Dogma espurio y falso
"...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles..."
(Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de 1854)
Rom 5:12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.
María murió y no hay ninguna escritura bíblica que diga o se especule con lo contrario y menos la Iglesia Católica Romana lo dice, sino que leí ayer que creen que María sí murió y por eso dicen que resucitó y hermanos míos y si murió fue pecadora como toda la raza humanan que fue redimida con la sangre derramada de su Hijo.
Nadie es justo
Rom 3:9 ¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado.
10 Como está escrito:
No hay justo, ni aun uno;
11 No hay quien entienda,
No hay quien busque a Dios.
12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles;
No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno
Al único que exceptúa es a Jesucristo .
Hebreo 7. 26 Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; 27 que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. 28 Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre.
Claramente la inmaculada concepción es un invento sin ninguna escritura que lo habilite, sino forzadas interpretaciones de aquí y de allá que Romanos 3:10 tira a tierra y que Jesús no llevo el pecado de Adán porque fue engendrado por Dios y su Padre es santo, santo, santo.
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Demuestra la hipocresía de la actual Iglesia Católica ya que el dogma fue rechazado una y otra vez entre ellos Tomas Aquino y hasta que fue impuesto y encima el mismo Pio XII se declaró infalible.
La Inmaculada Concepción
De algunos mitos difundidos sobre el protestantismo (XV) Los protestantes no creen en la Virgen (3)
En las últimas semanas he examinado sucintamente cómo el mito de que los evangélicos no creen en María no se corresponde con la realidad. Los protestantes creen sobre María todas y cada una de las palabras que contienen las Escrituras. Llegados a este punto, debe señalarse que no se sienten obligados a creer nada más, pero en ellos – y seguramente sorp
18 DE MARZO DE 2010 · 23:00
Una de las creencias más populares – ciertamente, dogma – del catolicismo acerca de María es la de su inmaculada concepción. En breve, la creencia señala que María no nació con la marca del pecado original, una circunstancia única ya que no se da en ningún otro ser humano. Las Escrituras, desde luego, no contienen la menor mención a ese dogma y, a decir verdad, lo que enseñan de manera terminante es que TODOS – sin excepción alguna – pecaron y están destituidos de la gracia de Dios (Romanos 3:23-24), situación de la que sólo se puede salir mediante la fe en el sacrificio expiatorio de Cristo (Romanos 3:25 ss). Ni que decir tiene que cualquier católico medianamente instruido – insisto: medianamente instruido – sabe que la salutación del ángel a María contenida en Lucas 1:28 no significa que María no cometiera nunca pecado sino, simplemente, que Dios la favorecía al elegirla para concebir al mesías. Al respecto, no deja de ser significativo que en un interesante tratado de mariología el sacerdote católico J. M. Carda afirme: “La Sagrada Escritura no habla de los orígenes históricos de María ni alude expresamente a privilegio alguno en su concepción” (El misterio de María, Madrid, 1986, p. 55) o que señale que la referencia angélica de Lucas 1:28 “no indica por si mismo una plenitud de gracia, como la indica, en cambio, la expresión pleres kharitos que se aplica a Cristo (cf. Juan 1:14)… La palabra dirigida a ella por el ángel significa sencillamente agraciada” (Idem, Ibidem, p. 56). No hace falta decir que los evangélicos compartimos ese punto de vista porque es el correcto que se desprende de la Biblia y del conocimiento de la lengua griega. Baste decir que en Efesios 1:6 se califica a los creyentes en general con el mismo término que a María en Lucas 1:28 y hasta donde yo sé no creo que nadie piense que hemos nacido sin la marca del pecado original. De hecho, no deja de ser curioso que la primera referencia a que María no hubiera nacido sin la marca del pecado original no tuvo lugar hasta el s. V y la sostuvo… un hereje. Se trataba de Julián de Eclana, un miembro de la secta de los pelagianos, que negaba los efectos del pecado original en la especie humana. Para el hereje, María no podía haber cometido nunca pecado. Agustín de Hipona, respondiendo al herético Julián, señaló que si María se había visto libre de pecado no se debía a haber nacido sin él, sino a que había nacido de nuevo como señalaba Juan 3. No deja de ser curioso que cerca de un milenio después la iglesia católica proclamara dogmáticamente la posición del hereje y rechazara la de Agustín de Hipona. La Historia del catolicismo – sin duda, apasionante – abunda en episodios semejantes. En el s. VIII, comenzó a celebrarse por primera vez – y en Oriente – el nacimiento de María, pero, de manera bien reveladora, no se hizo ninguna referencia a que el mismo hubiera tenido lugar sin pecado y lo mismo sucedió cuando esa fiesta llegó a Occidente nada más y nada menos que en el s. XII. En otras palabras, durante más de un milenio
las iglesia mantuvieron una posición sobre este tema mucho más cercana al protestantismo que al catolicismo actual. Sí, fue mucho más de un milenio porque todavía en el s. XIII, el famosísimo Tomás de Aquino, autor de la Summa Theologica, negaba la Inmaculada concepción por cierto sin que sobre él recayeran sanciones eclesiásticas. Así, en su Brevis Summa de fide dedicada a su compañero Fray Reinaldo, Tomás de Aquino escribió: “Ciertamente (María) fue concebida con el pecado original, como era natural… Si no hubiera sido concebida con pecado original, no habría necesitado ser redimida por Cristo y, de ser así, Cristo no sería el Redentor universal de los hombres, lo que derogaría la dignidad de Cristo” (CCXXXII bis. Hay traducción española: Compendio de teología, Barcelona, 1985). Desde luego, no deja de ser revelador que en este tema,
Tomás de Aquino sostuviera una posición similar a la del protestantismo… y totalmente contraria con el catolicismo actual. Al respecto, es significativo que cuando la mencionada obra se editó en castellano en 1862, el traductor, Carbonero y Sol, se permitiera omitir el párrafo que tan mal casaba con la enseñanza católica. Como prueba de falta de honradez intelectual y sectarismo, estuvo bien; como señal de amor a la verdad, resultó deleznable. A finales del s. XIII, Duns Scoto hizo todo lo posible por imponer la creencia en la inmaculada concepción, pero su éxito fue limitado. El papa Sixto IV – franciscano como Scoto – se negó a apoyarla insistiendo en que nada había sido establecido todavía al respecto (DS 1426). Que a casi milenio y medio de distancia, la iglesia católica no se hubiera definido sobre tema tan importante da, desde luego, mucho que pensar. En 1439, un concilio reunido en Basilea definió el dogma, pero… el concilio no estaba en comunión con la sede papal lo que impidió que el dogma pudiera ser aceptado como tal. Todavía en 1546, en el concilio de Trento, se tomó la decisión de no definir el dogma (DS 1516) porque a nadie se le ocultaba la posición de Tomás de Aquino y de tantos otros que habían negado la inmaculada concepción. Tan poco claro estaba el tema que en 1617, Paulo V prohibió las discusiones públicas sobre el mismo y en 1622, Gregorio XV extendía la prohibición a las conversaciones privadas. La única excepción eran los dominicos – seguidores de Tomás de Aquino a fin de cuentas – que podían abordar el tema, pero sólo en el seno de la orden y entre ellos, sin presencia de otros. Finalmente, el dogma fue definido el 8 de diciembre de 1854 por la bula pontificia Ineffabilis Deus haciendo tabula rasa de las Escrituras, de las opiniones de teólogos como Agustín de Hipona y Tomás de Aquino y de lo que había creído el cristianismo occidental durante la mayor parte de la Historia. Tras este breve examen, creo que mis amigos católicos comprenderán sobradamente por qué los evangélicos no creemos en la Inmaculada Concepción.
Sobre ella nada dice la Biblia y nada se creyó al menos hasta el s. XII salvo algún hereje como el refutado Julián de Eclana.
Contra ella se expresaron rotundamente Agustín de Hipona y Tomás de Aquino.
Sobre ella seguía existiendo controversia en el seno del catolicismo todavía en el s. XVII lo que acarreó prohibiciones papales de abordar el tema
El dogma no fue definido hasta la segunda mitad del s. XIX lo que, en términos históricos, equivale a ayer por la noche y
Si, finalmente, la iglesia católica se contradijo al definir el dogma ni nos sorprende ni nos turba. Nunca hemos creído que la iglesia católica fuera la única verdadera y episodios como éste nos confirman en esa apreciación.
Realmente, ¿puede alguien creer que sería sensato que arrojáramos por la borda lo que enseña la Biblia y lo que muestra la propia Historia del cristianismo occidental para abrazar un dogma de mediados del s. XIX? Cuesta creerlo.