No Promesas, Sino Decretos Irrevocables
Lo que el Evangelio anuncia no son promesas humanas sujetas a condiciones inciertas, sino decretos eternos del Dios soberano. Él ha establecido, por medio de su Palabra viva y eficaz, que habrá resurrección y vida eterna para los que están en Cristo. Como está escrito:
“Porque esta es la voluntad del que me envió: que todo aquel que ve al Hijo y cree en él, tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día postrero”
(Juan 6:40).
Esta es una declaración divina, un decreto del Altísimo que no puede ser revocado. La resurrección es el clímax de su plan, no una opción entre otras.