El ser humano puede, mediante el uso de su razón y por medio de una analogía, llegar al conocimiento y la certeza de la existencia del Dios creador.
El salmista inspirado escribió: Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos (Sal. 19:1). Estas palabras evidencian que, para el gran poeta del Antiguo Testamento, Dios se habría revelado en sus obras. La misma creencia es recogida en el Nuevo Testamento por el apóstol Pablo, en su carta a los romanos, al decir que: Las cosas invisibles de él (Dios), se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas (Ro. 1:20). Tales textos constituyen la base de la llamada “revelación natural”, que es distinta a la “revelación bíblica, escritural o sobrenatural”.
En la primera, el ser humano puede, mediante el uso de su razón y por medio de una analogía, llegar al conocimiento y la certeza de la existencia del Dios creador, partiendo de la realidad material de universo, las características del mundo natural, del propio ser humano o de toda la creación. Mientras que la revelación escritural es sobrenatural, puesto que es el propio Dios quien le manifiesta al hombre sus verdades teológicas en las Sagradas Escrituras. Esta segunda revelación es inaccesible para la sola razón humana ya que la humanidad no podría de ninguna manera haber alcanzado por sí misma tales conocimientos teológicos.
Una de las más ubicuas evidencias de esta primera revelación, que se detectan en la naturaleza y que conduce a pensar en una mente inteligente diseñadora, proviene del mundo de las matemáticas. ¿A qué se debe que dicha disciplina funcione tan bien en el cosmos y solucione tantísimos problemas? Es sabido que los símbolos matemáticos como números, letras, funciones, ecuaciones y conjuntos no son realidades físicas que existan en la naturaleza sino abstracciones de la mente humana. No crean o causan nada, sin embargo, por alguna razón, el universo funciona matemáticamente.
En su obra, El Ensayador (Il Saggiatore, 1623)[1], Galileo escribió que la naturaleza está escrita en lenguaje matemático. Esto significaba que se podía describir racionalmente como un conjunto ordenado de fenómenos cuantitativos y que, por tanto, podía ser investigada científicamente por el ser humano. Hoy sabemos que las matemáticas no sólo sirven para organizar datos sino que también reflejan aspectos reales del mundo físico y que el universo está sujeto a leyes matemáticas precisas que se expresan mediante ecuaciones.
Por ejemplo, Pitágoras descubrió que existía una relación entre las matemáticas y la música. Los números racionales se podían relacionar con las notas musicales. Cuando una cuerda vibrante de un instrumento musical se reducía a la mitad, emitía la misma nota pero una octava más alta. Los sonidos eran pues consonantes dependiendo del intervalo que los separaba. Por su parte, Isaac Newton, descubrió la ley de la gravedad y pudo expresarla en la forma de una simple ecuación matemática que sirvió a los astrónomos modernos para inaugurar la era espacial. Hoy en día, las matemáticas ayudan a los astrofísicos a descubrir la ubicación precisa de planetas desconocidos. Mediante cálculos matemáticos, el físico escocés James Clerk Maxwell (1831-1879), formuló la teoría clásica de la radiación electromagnética, prediciendo la existencia de las ondas de radio. Sus trabajos físico-matemáticos unificaron la electricidad, el magnetismo y la luz como manifestaciones distintas de un mismo fenómeno.
Los trabajos sobre matemática teórica, publicados entre 1915 y 1916, condujeron a Albert Einstein a formular su famosa teoría general de la relatividad, que sigue siendo uno de los principales fundamentos de la física moderna. Tres años después, en 1919, el astrofísico británico Arthur S. Eddington, estudiando un eclipse total de Sol, confirmó que las predicciones matemáticas de Einstein se cumplían perfectamente ya que la luz de las estrellas era desviada por el Sol. Otro físico británico más reciente, el doctor Peter Higgs, empleó también los cálculos matemáticos para predecir la existencia de una nueva partícula elemental que todavía no se conocía. Después de casi medio siglo de arduo trabajo, se descubrió el famoso bosón de Higgs que él había sugerido. Todo esto conduce a la siguiente cuestión: ¿por qué resultan tan eficaces las matemáticas para describir el cosmos físico?
El físico y matemático húngaro, Eugene Paul Wigner, Premio Nobel de Física en 1963 por su contribución a la teoría del núcleo atómico y de las partículas elementales, había escrito tres años antes un artículo titulado: “La irrazonable eficacia de la Matemática en las Ciencias Naturales”. Este trabajo, que sorprendió a la comunidad científica, terminaba con las siguientes palabras: “El milagro de la idoneidad del lenguaje de las matemáticas para la formulación de las leyes de la física es un regalo maravilloso que no entendemos ni merecemos. Deberíamos estar agradecidos por ello y esperar que siga siendo válido en futuras investigaciones”.[2] ¿Será verdad que la efectividad de las matemáticas es un milagro?
Desde el naturalismo, que asume que lo único que existe es materia o energía y espacio-tiempo pero ninguna causa sobrenatural, no se ofrece una respuesta satisfactoria a la razón de tal efectividad matemática. Se dice tan sólo que se trata de una pura coincidencia y que no es sorprendente que las matemáticas puedan aplicarse bien al mundo porque el mundo tiene una estructura matemática. Sin embargo, esta respuesta no es ni mucho menos una explicación puesto que existe una buena parte de las matemáticas que no se pueden aplicar bien a la realidad física. Por ejemplo, los números imaginarios o los espacios dimensionales infinitos, aunque son útiles en matemáticas, no pueden aplicarse al universo material ya que la realidad física no es capaz de tener la estructura que describen. De manera que no toda estructura matemática puede aplicarse al cosmos. Además, decir que el mundo tiene una estructura matemática, no explica por qué la tiene y por qué es tan increíblemente elegante.
Sin embargo, desde la perspectiva del teísmo, buena parte de la matemática se adapta perfectamente a la realidad del universo porque el Dios creador decidió formar el mundo según el plan que tenía en mente. La física y las matemáticas se coordinan bien y son tan eficaces en ciencias naturales porque fue el mismo Dios quien, en su infinita sabiduría, planificó el mundo con arreglo a ese modelo matemático que tenía en mente. El pensamiento matemático e inmaterial del creador fue la base sobre la que se construyó el universo material. Por lo tanto, desde la fe en Dios, se puede argumentar de esta manera:
1. Si Dios no existiera, la aplicabilidad de las matemáticas al mundo natural sería sólo una afortunada coincidencia.
2. Pero como la aplicabilidad de las matemáticas no es una coincidencia.
3. Dios debe existir.
El hecho de que la ciencia matemática se pueda aplicar tan bien en las ciencias naturales es un milagro que sólo puede haberse dado gracias a la existencia del Dios creador. Por tanto, la naturaleza nos habla claramente acerca de la sabiduría del ser supremo e indica su coherencia creadora.
Notas
[1] Galileo Galilei, Il Saggiatore (en italiano) (Roma, 1623); The Assayer, English trans. Stillman Drake and C. D. O’Malley, in The Controversy on the Comets of 1618 (University of Pennsylvania Press, 1960).
[2] Ver aquí.
FUENTE :
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - ConCiencia -
El ser humano puede, mediante el uso de su razón y por medio de una analogía, llegar al conocimiento y la certeza de la existencia del Dios creador.
protestantedigital.com
Todo lo hizo hermoso en su tiempo;
y ha puesto eternidad en el corazón de ellos,
sin que alcance el hombre a entender
la obra que ha hecho Dios
desde el principio hasta el fin.
Eclesiastés 3:11 RVR1960
Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin.
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