Re: España, Matrimonio Homosexual "consumado"
Enfrentamiento Iglesia-Gobierno
José María de Areilza, diplomático, embajador, ministro de Asuntos Exteriores en el primer gobierno de la democracia, llevó un minucioso diario de sus experiencias en la difícil etapa que vivió entre diciembre de 1975 y julio de 1976. Sus notas fueron publicadas en 1977 por la Editorial Planeta en un tomo titulado DIARIO DE UN MINISTRO DE LA MONARQUÍA, con abundancia de fotografías. En un texto fechado el 27 de enero de 1976, que figura en la página 70, Areilza, católico de convicción, dice: “¡Qué tremenda pasión levanta la Iglesia en España en cuanto se tocan sus puntos neurálgicos!... Se levanta en armas. Se organiza en guerras civiles. Bendice a un bando. Excomulga al otro... Es más polémica que integradora. Forma más fácilmente en España fanáticos que hombres de bien”.
El catálogo de acusaciones contra la Iglesia católica se extiende a lo largo de las 221 páginas que componen el libro. A juicio de muchos historiadores, esta ha sido la actitud permanente de la Iglesia católica frente al Estado en España. Y, a lo que parece, no hay voluntad de cambio.
Desde la llegada de los socialistas al poder en marzo de este año estamos asistiendo a una escalada verbal por parte de obispos contra el Gobierno presidido por José Luis Rodríguez Zapatero.
Hay que tener en cuenta, como lo recordaba Antonio Gala, que la Iglesia católica es una teocracia gobernada monárquica y absolutamente por el Vaticano y por lo mismo convive mal con la democracia.
Lo estamos viendo. Los obispos no dan respiro al Gobierno socialista. Critican todos y cada uno de sus proyectos legislativos, lo acusan de atacar las raíces cristianas de España, de querer “despedazar” y “pulverizar” el catolicismo. Fantasmas. Los obispos ven fantasmas y enemigos por todas partes.
Coincidiendo con el final del período vacacional, la Iglesia, por boca de obispos muy significados en la Conferencia Episcopal, inició una campaña de acoso contra el Gobierno. En este caso, los puntos neurálgicos -que diría Areilza- del conflicto son, esencialmente, seis.
• La anunciada reforma legislativa a fin de agilizar los trámites para obtener el divorcio.
• Ampliación a cuatro los supuestos del aborto, “en el marco acotado de las primeras semanas de gestación”.
• Posibilidad de legalizar la eutanasia para enfermos terminales.
• Paralización de la Ley de Calidad de la Enseñanza que supone profundos cambios en el estudio de la religión católica en las escuelas.
• Modificación del actual formato de financiación de la Iglesia católica a cargo de los presupuestos generales del Estado.
• Y, la guinda, la explosión detonadora: Legalización de las uniones homosexuales.
En un alarde de desafío, los obispos recurren a estas innovaciones, que califican de laicistas, para abrir un frente de guerra dialéctica contra la Administración del Estado.
El presidente se defiende. Rodríguez Zapatero dice que sus iniciativas legales, criticadas por la Iglesia, están avaladas por la mayoría de los ciudadanos. Estas son sus palabras: “Los ciudadanos han votado un proyecto electoral y lo que el Gobierno ha llevado al Parlamento es estrictamente el contenido de lo que ha tenido el respaldo en las urnas”.
Tiene lógica.
Pero no para los señores obispos. No se fían. No se conforman. Amenazan. Atacan. Avivan el choque contra el Gobierno. Diseñan una campaña dirigida a los proyectos legislativos que ellos no aprueban. Se ha hablado de convocar manifestaciones de católicos a pie de calle frente al Gobierno de la nación. Juan Antonio Martínez Campo, portavoz de los obispos, ha advertido que “los derechos civiles que pueden llevar a cabo los ciudadanos, los pueden hacer también los católicos”, refiriéndose a manifestaciones callejeras con pancartas. Puede que ocurra. Atentos.
Nada de esto es nuevo en la historia de España, ni antes ni ahora. A la Iglesia le está costando mucho asumir que la era Franco, cuando ejercía el control absoluto sobre las conciencias, acabó hace tiempo.
La Iglesia católica es una realidad social en España, con una larga trayectoria histórica. Esto es innegable. Tiene derecho a ejercer libremente su ministerio dentro de un marco jurídico justo, sin situaciones privilegiadas.
Pero que no interfiera en el gobierno de la nación. Que renuncie definitivamente, si puede, a su voluntad de protagonismo y dominio en esferas que sólo atañen a las instituciones del Estado.
J.A. Monroy es un escritor y conferenciante internacional
© J. A. Monroy, ProtestanteDigital.com, 2004 (España)
Enfrentamiento Iglesia-Gobierno
José María de Areilza, diplomático, embajador, ministro de Asuntos Exteriores en el primer gobierno de la democracia, llevó un minucioso diario de sus experiencias en la difícil etapa que vivió entre diciembre de 1975 y julio de 1976. Sus notas fueron publicadas en 1977 por la Editorial Planeta en un tomo titulado DIARIO DE UN MINISTRO DE LA MONARQUÍA, con abundancia de fotografías. En un texto fechado el 27 de enero de 1976, que figura en la página 70, Areilza, católico de convicción, dice: “¡Qué tremenda pasión levanta la Iglesia en España en cuanto se tocan sus puntos neurálgicos!... Se levanta en armas. Se organiza en guerras civiles. Bendice a un bando. Excomulga al otro... Es más polémica que integradora. Forma más fácilmente en España fanáticos que hombres de bien”.
El catálogo de acusaciones contra la Iglesia católica se extiende a lo largo de las 221 páginas que componen el libro. A juicio de muchos historiadores, esta ha sido la actitud permanente de la Iglesia católica frente al Estado en España. Y, a lo que parece, no hay voluntad de cambio.
Desde la llegada de los socialistas al poder en marzo de este año estamos asistiendo a una escalada verbal por parte de obispos contra el Gobierno presidido por José Luis Rodríguez Zapatero.
Hay que tener en cuenta, como lo recordaba Antonio Gala, que la Iglesia católica es una teocracia gobernada monárquica y absolutamente por el Vaticano y por lo mismo convive mal con la democracia.
Lo estamos viendo. Los obispos no dan respiro al Gobierno socialista. Critican todos y cada uno de sus proyectos legislativos, lo acusan de atacar las raíces cristianas de España, de querer “despedazar” y “pulverizar” el catolicismo. Fantasmas. Los obispos ven fantasmas y enemigos por todas partes.
Coincidiendo con el final del período vacacional, la Iglesia, por boca de obispos muy significados en la Conferencia Episcopal, inició una campaña de acoso contra el Gobierno. En este caso, los puntos neurálgicos -que diría Areilza- del conflicto son, esencialmente, seis.
• La anunciada reforma legislativa a fin de agilizar los trámites para obtener el divorcio.
• Ampliación a cuatro los supuestos del aborto, “en el marco acotado de las primeras semanas de gestación”.
• Posibilidad de legalizar la eutanasia para enfermos terminales.
• Paralización de la Ley de Calidad de la Enseñanza que supone profundos cambios en el estudio de la religión católica en las escuelas.
• Modificación del actual formato de financiación de la Iglesia católica a cargo de los presupuestos generales del Estado.
• Y, la guinda, la explosión detonadora: Legalización de las uniones homosexuales.
En un alarde de desafío, los obispos recurren a estas innovaciones, que califican de laicistas, para abrir un frente de guerra dialéctica contra la Administración del Estado.
El presidente se defiende. Rodríguez Zapatero dice que sus iniciativas legales, criticadas por la Iglesia, están avaladas por la mayoría de los ciudadanos. Estas son sus palabras: “Los ciudadanos han votado un proyecto electoral y lo que el Gobierno ha llevado al Parlamento es estrictamente el contenido de lo que ha tenido el respaldo en las urnas”.
Tiene lógica.
Pero no para los señores obispos. No se fían. No se conforman. Amenazan. Atacan. Avivan el choque contra el Gobierno. Diseñan una campaña dirigida a los proyectos legislativos que ellos no aprueban. Se ha hablado de convocar manifestaciones de católicos a pie de calle frente al Gobierno de la nación. Juan Antonio Martínez Campo, portavoz de los obispos, ha advertido que “los derechos civiles que pueden llevar a cabo los ciudadanos, los pueden hacer también los católicos”, refiriéndose a manifestaciones callejeras con pancartas. Puede que ocurra. Atentos.
Nada de esto es nuevo en la historia de España, ni antes ni ahora. A la Iglesia le está costando mucho asumir que la era Franco, cuando ejercía el control absoluto sobre las conciencias, acabó hace tiempo.
La Iglesia católica es una realidad social en España, con una larga trayectoria histórica. Esto es innegable. Tiene derecho a ejercer libremente su ministerio dentro de un marco jurídico justo, sin situaciones privilegiadas.
Pero que no interfiera en el gobierno de la nación. Que renuncie definitivamente, si puede, a su voluntad de protagonismo y dominio en esferas que sólo atañen a las instituciones del Estado.
J.A. Monroy es un escritor y conferenciante internacional
© J. A. Monroy, ProtestanteDigital.com, 2004 (España)