Y el engaño más grande es el de hacerles creer que los "protestantes" somos nosotros, los redimidos por la sangre de Cristo.
Y no ellos, que ni siquieran son salvos, porque cuando el católico busca al Cristo de las Escrituras, lo primero que hace el Espíritu Santo es apartarlo de toda esa contaminación espiritual, como está escrito:
(Apo 18:4) Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas;
En contraste, los que permanecen allí, hasta la muerte, despiertan en medio de tormentos aterradores en el mismo infierno, porque rechazaron la Verdad para ser salvos, por eso Dios les envía un poder engañoso para que crean la mentira, de un culto falso, plagado de dioses y diosas, con sus monumentos y altares, y la invocación a los muertos con sus rezos y procesiones, donde sacan un pedazo de yeso con figura humana, por las calles de sus parroquias, con una multitud que les sigue, idiotizadas por el diablo, igual que cuando Israel en el desierto, hizo un buey de oro y celebró con fiesta, plagada de fornicación y borrachera, y aparte de eso, llevaban la estrella del dios Renfán y el tabernáculo de Moloc, figuras que se hicieron para adorarlas.
Así es el catolicismo romano, adorador de yesos, y de imágenes, que no los puede salvar, sino que los hunden cada día más y más en el infierno.