Estados Unidos ya nopuede competir con China y no sólo por la población de China sino que también por su sistema políticosco. Chiná no es la URSS, es mucho más.
Estados Unidos está enfrentando un sistema político multipartidista atascado, capturado y obstruido por intereses privados, contra un Estado comunista centralizado que mezcla la gobernanza económica y social de arriba abajo con los principios del mercado y hace efectivamente lo que considera necesario para continuar el crecimiento.
La ley "Build Back Better" no es la única pieza de legislación económica integral que se ha estancado en el Congreso. La Ley de Innovación y Competencia de los Estados Unidos -otro titánico proyecto de ley que promete más de 52.000 millones de dólares en subvenciones para los fabricantes de semiconductores en los Estados Unidos, dirigidos directamente a Pekín- también se ha topado con el muro de ladrillos del bloqueo del Congreso. Una vez más, el obstáculo es principalmente ideológico: por qué debería el gobierno estadounidense verter cantidades exorbitantes de dinero de los contribuyentes en la industria privada? En cambio, Pekín invierte sin esfuerzo miles de millones en el desarrollo de su propia industria de semiconductores, sin discusiones, retrasos ni controversias. Aunque los resultados a largo plazo de este esfuerzo están aún por ver, el sistema de China le permite hacer lo que quiere, cuando quiere, como construir un hospital en cuestión de días o promulgar una rigurosa y militante política de "cero-cocos", mientras que Estados Unidos se queda con un número que ya supera los 800.000. El error crítico que Biden y sus aliados están cometiendo aquí es que están tratando de competir con China al intentar copiar elementos de la gestión económica al estilo chino y colocarlos en un contexto estadounidense. Esto no funciona. Estados Unidos sigue siendo una economía más competitiva que la mayoría de los países del mundo debido a su implacable compromiso con el fundamentalismo del libre mercado apuntalado por el dólar estadounidense, y eso le confiere puntos fuertes diferentes a los de China. Sin embargo, aparentemente, la urgencia por competir con Pekín y el temor a su ascenso han impulsado en DC la decisión de que las reglas del juego en el futuro deben ser responder a los éxitos específicos de China, como las infraestructuras, y así se ha puesto en marcha la idea de imitar las cosas que hace China.