Es un hecho bastante conocido que los manuscritos bíblicos hebreos más antiguos presentan el nombre propio de Dios en la forma de cuatro consonantes, llamada comúnmente
Tetragrámaton (del griego te·tra, que significa “cuatro”, y grám·ma, “letra”).
Estas cuatro letras en escritura hebrea cuadrada, escritas de derecha a izquierda, son
יהוה y sus equivalentes en alfabeto latino pueden ser IHVH, JHVH, YHVH, YHWH, etc., todos igual de correctos.
¿Cómo se debería traducir el nombre de Dios en las versiones de la Biblia en español?
Y, ¿cómo sonaría hoy el nombre propio del Dios Soberano?
Para dar una respuesta objetiva a estas preguntas primero es necesario que conozcamos algunos datos.
Los manuscritos más antiguos de la Biblia hebrea de los que disponemos, como los hallados en
Qumrán, están escritos solo con consonantes.
Eran los lectores los que, al leer el texto, vocalizaban estas consonantes de acuerdo con su conocimiento del lenguaje y del contexto.
Aproximadamente entre los siglos sexto y décimo de nuestra era varias generaciones de copistas judíos, llamados
masoretas (los transmisores de la tradición), al hacer copias de la Biblia hebrea le añadieron a este texto consonántico signos vocálicos, acentos y una serie de anotaciones para fijar lo que ellos entendían que era su correcta lectura.
Es el llamado
Texto Masorético.
El mejor manuscrito completo de la Biblia hebrea con el Texto Masorético es el
Codex Leningradensis B 19a o
Códice de Leningrado, copiado en el siglo undécimo de nuestra era (año 1008).
Es el texto hebreo y arameo de este códice el que se imprime, junto con un abundante aparato crítico, en las ediciones científicas de la Biblia hebrea, tales como la
Biblia Hebraica Stuttgartensia o la todavía sin completar
Biblia Hebraica Quinta.
Estas ediciones académicas son la base textual desde la que se traduce a los idiomas modernos en la actualidad.
El hecho es que el
Códice de Leningrado añade signos vocálicos al Tetragrámaton para que se pueda leer, en diferentes lugares,
Yehwáh,
Yehwíh o
Yehowáh.
Como vimos arriba, también se podría transliterar
Iehváh,
Iehvíh o
Iehováh.
Desde hace muchos años se ha generalizado entre los eruditos en hebreo bíblico la hipótesis de que los masoretas añadieron al Tetragrámaton las vocales correspondientes a las palabras hebreas ʼAdhonái (Señor Soberano) o ʼElohím (Dios), con la intención de que quien leyera el Tetragrámaton pronunciara estas palabras, y no el nombre propio de Dios.
Según estos estudiosos, este sería el origen del nombre
Jehová.
Por esta y otras razones, algunos académicos prefieren usar la forma
Yahvé (u otra parecida) para referirse a Dios en sus escritos, pero no existe unanimidad en esta práctica pues otros prefieren, por ejemplo, simplemente escribir las cuatro consonantes YHWH.
La realidad es que con los datos de los que disponemos en la actualidad es imposible afirmar categóricamente cómo se pronunciaba el nombre de Dios; puede haber sido Iahvéh, Iahweh, Iehová o de otra manera que ignoramos.
Es más, aunque se hubieran conservado las verdaderas vocales que acompañaban al Tetragrámaton, nos hubiera sido imposible saber si la manera como nosotros pronunciáramos hoy día el nombre sagrado en español sonaba
absolutamente igual a como lo pronunciaron Abrahán, Moisés o Malaquías en el pasado.
Los idiomas cambian con el tiempo, así como la pronunciación de las palabras y letras.
Y esto mismo, muy probablemente, ocurrió con el hebreo a lo largo de los muchos siglos de existencia de esta lengua.
Ahora bien, la función de un nombre propio aplicado a una persona es determinarla lingüisticamente, distinguirla del resto de personas.
La Biblia está llena de nombres propios, que se traducen de una manera más o menos diferente a cada idioma moderno. Por ejemplo, el nombre del apóstol Santiago.
En los manuscritos más antiguos del Nuevo Testamento su nombre se escribe en griego Ἰάκωβος.
La transliteración de este nombre griego al castellano es Iakōbos, pero la inmensa mayoría de traducciones de la Biblia al español la vierten "Santiago", su equivalente en este idioma; en portugués se usa "Tiago", en rumano "Iacov", en inglés "James", en francés "Jacques", en italiano "Giacomo", en holandés "Jakobus" y así sucesivamente.
Podemos notar con este ejemplo que no es lo mismo
transliterar un nombre, que sería escribirlo en un alfabeto diferente al original pero de manera que suene lo más parecido posible a como sonaba en el alfabeto y lenguaje original, que
traducirlo, es decir, verterlo de una manera conocida y usada corrientemente en el idioma receptor, sea que el sonido producido se parezca o no a la manera como suena en el lenguaje del que se traduce.
Posiblemente ni uno solo de los nombres hebreos, arameos o griegos de la Biblia se pronuncia en la actualidad de una manera
exactamente igual a como era pronunciado al ser incluido en las Sagradas Escrituras.
De la misma manera, en cada idioma moderno se ha generalizado un nombre propio con el que tradicionalmente se ha traducido el Tetragrámaton, aunque no se pueda asegurar que la manera como suena sea idéntica a como sonaba en los labios de los personajes de la Biblia.
Por ejemplo, a lo largo de los siglos en castellano se ha usado comúnmente un nombre que, con leves variaciones ortográficas, ha traducido el Tetragrámaton.
Alrededor del año 1537
Juan de Valdés hizo una
traducción del libro de Salmos desde el hebreo al castellano que quedó inédita hasta 1880, año en que Edward Boehmer la publicó en Bonn (Alemania). Por esta edición sabemos que
Valdés usó el nombre de Dios vertido como
Iehova, como podemos leer en el
comentario que acompaña a esta obra
Es decir, hace casi 500 años en español era correcta, conocida y aceptada la forma
Iehova para traducir el nombre de Dios.
En 1569
Casiodoro de Reina publicó en Basilea la llamada
Biblia del Oso. En esta vertió el Tetragrámaton como
Iehoua, como se puede apreciar en la lectura de
Génesis 2:4 de esta Biblia:
Recordemos que Casiodoro de Reina no hizo su traducción para eruditos, sino para que fuera entendida hasta por la gente más sencilla.
Por lo tanto, podemos deducir que el nombre propio con el que tradujo el Tetragrámaton,
Iehoua, era conocido para sus lectores.
Pasando el tiempo, los sucesivos revisores de la obra de
Casiodoro de Reina y
Cipriano de Valera cambiarían el nombre
Iehoua por
Jehová como traducción del Tetragrámaton.
Leamos como vierte Salmo 20:8 una edición de
Reina-Valera publicada en Londres en 1861:
Juan de Enzinas, bajo el seudónimo de
Juan le Quesne, publicó en 1606, probablemente en Ginebra, una traducción de
los Salmos en la que también vertió el Tetragrámaton por
Iehoua. Veamos como lo hace en el Salmo 9:7:
El sacerdote escolapio español
Felipe Scío de San Miguel publicó entre 1790 y 1793 en Valencia una traducción al castellano de la
Vulgata.
En esta usó el nombre
Iehováh para verter el Tetragrámaton, pero solo en las notas, no en el texto principal. Abajo pueden ver una imagen del
comentario al Salmo 110:1 (109:1 en la
Vulgata), según una edición de esta Biblia publicada en Madrid en 1808:
Otra traducción al español desde la
Vulgata, publicada en Madrid entre 1823 y 1825 por el obispo católico español
Félix Torres Amat, vierte el nombre propio de Dios por
el Señor, pero en varios versículos introduce el nombre
Jehovah en cursiva para determinar quien es el Señor al que se refiere.
Veamos, por ejemplo, como traduce
Salmo 100:3 (99:3 en la Vulgata), según una
edición publicada en París en 1836:
En
Las Escrituras del Nuevo Pacto, una traducción del griego al español del Nuevo Testamento publicada por la
Unión Bíblica Americana (
American Bible Union) en 1858, en una
nota a Revelación 19:1 explicando el significado de la palabra Aleluya, se usa el nombre Jehová para referirse al Dios Verdadero de la Biblia:
Esta obra también usa el nombre Jehová en
una nota a Mateo 26:2:
Y también en una nota a Lucas 1:13:
El hebraísta protestante español
Luis de Usoz y Río publicó en 1868 su propia traducción al castellano del
libro de Isaías desde el hebreo. En esta vertió el Tetragrámaton por
Ioüá. Veamos como traduce esta obra
Isaías 42:8:
La obra
Nuevo Salterio de David, por el sacerdote y hebraísta
Antonio María García Blanco (Madrid, 1869), una traducción de los Salmos del hebreo al español, vierte siempre el Tetragrámaton por
Iohwah y en su pág. 29 hace el siguiente
comentario sobre esta cuestión:
La obra
El libro de Job, versión directa del hebreo por el obispo de León
Francisco Javier Caminero (producida necesariamente antes de 1885 y conservada inédita hasta que fue
publicada en 1923 por el jesuita Sandalio Diego), traduce el Tetragrámaton por
Jehováh, como podemos notar en la imagen de
Job 1:21:
En 1893 la Sociedad Bíblica Americana publicó la
Versión Moderna, una traducción de la Biblia preparada por el pastor y misionero presbiteriano
H. B. Pratt. Esta versión vertió uniformemente el Tetragramatón por
Jehová a lo largo de todo el Antiguo Testamento.
En 1919 el pastor y misionero bautista
Pablo Besson publicó en Buenos Aires (Argentina) la primera edición de su traducción del Nuevo Testamento, en el que usó dos veces el nombre
Jehová en su texto para referirse al Dios Verdadero de la Biblia (en Lucas 2:15 y Judas 14).
Abajo pueden ver la
imagen de Lucas 2:15 en la edición de 1948 de esta obra:
El sacerdote católico chileno
Guillermo Jünemann tradujo la Biblia al español desde la
Versión de los Setenta en la década de los veinte del siglo pasado. El Antiguo Testamento de esta versión no se publicó hasta el año 1992. Jünemann usó
Jehová en Éxodo 6:3 para referirse al nombre del Dios Todopoderoso:
La revisión de Reina-Valera llamada
Reina-Valera Actualizada, publicada en 1989 por la Editorial Mundo Hispano (una editorial perteneciente a la confesión religiosa
Convención Bautista del Sur), usó la forma
Jehovah en todo el Antiguo Testamento para traducir el Tetragrámaton; también lo hizo así el
Comentario Bíblico Mundo Hispano, de la misma editorial.
En la pág. 71 del tomo de este comentario dedicado al libro bíblico de Éxodo (la 3ª edición, publicada en 2001) se explica lo siguiente sobre la validez de la traducción
Jehovah:
El nombre
Jehová se sigue usando en castellano hasta el día de hoy. No solo en traducciones de la Biblia o en publicaciones académicas, sino en los medios de comunicación y el habla popular.
Por ejemplo, el 13 de abril de 2016 el periódico español
ABC, en un
artículo sobre el hallazgo de antiguas tablillas en la ciudad cananea de Arad, al sur de Israel, usaba Jehová para traducir el Tetragrámaton en una de las inscripciones en cerámica:
Hasta el conocido teólogo bautista español
Máximo García Ruiz usa el nombre
Jehová en su libro de poesía
Entre la luz y las tinieblas (Hebel Ediciones, Santiago de Chile, 2017).
Veamos un ejemplo en el poema titulado
Jeremías en la pág. 37:
Se ha citado solo unos pocos de la infinidad de ejemplos que existen del uso del nombre
Jehová (o una forma similar) para la traducción del Tetragrámaton en español.
Independientemente de que el nombre español
Jehová suene o no igual a como se pronunciaba el nombre del Dios Altísimo en la antigüedad, el dato objetivo es que esta forma se ha estado usando desde hace por lo menos cinco siglos en el idioma castellano para verter el Tetragrámaton.
Digamos que es una
traducción, no una
transliteración.
De hecho, esta palabra española ha estado incluida en los mejores diccionarios de español desde hace siglos
Ver el archivo adjunto 3334516
Como se puede comprobar, para la Real Academia Española la palabra Jehová es un nombre propio español (se alista en mayúscula), la traducción conocida, y aceptada comúnmente del nombre hebreo del Dios Todopoderoso a través de los siglos.