Siento el retraso
Siento el retraso
Estimado [N]Juan 8:3[/N], no sigo ni una doctrina ni un libro de instrucciones, ni nadie me obliga a creerme las cosas que digan ciertas personas, ni tengo a nadie detrás de mí señalándome qué puedo y qué no puedo decir... Yo creo en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Yo creo en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Y creo porque la Iglesia me ha transmitido las Palabras y las Obras (inseparables unas de otras) de Cristo con total fidelidad. Y soy perfectamente capaz de leer la Biblia y leer el Magisterio y ver si hay contradicciones entre la Sagrada Escritura y lo que la razón y la fe humana dice de ella. Y no hay contradicción alguna.
Querido hermano [N]Luigi2[/N], me avergüenza que creas que la Iglesia Católica tiene como objetivo el lucro materialista. Me avergüenza que creas que una mentira es verdad. Deberías reflexionar lo que afirmas y ver más allá de lo que te cuentan. Te invito a leer lo que escribiré en la segunda parte de este mensaje.
Hermano [N]Tobi[/N]Pedro, efectivamente, era el más garrulo, negado, obcecado, torpe, corto de entendimiento y despistado... hasta que recibió de Cristo resucitado el Espíritu. Si te molesta aceptarlo, allá tú, pero así está escrito. Por cierto ¿desde cuándo Pablo es el más citado en la Biblia? Bueno, claro, a no ser que te refieras a sus propias cartas y al libro de los Hechos, que escribió su compañero de viaje. Pedro es, sin duda alguna, el centro de la comunidad apostólica. Lo cual no quiere decir que sea ni mejor ni peor que Pablo, porque en eso no hay nada que valorar, simplemente, Cristo dio a Pedro una misión y a Pablo otra... y Pedro fue quien estuvo con Cristo (A Pablo todo se le reveló después).
Querida Maripaz y demás hermanos en Cristo, permitidme retomar el tema reexplicando la postura de la Iglesia Católica (que es la mía, porque reconozco en ella la verdad) en cuanto al celibato sacerdotal (o celibato ministerial, o celibato consagrado, o celibato por el Reino de los Cielos, o celibato evangélico). He tenido mucho tiempo para leer algunas cosillas («Ser sacerdote» G. Greshake; «Sacerdotalis coelibatus» Encíclica de Pablo VI; «Pastores Dabo Vobis» Exhortación Apostólica de Juan Pablo II; «Ser célibes para ser pastores» J.M. Uriarte; «Teología del matrimonio cristiano» W.Kasper; y, por supuesto, la Biblia), y de estos escritos reelaboro estos párrafos:
[N]1. A modo de definición:[/N]
- El celibato ministerial es la consagración de todo el corazón del hombre a Dios (“amarás a Dios sobre todas las cosas [...] con todo el corazón, con toda el alma”) en respuesta a la llamada y don que Él ha suscitado en el llamado al ministerio sacerdotal. Es la consagración de toda la afectividad al Señor y, desde Él y por Él, al servicio de los hermanos.
- Comporta la renuncia al matrimonio y la continencia perfecta y perpetua: renuncia a la afectividad, la sensualidad y la sexualidad que estén encaminadas a las relaciones sexuales (no a otras).
- Implica la dedicación absoluta e indivisa del corazón y de todo el ser, desde lo más orgánico a lo más espiritual, a Jesucristo y su Reino.
[N]2. Qué es y qué significa el celibato para la espiritualidad sacerdotal
-a- Renuncia:[/N]
· La renuncia al matrimonio no es algo malo, sino la aceptación de otro don-vocación tan bueno y bello como el matrimonio y la paternidad humana. Se renuncia a la paternidad humana por la paternidad espiritual.
· Es una renuncia gozosa y dolorosa a la vez. La renuncia capacita para otras renuncias, pequeñas o grandes, propias del ejercicio del ministerio sacerdotal, y para la aceptación de los sufrimientos que un pastor vivirá a lo largo de su vocación. Exige una gran ascesis cristiana y una profunda unión con el Señor. La vivencia gozosa del celibato evangélico favorece la entrega pronta y generosa del sacerdote en bien del pueblo de Dios.
· Es una equivocación pensar (como afirman determinadas escuelas de psicología) que el instinto sexual sólo puede completarse en el ejercicio de sus impulsos. La experiencia demuestra que los impulsos sexuales, bien ordenados, orientados y aceptados en la verdadera renuncia, favorecen la maduración psicológica del célibe, la ayudan y la completan.
[N]-b- Entrega:[/N]
· El celibato evangélico comporta la consagración de toda la afectividad humana, desde la más orgánica a la más espiritual, a Dios. Dios consagra al célibe cuando él se consagra a Dios. El celibato es un don de Dios. Es un don cuando el llamado lo acepta como tal. Dios le ha seducido.
· El llamado al sacerdocio cultiva el don del celibato como respuesta al amor sin límite que Dios, en Cristo, le ha entregado (“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero”)
· El célibe enfoca toda su fuerza, incluso el impulso sexual (ordenado, conducido y sublimado), al servicio del Reino de Dios. Se convierte así en una persona capaz de amar más y más, en pura gratuidad, como prolongador y actualizador del “amor hasta el extremo” de Jesús, especialmente hacia los pobres y los que sufren.
· El sacerdote es un hombre que debe tener relaciones afectivas sexuadas, como persona sexuada que es, con todo el mundo, también con las mujeres; pero jamás estas relaciones podrán enmascarar una corriente sexual, ni siquiera en el fondo del corazón. Esto comporta guardar una cierta ‘distancia sin alejarse jamás’. Es el equilibrio virtuoso que concede el Señor, revisado cada día a la luz de la oración, la Palabra y la dirección espiritual. Esto hace al célibe capaz de ser libre, abierto a todos, con madurez de discernimiento y dominio de sí mismo.
[N]3. Dos motivos: “Por Mí y por el Reino de los cielos” (Mt19, 12)
-a- Celibato por Cristo:[/N]
· Cristo fue célibe. Vivió la virginidad por el Reino. Él es el fundamento del celibato sacerdotal, es quien le da sentido.
· Jesús, Dios y hombre verdadero, está fascinado por el amor del Padre. Vive alimentado de la voluntad del que le ha enviado. Renuncia al matrimonio porque urge poner en marcha el Reino de Dios.
· El sacerdote vive el celibato identificado con Cristo. Se dona por Él. Por Cristo. En nombre de Cristo. Fascinado por Cristo. Por causa de Su nombre el sacerdote no se pertenece. Es un modo de atestiguar que Él sigue vivo, presente y actuante en la historia.
· El celibato pesa y condiciona la existencia del sacerdote cuando Jesucristo deja de ser para él lo más importante de su vida. Cuando Cristo no es lo más querido, buscado y anhelado, el celibato se convierte en una carga, en una ley, para el sacerdote.
· Por el contrario, cuando la persona de Jesucristo enamora al sacerdote, cuando le cautiva y atrae, el celibato es un don preciso para seguir dejándose seducir por Él, llenado lo más profundo de la afectividad, cubriendo las necesidades y ‘emborrachándose’ con su Espíritu. El Señor sacia y colma al célibe enamorado de Él, al sacerdote que por Él lo dejó todo, lo vendió todo y todo lo tiene por basura con tal de alcanzar a Cristo y vivir una existencia semejante a la Suya (Flp3)
[N]-b- Celibato por el Reino de los Cielos, por el Reino de Dios.[/N]
· El sacerdote es célibe por Cristo, con Cristo y en Cristo, para testimoniar que el Reino de dios está en medio de los hombres y, a la vez, para manifestar que estamos de paso por esta tierra, camino del Reino definitivo. El celibato es prenda del tiempo futuro. Es anticipación de la nueva humanidad (Mt22, 30; Mc12, 25)
· El celibato es signo del Reino en medio de esta cultura de ‘compra-venta’ erotizada y paganizada, porque testimonia el amor de gratuidad que no busca compensaciones sino que muestra la entrañable misericordia de nuestro Dios.
· «Si el celibato se vive con espíritu evangélico, en oración y vigilancia, con pobreza, con alegría, con desprecio de los honores y con amor fraterno, es un signo que no puede estar por mucho tiempo oculto, sino que proclama eficazmente a Cristo ante los hombres de nuestros días. Pues hoy las palabras apenas son estimadas, pero el testimonio de vida que manifiesta el radicalismo evangélico tiene la fuerza de arrastrar con vehemencia» (Sínodo de los obispos, 1971)
[N]4. Ayudas de la espiritualidad sacerdotal para vivir el celibato consagrado
-a- Afinidad entre sacerdocio y celibato[/N]
· Quien va al sacerdocio en celibato opta libremente por ambos. Es respuesta de amor al amor previo de Dios y al don y llamada. El sacerdote es célibe por la gracia de Dios y con la gracia de Dios.
· Sacerdocio ministerial y celibato son dos llamadas, dos dones inseparables.
[N]-b- Es un don que hay que cultivar[/N]
· El celibato es un don de Dios. Un don que hay que cultivar. Dios nos lo da en total gratuidad y, al dárnoslo, nos hace ser don para los demás.
· El sacerdote ha de pedirle permanecer en fidelidad al don y a la promesa hecha, creciendo en la comunión con Él, entregándole toda su afectividad, haciéndose don gratuito para los otros, agradeciéndole el haber recibido el don del celibato y el estar viviéndolo con gozo.
· El sacerdote está llamado a cuidar el celibato, igual que todo cristiano está llamado a cuidar la castidad.
[N]-c- La oración afectiva[/N]
· La oración del sacerdote ha de ser una verdadera experiencia de fe, de amistad íntima con Jesucristo, de trato de tú a tú con el Señor. Por tanto, una experiencia afectiva. Ha de dejarse tocar en lo más profundo de su ser por el amor sin límites de Dios. Ha de tener la mente de Cristo y los sentimientos propios de Aquel que tanto ama. Toda la afectividad del sacerdote ha de estar dirigida a Él, ha de tener una relación tan intensa con Jesucristo que Él le habite y posee por completo.
· Habrá etapas de ‘noche oscura’, momentos de desolación, pero si uno se mantiene fiel en la oración y en la entrega constante de su afectividad, esa experiencia le purificará la fe, le consolidará la esperanza, le hará crecer en el amor.
· Cuando la primera experiencia afectiva importante ha brotado de la oración deja una huella indeleble de la realidad de Dios. Cuando el sacerdote renueva día tras día esa experiencia de oración afectiva, el célibe consagrado evoca cómo el Señor le tocó el corazón y le llamó para el seguimiento definitivo a su Persona.
· Este clima de íntima comunión entre el sacerdote célibe y Jesucristo alcanza su cumbre en la Eucaristía: es el gozo de dos personas que se entregan; Jesucristo que actualiza el sacrificio de la cruz dando su vida por la humanidad y el sacerdote que presta todo su ser para representar sacramentalmente a Cristo al frente de la comunidad cristiana.
[N]-d- La ascesis vivida a fondo[/N]
· Para mantener el corazón indiviso, total y absolutamente volcado en Cristo y, desde Él y por Él, en los hermanos, es importante el ejercicio constante de la ascética: el gozo por la vida y por la vida en Dios.
· Vivir bañado y alimentado de los frutos del Espíritu Santo (Gal2, 22-23) será la mejor expresión de este gozo ministerial: amor, alegría, paz, paciencia, servicialidad, bondad, amabilidad, fidelidad, dominio de sí. Son la mejor ‘carta de presentación’ diaria de todo sacerdote en el ejercicio de su caridad pastoral. Son el mejor ‘antídoto’ contra las tentaciones del desánimo, desilusión o tristeza ante los fracasos pastorales o los disgustos por no ser entendido. Son la mejor forma de ahuyentar al Maligno.
[N]-e- Desarrollo de la actitud oblativa[/N]
· Dentro de la ascesis es necesario desarrollar con abundancia la dimensión oblativa: el desprendimiento de personas y de cosas; la no dependencia de nada ni de nadie; ni siquiera de uno mismo. Quien se ha encontrado con Jesucristo ya lo tiene todo.
· La capacidad de darse en gratuidad es el mejor índice de madurez humana de ese célibe, y el camino que le lleva a la santidad de vida. La oblatividad es lo opuesto al egoísmo, el narcisismo, los afectos desordenados, la sexualidad mal enfocada.
· La oblatividad del sacerdote célibe se concreta y verifica en el servicio a todos y, además, particularmente a los más pobres, a los más desposeídos, abatidos y despojados, a quienes el Señor se presente asociado y a todos los que no conocen a Cristo como su Salvador.
[K]«No todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha concedido. Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos que fueron hechos tales por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda» Mt19, 11-12
«Lo que os digo es una concesión, no un mandato. Mi deseo sería que todos fueran como yo [célibes]; pero cada uno tiene el don particular que Dios le ha dado: unos de una manera, otros de otra» 1Cor7,6-7
«Yo os quisiera libres de preocupaciones. El no casado se preocupa de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor. El casado se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer, y tiene dos cosas en que pensar. [...] El que se casa con su doncella obra bien. Y el que no se casa, obra mejor» 1Cor7, 32-34. 38
«Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está oculta con Cristo en Dios.» Col3, 1-4
«Éstos son mi madre y mis hermanos. Pues todo el que cumpla la voluntad del Padre de los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» M712, 49-50
«Los que viven según la carne, desean lo carnal; mas los que viven según el espíritu, lo espiritual. [...] Hermanos míos, no somos deudores de la carne para vivir según la carne, pues, si vivís según la carne, moriréis. Pero si con el Espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis» Rom8, 5. 12-13[/K]