-Casi todos los nombres -bíblicos o no- tienen un significado, y por tanto, que en su etimología funcionen como título o adjetivo no hacen al tal nombre detestable, como ha pretendido la Watchtower con su manido pretexto: -¡Eso es un título! Decimos: -¿Y cual es el problema? ¿El Eterno no es acaso la más abreviada traducción castellana de lo significado con el tetragrama?
-En mi primer clase de hebreo, el profesor nos pidió que no nos llamásemos con nuestros nombres en yiddish sino en hebreo. Yo era el único que no lo tenía, así que cuando supo el significado del origen teutónico de mi nombre (Ricardo = Firme Gobernador) me lo cambió por el de Mélek, o sea, Rey, ¡así que fui Rey sin serlo! En la clase de mandarín, en cambio, no pudiendo pronunciar bien mi nombre el profesor chino, simplemente me llamó Li Kal Do, que era lo mejor que podía pronunciar.
-El nombre en las Escrituras representa a toda la persona (su carácter, posición, importancia, cualidades, acciones, etc.). Los patriarcas ya llamaban a Dios como El Eterno (tetragrama) como consta en Gen 12:8; 13:4; 15:2, 8; 21:33; 24:7; 26:25; 28:13, 16, etc. Lo que nunca habían conocido, fue su portentoso poder, grandeza y gloria como se magnificó entre los hijos de Israel en Egipto. Los judíos contemporáneos de Jesús, también conocían el nombre (tetragrama) pero no a Dios en persona como se les dio a conocer en su Hijo.