Claro que sí responde. Cornelio creyó cuando se le predicó, pero antes de que se le predicara, él era una persona piadosa y eso hizo que Dios le tirara una luz para saber lo que tenía que hacer. De la misma forma, muchas personas piadosas que no han escuchado del Evangelio podrín recibir una luz de Dios para saber lo que tienen que hacer para salvarse.
Tu pregunta está mal formulada y busca crear una ventaja emocional para el inclusivista. Esa pregunta introduce de contrabando suposiciones equivocadas. Por ejemplo, asume que la condenación está basada únicamente en el rechazo explícito del evangelio, que las personas no son condenadas por otros pecados (pero ver p. ej.,
Ro 3:19-20;
3,
7). Además, esta pregunta asume que las personas que nunca han escuchado el evangelio son inocentes o por lo menos neutrales delante de Dios, hasta que el evangelio es rechazado. Ciertamente, asume que algunos nunca han escuchado (pero ver
Sal 19:1-3;
Ro 10:18).
Jesús dejó en claro que el rechazo consciente del evangelio incrementa la culpa y el juicio (
Mt 11:20-24), pero en todas partes, las Escrituras afirman que todos los pecados traen condenación. El juicio enfático de la Escritura es que todos han pecado y son culpables delante de Dios, ya están condenados por ese pecado (
Ro 1:18-3:20).
Y así, una mejor forma de hacer la pregunta sería: «¿Es justo que Dios condene a los culpables?». Puesto de esta manera, la pregunta respecto a si han escuchado el evangelio es relegada correctamente a una posición secundaria. (De hecho, podríamos responder a esta pregunta con otra, ¿si las personas son condenadas únicamente si rechazan conscientemente el evangelio, entonces no sería mejor que nunca les habláramos de Jesús en absoluto?).
Lo que pasa es que tú entiendes mal ese concepto. El concepto de que Dios no hace acepción de personas se refiere a que la oferta de salvación, Dios se la hace a TODOS, pero no todos la aceptan. El que Dios no haga acepción de personas no significa que Dios salva a algunos caprichosamente sin que estos cumplan los requisitos que él mismo (Dios) ha establecido.
Pierdes.