Re: LA IGLESIA ADVENTISTA APOSTATO DEL PROTESTANTISMO
Estimado valdense. Saludos cordiales.
Tú dices:
Hermano el mundo tienes razon es el tomo 1 yo tengo la tercera edicion de 1977
Hno Cajiga no expongo aqui la conducta del papado ni de nadie porque tambien tendria que exponer la conducta IASD que tambien deja demassiado que desear
Aqui me refiero a cuatro principios protestantes que la IASD no observa
Respondo: Debes saber que un texto sin su contexto es un pretecto.
Veamos que es lo que te resulta tan difícil "entender"
"El mundo está comprobando ahora los resultados inevitables de la transgresión de la ley de Dios. Habiendo completado su obra creadora, el Señor descansó el séptimo día y lo santificó como el día de su reposo, apartándolo como el día que el hombre debía dedicar para el culto divino. Pero actualmente, por regla general, el mundo desdeña por completo la ley de Jehová. Se ha instituido otro día en lugar del día de reposo de Dios. El instrumento humano ha opuesto su conducta y su voluntad a las enseñanzas positivas de la Palabra, y el mundo está sumergido en rebelión y pecado. Esta obra de oposición a la ley de Dios tuvo su comienzo en las cortes celestiales con Lucifer, el querubín cubridor. Satanás se propuso ser primero en los concilios celestiales, e igual a Dios. Comenzó su obra de rebelión con los ángeles que estaban a sus órdenes, procurando difundir entre ellos el espíritu de descontento. Y trabajó en una forma tan engañosa que muchos de los ángeles se decidieron por su causa antes de que se conocieran plenamente sus propósitos. Aun los ángeles leales no pudieron discernir plenamente su carácter ni ver dónde llevaba su obra. Cuando Satanás consiguió ganar a muchos ángeles para su bando, llevó su causa a Dios, pretendiendo que era el deseo de los ángeles que él ocupara el puesto que tenía Cristo.
El mal continuó obrando hasta que el espíritu de descontento se tradujo en una revuelta activa. Entonces hubo guerra en el cielo y Satanás, con todos sus simpatizantes, fue expulsado. Satanás había lidiado en procura del dominio en el cielo, y había perdido la batalla. Dios no podía dispensarle más honor y supremacía, y éstos le fueron 261 quitados junto con la parte que había tenido en el gobierno del cielo.
Desde entonces Satanás y su ejército aliado han sido los enemigos declarados de Dios en nuestro mundo, y han luchado siempre contra la causa de la verdad y la justicia. Satanás ha continuado presentando a los hombres, así como lo hizo a los ángeles, sus falsas descripciones de Cristo y de Dios, y ha ganado al mundo para su bando. Aun las iglesias que profesan ser cristianas se han puesto del lado del primer gran apóstata.
Satanás se describe a sí mismo como el príncipe del reino de este mundo y en ese carácter se aproximó a Cristo en la última de sus tres grandes tentaciones en el desierto. "Todo esto te daré, si postrado me adorares", le dijo al Salvador, señalando los reinos de este mundo que Satanás había hecho pasar delante de Jesús.
En las cortes celestiales, Cristo había sabido que llegaría el tiempo cuando debería hacer frente al poder de Satanás y debía vencerlo, si la raza humana había de ser salvada alguna vez de su dominio. Y cuando llegó ese tiempo, el Hijo de Dios depuso su corona real y su manto regio, y revistiendo su divinidad con humanidad, vino a la tierra para hacer frente al príncipe del mal y para vencerlo. A fin de llegar a ser el Abogado del hombre delante del Padre, el Salvador había de vivir su vida en la tierra tal como deben hacerlo todos los seres humanos, aceptando sus adversidades, dolores y tentaciones.
En la forma de la criaturita de Belén había de hacerse uno con la raza humana y mediante una vida intachable desde el establo a la cruz mostraría que el hombre, por una vida de arrepentimiento y fe en Cristo, podría ser restaurado al favor de Dios.
Proporcionaría al hombre gracia redentora y perdón de pecados. Si los hombres retornaban a su lealtad y no desobedecían más, recibirían el perdón."
Como ves Cristo es quién se hizo obediente hasta la muerte, y él nos dio el ejemplo a seguir.
“Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero… y por cuya herida fuisteis sanados” (1.ª Pedro 2:24)
"siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús"( Romanos 3:24)
L. Berkhof lo expresa de la siguiente manera:
«La base para el perdón de los pecados la encontramos en la obediencia pasiva de Cristo que se hizo maldición por causa nuestra (Gálatas 3:13); y en su obediencia activa mediante la cual ganó para nosotros todos los dones de gracia, incluyendo la vida eterna…» (Teología Sistemática, pág. 627).
El conocido teólogo reformado Archibald A. Hodge apunta:
«Las Escrituras nos enseñan claramente que la obediencia de Cristo fue tan ciertamente sustitucionaria como sus sufrimientos, y que él nos reconcilió con el Padre tanto por lo uno como por lo otro» (A. A. Hodge, The Atonement, Grand Rapids, MI: Eerdmans Publishing, 1953, pág. 248-249).
La Reformation Study Bible dice en una nota sobre Romanos 3:24:
«La justificación está basada no sólo en la muerte de Cristo en la cruz donde él llevó la culpa del juicio de Dios contra nosotros,
sino que también se basa en la vida de obediencia de Cristo a lo largo de la cual él cumplió los preceptos de la ley de Dios por nosotros.»
Ningún creyente puede dudar de que Cristo vivió una vida santa, sin pecado, de perfecta obediencia a los mandamientos y a la voluntad de Dios. Él mismo dijo en cuanto a su Padre: “Yo hago siempre lo que le agrada.” “Yo he guardado los mandamientos de mi Padre” (Juan 8:29; 15:10). Cristo “no conoció pecado”; fue “un cordero sin mancha y sin contaminación”, “no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca” (2.ª Corintios 5:21; 1.ª Pedro 1:19; 2:22). El apóstol Juan afirma que “no hay pecado en él” (1.ª Juan 3:5) y el apóstol en la epístola a los Hebreos declara también que “fue tentado en todo según nuestra semejanza, sin pecado” (Hebreos 4:15)
"Mediante Cristo, se dan al hombre tanto restauración como reconciliación. El abismo abierto por el pecado ha sido salvado por la cruz del Calvario. Un rescate pleno y completo ha sido pagado por Jesús en virtud del cual es perdonado el pecador y es mantenida la justicia de la ley. Todos los que creen que Cristo es el sacrificio expiatorio pueden ir y recibir el perdón de sus pecados, pues mediante los méritos de Cristo se ha abierto la comunicación entre Dios y el hombre. Dios puede aceptarme como a su hijo y yo puedo tener derecho a él y puedo regocijarme en él como en mi Padre amante. Debemos centralizar nuestras esperanzas del cielo únicamente en Cristo, pues él es nuestro sustituto y garantía.
Hemos transgredido la ley de Dios, y por las obras de la ley ninguna carne será justificada. Los mejores esfuerzos que pueda hacer el hombre con su propio poder son ineficaces para responder ante la ley santa y justa que ha transgredido, pero mediante la fe en Cristo puede demandar la justicia del Hijo de Dios como plenamente suficiente. Cristo satisfizo las demandas de la ley en su naturaleza humana. Llevó la maldición de la ley por el pecador, hizo expiación para él a fin de que cualquiera que cree en él, no se pierda sino tenga vida eterna. La fe genuina se apropia de la justicia de Cristo y el pecador es hecho vencedor con Cristo, pues se lo hace participante de la naturaleza divina, y así se combinan la divinidad y la humanidad.
El que está intentando alcanzar el cielo por sus propias obras al guardar la ley, está intentando un imposible. El hombre no puede ser salvado sin la obediencia, pero sus obras no deben ser propias. Cristo debe efectuar en él tanto el querer como el hacer la buena voluntad de Dios. Si el hombre pudiera salvarse por sus propias obras, podría tener algo en sí mismo por lo cual regocijarse. El esfuerzo que el hombre pueda hacer con su propia fuerza para obtener la salvación está representado por la ofrenda de Caín. Todo lo que el hombre pueda hacer sin Cristo está contaminado con egoísmo y pecado, pero lo que se efectúa mediante la fe es aceptable ante Dios. El alma hace progresos cuando procuramos ganar el cielo mediante los méritos de Cristo. Contemplando a Jesús, el autor y consumador de nuestra fe, podemos proseguir de fortaleza en fortaleza, de victoria en victoria, pues mediante Cristo la gracia de Dios ha obrado nuestra completa salvación (Mensajes selectos, 1. 1, pp. 426, 427).
La verdad en Cristo y por medio de Cristo es inconmensurable. El que estudia las Escrituras, mira, por así decirlo, dentro de una fuente que se profundiza y se amplia a medida que más se contemplan sus profundidades. No comprenderemos en esta vida el misterio del amor de Dios al dar a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. La obra de nuestro Redentor sobre esta tierra es y siempre será un tema que requerirá nuestro más elevado esfuerzo de imaginación. El hombre puede utilizar toda facultad mental en un esfuerzo por sondear este misterio, pero su mente desfallecerá y se abatirá. El investigador más diligente verá delante de él un mar ilimitado y sin orillas.
La verdad, tal como se halla en Cristo, puede ser experimentada, pero nunca explicada. Su altura, anchura y profundidad sobrepujan nuestro conocimiento. Podemos esforzar hasta lo sumo nuestra imaginación para ver sólo turbiamente la vislumbre de un amor inexplicable, tan alto como los cielos, pero que ha descendido hasta la tierra a estampar la imagen de Dios en todo el género humano.
Sin embargo, nos es posible ver todo lo que podemos soportar de la compasión divina. Ésta se descubre al alma humilde y contrita. Entenderemos la compasión de Dios en la misma proporción en que apreciamos su sacrificio por nosotros. Al estudiar la Palabra de Dios con humildad de corazón, el grandioso tema de la redención se abrirá a nuestra investigación. Aumentará en brillo mientras lo contemplemos, y mientras aspiremos a entenderlo, su altura y profundidad irán continuamente en aumento (Palabras de vida del Gran Maestro, pp. 99, 100).
Bendiciones.
Luego todo Israel será salvo.