Re: Fundamentalismo laico
http://www.icp-e.org/
<center>Sin sentido</center>
Una obra teatral titulada “Me cago en Dios”, según su autor español, es una forma de expresión artística que no se debe cohartar (y no es el único que lo piensa). Por otra parte, opinar públicamente en contra de la práctica homosexual va a ser un delito en Francia.
Dando la vuelta a las situaciones (¡sólo un ejemplo, para que se vea el sin sentido que titula este Editorial!), ¿qué pensaría el autor español si alguien se cagase –con perdón- en los gays (aunque fuese en el título de una obra); o se impusiese a los franceses que es delito hablar en contra de Dios y de las creencias de quienes se llaman creyentes, o hacerlo a favor de la práctica gay?
Vivimos una situación que, si no fuese por la tragedia de acoso a la dignidad, y a la libertad de conciencia de las personas, movería a sonreír con pena ante semejantes planteamientos tan poco justos y tan poco razonables.
Hay que defender las libertades y respetar la dignidad de las personas, pero las de todos sin excepción. Y hay que limitar los derechos del hombre donde comienzan los de otro ser humano, entre ellos el derecho a discrepar, a ser diferente. Algo que se permite en política (¡cualquiera le dice a la oposición que no se atreva a cuestionar la actuación o planteamientos del Gobierno, y a la inversa!), sin embargo se niega cada vez más en el terreno de la opinión pública a los cristianos (católicos, protestantes y ortodoxos) sobre cuestiones morales y éticas.
El problema no es la blasfemia. Oímos muchas al cabo del día. El problema no es la homosexualidad: va a existir estemos de acuerdo o no. El problema es que con la bandera de lo laico -que los protestantes defendemos- se disfraza un laicismo que no permite más ética que el relativismo; y no admite más religión que la permisividad amoral incuestionable. Y quien no acata esta “fe” sin dios, es un hereje y un traidor.
Malos tiempos. Sin sentido, en lo que al gobierno humano se refiere. Porque, felizmente, Dios sí tiene el sentido de todas las cosas en su mano. Y venció a todos los sin sentidos de los hombres en la cruz del Gólgota. El es la esperanza viva en el laberinto que nuestro sociedad y nuestro tiempo están construyendo.
© 2004 Protestante Digital, España.
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:Whistle:
:gusanazo: :gusanito:
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Dando la vuelta a las situaciones (¡sólo un ejemplo, para que se vea el sin sentido que titula este Editorial!), ¿qué pensaría el autor español si alguien se cagase –con perdón- en los gays (aunque fuese en el título de una obra); o se impusiese a los franceses que es delito hablar en contra de Dios y de las creencias de quienes se llaman creyentes, o hacerlo a favor de la práctica gay?
Vivimos una situación que, si no fuese por la tragedia de acoso a la dignidad, y a la libertad de conciencia de las personas, movería a sonreír con pena ante semejantes planteamientos tan poco justos y tan poco razonables.
Hay que defender las libertades y respetar la dignidad de las personas, pero las de todos sin excepción. Y hay que limitar los derechos del hombre donde comienzan los de otro ser humano, entre ellos el derecho a discrepar, a ser diferente. Algo que se permite en política (¡cualquiera le dice a la oposición que no se atreva a cuestionar la actuación o planteamientos del Gobierno, y a la inversa!), sin embargo se niega cada vez más en el terreno de la opinión pública a los cristianos (católicos, protestantes y ortodoxos) sobre cuestiones morales y éticas.
El problema no es la blasfemia. Oímos muchas al cabo del día. El problema no es la homosexualidad: va a existir estemos de acuerdo o no. El problema es que con la bandera de lo laico -que los protestantes defendemos- se disfraza un laicismo que no permite más ética que el relativismo; y no admite más religión que la permisividad amoral incuestionable. Y quien no acata esta “fe” sin dios, es un hereje y un traidor.
Malos tiempos. Sin sentido, en lo que al gobierno humano se refiere. Porque, felizmente, Dios sí tiene el sentido de todas las cosas en su mano. Y venció a todos los sin sentidos de los hombres en la cruz del Gólgota. El es la esperanza viva en el laberinto que nuestro sociedad y nuestro tiempo están construyendo.
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