-En realidad, la conversión no es un cambio de religión (como la del anglicano John Henry Newman al romanismo católico), sino que resulta de una crisis espiritual en que el ser completo (espíritu, alma y cuerpo) pasa de un estado de perdición en el pecado al de salvación en Cristo.
-El Espíritu Santo suele obrar de muy distintas maneras, así que tanto puede resultar de la lectura de la Biblia, como de oír un sermón o de otros modos.
-Aquellos que cambiaron de religión porque se rindieron a una secta, absorbiendo cuanto se les enseñara, están entre las personas más dignas de conmiseración.
-La devoción a María va mucho más allá del respeto, veneración y amor que se le pudiera profesar como madre elegida y bienaventurada de nuestro Señor. Este exceso descontrolado es rechazado por todo cristiano que se sabe hijo de Dios.