Al escuchar hablar de la transfusión de sangre mucha gente lo considera un procedimiento médico sencillo, normal.
Sin embargo, desde el punto de vista clínico no resulta tan simple y conlleva muchos riesgos.
Tantos que, como señala el hematólogo Sócrates Sosa, una transfusión de sangre debe ser considerada como la transfusión de un órgano.
“En medicina hay un principio, que dice que:
“la sangre más segura es la que no se transfunde”.
Lo más seguro es no transfundir y no tener que recibir una transfusión, porque la transfusión tiene riesgos que pueden manifestarse en el mismo momento en que se transfunde”, explica el especialista, director nacional de Bancos de Sangre del Ministerio de Salud Pública.
La sangre se clasifica en grupos sanguíneos (A, B, AB y O) y por factores Rh (positivo o negativo).
Si por un error, como por ejemplo una tipificación de sangre incorrecta, el paciente es transfundido con una sangre que no es compatible con su grupo sanguíneo, presentará inmediatamente una reacción hemolítica que tiene efectos graves sobre su salud, “puede dar al traste con la vida misma del paciente
Puede ocasionar una insuficiencia renal aguda y necesitar diálisis, o un trasplante de riñón para poder seguir viviendo”, advierte Sosa.
La reacción hemolítica es uno de los riesgos inmediatos a la transfusión, mientras que otros pueden tomar más tiempo para manifestarse, como infecciones que pueden contraerse por una sangre contaminada.
A pesar de que la sangre a transfundir es analizada, aun cuando se haga con las pruebas y la tecnología más avanzada, el periodo de ventana del virus contaminante puede hacer una mala jugada.
“El periodo de ventana es el que transcurre entre el momento de la infección y el punto en que la carga de virus en el cuerpo sea tan importante para que pueda ser detectada por los equipos de laboratorio.
O sea, me contagio hoy, y dono mañana. Mi prueba sale negativa pero yo soy un contaminante porque el virus está en mí.
Aun con la tecnología de punta, con la detección de ácido nucleico para los virus, se cierra la ventana para HIV a siete días, para hepatitis C se cierra en 15 días y para hepatitis B en 21 días.
Entonces seguimos teniendo el problema de que la sangre sigue siendo un contaminante”, explica el hematólogo.
Además de la inocuidad de la sangre, los grupos sanguíneos y el factor Rh, hay otros sistemas de partículas que no siempre se pueden investigar.
Ante estos sistemas el cuerpo puede reaccionar generando anticuerpos irregulares.
Si luego el mismo paciente necesitara otra transfusión, no podrá encontrar un donante posible o será mas difícil por consecuencia de los anticuerpos que genero.
Otros riesgos pueden desprenderse de la realización de una transfusión sanguínea cuando el cuerpo no la necesita.
Sosa asegura que “no solamente basta con que se analice bien la sangre, sino que cuando se va a usar se ponga sobre la mesa si realmente el paciente requiere el componente sanguíneo que le estoy administrando.
No se transfunde el paciente por lo que digan las analíticas.
Yo soy de los que digo que yo no transfundo papeles, yo transfundo pacientes, porque el cuerpo humano tiene la capacidad de adaptarse.
Tú puedes tener un individuo que anda con tres gramos de hemoglobina, donde lo normal es 12.5, y él anda con tres, pero él se ha ido acostumbrando, adaptando a vivir con un 3 o 3.5.
Aunque la mayoría de libros que se estudian hablan de que 3.5 es incompatible con la vida, he tenido pacientes que llegan con 2.5 caminando, y tú sencillamente decides no transfundirlo, si no hay la necesidad.
Si tomáramos, por ejemplo, la sangre que tiene un individuo en su cuerpo y la pesáramos, esta pesaría más que el corazón, más que el hígado, más que el cerebro.
No estamos hablando de una cosa tan sencilla como se ve, una transfusión conlleva riesgos”.
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