Ahora falta que nos diga simplemente si en su iglesia ustedes se perdonan los pecados unos con otros (Santiago 5:14-16), y en el caso de que lo hagan que nos diga cómo.
LOS PECADOS LOS PERDONA ES CRISTO NO LA IGLESIA
PERO LA DISCIPLINA EN LA IGLESIA A LOS QUE CRISTO HA PERDONADO, Y ESTOS VUELVEN A RECAER, ES CLARA Y NO SE PRESTA PARA CONFESIONARIOS.
QUIZÁS ESTO LA AYUDE UN POCO, PORQUE SU ENTENDIMIENTO SE HALLA ENTENEBRECIDO:
Las Escrituras explican claramente cuándo es que una persona debe ser disciplinada. Se considerarán las tres categorías de perversión que resultarían en que un cristiano sea corregido. La Biblia también expone de quiénes es que proviene la disciplina. Esto permite que la disciplina se lleve a cabo adecuadamente y efectivamente.
La Palabra de Dios también determina las distintas formas en las que un miembro de la congregación debe ser disciplinado. De acuerdo al Señor, no todo pecado es tratado de la misma manera. Por último se analizará el propósito que tiene la corrección del pecado en relación al bienestar del culpable y de la asamblea.
El Espíritu Santo permita que este tema sea trazado adecuadamente para el beneficio de aquellos que forman parte de su templo. Dios sea honrado en iglesias y en personas que buscan conducirse rectamente porque ejercen una corrección adecuada del pecado.
La necesidad de la corrección
I. Pecados que no ameritan corrección
Existen ciertos pecados que un cristiano debe tratar a solas en la presencia de Dios. Para esto, cada redimido debe examinarse constantemente a sí mismo (1 Co. 11:28). Al detectar que hay pecado, cada individuo debe confesárselo a Dios para ser perdonado (1 Jn. 1:9). Por ejemplo, si un cristiano cometió avaricia en su corazón, porque deseó algo de alguien más; esto no necesariamente amerita una corrección por parte de la iglesia, pero sí debe confesárselo a su Señor.
También existen casos donde pecados no solo deben ser confesados a Dios, pero también a las personas afectadas, sin tener que ser disciplinado por la iglesia (Stg. 5:16). Todo creyente debe siempre recordar que, no porque un pecado no deba ser corregido a nivel de asamblea, todo pecado es grave y repugnante delante de la santa presencia de Dios.
II. Pecados que sí ameritan corrección
Hay otros pecados que sí ameritan que una persona en la membresía de la iglesia sea corregida. Evis L. Carballosa señala la importancia de la disciplina en todos los aspectos de la vida, uno de ellos siendo en la iglesia. Él señala: «La Biblia más que ningún otro libro enseña la necesidad y la importancia de una disciplina congruente». Con eso en mente, se puede observar que el Nuevo Testamento enseña que hay tres categorías de pecados en los que el que los comete debe ser disciplinado.
1. Fraternales
En Mateo 18:15-21 Jesucristo prescribe cómo debe actuar la congregación cuando hay discordia entre dos miembros. Si un hermano peca contra otro, y no se reconcilian, el prevaricador debe ser juzgado por su maldad. Al ser la iglesia un cuerpo (1 Co. 12:12) no pueden haber dos de sus miembros que estén peleados. Este pecado amerita ser corregido por la iglesia porque el propósito de Dios es cada hermano sea solícito «en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz» (Ef. 4:3). Jesucristo ya había enseñado sobre este tema al predicar el «Sermón del Monte». Él enseñó que si alguien iba al templo a adorar, y se acordaba que tenía algo en contra de un hermano, debía dejar su ofrenda y reconciliarse primero con la persona (Mt. 5:23, 24).
2. Morales
En 1 Corintios 5:11 el Espíritu Santo menciona una lista de seis pecados que van en contra de la moralidad de Dios. Los pecados mencionados son los siguientes: fornicación, avaricia, idolatría, maledicencia, borrachera y robo. Cometer uno de estos pecados resultaría en que un individuo sea apartado de la membresía de la iglesia. Estas maldades atentan contra la majestuosidad de Dios. Deben ser tratados por la iglesia porque resultan en que los transgresores pierdan el control completo que Dios debe tener sobre sus vidas, y por el terrible testimonio que dan al mundo perdido.
3. Doctrinales
La tercera clase de perversión que debe ser tratada por la iglesia es cuando uno de sus miembros se desvía por causa de doctrina errada. Cuando Pablo le escribió a Timoteo para exhortarle a que mantuviera «la fe», le comentó que Himeneo y Alejandro fueron entregados a Satanás para que aprendieran «a no blasfemar» (1 Tim. 1:19, 20). Con eso dio a entender que estos dos varones fueron disciplinados por creer y enseñar doctrina errónea.
La procedencia de la corrección
Cuando una iglesia local corrige a uno de sus miembros por pecado cometido, el Nuevo Testamento señala que son de las siguientes personas que procede ese acto correctivo.
I. El Señor
Al ser la iglesia «la casa de Dios» (1 Tim. 3:15), él es quien ejerce autoridad sobre ella. Al ser la iglesia «el templo de Dios» (1 Co. 3:17), él no puede tolerar que haya inmundicia en su presencia. Todo esto resulta en que es primeramente el Señor quien juzga el pecado en la vida de un creyente suyo. Cuando Pablo le pidió a los corintios que trataran el pecado del hermano que tenía a la mujer de su padre, les dijo que lo que realizarían con él sería «en el nombre de nuestro Señor Jesucristo» (1 Co. 5:4). Esto debe estar siempre presente en las mentes de los miembros de cada iglesia. No son los hombres que principalmente tratan el pecado de alguien, sino que es el Señor mismo. Es el Dios de cada iglesia que obra para que su morada sea purificada de toda contaminación.
II. Los Ancianos
La Biblia enseña que una pluralidad de varones son los que fungen como ancianos, obispos y pastores en la congregación. Ellos tienen el privilegio de administrar (1 Co. 12:28), presidir (1 Tes. 5:12), pastorear (Hch. 20:28), velar (Heb. 13:17) y gobernar (1 Tim. 5:17) la iglesia del Señor. Por el bien del que peca y de la iglesia, ellos deben promover que los miembros de la congregación se caractericen por vivir en pureza. Dios les ha encomendado a ellos la responsabilidad de tomar la iniciativa de acuerdo a la dirección del Espíritu Santo y la Palabra de Dios, para que la iglesia que tienen bajo su cuidado ande delante de él en integridad.
III. La iglesia
Dentro de la eclesiología se estudia los distintos tipos de gobiernos que pueden ser vistos en la iglesia. Estos gobiernos son: episcopalismo, presbiterianismo y congregacionalismo. En este último, el cual es enseñado en las Escrituras, «el gobierno de la iglesia es regido por la congregación… El gobierno congregacional casi siempre evita dicha jerarquía, manteniendo que la iglesia local le rinde cuentas directamente a Dios, no a un hombre u organización». Esta manera de ver el gobierno de la iglesia significa que es la iglesia la que recibe a una persona a su membresía (Hch. 2:41) y es la iglesia la que pone en disciplina a un miembro que incurre en una falta. En 1 Corintios 5, Pablo se dirige a toda la congregación, y no solo a los obispos, cuando pide que un hermano sea apartado de la iglesia.
La implementación de la corrección
El Nuevo Testamento enseña que no todo pecado debe ser tratado de la misma manera. Cada pecado debe ser disciplinado de acuerdo a lo que establecen las Escrituras. John Heading recalca que es importante diferenciar entre una exhortación, un alejamiento social y la excomunión.
I. Advertencia privada
Hay situaciones donde los pastores deben de forma privada exhortar a algún creyente que ha incurrido en una falta. Por ejemplo, si los ancianos de la iglesia saben que hay dos hermanos que están distanciados porque hay discordia entre ellos, se tendría que hablar con ellos de forma privada para animarles que sigan los pasos de Mateo 18:15-22. Esto con miras a que ambos se reconcilien.
II. Señalamiento público
En otros casos, es posible que un miembro de la iglesia cometa un pecado que no amerita que sea apartado de la iglesia, pero que sí requiera que sea señalado delante de toda la congregación. Esto pudiera ser basado en lo enseñado por Pablo en 2 Tesalonicenses 3:6-15. El apóstol enseña bajo la autoridad del Señor que hermanos que andan desordenadamente deben ser exhortados y señalados. T.W. Smith señala lo siguiente al respecto: «La instrucción, aunque no llega a ser una excomunión, es ahora más grave: no se trata solamente de un alejamiento, como en el v. 6, sino de un retiro social total».
El apóstol también instruye en cuanto a la exhortación pública: «Los que persisten en pecar, repréndelos delante de todos, para que los demás también teman» (1 Tim. 5:20). El comentarista Kent Jr. comenta que este tipo de disciplina debe ser ejercida públicamente, especialmente cuando el pecado cometido fue de naturaleza pública.
III. Apartamiento de la iglesia
La Biblia enseña claramente que hay casos donde una persona debe ser apartada de la iglesia. Un individuo debe ser disciplinado de esta manera al cometer pecado fraternal, moral o doctrinal. Si alguien reúsa seguir lo prescrito por Jesús (Mt. 18:15-22) para que haya reconciliación entre dos personas, esta persona ya no debe ser considerada como siendo miembro de la asamblea. Si alguien comete uno de los pecados mencionados en 1 Corintios 5:11, esta persona debe perder el privilegio de pertenecer a la congregación. Si alguien persiste en enseñar enseñanza pervertida y causa división por causa de ello, esta persona debe ser marcada y apartada (Rom. 16:17, 18).
De acuerdo a 1 Corintios 5:5, la iglesia corrige el pecado de esta manera para que la persona sea entregada a Satanás y para que su carne sea destruida. Heading comenta que entregar al individuo a Satanás es ponerla dentro de la esfera de su autoridad al estar ahora fuera de la esfera de la comunión de la asamblea. También señala que la destrucción de la carne se refiere a la persona considerándose muerto al pecado de acuerdo a Romanos 6:6, 11. Esto lo hace al haberse reunido en el nombre del Señor Jesucristo (1 Co. 5:4). Heading indica que esto infiere que lo hacen tan bien como si lo hubiese hecho él directamente al realizarlo en su nombre.
El propósito de la corrección
El Señor ha establecido que el pecador sea disciplinado por el bien de la persona que transgrede la ley de Dios y por el bien de la congregación. El pecado es corregido por la iglesia por las siguientes razones.
I. Arrepentimiento
La disciplina eclesial debe resultar primeramente en que el creyente que ha pecado, pueda aceptar su culpa y pueda dejar la maldad que ha cometido. Una buena definición del arrepentimiento en las vidas de los hijos de Dios la encontramos en lo que Jesús le dijo a la asamblea en Éfeso: «Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras» (Ap. 2:5). La iglesia busca, al corregir a un hermano, que deje sus malas obras y regrese a vivir como vivía anteriormente.
La congregación en Corinto experimentó un arrepentimiento. Cuando Pablo les señaló lo mal que estaban por no hacer nada en cuanto a una situación vergonzosa que había entre ellos (1 Co. 5:1), al transcurrir el tiempo, Pablo les reconoció en la segunda carta que les escribió que ellos se habían arrepentido (2 Co. 7:9, 10). El apóstol les enseñó que el cristiano se arrepiente cuando experimenta la tristeza que es según Dios. Este es el objetivo de la corrección del pecado en la iglesia.
II. Restauración
Otro punto muy importante que se busca cuando un creyente es corregido por la iglesia es que sea restaurado. Pablo enseña esto en Gálatas 6:1, «Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado». El Espíritu Santo indica lo que debe hacerse cuando un miembro de la congregación comete una falta. Habla sobre lo que deben hacer aquellos que son “espirituales”. Estos son los hermanos que tienen al Espíritu, caminan de acuerdo al Espíritu y producen el fruto del Espíritu.
En este texto, Pablo también señala lo que debe hacerse con un hermano que ha cometido alguna falta. Enseña que el caído debe ser restaurado. La palabra restauradle tiene que ver con reparar algo que se ha roto. Lleva la idea de que algo dañado regrese a su estado original. Esta palabra era usada por los pescadores al hablar de cómo remendaban sus redes. También la usaban los médicos al tratar un hueso dislocado o roto. La idea es restaurar a un hermano, en el sentido de que se busca que el hermano que ha pecado, regrese a lo que era antes de haber cometido una falta.
Después de que alguien en la iglesia es disciplinado, y esta persona es restaurada delante del Señor, debe ser perdonado por la iglesia y admitido una vez más a la membresía de la congregación. Esto fue lo que buscó Pablo que hiciesen los corintos con el hermano que había cometido incesto pero que se había restaurado (2 Co. 2; 7).
III. Pureza
La disciplina eclesial posee el objetivo de que tanto los que pecan, vivan en pureza; y que la iglesia como un conjunto que es, pueda dar buen testimonio al mundo que le rodea. La corrección del pecado en la congregación promueve que realice lo que el Espíritu Santo ordena en 2 Corintios 7:1, «limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios».
Conclusión
Para que el nombre de Jesucristo sea honrado y para que la casa de Dios ande en santidad, es absolutamente vital que se practique una corrección adecuada del pecado. Para que un conjunto de cristianos anden de manera agradable delante de su Salvador, es completamente fundamental que se reúnan en un entorno donde la maldad no es condonado.
Una iglesia que no disciplina a aquellos que cometen distintas prevaricaciones, participa en el pecado de otros. La realidad es que difícilmente se puede considerar como iglesia a una comunidad donde no se hace nada respecto a la perversión de sus miembros.
Muchas contiendas dentro de la iglesia se deben a que no se practica correctamente la disciplina. Las Escrituras presentan este tema con mucha claridad, y por lo tanto, no existe excusa para que hayan tantos desacuerdos y tantas fricciones entre aquellos que deben tener una sola mente y un solo sentir en Cristo Jesús.
El Señor obre en estos tiempos para que las iglesias sigan el patrón bíblico en cuanto a la corrección del pecado y así sea glorificado Aquél que se entregó a sí mismo por su esposa para que fuese santificada y purificada (Ef. 5:25, 26).
ESTE ES EL PATRÓN BÍBLICO NO UN CONFESIONARIO DE MADERA.
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