1.- Los hechos dejan claro que los únicos que de verdad conocen el nombre de Dios son sus siervos obedientes. Lee con atención 1 Jn 4:8; 5:2, 3. De modo que la promesa de Jehová registrada en el Salmo 91:14 aplica a tales personas: “Lo protegeré porque ha llegado a conocer mi nombre”. El nombre en sí mismo no tiene poder mágico; sin embargo, Aquel que posee ese nombre puede dar protección a su pueblo dedicado. De modo que el nombre representa a Dios mismo. Por esta razón el proverbio dice: “El nombre de Jehová es una torre fuerte. A ella corre el justo y se le da protección”. (Pr 18:10.) Esta es la acción que toman las personas que arrojan su carga sobre Jehová. (Sl 55:22.) De igual modo, amar el nombre (Sl 5:11), celebrarlo con melodía (Sl 7:17), invocarlo (Gé 12:8), darle gracias (1Cr 16:35), jurar por él (Dt 6:13), recordarlo (Sl 119:55), temerlo (Sl 61:5), buscarlo (Sl 83:16), confiar en él (Sl 33:21), ensalzarlo (Sl 34:3) y esperar en él (Sl 52:9) es hacer estas cosas con referencia a Jehová mismo. Hablar abusivamente del nombre de Dios es blasfemar contra Dios. (Le 24:11, 15, 16).
2.- Y ahora vienen ustedes y dicen que, el ¡Nombre no es importante, sino lo que significa! ¡Ambas cosas son vitales compañero, no solamente el significado del nombre, sino el invocarlo con fe y respetarlo!, al menos el que más se asocie con la persona en sí y el que más se haya utilizado para identificarla, máxime si han pasado milenios enteros y la humanidad contiene más de 500 idiomas y lenguas secundarias como medio de comunicación y en donde los nombres muy antiguos hayan mutado en fonética o sonidos “guturales” que, dependiendo de la lengua utilizada, así será también la forma en que se pronuncian.
3.- Cuando la persona nace no tiene ninguna reputación, por lo que su nombre es poco más que una etiqueta. Por esta razón Eclesiastés 7:1 dice: “Mejor es un nombre que el buen aceite, y el día de la muerte que el día en que uno nace”. No es cuando una persona nace, sino que es durante toda su vida cuando su “nombre” cobra un significado real, en el sentido de identificarlo como alguien que practica justicia o iniquidad. (Pr 22:1.) Debido a la fidelidad de Jesús hasta la muerte, su nombre pasó a ser el único nombre “dado entre los hombres mediante el cual tengamos que ser salvos”, y “ha heredado un nombre más admirable” que el de los ángeles. (Hch 4:12; Heb 1:3, 4.) En cambio, Salomón, de quien se esperaba que su nombre fuera “más espléndido” que el de David, murió con el nombre de un descarriado de la adoración verdadera. (1Re 1:47; 11:6, 9-11.) “El mismísimo nombre de los inicuos se pudrirá”, o llegará a ser un hedor odioso. (Pr 10:7.) Por todo lo antedicho, “ha de escogerse un [buen] nombre más bien que riquezas abundantes”. (Pr 22:1.).
4.- Y en cuanto a llamarlo JEHOVÁ O YAVÉ, tal como dices, pues eso dependerá del criterio y del que más te agrade utilizar. Eso no es lo importante, tanto el uno como el otro, así como otras alternativas de pronunciación son para identificar al PADRE DE JESUCRISTO, en cuyo NOMBRE (LITERAL) vino y en su propio NOMBRE LITERAL HEBREO yacía el TETRAGRAMA de su Padre Celestial. El problema con ustedes es que no USAN NINGUNO DE ELLOS; es más, se avergüenzan de llamarlo por nombre y no emplean ni el que consideren más "exacto" o "conveniente"; entonces ¿Qué pasa? Pues lo desechan y le encaraman el "título" como si fuera el Nombre pero, lo curioso de todo y es de lo que aquí hace rato se viene discutiendo, es que EL NOMBRE JESÚS tampoco representa y dista mucho de la pronunciación original o siquiera parecida para el HIJO DE DIOS y, con este Nombre no tienen ningún problema ni le aplican las reglas rigurosas que sí le aplican a JEHOVÁ. ¡Este es el punto compañero! El NOMBRE JEHOVÁ, en estos momentos en el mundo y sobre todo según la opinión de la comunidad "cristiana" en sentido general, es un NOMBRE "HEDIONDO", así como lo oyes; les ofende en grado sumo y es muy notoria la animadversión que, sin "querer queriendo", están enfilándose y poniéndose en CONTRA de lo que las profecías bíblicas hace milenios indicaron acerca de la oposición a SANTIFICAR el NOMBRE DEL ETERNO DIOS antes de que JEHOVÁ MISMO lo santifique con nefastas consecuencias para sus detractores.