Apreciada Norah:
-Hace ya muchas páginas escribí que estas devociones marianas fueron surgiendo desde antiguo en el cristianismo de forma inocente y bien intencionada, y que no viendo los más entendidos y responsables en las iglesias riesgo de herejía, las admitieron permisivamente primero y entusiastamente después, ya que no solamente parecían alentar la piedad, sino atraer prestigio a imágenes, santuarios y la comarca donde estas devociones eran atestiguadas con portentos y milagros.
Fue entonces que tú me enviaste la página vaticana con el DIRECTORIO SOBRE LA PIEDAD POPULAR Y LA LITURGIA, PRINCIPIOS Y ORIENTACIONES.
Transcurridas apenas unas pocas páginas de lectura, hallé unos párrafos en la pg. 6 que seguidamente copio y pego, destacando lo que interesa:
“Las expresiones de la religiosidad popular aparecen, a veces, contaminadas por elementos no coherentes con la doctrina católica. En esos casos, dichas manifestaciones han de ser purificadas con prudencia y paciencia, por medio de contactos con los responsables y una catequesis atenta y respetuosa, a no ser que incongruencias radicales hagan necesarias medidas claras e inmediatas.
Evaluar esto, compete en primer lugar al Obispo diocesano, o a los Obispos de los territorios en que se dan dichas formas de religiosidad. En este caso, es oportuno que los Pastores confronten sus experiencias, para ofrecer orientaciones pastorales comunes, evitando contradicciones dañinas para el pueblo cristiano.
Sin embargo, a menos que existan claros motivos contrarios, los Obispos deben tener una actitud positiva y alentadora hacia la religiosidad popular.”
El primer y último párrafo vienen a colación de lo que dije: la autoridad eclesiástica ha estado más proclive a la permisión que a la censura ante la aparición de estas devociones en la religiosidad popular.
Cordiales saludos