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Los misterios de la Iglesia y la importancia de ellos para el hombre contemporáneo
Teología Ortodoxa
LA IGLESIA SE DEFINE POR SUS MISTERIOS
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Misterio y vida mistiríaca Μυστήριο (mistirio, misterio, sacramento), al final está puesta la traducción del término del Gran Léxico, autor y traductor χΧ jJ.
A través de la Iglesia las fuentes espirituales de la jaris (gracia, energía increada) de Dios mediante los siete misterios principales emanan no sólo a la humanidad sino a toda la creación, con el propósito de la redención del hombre y la realización del destino o fin natural de todo ser creado. Decimos “mediante los siete misterios principales”, porque la Iglesia a través de los santos Padres y la Παράδοσις Sucesión o Entrega apostólica, nunca ha negado que misterio es toda la vida eclesiástica y en jaris, de los fieles que hacen vida ascética y en metania, mas la iluminación y resplandecimiento de la divina e increada luz. Incluso misterios son: La separación de la psique y del cuerpo al momento de la muerte, la vida interminable de los que se van de esta vida, el efecto de la energía en la psique de los dormidos (muertos) a través de la memoria a ellos y el discernimiento provisional de la Iglesia: luchadora y militante en la tierra y triunfante en los cielos.
Especialmente el Apóstol Pablo llama a la Iglesia “Cuerpo de Cristo” (Rom 12,5 1Cor 10,17/cap.12), donde pone como cabeza a Cristo y como miembros suyos los fieles. En las funciones del cuerpo natural corresponden también las funciones carismáticas del cuerpo eclesiástico. O sea, la nueva familia en la que se incorpora el hombre con el
Bautismo y continuación. En el movimiento y crecimiento corresponde el misterio de la
Crismación o Unción. En la comida corresponde el misterio de la
Divina Efjaristía. En la edad adulta corresponde el misterio de la
Boda y la familia o la vida monástica. En la necesidad de terapia psicosomática o psicoterapia y curación corresponde el misterio de la
Bendición o Unción de Oleos. En la necesidad de reconciliación y comunión con sus semejantes corresponde el Misterio de la
Metania-santa Confesión. La Iglesia no abandona al hombre indefenso y “a su suerte, o al azar”, ni durante su muerte, tampoco después de la muerte. Le sigue hasta su última residencia con el oficio del funeral y ora por él a Dios con las conmemoraciones y también durante la Divina Liturgia.
Sobre todo por la jaris (gracia, energía increada) de Dios se santifican todos los elementos, mediante los oficios, las celebraciones y los misterios de la Iglesia, de modo que cada manifestación físico-espiritual del fiel incluya la nueva humanidad de Cristo y ayude a los fieles a respirar y a sentir plenamente la Presencia Divina: El agua es bendecida durante la festividad de la Divina Epifanía y también se transforma en agua bendita con la santificación y las bendiciones, oraciones del sacerdote. El aceite se bendice y se utiliza durante los misterios del Bautismo, Crismación y Bendición de Oleos. El pan y el vino se transforman en cuerpo y sangre de Cristo. Pero la Iglesia tiene oraciones y bendiciones también para los oficios, los trabajos, la vida diaria y los objetos que utiliza el hombre, de modo que muy a menudo le visite la potencia y energía increada de Dios y mejore su vida psicosomáticamente.
EL FUNCIONAMIENTO DEL CUERPO DE CRISTO
Cada liturgia-función del cuerpo eclesiástico tiene una misión distinta, pero también corresponde divinamente a la vida santificante de los fieles. Así que:
CON EL BAUTISMO el hombre se incorpora a la familia de Cristo; además de pertenecer ya a la familia natural (biológica) también está incluido a la inicial, (como debería estar en el Paraíso), según la voluntad de Dios, su familia espiritual (la Iglesia). Por la triple inmersión y emersión al agua de la santa pila el fiel mortifica al hombre viejo de la caída inicial y la corrupción y renace a la vida de la Santa Trinidad. Es conocido el mandamiento de Cristo a Su recién creada Iglesia: “Id, y haced discípulos a todas las naciones, y los que crean en mí, bautizadlos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mt 28,19). Y también la orden que da en los Hechos 22,16: “Levántate, bautízate y confiesa que él es el Señor para que sean sanados y lavados tus pecados”.
También el apóstol Pablo recalca: “porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos” (Gal 3,27). Durante el misterio el sacerdote unge con aceite el cuerpo del fiel, manifestando así simbólicamente la ayuda que proporciona el Dios para que el bautizado se escape de las trampas del diablo y del mal; igual que en la antigüedad los atletas se ungían con aceite en la arena para que escaparan de las trampas y resbalasen de los apretones de sus adversarios. Además, corta unos pelos de la cabeza del niño en forma de cruz, para manifestar que ya no es esclavo de algún dueño, sino esclavo, servidor de Cristo, o sea, realmente libre de los pazos y del pecado.
El valor del bautismo y cuánto esto puede cambiar una sociedad entera, si nosotros mismos quisiéramos, lo demuestra la siguiente historia. Los Fiyis de las Islas Fiyi en el Océano Pacífico antes de ser cristianizados eran una tribu de salvajes y caníbales. Pero cuando fueron bautizados y aceptaron el Cristianismo (1867) la misma gran piedra que quitaba la vida de sus víctimas, después de labrarla, la transformaron en baptisterio (pila de bautismo) y allí bautizaban sus hijos.
Es verdad que desde los primeros años cristianos los niños eran bautizados (según Mt 19,13-15). En concreto se bautizaban familias enteras, dentro de las que habían también muchos niños, hecho que recalca también el kerigma del apóstol Pedro, quien invitó a todos los allí se encontraban a bautizarse (uso 3.000 hombres), pequeños y mayores, con las palabras: “Estas cosas que ha prometido el Dios son para vosotros y para vuestros hijos” (Hec 2.38-39). Pero también la piadosa de Dios, Lidia de la ciudad de Tiátira “cuando fue bautizada ella y su familia” (Hec 16,15); el carcelero de Pablo y Sila “en seguida se bautizó él con todos los suyos” (Hec 16,33), también la familia de Stefaná fue bautizada por san Pablo (1Cor 1,16)…continua en…
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