su ausencia.
Como ya he insinuado anteriormente se encuentra a faltar la lógica, puesto que, si circula un discurso espúreo ¿por que no demostrarlo mediante el auténtico? Si eso no se hace, de nuevo surge la lógica pregunta: ¿No será que no es tan espúreo como se pretende?
Un brazo en Cristo, Jetonius.

Hola Tobi,

Independientemente de si el discurso de Strossmayer es genuino o espurio, el hecho es que los documentos originales del Concilio Vaticano I fueron manejados con gran sigilo y censurados hasta para los historiadores católicos.

Dice August Bernhard Hasler en su ¿Cómo llegó el papa a ser infalible? Fuerza y debilidad de un dogma (Trad. Cast. Barcelona: Planeta, 1980, p. 163, 204-205):

Lo más grave, con todo, es que el Vaticano continúa con esta política restrictiva de archivos. En diciembre de 1966 el Archivo Secreto del Vaticano ofreció a la investigación todo el pontificado de Pío IX. Esto suponía que se tendría también acceso al archivo del Concilio Vaticano I. Pero antes de que se hubiese podido estudiar realmente la gran cantidad de material archivado, las puertas se cerraron de nuevo. Tres empleados del Archivo Secreto Vaticano, después de un fatigoso trabajo de años enteros habían clasificado todo el material, hasta la última caja, sentando así la base previa para la confección de un índice completo...

Las exposiciones católicas elaboradas hasta ahora de la historia del Concilio Vaticano I se basan predominantemente en las fuentes de los vencedores. Los derrotados de entonces no se atrevieron, por miedo a las represalias, a relatar los hechos desde su punto de vista ni a publicarlos. Por el mismo motivo, algunos obispos y teólogos destruyeron las notas y cartas del Concilio Vaticano I ...

En esta discusión hay que recordar, además, con todo énfasis, la masiva manipulación llevada a cabo hasta hace poco en la historia escrita y la política de archivos, que continúa siendo represiva. Los documentos concluyentes del arzobispo Vicenzo Tizzani continúan hasta ahora bajo llave. Y Tizzani no es en absoluto el único ejemplo.

El mismo autor afirma que en 1969 Paulo VI anunció una edición crítica de las actas conciliares.

Han transcurrido más de 30 años del anuncio, y más de 20 de la publicación del libro de Hasler, y que yo sepa la tal edición crítica todavía brilla por su ausencia.

Te retribuyo tu "brazo" en Cristo, Tobi

Jetonius

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