Re: ¿La conquista de América, puede ser plan de Dios?
México, Quetzalcóatl, La Virgen de Guadalupe (extracto del libro "El mito de la derecha")...
Los incidentes giraban en torno a la cuestión de la Virgen de Guadalupe como supremo símbolo religioso de México. Una virgen de origen español (la virgen de Guadalupe de Extremadura) pero cuya imagen se decía (en relatos de mediados del siglo xviii) que había sido pintada en la capa o tilma del indico Juan Diego sólo diez años después de la conquista. Desde mediados del siglo xvii fue aumentando su influencia, hasta convertirse en la Virgen mexicana por excelencia, el equivalente, dentro del imperio español, a lo que pudiera ser la Virgen del Pilar, la Virgen de Covadonga o incluso la misma Virgen de Guadalupe extremeña.
Siendo virrey de la Nueva España el segundo conde de Revillagigedo, tuvieron lugar en 1790 unos descubrimientos arqueológicos, con ocasión del saneamiento y allanamiento de la Plaza de Aramas, hoy conocida como Zócalo de la ciudad de México; concretamente el descubrimiento de una estatua identificada con el dios Coatlicue, que apareció el 13 de agosto, y muy cerca un "reloj solar mexicano", más tarde identificado con un calendario sacrificial azteca, descubierto el 17 de diciembre.
A raíz de los hallazgos comenzaron a inventarse, a reinventarse o removerse, como si ellas hubieran sido demostradas por los descubrimientos arqueológicos, algunas tradiciones que hacían alusión a la leyenda de la estancia en México, dieciocho siglos antes, del apóstol santo Tomás, que se habría desplazado allí desde Palestina, en la misma época y paralelamente al desplazamiento reconocido por la Iglesia de la Virgen de Zaragoza y del apóstol Santiago a Compostela. Estos desplazamientos milagrosos quedaban justificados teológicamente por el mandamiento que Cristo hizo a sus discípulos "id por todo el mundo, y predicad el Evangelio a toda criatura". Fueron estos hallazgos arqueológicos los que al parecer desencadenaron las visiones de los exaltados, que llegaron a asociar a santo Tomás con Quetzalcóatl, que a fin de cuentas pertenecía al mismo panteón azteca que Coatlicue, cuya estatua acababa de descubrirse.
El asunto llegó a mayores cuando el día 12 de diciembre de 1794, festividad de la milagrosa aparición a Juan Diego, en el siglo xvi, de nuestra señora de Guadalupe, un fraile dominico, el célebre fray José Servando Teresa de Mier Noriega y Guerra (como se ve, español por los cuatro costados), pronunció el sermón, en el propio santuario, ante la imagen de la Virgen, en presencia del virrey, marqués de Branciforte, del arzobispo Alonso Núñez de Haro, y de miembros de la Real Audiencia y de sus tribunales, en el que dijo que esta portentosa imagen no fue pintada en la capa o tilma del indio Juan Diego, como sostiene la estampada en la capa de santo Tomás Apóstol desde los principios del primer siglo de la Iglesia, viviendo aún en carne mortal la Santísima Virgen.
Ante el escándalo causado entre los oyentes, fray Servando fue inmediatamente requerido, examinado y apartado a un convento de la península española, el de las Caldas de Besaya en Santander, hoy Cantabria, en donde permaneció encerrado hasta que logró escapar, continuando una vida de aventuras que le llevaron a convertirse oficialmente en "prócer" de la nación Mexicana.
El significado político del escandaloso sermón de fray Servando no sólo tenía un gran alcance, sino también un enorme alcance político. En efecto, afirmar en México en 1794 que la virgen de Guadalupe, puesta en la misma línea que la virgen del Pilar de Zaragoza, había estado presente en carne mortal no sólo en Zaragoza, sino también en México, quince siglos antes de la entrada de los españoles, equivalía a sentar el principio de la independencia histórica de México respecto a España. Y esto en el mismo momento del comienzo de la era cristiana, es decir, en el comienzo del tiempo histórico.
México, en su vida histórica (la cristiana), comenzaba a ser presentado por un fraile criollo como un Reino independiente de España desde el origen de los tiempos. Dicho de otro modo, América no debía nada a España - salvo la sífilis y un idioma impuesto y mucho más moderno que el nahuatl o el guaraní; ni siquiera habría que agradecer nada a España por el servicio providencial que dentro del orden cristiano le habría prestado como mensajero de la verdad, puesto que ésta era ya conocida muchos siglos antes de que los españoles tomaran contacto con América. A lo sumo, los españoles habrían contribuido al encubrimiento de la originaria independencia de México respecto de España, en el proceso de evangelización.
O dicho en las palabras que dos siglos después utilizarán completamente en serio los venerables teólogos de la liberación: "las religiones indígenas de los indios americanos estuvieron ya sembradas con la semilla del Verbo"...
La mayor parte de estos ideólogos criollos alucinados y falsarios no eran ni de izquierdas ni de derechas. Eran clérigos de la Santa Madre Iglesia que continuaban la línea de las Casas y Montesinos, que ya en el siglo xvi querían antes una América para los frailes que para la Corona.
En la medida en que eran súbditos de la Monarquía española, los tempranos secesionistas podrían considerarse de izquierdas, en tanto buscaban destruir el Antiguo Régimen, atacando a su línea de flotación, la capa basal de su imperio. Y lo eran aunque, como fray Servando, fuesen clérigos católicos, creyentes en los mitos más ridículos y absurdos sobre la Virgen de Guadalupe y santo Tomás el apóstol. Pero una vez que el Antiguo Régimen cayó, los independentistas que sobrevivieron dejaron ya de ser de izquierdas y se convirtieron a la derecha reaccionaria clerical más irracional, frente a las izquierdas nuevas emergentes, liberales, anarquistas, socialdemócratas o comunistas.