El Vaticano publica nuevo documento sobre la unicidad de la Iglesia

Re: El Vaticano publica nuevo documento sobre la unicidad de la Iglesia

Entendemos que la Iglesia Catolica los mataba pero y los evangelicos cuantos judios salvaron del holocuasto nazi,algun testimonio al respecto

En primer lugar a los evangélicos en muy rara ocasión se nos ha tenído en cuenta en decisiones de estado llamemos importantes, ahora bien te sirva este dato:

ALEMANIA, 31-3-2005 (Rapidísimas/ACPress.net). En Alemania se ha celebrado el 70 aniversario del arresto de 500 pastores por parte de la policía y la Gestapo.

--- Su delito fue leer una proclama desde el púlpito en la que se criticaban las acciones represivas del régimen de Hitler. “Estos hombres tuvieron gran valor y pagaron muy caro su voz profética”, dijo uno de los organizadores del evento.

Fuente: Rapidísimas. Redacción: ACPress.net
 
Re: El Vaticano publica nuevo documento sobre la unicidad de la Iglesia

Toni:

En primer lugar a los evangélicos en muy rara ocasión se nos ha tenído en cuenta en decisiones de estado llamemos importantes, ahora bien te sirva este dato:

ALEMANIA, 31-3-2005 (Rapidísimas/ACPress.net). En Alemania se ha celebrado el 70 aniversario del arresto de 500 pastores por parte de la policía y la Gestapo.

--- Su delito fue leer una proclama desde el púlpito en la que se criticaban las acciones represivas del régimen de Hitler. “Estos hombres tuvieron gran valor y pagaron muy caro su voz profética”, dijo uno de los organizadores del evento.

Fuente: Rapidísimas. Redacción: ACPress.net

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Pero si ya sabemos eso,no te molestes,es mas,se de buena tinta que fueron los catolicos los que entregaron a esos 500 pastores a Hitler

Ahora bien cuantos judios salvaron del holocausto nazi los hermanos evangelicos

100

200

1 000 000

Brindanos un bello testimonio
 
Re: El Vaticano publica nuevo documento sobre la unicidad de la Iglesia

Toni:

En primer lugar a los evangélicos en muy rara ocasión se nos ha tenído en cuenta en decisiones de estado llamemos importantes, ahora bien te sirva este dato:

ALEMANIA, 31-3-2005 (Rapidísimas/ACPress.net). En Alemania se ha celebrado el 70 aniversario del arresto de 500 pastores por parte de la policía y la Gestapo.

--- Su delito fue leer una proclama desde el púlpito en la que se criticaban las acciones represivas del régimen de Hitler. “Estos hombres tuvieron gran valor y pagaron muy caro su voz profética”, dijo uno de los organizadores del evento.

Fuente: Rapidísimas. Redacción: ACPress.net

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Pero si ya sabemos eso,no te molestes,es mas,se de buena tinta que fueron los catolicos los que entregaron a esos 500 pastores a Hitler

Ahora bien cuantos judios salvaron del holocausto nazi los hermanos evangelicos

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Brindanos un bello testimonio

Para el carro corazón, que yo no estoy obligado a defender a los protestantes alemanes (como tu a tus apapucios) muchos de estos partorzuelos tuvieron actitudes tan hipocritas como la de Pio XII, abrazaron a Hitler de la manera mas cobarde para salvar su pellejo, el problema es que nosotros no tenemos una cabeza como vosotros, la cual si está en el 'derecho' de llevarse todos los palos por su manifiesta incompetencia.

Es mas, que papel pueden hacer unas simples 'comunidades eclesiasticas' (así nos denomina la religión romanista) en comparación con lo que si pudo hacer la todopoderosa 'iglesia' católica apostolica y romanista?

A mi si que no me queda ninguna duda, que los verdaderos cristianos (incluiré a todos) ayudaron todo lo que pudieron al pueblo judío, de eso no tendremos muchos testimonios hoy en día, otra cosa será cuando estemos en la presencia del Señor, allí veremos todas las coronas de laureles, ahora bien, que los jerarcas fueron unos sinverguenzas que solo procuraron salvar su 'santo' trasero... está dentro de cualquier sentído común, yo no me imagino ni a Pedro, ni a Pablo hacer pactos con asesínos, ahí es donde se desmonta ese castillo de naipes denominado: "Estado Vaticano"

Ya tienes para peinarte un rato....
 
Re: El Vaticano publica nuevo documento sobre la unicidad de la Iglesia

Asi que no tiene ningun bello testimonio de cuantos judios salvaron los hermanos evangelicos del nazismo

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Re: El Vaticano publica nuevo documento sobre la unicidad de la Iglesia

Asi que no tiene ningun bello testimonio de cuantos judios salvaron los hermanos evangelicos del nazismo

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Si, claro!!!



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Pio_XII_en_Berlin_12_Dic_1929.jpg

El arzobispo Pacelli,
futuro Papa Pio XII saliendo del Palacio Presidencial. Berlin, Germany
Diciembre 12, 1929

Hitler_Muller_Obispo_y_Abbot_Schachleiter_Septiembre_1934.gif

"The Nazi Persecution of the Churches" by J.S. Conway, Pgs. 25, 26 & 162.
Hitler con Muller, el Obispo del reinado y Abbot Schachleiter, rodeados por jefes del partido, Septiembre de 1934.

afichehitlerynuncioDitorregrossa.jpg


goebbelswithpapallegate.jpg
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http://conocereislaverdad.org/lagranramera.htm

http://conocereislaverdad.org/



:lol:
 
La diferencia entre Pio XII y Dietrich Bonhoeffer

La diferencia entre Pio XII y Dietrich Bonhoeffer

Tomado de una publicación de mi amigo y hermano Daniel Pisoni


Dietrich Bonhoeffer




Un pastor contra el terror nazi

060129dp.jpg


Con motivo de cumplirse el próximo 4 de febrero de este año el centenario del nacimiento del pastor luterano Dietrich Bonhoeffer, llamo vuestra atención sobre este hombre que en las horas más oscuras de su nación no titubeó en ser fiel a su conciencia cristiana. Teólogo brillante, en una época en la que muchos callaron, Bonhoeffer formó parte de la resistencia contra el régimen nazi de Hitler, pagando con su vida por ello.

En la madrugada del 9 de Abril de 1945 en el patio del campo de Flössenburg resuenan los pasos de hombres que asistirán al último acto de la vida de Dietrich Bonhoeffer, un pastor luterano que fiel a su llamado en Cristo, no estimó el costo de su vida en la denuncia del pecado y de la barbarie más grande de su tiempo: el régimen de Hitler. Fue aquella mañana que la horca puso fin a una vida singular, imbuida de fidelidad a Dios, a su pueblo y a su conciencia.

Pero mucho antes de esa fecha ya había dado el teólogo alemán claras evidencias de su oposición al régimen totalitario y genocida del nazismo. En febrero de 1933 a poco de llegar el partido hitleriano al poder, una alocución crítica de Bonhoeffer en radio es interrumpida por la Gestapo. Ese mismo año junto con Niemöller y Barth forma la Iglesia Confesante, que agrupa a todos aquellos cristianos que se oponen al planteo totalitario, antisemita y racista de Hitler y se separa de la iglesia oficial (Deutsche Christen) que se convierte en la iglesia del Reich.

"Iglesia, ¡permanece siendo Iglesia! ¡Sé fiel a tus principios... Sé fiel a tus creencias" (Sermón de 1933).

En 1935 comienza a dirigir un seminario para la formación de pastores de la Iglesia Confesante. Es en esta época que da inicio a una de sus obras más conocidas : "El precio de la Gracia", así como "Vida en comunidad". Esta labor se termina abruptamente cuando la Gestapo clausura el centro en 1937. Ya un año antes en 1936 le han quitado su cátedra en la universidad y ahora también se le prohibirá hablar en público y publicar.

"Los vínculos son destruidos y simplemente caminamos hacia adelante. Hemos sido elegidos y debemos 'abandonar' la existencia que teníamos hasta ahora... Lo viejo se queda atrás, se entrega del todo... El llamamiento a la sucesión entonces significa la vinculación únicamente a la figura de Jesucristo y la trasgresión de toda legalidad por la gracia de aquél que llama." (El precio de la Gracia.)

Luego de la fatídica "noche de los cristales rotos" (kristallnacht) que significó la destrucción de sinagogas, tiendas y toda propiedad de los judíos, Bonhoeffer protesta vehementemente una vez más en contraste con el silencio y la indiferencia que le rodean y reconocerá que la Iglesia fracasa en su misión .

"La Iglesia permanecía muda, cuando tenía que haber gritado..." (Ética)

A partir de 1938 pasa a formar parte de la resistencia activa contra Hitler, un camino que junto con sus profundas convicciones cristianas a las que no renunció jamás, ni aún en las situaciones más adversas, le llevarán al epílogo de aquella mañana en Flossenbürg.

En Junio de 1939, estando brevemente en EEUU donde había sido invitado como profesor y a pesar de los insistentes pedidos de sus amigos, decide abandonar la seguridad y la comodidad que le ofrecen para unir su destino al de su pueblo.

"Debo pasar este difícil período de nuestra historia nacional junto a los cristianos de Alemania. No tendré ningún derecho a participar de la reconstrucción de la vida cristiana en Alemania, sino comparto las pruebas de esta hora con mi pueblo...Los cristianos de Alemania deberán enfrentar una terrible alternativa: O bien desear la derrota de su nación para que la civilización cristiana sobreviva, o bien desear la victoria de su nación y, por tanto, la destrucción de nuestra civilización. Yo sé cuál de estas dos alternativas debo escoger. Pero no puedo hacer esa elección desde un lugar seguro."

En abril de 1943 es encarcelado por la Gestapo en la prisión militar de Tegel; allí continuará su incansable labor intelectual, y llevará una vida espiritual intensa que le ayudará a superar el encierro y las privaciones, así como a estadios de mayor reflexión sobre el significado de ser cristiano y el poder trasmitir la fe en medio del mundo que lo rodea.

“Uno aprende poco a poco a distanciarse de las amenazas de la vida...; incluso integra esas amenazas cotidianas en el todo de la vida” (Resistencia y sumisión.)

Su ánimo, a pesar de la dureza del confinamiento no decae; su fe le da fuerzas no sólo para mantenerse en pie sino aún para ser una fuente de estímulo y consuelo para sus compañeros de prisión, como lo atestigua uno de ellos :

"Él no hacía más que infundirnos ánimo y confianza y no se cansaba de repetir que una batalla sólo se pierde cuando los propios combatientes se dan por perdidos. ¡ Cuántas veces me envió alguna nota de su puño y letra con frases de consuelo y de confianza tomadas de la Biblia..." (Fabian von Schlabrendorff.)

Poco antes de la finalización de la guerra y cuando las fuerzas americanas se encontraban a poco del campo de Flössenburg, Hitler ordenó que fuera ejecutado junto con otros oficiales alemanes involucrados en la resistencia.

Su despedida de uno de los dos prisioneros británicos que compartieron su cautiverio, poco antes de ser llevado al cadalso fue: "Este es el fin. Para mí el comienzo de la vida."

El testimonio del médico del campo como espectador privilegiado donde fue ejecutado Dietrich Bonhoeffer es una fiel exposición de la profunda confianza y fidelidad en las promesas de Dios que había manifestado a lo largo de toda su vida y un testimonio indeleble de la paz que lo acompañó cuando enfrentó la muerte.

"He visto al pastor Bonhoeffer de rodillas delante de su Dios en intensa plegaria. La manera perfectamente sumisa y segura de ser escuchado, con la que este hombre extraordinariamente simpático oraba, me conmovió profundamente. En el lugar de la ejecución todavía oró, luego subió al cadalso. La muerte tuvo lugar en pocos segundos. Durante los cincuenta años que llevo de práctica médica no he visto morir a un ser humano tan totalmente abandonado en las manos de Dios".

Dietrich Bonhoeffer buscó a Dios no en la impotencia humana; por el contrario lo encontró en la vida real que le tocó vivir, en la fe dada por Dios y en su misericordia renovada cada mañana.

De los escritos de Dietrich Bonhoeffer abrevan varias y distintas corrientes y posiciones; muchas veces sacado de contexto para apoyar una u otra postura. No es la intención de esta breve reseña abarcar su pensamiento teológico. Sí lo es, sin embargo, recordar a este hombre, que casi en solitario se enfrentó a un régimen totalitario, racista y criminal como fue la Alemania nazi.

Un hombre más honesto éticamente que prudente, que en las horas más oscuras de su nación no titubeó en ser fiel a su conciencia cristiana. Más preocupado por su responsabilidad como pastor que en las condiciones enormemente adversas que le rodeaban, su vida fue un testimonio indeleble de su compromiso con Cristo.

Quiera el Señor en estos tiempos que corren, que el legado y el recuerdo de la vida y obra de Dietrich Bohoeffer nos ayuden a reflexionar sobre lo correcto a los ojos de Dios, comprendiendo que "es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres", pues como afirma en una de sus obras sólo quien conoce la cruz no tiene temor a la verdad.

"En este asunto de la veracidad, lo más importante y definitivo es que toda la condición humana debe ser expuesta; todo su pecado debe desnudarse ante la mirada de Dios. Pero el hombre pecador no gusta de esta clase de veracidad y se resiste con todas sus fuerzas. Es por ello que se le persigue y crucifica. Es sólo porque seguimos a Jesús que podemos ser genuinamente veraces, pues en la cruz Él nos revela nuestro pecado. La cruz es la verdad de Dios acerca de nosotros y, por tanto, es la única fuerza capaz de hacernos veraces. Cuando conocemos la cruz, la verdad no nos da miedo." (El precio de la gracia.)





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Bibliografía:
"El precio de la Gracia". Dietrich Bonhoeffer. Ed.Sigueme.1999
"Ética". Dietrich Bohoeffer. Ed. Trotta. 2000
"Cartas de amor desde la prisión". María von Wedemeyer. Ed.Trotta 1998
"Iglesia, sociedad y etica cistiana." Martinez-Grau. Ediciones Evangélicas Europeas.1973
"Decadencia de la religión." S. Escobar. Certeza. 1972
"En torno a Dietrich Bohoeffer ". Klaas Runia. Pensamiento Cristiano.1972
"Resistencia y sumisión." E.Bethge.Nueva Edición.1983



Daniel Pisoni es italiano, graduado en historia y teología en Londres, misionero en Alemania, y escritor con varias obras sobre Bonhoeffer (incluidas en la Bibliografía que acompaña este artículo)
© D. Pisoni, ProtestanteDigital.com (España, 2006)
 
Re: La diferencia entre Pio XII y Dietrich Bonhoeffer

Re: La diferencia entre Pio XII y Dietrich Bonhoeffer

Tomado de una publicación de mi amigo y hermano Daniel Pisoni


Dietrich Bonhoeffer




Un pastor contra el terror nazi

060129dp.jpg


Con motivo de cumplirse el próximo 4 de febrero de este año el centenario del nacimiento del pastor luterano Dietrich Bonhoeffer, llamo vuestra atención sobre este hombre que en las horas más oscuras de su nación no titubeó en ser fiel a su conciencia cristiana. Teólogo brillante, en una época en la que muchos callaron, Bonhoeffer formó parte de la resistencia contra el régimen nazi de Hitler, pagando con su vida por ello.

En la madrugada del 9 de Abril de 1945 en el patio del campo de Flössenburg resuenan los pasos de hombres que asistirán al último acto de la vida de Dietrich Bonhoeffer, un pastor luterano que fiel a su llamado en Cristo, no estimó el costo de su vida en la denuncia del pecado y de la barbarie más grande de su tiempo: el régimen de Hitler. Fue aquella mañana que la horca puso fin a una vida singular, imbuida de fidelidad a Dios, a su pueblo y a su conciencia.

Pero mucho antes de esa fecha ya había dado el teólogo alemán claras evidencias de su oposición al régimen totalitario y genocida del nazismo. En febrero de 1933 a poco de llegar el partido hitleriano al poder, una alocución crítica de Bonhoeffer en radio es interrumpida por la Gestapo. Ese mismo año junto con Niemöller y Barth forma la Iglesia Confesante, que agrupa a todos aquellos cristianos que se oponen al planteo totalitario, antisemita y racista de Hitler y se separa de la iglesia oficial (Deutsche Christen) que se convierte en la iglesia del Reich.

"Iglesia, ¡permanece siendo Iglesia! ¡Sé fiel a tus principios... Sé fiel a tus creencias" (Sermón de 1933).

En 1935 comienza a dirigir un seminario para la formación de pastores de la Iglesia Confesante. Es en esta época que da inicio a una de sus obras más conocidas : "El precio de la Gracia", así como "Vida en comunidad". Esta labor se termina abruptamente cuando la Gestapo clausura el centro en 1937. Ya un año antes en 1936 le han quitado su cátedra en la universidad y ahora también se le prohibirá hablar en público y publicar.

"Los vínculos son destruidos y simplemente caminamos hacia adelante. Hemos sido elegidos y debemos 'abandonar' la existencia que teníamos hasta ahora... Lo viejo se queda atrás, se entrega del todo... El llamamiento a la sucesión entonces significa la vinculación únicamente a la figura de Jesucristo y la trasgresión de toda legalidad por la gracia de aquél que llama." (El precio de la Gracia.)

Luego de la fatídica "noche de los cristales rotos" (kristallnacht) que significó la destrucción de sinagogas, tiendas y toda propiedad de los judíos, Bonhoeffer protesta vehementemente una vez más en contraste con el silencio y la indiferencia que le rodean y reconocerá que la Iglesia fracasa en su misión .

"La Iglesia permanecía muda, cuando tenía que haber gritado..." (Ética)

A partir de 1938 pasa a formar parte de la resistencia activa contra Hitler, un camino que junto con sus profundas convicciones cristianas a las que no renunció jamás, ni aún en las situaciones más adversas, le llevarán al epílogo de aquella mañana en Flossenbürg.

En Junio de 1939, estando brevemente en EEUU donde había sido invitado como profesor y a pesar de los insistentes pedidos de sus amigos, decide abandonar la seguridad y la comodidad que le ofrecen para unir su destino al de su pueblo.

"Debo pasar este difícil período de nuestra historia nacional junto a los cristianos de Alemania. No tendré ningún derecho a participar de la reconstrucción de la vida cristiana en Alemania, sino comparto las pruebas de esta hora con mi pueblo...Los cristianos de Alemania deberán enfrentar una terrible alternativa: O bien desear la derrota de su nación para que la civilización cristiana sobreviva, o bien desear la victoria de su nación y, por tanto, la destrucción de nuestra civilización. Yo sé cuál de estas dos alternativas debo escoger. Pero no puedo hacer esa elección desde un lugar seguro."

En abril de 1943 es encarcelado por la Gestapo en la prisión militar de Tegel; allí continuará su incansable labor intelectual, y llevará una vida espiritual intensa que le ayudará a superar el encierro y las privaciones, así como a estadios de mayor reflexión sobre el significado de ser cristiano y el poder trasmitir la fe en medio del mundo que lo rodea.

“Uno aprende poco a poco a distanciarse de las amenazas de la vida...; incluso integra esas amenazas cotidianas en el todo de la vida” (Resistencia y sumisión.)

Su ánimo, a pesar de la dureza del confinamiento no decae; su fe le da fuerzas no sólo para mantenerse en pie sino aún para ser una fuente de estímulo y consuelo para sus compañeros de prisión, como lo atestigua uno de ellos :

"Él no hacía más que infundirnos ánimo y confianza y no se cansaba de repetir que una batalla sólo se pierde cuando los propios combatientes se dan por perdidos. ¡ Cuántas veces me envió alguna nota de su puño y letra con frases de consuelo y de confianza tomadas de la Biblia..." (Fabian von Schlabrendorff.)

Poco antes de la finalización de la guerra y cuando las fuerzas americanas se encontraban a poco del campo de Flössenburg, Hitler ordenó que fuera ejecutado junto con otros oficiales alemanes involucrados en la resistencia.

Su despedida de uno de los dos prisioneros británicos que compartieron su cautiverio, poco antes de ser llevado al cadalso fue: "Este es el fin. Para mí el comienzo de la vida."

El testimonio del médico del campo como espectador privilegiado donde fue ejecutado Dietrich Bonhoeffer es una fiel exposición de la profunda confianza y fidelidad en las promesas de Dios que había manifestado a lo largo de toda su vida y un testimonio indeleble de la paz que lo acompañó cuando enfrentó la muerte.

"He visto al pastor Bonhoeffer de rodillas delante de su Dios en intensa plegaria. La manera perfectamente sumisa y segura de ser escuchado, con la que este hombre extraordinariamente simpático oraba, me conmovió profundamente. En el lugar de la ejecución todavía oró, luego subió al cadalso. La muerte tuvo lugar en pocos segundos. Durante los cincuenta años que llevo de práctica médica no he visto morir a un ser humano tan totalmente abandonado en las manos de Dios".

Dietrich Bonhoeffer buscó a Dios no en la impotencia humana; por el contrario lo encontró en la vida real que le tocó vivir, en la fe dada por Dios y en su misericordia renovada cada mañana.

De los escritos de Dietrich Bonhoeffer abrevan varias y distintas corrientes y posiciones; muchas veces sacado de contexto para apoyar una u otra postura. No es la intención de esta breve reseña abarcar su pensamiento teológico. Sí lo es, sin embargo, recordar a este hombre, que casi en solitario se enfrentó a un régimen totalitario, racista y criminal como fue la Alemania nazi.

Un hombre más honesto éticamente que prudente, que en las horas más oscuras de su nación no titubeó en ser fiel a su conciencia cristiana. Más preocupado por su responsabilidad como pastor que en las condiciones enormemente adversas que le rodeaban, su vida fue un testimonio indeleble de su compromiso con Cristo.

Quiera el Señor en estos tiempos que corren, que el legado y el recuerdo de la vida y obra de Dietrich Bohoeffer nos ayuden a reflexionar sobre lo correcto a los ojos de Dios, comprendiendo que "es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres", pues como afirma en una de sus obras sólo quien conoce la cruz no tiene temor a la verdad.

"En este asunto de la veracidad, lo más importante y definitivo es que toda la condición humana debe ser expuesta; todo su pecado debe desnudarse ante la mirada de Dios. Pero el hombre pecador no gusta de esta clase de veracidad y se resiste con todas sus fuerzas. Es por ello que se le persigue y crucifica. Es sólo porque seguimos a Jesús que podemos ser genuinamente veraces, pues en la cruz Él nos revela nuestro pecado. La cruz es la verdad de Dios acerca de nosotros y, por tanto, es la única fuerza capaz de hacernos veraces. Cuando conocemos la cruz, la verdad no nos da miedo." (El precio de la gracia.)





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Bibliografía:
"El precio de la Gracia". Dietrich Bonhoeffer. Ed.Sigueme.1999
"Ética". Dietrich Bohoeffer. Ed. Trotta. 2000
"Cartas de amor desde la prisión". María von Wedemeyer. Ed.Trotta 1998
"Iglesia, sociedad y etica cistiana." Martinez-Grau. Ediciones Evangélicas Europeas.1973
"Decadencia de la religión." S. Escobar. Certeza. 1972
"En torno a Dietrich Bohoeffer ". Klaas Runia. Pensamiento Cristiano.1972
"Resistencia y sumisión." E.Bethge.Nueva Edición.1983



Daniel Pisoni es italiano, graduado en historia y teología en Londres, misionero en Alemania, y escritor con varias obras sobre Bonhoeffer (incluidas en la Bibliografía que acompaña este artículo)
© D. Pisoni, ProtestanteDigital.com (España, 2006)

Ah mira no sabia usted fuera Luterano.
 
Re: El Vaticano publica nuevo documento sobre la unicidad de la Iglesia

Otro pastor vs los nazis

Albert Einstein expresó su reconocimiento a la Santa Sede. En una entrevista aparecida en el Time Magazine afirmó: «Siendo un amante de la libertad, cuando llegó la revolución a Alemania miré con confianza a las universidades sabiendo que siempre se habían vanagloriado de su devoción por la causa de la verdad. Pero las universidades fueron acalladas. Entonces miré a los grandes editores de periódicos que en ardientes editoriales proclamaban su amor por la libertad. Pero también ellos, como las universidades, fueron reducidos al silencio, ahogados a la vuelta de pocas semanas.

»Sólo la Iglesia permaneció de pie y firme para hacer frente a las campañas de Hitler para suprimir la verdad.

»Antes no había sentido ningún interés personal en la Iglesia, pero ahora siento por ella un gran afecto y admiración, porque sólo la Iglesia ha tenido la valentía y la obstinación de sostener la verdad intelectual y la libertad moral.

»Debo confesar que lo que antes despreciaba ahora lo alabo incondicionalmente.»[9]

Declaración de Albert Einstein publicada por Time Magazine, 23 de diciembre de 1940, p. 40.


Acabada la guerra, los judíos quisieron manifestar públicamente al papa su reconocimiento, y solicitaron «el sumo honor de poder agradecer personalmente al Santo Padre su generosidad hacia ellos, perseguidos durante el terrible periodo del nazi-fascismo». La audiencia fue concedida el 29 de noviembre de 1945. Ochenta delegados de los judíos refugiados, provenientes de los campos de concentración, fueron recibidos en una sala del apartamento pontificio. El papa habló, recordando que por la ley del Sinaí y por el Sermón de la Montaña, la Sede Apostólica jamás había admitido en lo más mínimo que se pudieran aceptar las concepciones raciales «reconocidas entre las más deshonrosas desviaciones del sentimiento humano».[10]


Confortatrici ed illuminate parole del Sommo Pontefice in risposta all'omaggio riconoscente di ebrei profughi», L'Osservatore Romano, 30 de noviembre de 1945, primera página.

El padre Gumpel sostiene que quien «acusa a Pío XII, nunca lo hizo mientras él estaba vivo. Muchos de los que hoy atacan a Pío XII, o eran muy jóvenes o ni siquiera habían nacido cuando el nazismo cometía sus crímenes».
 
Re: La diferencia entre Pio XII y Dietrich Bonhoeffer

Re: La diferencia entre Pio XII y Dietrich Bonhoeffer

Ah mira no sabia usted fuera Luterano.

Como pitoniso no te ganarías la vida....
 
Re: La diferencia entre Pio XII y Dietrich Bonhoeffer

Re: La diferencia entre Pio XII y Dietrich Bonhoeffer

Como pitoniso no te ganarías la vida....

Por eso soy machine operator :bienhecho

solo que seme hace asi medio cura que a la hora de lanzar pedradas a la IC todas parecen una sola ( testigos, adventistas, luteranos, prebisterianos,metodistas,anglicanos,anabaptistas,pentecostales,luz del mundo,mormones,bautistas primeros, segundos terceros etc y etc)

Todas contra UNA y UNA CONTRA Todas.
 
Re: La diferencia entre Pio XII y Dietrich Bonhoeffer

Re: La diferencia entre Pio XII y Dietrich Bonhoeffer

Tomado de una publicación de mi amigo y hermano Daniel Pisoni


Dietrich Bonhoeffer




Un pastor contra el terror nazi

060129dp.jpg


Con motivo de cumplirse el próximo 4 de febrero de este año el centenario del nacimiento del pastor luterano Dietrich Bonhoeffer, llamo vuestra atención sobre este hombre que en las horas más oscuras de su nación no titubeó en ser fiel a su conciencia cristiana. Teólogo brillante, en una época en la que muchos callaron, Bonhoeffer formó parte de la resistencia contra el régimen nazi de Hitler, pagando con su vida por ello.

En la madrugada del 9 de Abril de 1945 en el patio del campo de Flössenburg resuenan los pasos de hombres que asistirán al último acto de la vida de Dietrich Bonhoeffer, un pastor luterano que fiel a su llamado en Cristo, no estimó el costo de su vida en la denuncia del pecado y de la barbarie más grande de su tiempo: el régimen de Hitler. Fue aquella mañana que la horca puso fin a una vida singular, imbuida de fidelidad a Dios, a su pueblo y a su conciencia.

Pero mucho antes de esa fecha ya había dado el teólogo alemán claras evidencias de su oposición al régimen totalitario y genocida del nazismo. En febrero de 1933 a poco de llegar el partido hitleriano al poder, una alocución crítica de Bonhoeffer en radio es interrumpida por la Gestapo. Ese mismo año junto con Niemöller y Barth forma la Iglesia Confesante, que agrupa a todos aquellos cristianos que se oponen al planteo totalitario, antisemita y racista de Hitler y se separa de la iglesia oficial (Deutsche Christen) que se convierte en la iglesia del Reich.

"Iglesia, ¡permanece siendo Iglesia! ¡Sé fiel a tus principios... Sé fiel a tus creencias" (Sermón de 1933).

En 1935 comienza a dirigir un seminario para la formación de pastores de la Iglesia Confesante. Es en esta época que da inicio a una de sus obras más conocidas : "El precio de la Gracia", así como "Vida en comunidad". Esta labor se termina abruptamente cuando la Gestapo clausura el centro en 1937. Ya un año antes en 1936 le han quitado su cátedra en la universidad y ahora también se le prohibirá hablar en público y publicar.

"Los vínculos son destruidos y simplemente caminamos hacia adelante. Hemos sido elegidos y debemos 'abandonar' la existencia que teníamos hasta ahora... Lo viejo se queda atrás, se entrega del todo... El llamamiento a la sucesión entonces significa la vinculación únicamente a la figura de Jesucristo y la trasgresión de toda legalidad por la gracia de aquél que llama." (El precio de la Gracia.)

Luego de la fatídica "noche de los cristales rotos" (kristallnacht) que significó la destrucción de sinagogas, tiendas y toda propiedad de los judíos, Bonhoeffer protesta vehementemente una vez más en contraste con el silencio y la indiferencia que le rodean y reconocerá que la Iglesia fracasa en su misión .

"La Iglesia permanecía muda, cuando tenía que haber gritado..." (Ética)

A partir de 1938 pasa a formar parte de la resistencia activa contra Hitler, un camino que junto con sus profundas convicciones cristianas a las que no renunció jamás, ni aún en las situaciones más adversas, le llevarán al epílogo de aquella mañana en Flossenbürg.

En Junio de 1939, estando brevemente en EEUU donde había sido invitado como profesor y a pesar de los insistentes pedidos de sus amigos, decide abandonar la seguridad y la comodidad que le ofrecen para unir su destino al de su pueblo.

"Debo pasar este difícil período de nuestra historia nacional junto a los cristianos de Alemania. No tendré ningún derecho a participar de la reconstrucción de la vida cristiana en Alemania, sino comparto las pruebas de esta hora con mi pueblo...Los cristianos de Alemania deberán enfrentar una terrible alternativa: O bien desear la derrota de su nación para que la civilización cristiana sobreviva, o bien desear la victoria de su nación y, por tanto, la destrucción de nuestra civilización. Yo sé cuál de estas dos alternativas debo escoger. Pero no puedo hacer esa elección desde un lugar seguro."

En abril de 1943 es encarcelado por la Gestapo en la prisión militar de Tegel; allí continuará su incansable labor intelectual, y llevará una vida espiritual intensa que le ayudará a superar el encierro y las privaciones, así como a estadios de mayor reflexión sobre el significado de ser cristiano y el poder trasmitir la fe en medio del mundo que lo rodea.

“Uno aprende poco a poco a distanciarse de las amenazas de la vida...; incluso integra esas amenazas cotidianas en el todo de la vida” (Resistencia y sumisión.)

Su ánimo, a pesar de la dureza del confinamiento no decae; su fe le da fuerzas no sólo para mantenerse en pie sino aún para ser una fuente de estímulo y consuelo para sus compañeros de prisión, como lo atestigua uno de ellos :

"Él no hacía más que infundirnos ánimo y confianza y no se cansaba de repetir que una batalla sólo se pierde cuando los propios combatientes se dan por perdidos. ¡ Cuántas veces me envió alguna nota de su puño y letra con frases de consuelo y de confianza tomadas de la Biblia..." (Fabian von Schlabrendorff.)

Poco antes de la finalización de la guerra y cuando las fuerzas americanas se encontraban a poco del campo de Flössenburg, Hitler ordenó que fuera ejecutado junto con otros oficiales alemanes involucrados en la resistencia.

Su despedida de uno de los dos prisioneros británicos que compartieron su cautiverio, poco antes de ser llevado al cadalso fue: "Este es el fin. Para mí el comienzo de la vida."

El testimonio del médico del campo como espectador privilegiado donde fue ejecutado Dietrich Bonhoeffer es una fiel exposición de la profunda confianza y fidelidad en las promesas de Dios que había manifestado a lo largo de toda su vida y un testimonio indeleble de la paz que lo acompañó cuando enfrentó la muerte.

"He visto al pastor Bonhoeffer de rodillas delante de su Dios en intensa plegaria. La manera perfectamente sumisa y segura de ser escuchado, con la que este hombre extraordinariamente simpático oraba, me conmovió profundamente. En el lugar de la ejecución todavía oró, luego subió al cadalso. La muerte tuvo lugar en pocos segundos. Durante los cincuenta años que llevo de práctica médica no he visto morir a un ser humano tan totalmente abandonado en las manos de Dios".

Dietrich Bonhoeffer buscó a Dios no en la impotencia humana; por el contrario lo encontró en la vida real que le tocó vivir, en la fe dada por Dios y en su misericordia renovada cada mañana.

De los escritos de Dietrich Bonhoeffer abrevan varias y distintas corrientes y posiciones; muchas veces sacado de contexto para apoyar una u otra postura. No es la intención de esta breve reseña abarcar su pensamiento teológico. Sí lo es, sin embargo, recordar a este hombre, que casi en solitario se enfrentó a un régimen totalitario, racista y criminal como fue la Alemania nazi.

Un hombre más honesto éticamente que prudente, que en las horas más oscuras de su nación no titubeó en ser fiel a su conciencia cristiana. Más preocupado por su responsabilidad como pastor que en las condiciones enormemente adversas que le rodeaban, su vida fue un testimonio indeleble de su compromiso con Cristo.

Quiera el Señor en estos tiempos que corren, que el legado y el recuerdo de la vida y obra de Dietrich Bohoeffer nos ayuden a reflexionar sobre lo correcto a los ojos de Dios, comprendiendo que "es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres", pues como afirma en una de sus obras sólo quien conoce la cruz no tiene temor a la verdad.

"En este asunto de la veracidad, lo más importante y definitivo es que toda la condición humana debe ser expuesta; todo su pecado debe desnudarse ante la mirada de Dios. Pero el hombre pecador no gusta de esta clase de veracidad y se resiste con todas sus fuerzas. Es por ello que se le persigue y crucifica. Es sólo porque seguimos a Jesús que podemos ser genuinamente veraces, pues en la cruz Él nos revela nuestro pecado. La cruz es la verdad de Dios acerca de nosotros y, por tanto, es la única fuerza capaz de hacernos veraces. Cuando conocemos la cruz, la verdad no nos da miedo." (El precio de la gracia.)





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Bibliografía:
"El precio de la Gracia". Dietrich Bonhoeffer. Ed.Sigueme.1999
"Ética". Dietrich Bohoeffer. Ed. Trotta. 2000
"Cartas de amor desde la prisión". María von Wedemeyer. Ed.Trotta 1998
"Iglesia, sociedad y etica cistiana." Martinez-Grau. Ediciones Evangélicas Europeas.1973
"Decadencia de la religión." S. Escobar. Certeza. 1972
"En torno a Dietrich Bohoeffer ". Klaas Runia. Pensamiento Cristiano.1972
"Resistencia y sumisión." E.Bethge.Nueva Edición.1983



Daniel Pisoni es italiano, graduado en historia y teología en Londres, misionero en Alemania, y escritor con varias obras sobre Bonhoeffer (incluidas en la Bibliografía que acompaña este artículo)
© D. Pisoni, ProtestanteDigital.com (España, 2006)



En abril de 1943 es encarcelado por la Gestapo en la prisión militar de Tegel; allí continuará su incansable labor intelectual.......................

Pero cuantos judios salvaron del Nazismo,vamos,brindanos un lindo testimonio
 
Re: La diferencia entre Pio XII y Dietrich Bonhoeffer

Re: La diferencia entre Pio XII y Dietrich Bonhoeffer

Por eso soy machine operator :bienhecho

solo que seme hace asi medio cura que a la hora de lanzar pedradas a la IC todas parecen una sola ( testigos, adventistas, luteranos, prebisterianos,metodistas,anglicanos,anabaptistas,pentecostales,luz del mundo,mormones,bautistas primeros, segundos terceros etc y etc)

Todas contra UNA y UNA CONTRA Todas.

Conmigo esas ratonerías no te sirven, jamás me uní con testigos, ni con mormones... a los luteranos los tengo en cuarentena, creo que tienes tus parametros algo manipulados.
 
Re: La diferencia entre Pio XII y Dietrich Bonhoeffer

Re: La diferencia entre Pio XII y Dietrich Bonhoeffer

En abril de 1943 es encarcelado por la Gestapo en la prisión militar de Tegel; allí continuará su incansable labor intelectual.......................

Pero cuantos judios salvaron del Nazismo,vamos,brindanos un lindo testimonio

" Y vuelta la mula al trigo" cuando escribes de tu cosecha se nota a leguas, mejor que te sigan dictando, lo haces mejor, yo sabo mucho!! ;)
 
Re: El Vaticano publica nuevo documento sobre la unicidad de la Iglesia

Asi que no tiene ningun bello testimonio de cuantos judios salvaron los hermanos evangelicos del nazismo

100

200

1 000 000

Saludos

Te voy a dar un testimonio que conozco muy bién.

Siendo hijo y nieto de banqueros, declinó esa profesión e imitando a su más querido primo hermano se dedicó a la vida diplomática. Era luterano, vivía en un país neutral, pero su sentido del deber lo llevó a Hungría como embajador, allí salvo la vida de cientos de judios y eso le costó la vida, un mal dia la gestapo lo hizo desaparecer.

Para llegar al museo del Holocausto en Tel Aviv, se llega por la avenida de los Justos Gentiles, allí han plantado cientos de árboles en memoria de las personas que ayudaron a salvar vidas judias. He regado personalmente el árbol que recuerda a mi tio Raoul Wallenberg, mi padre fue el primo hermano que lo llevó a la vida diplomática.

Es cosa que abran con su nombre en Google y podrán conocer su historia. Nací en plena 2ª guerra, conocí cientos de luteranos escandinavos, que salvaron miles de vidas judias,muchos de ellos y sus familias viven entre nosotros.

Resulta incomprensible a veces la ignorancia. No hay ninguna duda que hubieron sacerdotes católicos que salvaron vidas judias, como hubieron pastores nazis, en ambos casos fueron minorías. Resulta pueril cualquier intento de querer comparar el poder del Vaticano, con los de algunas denominaciones cristianas evangélicas, sobre todo en ese tiempo. Pero no sean más papistas que el propio papa.
En 1997 Juan Pablo II expresó su pesar por las conciencias adormecidas de algunos católicos durante el Nazismo y la inadecuada "resistencia espiritual" de otros grupos ante la persecución de los judíos. En 1998 el Vaticano publicó un documento sobre el Shoah, palabra hebrea usada para el Holocausto, expresando pesar por los mismos problemas morales.
En Marzo de 2000, si mal no recuerdo, Juan Pablo II visitó el muro de los lamentos, allí de acuerdo a la tradición dejó un papel, en ese documento que hoy se guarda en el museo del Holocausto, JPII pide perdón al pueblo judio. Pregúntense: ¿Porque?

Saludos cordiales en Cristo
 
Re: El Vaticano publica nuevo documento sobre la unicidad de la Iglesia

Historia de una trágica realidad:
¿Que pretendía el Vaticano al firmar Concordato con el régimen de Hitler?
Soñaban con la resurrección del que fue Imperio Germano Romano.
Evidentemente esto no lo podían firmar con un estado demócrata, porque la democracia no entra en la ideología Vaticana. Para constatarlo solo hay que leer el Syllabus de pio IX.
(El mismo Vaticano que firmó Concordato con Franco y su dictadura)

Así como Bonhoeffer (que por cierto fue el pastor de iglasia luterana en Barcelona en el 1928) levantó su voz en una fuerte crítica con la llamada "Noche de los cristales rotos", los Prelados católicos junto al Nuncio Pacelli no dijeron "ni Pio"
Tampoco el Pio cuando le añadió el XII siguió haciendo honor a su nombre papal con respecto al exterminio del holocausto. Pero, si Pió, cuando se trato de facilitar pasaportes del Vaticano para los criminales nazis a fin de que pudiesen huir de Europa y del Tribunal de Nuremberg.
Solo hay que ver la gratitud de Hitler -el que prefirio ver arrasada la Capital de su III Reich por los rusos antes de rendirse- cuando las tropas aliadas llegaron a Roma Hitler decidió retirarse de allí y la declaró ciudad abierta. Los dos hechos mencionados tiran por los suelos todas las fábulas inventadas por los romanistas a fi de justificar la realidad de la postura del Vaticano con el nazismo hitleriano.

Una vez más y como siempre, los hechos históricos desmenuzan y hacen papilla las novelas de historia ficción del romanismo.
 
Re: El Vaticano publica nuevo documento sobre la unicidad de la Iglesia

Historia de una trágica realidad:
¿Que pretendía el Vaticano al firmar Concordato con el régimen de Hitler?
Soñaban con la resurrección del que fue Imperio Germano Romano.
Evidentemente esto no lo podían firmar con un estado demócrata, porque la democracia no entra en la ideología Vaticana. Para constatarlo solo hay que leer el Syllabus de pio IX.
(El mismo Vaticano que firmó Concordato con Franco y su dictadura, o con Mussolini otro dictador)

Así como Bonhoeffer (que por cierto fue el pastor de iglasia luterana en Barcelona en el 1928) levantó su voz en una fuerte crítica con la llamada "Noche de los cristales rotos", los Prelados católicos junto al Nuncio Pacelli no dijeron "ni Pio"
Tampoco el Pio cuando le añadió el XII siguió haciendo honor a su nombre papal con respecto al exterminio del holocausto. Pero, si Pió, cuando se trato de facilitar pasaportes del Vaticano para los criminales nazis a fin de que pudiesen huir de Europa y del Tribunal de Nuremberg.
Solo hay que ver la gratitud de Hitler -el que prefirio ver arrasada la Capital de su III Reich por los rusos antes de rendirse- cuando las tropas aliadas llegaron a Roma Hitler decidió retirarse de allí y la declaró ciudad abierta. Los dos hechos mencionados tiran por los suelos todas las fábulas inventadas por los romanistas a fi de justificar la realidad de la postura del Vaticano con el nazismo hitleriano.

Una vez más y como siempre, los hechos históricos desmenuzan y hacen papilla las novelas de historia ficción del romanismo.
 
No tiene desperdicio...

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Pío XII, el papa nazi​

El 25 de octubre de 2006 el embajador de Israel en el Vaticano, Oded Ben Hur, asistía a la presentación del libro de Alessandro Duce La Santa Sede e la questione ebraica (1933-1945), un trabajo que no tiene demasiado interés, prueba de lo cual es que pronto lo tendremos traducido al castellano y en las estanterías de El Corte Inglés y los Relay de todas las estaciones, gasolineras y aeropuertos, porque la obra de Duce lava la cara a Pio XII y la política pro-nazi del Vaticano entre la primera y la segunda guerra mundiales.

A la salida del acto los periodistas preguntaron al embajador su opinión sobre el proceso de beatificación del papa nazi y él aconsejó que el Vaticano debería esperar un poco mientras autoriza a los historiadores para que puedan consultar los archivos diplomáticos de la Santa Sede que guardan toda la podredumbre, hasta la fecha escondida bajo mil candados.

El embajador pedía un poco de calma a otro nazi, Ratzinger, alias Benedicto XVI, porque la beatificación marcha a pasos acelerados, de manera que dentro de poco tendremos al primer nazi en los altares.

Naturalmente el embajador dejó bien claro que hablaba a título personal, porque son sabidos los estrechos lazos ahora (ya era hora) existentes entre el Vaticano e Israel, con Estados Unidos de por medio, mientras Ratzinger demoniza a los fundamentalistas que, como por casualidad, son siempre los islamistas.

También aconsejó el embajador que el Vaticano escuchara a los últimos supervivientes (judíos) del holocausto, los cuales no tienen la misma opinión sobre Pio XII que Ratzinger y sus santificadores.

Papa en el crucial periodo comprendido entre 1938 y 1958, Pio XII fue una pieza fundamental en la política hitleriana desde 1933, e incluso antes, ya que fue uno de los que aupó a los nazis al poder mientras fue embajador del Vaticano en Alemania.

Desde la primavera de 1917, Eugenio Pacelli fue nuncio papal o embajador del Vaticano en Alemania. Su obsesión era el comunismo y por eso, más que cualquier otro, ayudó a Hitler a llegar al poder en 1933. Los católicos disponían en la Alemania de entonces de uno de los partidos burgueses más fuertes, el Zentrum, que contribuyó a abrir el camino hacia el gobierno a los nazis. Precisamente Pacelli fue enviado como nuncio a Alemania a petición de Erzberger, jefe del partido católico Zentrum.

Según sus propias palabras, era abiertamente antisemita. Había llegado al Vaticano en 1901, a la edad de 24 años, reclutado para especializarse en cuestiones internacionales. Era conocido en los pasillos del Vaticano como El Tedesco (El Alemán) y tras la I Guerra Mundial, a la edad de 41 años, ya arzobispo, Pacelli partió hacia Munich como nuncio papal.

En una Baviera cuya tradiciones antisemitas eran tan virulentas como las de Austria, de la que había formado parte hasta principios del siglo XIX, Pacelli se rodeó de una camarilla de extrema derecha que lo siguió durante toda su vida. El nuncio, como todo el clero bávaro que se encontraba bajo sus órdenes, estuvo ligado desde principios de los años 20 a los grupúsculos de extrema derecha que abundaban en Baviera. Se reunía frecuentemente con Ludendorff, íntimo de Hitler, en aquel nido de los terroristas, que se refugiaban allí después de cometer sus crímenes para preparar su asalto al poder.

Recorrió Alemania, destruída por la guerra. Presenció la revolución proletaria en Munich en 1918. En una carta a Gasparri, Pacelli describió así los acontecimientos: Un ejército de trabajadores corría de un lado a otro, dando órdenes, y en el medio, una pandilla de mujeres jóvenes, de dudosa apariencia, judías como todos los demás, daba vueltas por las salas con sonrisas provocativas, degradantes y sugestivas. La jefa de esa pandilla de mujeres era la amante de Levien [dirigente obrero de Munich], una joven mujer rusa, judía y divorciada [...] Este Levien es un hombre joven, de unos 30 ó 35 años, también ruso y judío. Pálido, sucio, con ojos vacíos, voz ronca, vulgar, repulsivo, con una cara a la vez inteligente y taimada.

Hitler, que había logrado su primer gran triunfo en las elecciones de 1930, necesitaba un acuerdo con el Vaticano. Tras su ascenso al poder en enero de 1933, dio prioridad a su negociación con Pacelli y pocos meses después se firmó el concordato. Una de sus cláusulas secretas (la otra apuntaba a la organización de la Iglesia católica dentro del ejército alemán, en aquel entonces en proceso de formación clandestina) estipulaba que, cuando las tropas del Reich invadieran Ucrania, los clérigos germanos, adeptos todos de un antisemitismo tan visceral como su antibolchevismo, convertirían ese gran territorio ortodoxo al catolicismo.

El concordato dio al Führer gran prestigio internacional en el preciso momento en que se convertía en la cabeza del Estado alemán. A cambio, Pacelli colaboró en la retirada de los católicos de la actividad política y social para dejar la manos libres a los nazis.

El 14 de julio de 1933, Hitler dijo a su gobierno que el concordato había creado una atmósfera de confianza especialmente significativa en la lucha urgente contra el judaísmo internacional. Aseguraba que la Iglesia Católica le había dado su bendición pública, dentro del país y fuera de él. Goebbels y su equipo de propaganda lanzaron el mensaje a los cuatro vientos: la Santa Sede aprobaba la política nacional-socialista. El Concordato entre Hitler y el Vaticano creó un clima ideal para el exterminio de los antifascistas.

Pacelli y el Vaticano nada dijeron de la quema del Reichstag, que imputaron falsamente a Dimitrov y a la III Internacional, y silenciaron la persecución de los antifascistas. A medida que las persecuciones crecían en Alemania, Pacelli las respaldó afirmando que eran un asunto interno del III Reich.

La relación de los católicos -una minoría en Alemania- con los nazis no es que fuera buena: era íntima; cada 20 de abril, cumpleaños de Hitler, el cardenal Bertram en Berlín enviaba sus más calurosas felicitaciones al Führer en nombre de los obispos y las diócesis de Alemania con las fervientes plegarias que los católicos de Alemania envían al cielo desde sus altares.

Pacelli promovió la carrera eclesiástica de los curas nazis de la Iglesia austriaca y alemana: el austriaco Hudal, rector del Instituto romano de la Anima, uno de los pilares del pangermanismo que se pasó de lleno al nazismo, campeón del Anschluss, nombrado obispo de Ela para festejar el advenimiento de Hitler, glorificó mediante la pluma -en 1936- la alianza entre la Iglesia y el nazismo y exaltó el antisemitismo. Gröber, llamado el obispo pardo de Friburgo, era desde 1932 miembro activo de las SS y, a partir de 1933, Pacelli le encargó de misiones políticas decisivas. En 1935 -el año de las leyes de Nuremberg- publicó con el aval de Roma un manual de cuestiones religiosas que le convirtió en campeón de la sangre y de la raza. Después de años en el Germanicum de Roma, otro vivero del pangermanismo que se hizo nazi, Pacelli aupó al croata Stepinac al arzobispado de Zagreb en 1937: gobernador de Zagreb en 1939, desde donde garantizó la influencia hitleriana, este arzobispo, antes de convertirse en el segundo personaje oficial de la Croacia independiente de Ante Pavelitch, anteriormente a la invasión alemana del 6 de abril de 1941 contra Yugoslavia, encarnaba el antisemitismo financiado por el gobierno hitleriano.

En enero de 1937, tres cardenales y dos obispos alemanes viajaron al Vaticano para protestar contra la persecución nazi de la Iglesia Católica, a la que se le había suprimido la actividad pública. Estos incautos ignoraban los acuerdos entre bastidores para sacar a los católicos de la vida política y dejar la manos libres a los nazis. Pío XI lanzó entonces una encíclica, escrita bajo la inspiración de Pacelli, ya secretario de Estado del Vaticano, donde no había ninguna condena explícita de la represión, las persecuciones y el racismo.

Tras la anexión de Austria en 1938, Hitler -austríaco de nacimiento- llegó a Viena, se entrevistó con el cardenal Innitzer quien pidió que se acogiera la anexión con buena voluntad, y pidió, como le había ordenado el Führer, que las organizaciones juveniles católicas se incorporaran a las juventudes hitlerianas. Pocos días después Innitzer encabezaba una declaración del episcopado austríaco en la que se daba la bienvenida a los ocupantes y se ensalzaba al nacional-socialismo.

En el verano de 1938, mientras agonizaba, Pio XI se preocupó de justificar el antisemitismo en Europa y encargó la redacción de otra encíclica dedicada al tema. El texto, que nunca se publicó, se descubrió hace poco. Lo escribieron tres jesuitas, pero presumiblemente Pacelli estuvo a cargo del proyecto. Se iba a llamar Humani Generis Unitas (La unión de las razas humanas) y estaba llena de aquel racismo simplón que Pacelli había demostrado siempre en Alemania. Los judíos -dice el texto- eran responsables de su destino; dios los había elegido, pero ellos se negaron, mataron a Cristo y cegados por su sueño de triunfo mundial y éxito materialista, se merecían la ruina material y espiritual que se habían echado sobre sí mismos. El documento añadía que no se podía defender a los judíos como exígen los principios de humanidad cristianos porque podía conllevar el riesgo inaceptable de caer en la trampa de la política secular.

La encíclica llegó a Roma a finales de 1938 pero no se sabe por qué, no fue presentada a Pío XI. Pacelli, convertido en el papa Pío XII el 12 de marzo de 1939, ocultó el documento en los archivos secretos y les dijo a los cardenales alemanes que iba a mantener relaciones diplomáticas cordiales con Hitler. Estaba convencido de que intervenir a favor de los judíos sólo podía llevar a la Iglesia católica hacia coaliciones con fuerzas hostiles al Vaticano. Lo mejor era seguir aliados al Eje fascista.

Naturalmente, al papa Pío XII y a toda la Iglesia católica, la suerte de los comunistas y antifascistas les importaba un bledo, por más que les arrancasen el pellejo a tiras en los campos de concentración.

Tras los antifascistas, las deportaciones a campos de exterminio siguieron, momento en el que Pío XII pudo mostrar todo su amor por el III Reich. En el excepcional puesto de observación mundial del Vaticano, fue puntalmente informado sobre las atrocidades alemanas desde los primeros días de la ocupación de Polonia y apludió las masacres del Eje: poblaciones atacadas, bombardeadas, polacos, judíos, serbios, cíngaros, enfermos mentales alemanes asesinados ya antes del comienzo de la guerra. Pacelli defendió entonces las necesidades vitales del Reich, expresión transparente sobre los derechos de Hitler y los suyos a hacer cualquier cosa para alcanzar sus objetivos imperialistas.

Pacelli conocía bien los planes nazis para exterminar a los judíos de toda Europa. A lo largo de 1942, recibió información fiable sobre los detalles de la solución final remitida por británicos, franceses y norteamericanos al Vaticano. El 17 de marzo de aquel año, representantes de las organizaciones judías reunidos en Suiza le enviaron un memorándum a través del nuncio papal en Berna, donde detallaban las violentas medidas antisemitas en Alemania y en los territorios ocupados. El informe fue excluído de los documentos de la época de la guerra que el Vaticano publicó entre 1965 y 1981.

En septiembre de 1942 Roosevelt envió a su representante personal, Mylon Taylor, para pedirle a Pacelli una declaración contra el exterminio de los judíos. El papa se negó a hablar porque debía estar por encima las partes beligerantes.

El 24 de diciembre de 1942, finalmente, habló de aquellos cientos de miles que, sin culpa propia, a veces sólo por su nacionalidad o raza, reciben la marca de la muerte o la extinción gradual. Esa fue su denuncia pública más fuerte de un exterminio brutal.

Durante toda la guerra guardó silencio y quien calla otorga. Pero cuando en 1943 empezaron a caer las primeras bombas en la mismísima Roma, Pio XII rompió su silencio y pensando en la seguridad y preservación del Vaticano como Estado, se apresuró a declarar a Roma ciudad santa. Para entonces ya habían muerto millones de personas, pero al papa no le importaba más que su Estado. Sus apariciones públicas se hicieron cada vez más frecuentes e, implorando al cielo, llamaba a la paz. Los paracaidistas de la Wehrmacht y la Gestapo cuidaron de que el Vaticano siguiera siendo un oasis en medio de la destrucción y la muerte de la guerra. Ellos fueron los guardaespldas de Pio XII. Delante de sus narices más de mil judíos romanos fueron deportados por los alemanes sin que se volviera a saber nada más de ellos. En una Italia sumida en el caos, con tres gobiernos paralelos, Roma había sido abandonada por los miembros del gobierno e incluso por el Rey. Mussolini gobernaba desde el norte en Saló, Badoglio y el Rey estaban en el sur en Bari con los aliados y el resto de Italia estaba conociendo el rigor de los nazis que trataban a los italianos como traidores. Roma, que hasta 1943, había vivido la guerra en una isla, ahora padecía en carne propia el ruido de los aviones y el espantoso efecto de las bombas. Barrios enteros se transformaban en segundos en un cúmulo de escombros. Desde sus ventanas del Vaticano Pio XII asistía junto a la curia y las monjas de servicio a algo que hasta entonces había sido impensable. Los aliados no respetaban a Roma, la ciudad milenaria y cuna de la cristiandad. Si no se paraban, el Vaticano también iba a ser víctima de las bombas aliadas o del saqueo nazi.

http://www.antorcha.org/hemer/papa.htm#pioxii
 
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Pío XII, el papa nazi​

El 25 de octubre de 2006 el embajador de Israel en el Vaticano, Oded Ben Hur, asistía a la presentación del libro de Alessandro Duce La Santa Sede e la questione ebraica (1933-1945), un trabajo que no tiene demasiado interés, prueba de lo cual es que pronto lo tendremos traducido al castellano y en las estanterías de El Corte Inglés y los Relay de todas las estaciones, gasolineras y aeropuertos, porque la obra de Duce lava la cara a Pio XII y la política pro-nazi del Vaticano entre la primera y la segunda guerra mundiales.

A la salida del acto los periodistas preguntaron al embajador su opinión sobre el proceso de beatificación del papa nazi y él aconsejó que el Vaticano debería esperar un poco mientras autoriza a los historiadores para que puedan consultar los archivos diplomáticos de la Santa Sede que guardan toda la podredumbre, hasta la fecha escondida bajo mil candados.

El embajador pedía un poco de calma a otro nazi, Ratzinger, alias Benedicto XVI, porque la beatificación marcha a pasos acelerados, de manera que dentro de poco tendremos al primer nazi en los altares.

Naturalmente el embajador dejó bien claro que hablaba a título personal, porque son sabidos los estrechos lazos ahora (ya era hora) existentes entre el Vaticano e Israel, con Estados Unidos de por medio, mientras Ratzinger demoniza a los fundamentalistas que, como por casualidad, son siempre los islamistas.

También aconsejó el embajador que el Vaticano escuchara a los últimos supervivientes (judíos) del holocausto, los cuales no tienen la misma opinión sobre Pio XII que Ratzinger y sus santificadores.

Papa en el crucial periodo comprendido entre 1938 y 1958, Pio XII fue una pieza fundamental en la política hitleriana desde 1933, e incluso antes, ya que fue uno de los que aupó a los nazis al poder mientras fue embajador del Vaticano en Alemania.

Desde la primavera de 1917, Eugenio Pacelli fue nuncio papal o embajador del Vaticano en Alemania. Su obsesión era el comunismo y por eso, más que cualquier otro, ayudó a Hitler a llegar al poder en 1933. Los católicos disponían en la Alemania de entonces de uno de los partidos burgueses más fuertes, el Zentrum, que contribuyó a abrir el camino hacia el gobierno a los nazis. Precisamente Pacelli fue enviado como nuncio a Alemania a petición de Erzberger, jefe del partido católico Zentrum.

Según sus propias palabras, era abiertamente antisemita. Había llegado al Vaticano en 1901, a la edad de 24 años, reclutado para especializarse en cuestiones internacionales. Era conocido en los pasillos del Vaticano como El Tedesco (El Alemán) y tras la I Guerra Mundial, a la edad de 41 años, ya arzobispo, Pacelli partió hacia Munich como nuncio papal.

En una Baviera cuya tradiciones antisemitas eran tan virulentas como las de Austria, de la que había formado parte hasta principios del siglo XIX, Pacelli se rodeó de una camarilla de extrema derecha que lo siguió durante toda su vida. El nuncio, como todo el clero bávaro que se encontraba bajo sus órdenes, estuvo ligado desde principios de los años 20 a los grupúsculos de extrema derecha que abundaban en Baviera. Se reunía frecuentemente con Ludendorff, íntimo de Hitler, en aquel nido de los terroristas, que se refugiaban allí después de cometer sus crímenes para preparar su asalto al poder.

Recorrió Alemania, destruída por la guerra. Presenció la revolución proletaria en Munich en 1918. En una carta a Gasparri, Pacelli describió así los acontecimientos: Un ejército de trabajadores corría de un lado a otro, dando órdenes, y en el medio, una pandilla de mujeres jóvenes, de dudosa apariencia, judías como todos los demás, daba vueltas por las salas con sonrisas provocativas, degradantes y sugestivas. La jefa de esa pandilla de mujeres era la amante de Levien [dirigente obrero de Munich], una joven mujer rusa, judía y divorciada [...] Este Levien es un hombre joven, de unos 30 ó 35 años, también ruso y judío. Pálido, sucio, con ojos vacíos, voz ronca, vulgar, repulsivo, con una cara a la vez inteligente y taimada.

Hitler, que había logrado su primer gran triunfo en las elecciones de 1930, necesitaba un acuerdo con el Vaticano. Tras su ascenso al poder en enero de 1933, dio prioridad a su negociación con Pacelli y pocos meses después se firmó el concordato. Una de sus cláusulas secretas (la otra apuntaba a la organización de la Iglesia católica dentro del ejército alemán, en aquel entonces en proceso de formación clandestina) estipulaba que, cuando las tropas del Reich invadieran Ucrania, los clérigos germanos, adeptos todos de un antisemitismo tan visceral como su antibolchevismo, convertirían ese gran territorio ortodoxo al catolicismo.

El concordato dio al Führer gran prestigio internacional en el preciso momento en que se convertía en la cabeza del Estado alemán. A cambio, Pacelli colaboró en la retirada de los católicos de la actividad política y social para dejar la manos libres a los nazis.

El 14 de julio de 1933, Hitler dijo a su gobierno que el concordato había creado una atmósfera de confianza especialmente significativa en la lucha urgente contra el judaísmo internacional. Aseguraba que la Iglesia Católica le había dado su bendición pública, dentro del país y fuera de él. Goebbels y su equipo de propaganda lanzaron el mensaje a los cuatro vientos: la Santa Sede aprobaba la política nacional-socialista. El Concordato entre Hitler y el Vaticano creó un clima ideal para el exterminio de los antifascistas.

Pacelli y el Vaticano nada dijeron de la quema del Reichstag, que imputaron falsamente a Dimitrov y a la III Internacional, y silenciaron la persecución de los antifascistas. A medida que las persecuciones crecían en Alemania, Pacelli las respaldó afirmando que eran un asunto interno del III Reich.

La relación de los católicos -una minoría en Alemania- con los nazis no es que fuera buena: era íntima; cada 20 de abril, cumpleaños de Hitler, el cardenal Bertram en Berlín enviaba sus más calurosas felicitaciones al Führer en nombre de los obispos y las diócesis de Alemania con las fervientes plegarias que los católicos de Alemania envían al cielo desde sus altares.

Pacelli promovió la carrera eclesiástica de los curas nazis de la Iglesia austriaca y alemana: el austriaco Hudal, rector del Instituto romano de la Anima, uno de los pilares del pangermanismo que se pasó de lleno al nazismo, campeón del Anschluss, nombrado obispo de Ela para festejar el advenimiento de Hitler, glorificó mediante la pluma -en 1936- la alianza entre la Iglesia y el nazismo y exaltó el antisemitismo. Gröber, llamado el obispo pardo de Friburgo, era desde 1932 miembro activo de las SS y, a partir de 1933, Pacelli le encargó de misiones políticas decisivas. En 1935 -el año de las leyes de Nuremberg- publicó con el aval de Roma un manual de cuestiones religiosas que le convirtió en campeón de la sangre y de la raza. Después de años en el Germanicum de Roma, otro vivero del pangermanismo que se hizo nazi, Pacelli aupó al croata Stepinac al arzobispado de Zagreb en 1937: gobernador de Zagreb en 1939, desde donde garantizó la influencia hitleriana, este arzobispo, antes de convertirse en el segundo personaje oficial de la Croacia independiente de Ante Pavelitch, anteriormente a la invasión alemana del 6 de abril de 1941 contra Yugoslavia, encarnaba el antisemitismo financiado por el gobierno hitleriano.

En enero de 1937, tres cardenales y dos obispos alemanes viajaron al Vaticano para protestar contra la persecución nazi de la Iglesia Católica, a la que se le había suprimido la actividad pública. Estos incautos ignoraban los acuerdos entre bastidores para sacar a los católicos de la vida política y dejar la manos libres a los nazis. Pío XI lanzó entonces una encíclica, escrita bajo la inspiración de Pacelli, ya secretario de Estado del Vaticano, donde no había ninguna condena explícita de la represión, las persecuciones y el racismo.

Tras la anexión de Austria en 1938, Hitler -austríaco de nacimiento- llegó a Viena, se entrevistó con el cardenal Innitzer quien pidió que se acogiera la anexión con buena voluntad, y pidió, como le había ordenado el Führer, que las organizaciones juveniles católicas se incorporaran a las juventudes hitlerianas. Pocos días después Innitzer encabezaba una declaración del episcopado austríaco en la que se daba la bienvenida a los ocupantes y se ensalzaba al nacional-socialismo.

En el verano de 1938, mientras agonizaba, Pio XI se preocupó de justificar el antisemitismo en Europa y encargó la redacción de otra encíclica dedicada al tema. El texto, que nunca se publicó, se descubrió hace poco. Lo escribieron tres jesuitas, pero presumiblemente Pacelli estuvo a cargo del proyecto. Se iba a llamar Humani Generis Unitas (La unión de las razas humanas) y estaba llena de aquel racismo simplón que Pacelli había demostrado siempre en Alemania. Los judíos -dice el texto- eran responsables de su destino; dios los había elegido, pero ellos se negaron, mataron a Cristo y cegados por su sueño de triunfo mundial y éxito materialista, se merecían la ruina material y espiritual que se habían echado sobre sí mismos. El documento añadía que no se podía defender a los judíos como exígen los principios de humanidad cristianos porque podía conllevar el riesgo inaceptable de caer en la trampa de la política secular.

La encíclica llegó a Roma a finales de 1938 pero no se sabe por qué, no fue presentada a Pío XI. Pacelli, convertido en el papa Pío XII el 12 de marzo de 1939, ocultó el documento en los archivos secretos y les dijo a los cardenales alemanes que iba a mantener relaciones diplomáticas cordiales con Hitler. Estaba convencido de que intervenir a favor de los judíos sólo podía llevar a la Iglesia católica hacia coaliciones con fuerzas hostiles al Vaticano. Lo mejor era seguir aliados al Eje fascista.

Naturalmente, al papa Pío XII y a toda la Iglesia católica, la suerte de los comunistas y antifascistas les importaba un bledo, por más que les arrancasen el pellejo a tiras en los campos de concentración.

Tras los antifascistas, las deportaciones a campos de exterminio siguieron, momento en el que Pío XII pudo mostrar todo su amor por el III Reich. En el excepcional puesto de observación mundial del Vaticano, fue puntalmente informado sobre las atrocidades alemanas desde los primeros días de la ocupación de Polonia y apludió las masacres del Eje: poblaciones atacadas, bombardeadas, polacos, judíos, serbios, cíngaros, enfermos mentales alemanes asesinados ya antes del comienzo de la guerra. Pacelli defendió entonces las necesidades vitales del Reich, expresión transparente sobre los derechos de Hitler y los suyos a hacer cualquier cosa para alcanzar sus objetivos imperialistas.

Pacelli conocía bien los planes nazis para exterminar a los judíos de toda Europa. A lo largo de 1942, recibió información fiable sobre los detalles de la solución final remitida por británicos, franceses y norteamericanos al Vaticano. El 17 de marzo de aquel año, representantes de las organizaciones judías reunidos en Suiza le enviaron un memorándum a través del nuncio papal en Berna, donde detallaban las violentas medidas antisemitas en Alemania y en los territorios ocupados. El informe fue excluído de los documentos de la época de la guerra que el Vaticano publicó entre 1965 y 1981.

En septiembre de 1942 Roosevelt envió a su representante personal, Mylon Taylor, para pedirle a Pacelli una declaración contra el exterminio de los judíos. El papa se negó a hablar porque debía estar por encima las partes beligerantes.

El 24 de diciembre de 1942, finalmente, habló de aquellos cientos de miles que, sin culpa propia, a veces sólo por su nacionalidad o raza, reciben la marca de la muerte o la extinción gradual. Esa fue su denuncia pública más fuerte de un exterminio brutal.

Durante toda la guerra guardó silencio y quien calla otorga. Pero cuando en 1943 empezaron a caer las primeras bombas en la mismísima Roma, Pio XII rompió su silencio y pensando en la seguridad y preservación del Vaticano como Estado, se apresuró a declarar a Roma ciudad santa. Para entonces ya habían muerto millones de personas, pero al papa no le importaba más que su Estado. Sus apariciones públicas se hicieron cada vez más frecuentes e, implorando al cielo, llamaba a la paz. Los paracaidistas de la Wehrmacht y la Gestapo cuidaron de que el Vaticano siguiera siendo un oasis en medio de la destrucción y la muerte de la guerra. Ellos fueron los guardaespldas de Pio XII. Delante de sus narices más de mil judíos romanos fueron deportados por los alemanes sin que se volviera a saber nada más de ellos. En una Italia sumida en el caos, con tres gobiernos paralelos, Roma había sido abandonada por los miembros del gobierno e incluso por el Rey. Mussolini gobernaba desde el norte en Saló, Badoglio y el Rey estaban en el sur en Bari con los aliados y el resto de Italia estaba conociendo el rigor de los nazis que trataban a los italianos como traidores. Roma, que hasta 1943, había vivido la guerra en una isla, ahora padecía en carne propia el ruido de los aviones y el espantoso efecto de las bombas. Barrios enteros se transformaban en segundos en un cúmulo de escombros. Desde sus ventanas del Vaticano Pio XII asistía junto a la curia y las monjas de servicio a algo que hasta entonces había sido impensable. Los aliados no respetaban a Roma, la ciudad milenaria y cuna de la cristiandad. Si no se paraban, el Vaticano también iba a ser víctima de las bombas aliadas o del saqueo nazi.

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No tiene desperdicio...

No tiene desperdicio...

Pío XII, el papa nazi​

El 25 de octubre de 2006 el embajador de Israel en el Vaticano, Oded Ben Hur, asistía a la presentación del libro de Alessandro Duce La Santa Sede e la questione ebraica (1933-1945), un trabajo que no tiene demasiado interés, prueba de lo cual es que pronto lo tendremos traducido al castellano y en las estanterías de El Corte Inglés y los Relay de todas las estaciones, gasolineras y aeropuertos, porque la obra de Duce lava la cara a Pio XII y la política pro-nazi del Vaticano entre la primera y la segunda guerra mundiales.

A la salida del acto los periodistas preguntaron al embajador su opinión sobre el proceso de beatificación del papa nazi y él aconsejó que el Vaticano debería esperar un poco mientras autoriza a los historiadores para que puedan consultar los archivos diplomáticos de la Santa Sede que guardan toda la podredumbre, hasta la fecha escondida bajo mil candados.

El embajador pedía un poco de calma a otro nazi, Ratzinger, alias Benedicto XVI, porque la beatificación marcha a pasos acelerados, de manera que dentro de poco tendremos al primer nazi en los altares.

Naturalmente el embajador dejó bien claro que hablaba a título personal, porque son sabidos los estrechos lazos ahora (ya era hora) existentes entre el Vaticano e Israel, con Estados Unidos de por medio, mientras Ratzinger demoniza a los fundamentalistas que, como por casualidad, son siempre los islamistas.

También aconsejó el embajador que el Vaticano escuchara a los últimos supervivientes (judíos) del holocausto, los cuales no tienen la misma opinión sobre Pio XII que Ratzinger y sus santificadores.

Papa en el crucial periodo comprendido entre 1938 y 1958, Pio XII fue una pieza fundamental en la política hitleriana desde 1933, e incluso antes, ya que fue uno de los que aupó a los nazis al poder mientras fue embajador del Vaticano en Alemania.

Desde la primavera de 1917, Eugenio Pacelli fue nuncio papal o embajador del Vaticano en Alemania. Su obsesión era el comunismo y por eso, más que cualquier otro, ayudó a Hitler a llegar al poder en 1933. Los católicos disponían en la Alemania de entonces de uno de los partidos burgueses más fuertes, el Zentrum, que contribuyó a abrir el camino hacia el gobierno a los nazis. Precisamente Pacelli fue enviado como nuncio a Alemania a petición de Erzberger, jefe del partido católico Zentrum.

Según sus propias palabras, era abiertamente antisemita. Había llegado al Vaticano en 1901, a la edad de 24 años, reclutado para especializarse en cuestiones internacionales. Era conocido en los pasillos del Vaticano como El Tedesco (El Alemán) y tras la I Guerra Mundial, a la edad de 41 años, ya arzobispo, Pacelli partió hacia Munich como nuncio papal.

En una Baviera cuya tradiciones antisemitas eran tan virulentas como las de Austria, de la que había formado parte hasta principios del siglo XIX, Pacelli se rodeó de una camarilla de extrema derecha que lo siguió durante toda su vida. El nuncio, como todo el clero bávaro que se encontraba bajo sus órdenes, estuvo ligado desde principios de los años 20 a los grupúsculos de extrema derecha que abundaban en Baviera. Se reunía frecuentemente con Ludendorff, íntimo de Hitler, en aquel nido de los terroristas, que se refugiaban allí después de cometer sus crímenes para preparar su asalto al poder.

Recorrió Alemania, destruída por la guerra. Presenció la revolución proletaria en Munich en 1918. En una carta a Gasparri, Pacelli describió así los acontecimientos: Un ejército de trabajadores corría de un lado a otro, dando órdenes, y en el medio, una pandilla de mujeres jóvenes, de dudosa apariencia, judías como todos los demás, daba vueltas por las salas con sonrisas provocativas, degradantes y sugestivas. La jefa de esa pandilla de mujeres era la amante de Levien [dirigente obrero de Munich], una joven mujer rusa, judía y divorciada [...] Este Levien es un hombre joven, de unos 30 ó 35 años, también ruso y judío. Pálido, sucio, con ojos vacíos, voz ronca, vulgar, repulsivo, con una cara a la vez inteligente y taimada.

Hitler, que había logrado su primer gran triunfo en las elecciones de 1930, necesitaba un acuerdo con el Vaticano. Tras su ascenso al poder en enero de 1933, dio prioridad a su negociación con Pacelli y pocos meses después se firmó el concordato. Una de sus cláusulas secretas (la otra apuntaba a la organización de la Iglesia católica dentro del ejército alemán, en aquel entonces en proceso de formación clandestina) estipulaba que, cuando las tropas del Reich invadieran Ucrania, los clérigos germanos, adeptos todos de un antisemitismo tan visceral como su antibolchevismo, convertirían ese gran territorio ortodoxo al catolicismo.

El concordato dio al Führer gran prestigio internacional en el preciso momento en que se convertía en la cabeza del Estado alemán. A cambio, Pacelli colaboró en la retirada de los católicos de la actividad política y social para dejar la manos libres a los nazis.

El 14 de julio de 1933, Hitler dijo a su gobierno que el concordato había creado una atmósfera de confianza especialmente significativa en la lucha urgente contra el judaísmo internacional. Aseguraba que la Iglesia Católica le había dado su bendición pública, dentro del país y fuera de él. Goebbels y su equipo de propaganda lanzaron el mensaje a los cuatro vientos: la Santa Sede aprobaba la política nacional-socialista. El Concordato entre Hitler y el Vaticano creó un clima ideal para el exterminio de los antifascistas.

Pacelli y el Vaticano nada dijeron de la quema del Reichstag, que imputaron falsamente a Dimitrov y a la III Internacional, y silenciaron la persecución de los antifascistas. A medida que las persecuciones crecían en Alemania, Pacelli las respaldó afirmando que eran un asunto interno del III Reich.

La relación de los católicos -una minoría en Alemania- con los nazis no es que fuera buena: era íntima; cada 20 de abril, cumpleaños de Hitler, el cardenal Bertram en Berlín enviaba sus más calurosas felicitaciones al Führer en nombre de los obispos y las diócesis de Alemania con las fervientes plegarias que los católicos de Alemania envían al cielo desde sus altares.

Pacelli promovió la carrera eclesiástica de los curas nazis de la Iglesia austriaca y alemana: el austriaco Hudal, rector del Instituto romano de la Anima, uno de los pilares del pangermanismo que se pasó de lleno al nazismo, campeón del Anschluss, nombrado obispo de Ela para festejar el advenimiento de Hitler, glorificó mediante la pluma -en 1936- la alianza entre la Iglesia y el nazismo y exaltó el antisemitismo. Gröber, llamado el obispo pardo de Friburgo, era desde 1932 miembro activo de las SS y, a partir de 1933, Pacelli le encargó de misiones políticas decisivas. En 1935 -el año de las leyes de Nuremberg- publicó con el aval de Roma un manual de cuestiones religiosas que le convirtió en campeón de la sangre y de la raza. Después de años en el Germanicum de Roma, otro vivero del pangermanismo que se hizo nazi, Pacelli aupó al croata Stepinac al arzobispado de Zagreb en 1937: gobernador de Zagreb en 1939, desde donde garantizó la influencia hitleriana, este arzobispo, antes de convertirse en el segundo personaje oficial de la Croacia independiente de Ante Pavelitch, anteriormente a la invasión alemana del 6 de abril de 1941 contra Yugoslavia, encarnaba el antisemitismo financiado por el gobierno hitleriano.

En enero de 1937, tres cardenales y dos obispos alemanes viajaron al Vaticano para protestar contra la persecución nazi de la Iglesia Católica, a la que se le había suprimido la actividad pública. Estos incautos ignoraban los acuerdos entre bastidores para sacar a los católicos de la vida política y dejar la manos libres a los nazis. Pío XI lanzó entonces una encíclica, escrita bajo la inspiración de Pacelli, ya secretario de Estado del Vaticano, donde no había ninguna condena explícita de la represión, las persecuciones y el racismo.

Tras la anexión de Austria en 1938, Hitler -austríaco de nacimiento- llegó a Viena, se entrevistó con el cardenal Innitzer quien pidió que se acogiera la anexión con buena voluntad, y pidió, como le había ordenado el Führer, que las organizaciones juveniles católicas se incorporaran a las juventudes hitlerianas. Pocos días después Innitzer encabezaba una declaración del episcopado austríaco en la que se daba la bienvenida a los ocupantes y se ensalzaba al nacional-socialismo.

En el verano de 1938, mientras agonizaba, Pio XI se preocupó de justificar el antisemitismo en Europa y encargó la redacción de otra encíclica dedicada al tema. El texto, que nunca se publicó, se descubrió hace poco. Lo escribieron tres jesuitas, pero presumiblemente Pacelli estuvo a cargo del proyecto. Se iba a llamar Humani Generis Unitas (La unión de las razas humanas) y estaba llena de aquel racismo simplón que Pacelli había demostrado siempre en Alemania. Los judíos -dice el texto- eran responsables de su destino; dios los había elegido, pero ellos se negaron, mataron a Cristo y cegados por su sueño de triunfo mundial y éxito materialista, se merecían la ruina material y espiritual que se habían echado sobre sí mismos. El documento añadía que no se podía defender a los judíos como exígen los principios de humanidad cristianos porque podía conllevar el riesgo inaceptable de caer en la trampa de la política secular.

La encíclica llegó a Roma a finales de 1938 pero no se sabe por qué, no fue presentada a Pío XI. Pacelli, convertido en el papa Pío XII el 12 de marzo de 1939, ocultó el documento en los archivos secretos y les dijo a los cardenales alemanes que iba a mantener relaciones diplomáticas cordiales con Hitler. Estaba convencido de que intervenir a favor de los judíos sólo podía llevar a la Iglesia católica hacia coaliciones con fuerzas hostiles al Vaticano. Lo mejor era seguir aliados al Eje fascista.

Naturalmente, al papa Pío XII y a toda la Iglesia católica, la suerte de los comunistas y antifascistas les importaba un bledo, por más que les arrancasen el pellejo a tiras en los campos de concentración.

Tras los antifascistas, las deportaciones a campos de exterminio siguieron, momento en el que Pío XII pudo mostrar todo su amor por el III Reich. En el excepcional puesto de observación mundial del Vaticano, fue puntalmente informado sobre las atrocidades alemanas desde los primeros días de la ocupación de Polonia y apludió las masacres del Eje: poblaciones atacadas, bombardeadas, polacos, judíos, serbios, cíngaros, enfermos mentales alemanes asesinados ya antes del comienzo de la guerra. Pacelli defendió entonces las necesidades vitales del Reich, expresión transparente sobre los derechos de Hitler y los suyos a hacer cualquier cosa para alcanzar sus objetivos imperialistas.

Pacelli conocía bien los planes nazis para exterminar a los judíos de toda Europa. A lo largo de 1942, recibió información fiable sobre los detalles de la solución final remitida por británicos, franceses y norteamericanos al Vaticano. El 17 de marzo de aquel año, representantes de las organizaciones judías reunidos en Suiza le enviaron un memorándum a través del nuncio papal en Berna, donde detallaban las violentas medidas antisemitas en Alemania y en los territorios ocupados. El informe fue excluído de los documentos de la época de la guerra que el Vaticano publicó entre 1965 y 1981.

En septiembre de 1942 Roosevelt envió a su representante personal, Mylon Taylor, para pedirle a Pacelli una declaración contra el exterminio de los judíos. El papa se negó a hablar porque debía estar por encima las partes beligerantes.

El 24 de diciembre de 1942, finalmente, habló de aquellos cientos de miles que, sin culpa propia, a veces sólo por su nacionalidad o raza, reciben la marca de la muerte o la extinción gradual. Esa fue su denuncia pública más fuerte de un exterminio brutal.

Durante toda la guerra guardó silencio y quien calla otorga. Pero cuando en 1943 empezaron a caer las primeras bombas en la mismísima Roma, Pio XII rompió su silencio y pensando en la seguridad y preservación del Vaticano como Estado, se apresuró a declarar a Roma ciudad santa. Para entonces ya habían muerto millones de personas, pero al papa no le importaba más que su Estado. Sus apariciones públicas se hicieron cada vez más frecuentes e, implorando al cielo, llamaba a la paz. Los paracaidistas de la Wehrmacht y la Gestapo cuidaron de que el Vaticano siguiera siendo un oasis en medio de la destrucción y la muerte de la guerra. Ellos fueron los guardaespldas de Pio XII. Delante de sus narices más de mil judíos romanos fueron deportados por los alemanes sin que se volviera a saber nada más de ellos. En una Italia sumida en el caos, con tres gobiernos paralelos, Roma había sido abandonada por los miembros del gobierno e incluso por el Rey. Mussolini gobernaba desde el norte en Saló, Badoglio y el Rey estaban en el sur en Bari con los aliados y el resto de Italia estaba conociendo el rigor de los nazis que trataban a los italianos como traidores. Roma, que hasta 1943, había vivido la guerra en una isla, ahora padecía en carne propia el ruido de los aviones y el espantoso efecto de las bombas. Barrios enteros se transformaban en segundos en un cúmulo de escombros. Desde sus ventanas del Vaticano Pio XII asistía junto a la curia y las monjas de servicio a algo que hasta entonces había sido impensable. Los aliados no respetaban a Roma, la ciudad milenaria y cuna de la cristiandad. Si no se paraban, el Vaticano también iba a ser víctima de las bombas aliadas o del saqueo nazi.

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Re: El Vaticano publica nuevo documento sobre la unicidad de la Iglesia

RATAS A LA CARRERA. EL VATICANO AL FINAL DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL​

Lejos de ser un misterio histórico, la fuga de miles de proscritos nazis a América del Sur y otras partes del mundo es un hecho so bradamente documentado en el que se sabe que la Santa Sede tomó parte activa. Personajes tan siniestros como Pavelic, Klaus Barbie o Joseph Mengele partieron al exilio haciendo escala previa en el Vaticano. Mientras, en Croacia, los últimos ustashi esperaban que una oportuna intervención de la diplomacia vaticana propiciara la creación de un Estado croata independiente de Yugoslavia.

Cuando quedó claro que Zagreb iba a ser liberada por las tropas aliadas, los ustashi intentaron salvar todo lo que pudieron. A finales de abril de 1945, Pavelic, con plena autorización de su amigo Stepinac, ordenó que fueran llevados al Monasterio franciscano de Zagreb treinta y seis cofres con el macabro botín (joyas y dientes de oro, principalmente) requisado a las víctimas de la matanza de serbios, judíos y gitanos.1 Sin embargo, Pavelic retuvo consigo otros trece cofres para asegurarse su huida y un cómodo retiro.2



Los monjes escondieron el tesoro primero en una cripta debajo del altar mayor y, más tarde, en un agujero excavado bajo los confesionarios, donde permaneció hasta que fue recuperado por las tropas del mariscal Tito. Tras enterrar su botín, Pavelic partió al mando de mil quinientos leales en dirección a Austria,3 esperando contar con el amparo de los británicos y el Vaticano. Pero no contaba con ser hecho prisionero por los estadounidenses, que le venían siguiendo la pista desde su llegada a Austria. Consiguieron aprehenderle cerca de Saizburgo.

Sin embargo, cuando ya se estaban ultimando los preparativos para el juicio por crímenes de guerra, Stepinac y el arzobispo de Saizburgo intercedieron para que Pavelic fuera puesto en libertad. Finalmente, el criminal de guerra encontró cobijo entre los mismísimos muros del Vaticano, aunque su estancia fue corta. Para evitar el escándalo, Pío XII, consciente de que la victoria aliada había dado un vuelco a la política mundial, invitó a Pavelic a marcharse de la Santa Sede disfrazado de sacerdote en un automóvil con matrícula diplomática. Pavelic mantuvo la identidad falsa de sacerdote durante un tiempo bajo los alias de padre Benares o padre Gómez.4



1. Manhattan, Avro, The Vatican tíolocaust, op. cit.

2. Goñi, Uki, La auténtica Odessa. La fuga nazi a la Argentina de Perón, Paidós, Barcelona, 2002.

3. «Supreme Allied HQ to 6th and 12th Army Groups. Apprehension oí Croat Quislings», 5 de junio de 1945. Documento desclasificado del Ejército estadounidense.

4. Aarons, Mark, op. cit.