Re: Hermano narco, la iglesia catolica pide perdonar a los narcos
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Narcocapillas sin control
Un templo financiado por El Lazca en un barrio marginal de Pachuca volvió a poner en el centro del debate el tema del apoyo del crimen organizado a la Iglesia. Pero el episcopado se desmarca al revelar que la jerarquía católica no tiene control sobre las más de 60 mil capillas que existen en el país, puesto que esos recintos, afirma, se erigen por iniciativa de los fieles.
Cuando se supo que Heriberto Lazcano El Lazca, jefe de Los Zetas, ordenó la construcción de una lujosa capilla en un barrio popular de Pachuca, salió a relucir una realidad que había sido soslayada por las autoridades eclesiásticas: la complicidad con el crimen organizado de algunos laicos católicos que podrían estar financiando sus obras religiosas con dádivas del narcotráfico. Al respecto la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) advierte que tiene el control administrativo de las 9 mil parroquias del país pero no de las aproximadamente 60 mil capillas –como la de Pachuca– que existen en la República, las cuales han sido construidas y son administradas por esos fieles expuestos a las tentaciones del dinero sucio. “Los tentáculos del narcotráfico”, dice el episcopado, están “corrompiendo” a la base social de la Iglesia católica en México y a algunos sacerdotes que –por voluntad propia o sometidos a presiones– aceptan los donativos de la mafia.
El secretario general de la CEM, Víctor René Rodríguez Gómez, comenta: “El episcopado no tiene el control administrativo de las cerca de 60 mil capillas del país. Los laicos son quienes consiguen los recursos para edificarlas y son los laicos, el pueblo de Dios, quienes las administran y les dan mantenimiento. En ese sentido los obispos y sacerdotes quedamos al margen”. –Si el narcotráfico permea a los laicos a través de esos donativos, ¿permea por consiguiente la base de la Iglesia? –Sí, en el sentido de que todo laico es bautizado y es Iglesia. No deben aceptarse ese tipo de donativos porque es dinero mal habido y está manchado de sangre. Al aceptarlo, la Iglesia se hace cómplice del crimen organizado –responde Rodríguez.
Manuel Corral, vocero del episcopado, asegura por su parte que es un revés para la jerarquía el reciente descubrimiento de la capilla del Lazca, pues revela la fragilidad del pueblo católico ante los embates del narcotráfico: “Los tentáculos del narcotráfico pervierten y corrompen a quien se les pone enfrente. Se extienden por todos lados. Ahora brincaron a la Iglesia, que no había vivido antes una situación semejante; o al menos no la conocíamos.”
Entrevistados en la CEM, Rodríguez y Corral indican que el suceso es “una llamada de atención” para los obispos, a quienes les acarrea un “conflicto muy serio” porque cuestiona sus prédicas morales. “En este momento la gente se pregunta: ʻ¿Cómo es que la Iglesia permite eso, dónde quedó su prédica moral?ʼ. También nosotros estamos padeciendo el gran drama que vive México, una corrupción que nos empuja al precipicio si no le ponemos alto. Todos tenemos responsabilidad. El descubrimiento de esa capilla fue una sacudida para nosotros, pero debemos aprender de las adversidades”, reconoce Corral.
La Procuraduría General de la República (PGR) inició la averiguación previa AP/PGR/PACH/IV/752/2010 para indagar si la capilla fue construida con recursos del narcotráfico. El presunto delito es lavado de dinero contra quienes resulten responsables, sea el arzobispo Díaz o algunos de sus párrocos.
El vocero de la arquidiócesis primada de México, Hugo Valdemar, pide a la PGR no hacer distingos: “Si un sacerdote sabe que el donador es un delincuente se convierte en cómplice, lo cual es gravísimo; sería sano que se le iniciara una investigación penal, sería muy sano tanto para la Iglesia como para la sociedad”.
La arquidiócesis primada –en el editorial de su semanario Desde la Fe de la semana pasada– señala que “para vergüenza de algunas comunidades católicas hay sospechas de que benefactores coludidos con el narcotráfico han ayudado con dinero del más sucio y sanguinario negocio, en la construcción de algunas capillas, lo cual resulta inmoral y doblemente condenable y nada justifica que se pueda aceptar esta situación”.
El secretario general de la CEM explica: “Las periferias de las ciudades están creciendo aceleradamente y sus pobladores, muchos de ellos migrantes de provincia, tienen necesidades espirituales, por lo que empiezan a reunirse aunque sea bajo un árbol. Buscan luego un terreno para construir su capilla. Después consiguen recursos para edificarla poco a poco. “Ya construida, ellos mismos se encargan de su administración y mantenimiento. Llaman a algún sacerdote para que les oficie misa esporádicamente, pues no son de culto regular. Pero ahí ya se formó una comunidad católica.”
–¿El sacerdote sólo tiene injerencia en el culto? –Por lo general así es. El sacerdote no puede llegar y decirle a los fieles: ʻA ver, muéstrenme la licencia de construcción de su capilla y díganme de dónde sacaron los tabiquesʼ. No, porque además se lo prohíben los usos y costumbres de la comunidad, que deja esa responsabilidad a sus fiscales y mayordomos, quienes también se encargan de organizar fiestas patronales u otras ceremonias. Esa es la tradición de nuestro pueblo. El jerarca refiere que, sin embargo, los fieles están obligados “legalmente” a pedir la autorización de su diócesis para construir una capilla, para que aquélla la registre en la lista de las que pertenecen a su jurisdicción. “Esto en la práctica generalmente no se da. Incluso es muy común darnos cuenta de la existencia de una capilla cuando la vemos construida. Y ni modo que la mandemos tumbar”, dice. Indica que las 9 mil parroquias del país, a diferencia de las capillas, están controladas administrativamente por sus diócesis, como lo estipula el derecho canónico. Aparte de cumplir con la normatividad pastoral y litúrgica, el párroco responsable debe presentar periódicamente su estado de ingresos y egresos, el número y monto de los donativos que recibe, de dónde provienen, en qué se gastan...
–¿Cómo saber cuando una capilla es construida o recibe donativos del narco? –se le pregunta. –Eso solamente puede notarse en el proceso constructivo de cada capilla. Por lo general es un proceso muy lento porque los fieles las construyen con sus aportaciones y su esfuerzo diario. Pero ya resulta sospechoso cuando en una comunidad pobre se levanta aceleradamente una ostentosa capilla.Ante esta falta de control, Corral señala que para impedir que los capos sigan construyéndolas, la única medida que tiene el episcopado es dar “formación” a los laicos para que sean “coherentes con su fe”.
Por eso, comenta, la jerarquía católica difunde comunicados, exhortaciones y cartas pastorales –como la más reciente: Que en Cristo nuestra paz México tenga vida digna– donde se alerta a los laicos sobre los peligros del narcotráfico. El documento sentencia: “Lo primero que hay que hacer para superar la crisis de inseguridad y violencia es la renovación de los mexicanos. México será nuevo sólo si nosotros mismos nos renovamos… Por tanto, la primera e inaplazable tarea es la formación integral de la persona”. Corral concluye: “Las capillas pertenecen a una compleja estructura no controlada y sin organización. Es muy difícil meterlas en la estructura parroquial. Y el episcopado es sobre todo una entidad moral, eso que quede muy claro”.
Rodrigo Vera